Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura

Autores/as

  • Hernán Javier Pinzón Manrique Universidad Santo Tomás, Tunja

Palabras clave:

Cuerpo, lenguaje encarnado, fenomenología del cuerpo, ambigüedad, sintiente-pensante, literatura (es).

Referencias

Merleau-Ponty, M. (1945). Fenomenología de la percepción. Barcelona: Editorial Planeta-De Agostini.

Merleau-Ponty, M. (1969). La prosa del mundo. Madrid: Taurus Ediciones.

Merleau-Ponty, M. (1977). El ojo y el espíritu. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Nietzsche, F. (1980). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial.

Nïn, A. (1981). Diario I (1931-1934). Barcelona: Editorial Bruguera.

Pinzón Manrique, H. (Enero-Juniod de 2014). La literatura como In-Corporación: El cuerpo como proceso. En: La palabra (24), 91-97

Woolf, V. (1980). Las Olas. Barcelona: Bruguera.

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Pinzón Manrique, H. J. (2014). Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura. Enunciación, 19(2), 282–291. https://doi.org/10.14483/udistrital.jour.enunc.2014.2.a08

ACM

[1]
Pinzón Manrique, H.J. 2014. Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura. Enunciación. 19, 2 (jul. 2014), 282–291. DOI:https://doi.org/10.14483/udistrital.jour.enunc.2014.2.a08.

ACS

(1)
Pinzón Manrique, H. J. Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura. Enunciación 2014, 19, 282-291.

ABNT

PINZÓN MANRIQUE, Hernán Javier. Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura. Enunciación, [S. l.], v. 19, n. 2, p. 282–291, 2014. DOI: 10.14483/udistrital.jour.enunc.2014.2.a08. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/7539. Acesso em: 19 mar. 2024.

Chicago

Pinzón Manrique, Hernán Javier. 2014. «Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura». Enunciación 19 (2):282-91. https://doi.org/10.14483/udistrital.jour.enunc.2014.2.a08.

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Pinzón Manrique, H. J. (2014) «Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura», Enunciación, 19(2), pp. 282–291. doi: 10.14483/udistrital.jour.enunc.2014.2.a08.

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H. J. Pinzón Manrique, «Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura», Enunciación, vol. 19, n.º 2, pp. 282–291, jul. 2014.

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Pinzón Manrique, Hernán Javier. «Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura». Enunciación, vol. 19, n.º 2, julio de 2014, pp. 282-91, doi:10.14483/udistrital.jour.enunc.2014.2.a08.

Turabian

Pinzón Manrique, Hernán Javier. «Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura». Enunciación 19, no. 2 (julio 1, 2014): 282–291. Accedido marzo 19, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/7539.

Vancouver

1.
Pinzón Manrique HJ. Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura. Enunciación [Internet]. 1 de julio de 2014 [citado 19 de marzo de 2024];19(2):282-91. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/7539

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Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura

Bodies, Expressions and Emancipation: Inhabiting Language in Literature

Hernán Javier Pinzón Manrique1

Cómo citar este artículo: Pinzón, H. (2014). Cuerpos, expresiones y emancipación: habitando el lenguaje en la literatura. Enunciación, 19(2), 282-291.

Recibido: 20-junio-2014 / Aprobado: 17-octubre-2014


1 Licenciado en Filosofía y Letras, Universidad Santo Tomás, Bogotá, candidato a Magister en Literatura, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja; docente del Departamento de Humanidades de la Universidad Santo Tomás, Seccional Tunja. Correo electrónico: hernan.pinzon@usantoto.edu.co


Resumen

Se presenta una perspectiva interconectada entre el cuerpo y el lenguaje como experiencias de lo vivido. Se parte de una aproximación a la fenomenología del cuerpo propuesta por Maurice Merleau-Ponty como perspectiva que reivindica el cuerpo como punto de partida de la experiencia humana. En estos términos, el cuerpo es una experiencia ambigua, de tránsito y mixtura donde el lenguaje es expresión de la promiscuidad en el horizonte de los otros y del mundo. En esta perspectiva, se plantea una forma de volver al cuerpo a partir de la literatura, como experiencia de emancipación en el lenguaje, como posibilidad de autoexploración en constante inacabamiento sobre la experiencia vivida, que se traduce en el acceso al propio cuerpo, que por constitución cultural en occidente es subordinado.

Palabras clave: ambigüedad, fenomenología del cuerpo, lenguaje encarnado, sintiente-pensante

Abstract

The aim of this article is to present an interconnected perspective about body and language as lived experiences, starting from the phenomenology of the body proposed by Maurice Merleau Ponty, as a perspective that reivindicates the body as the basis of human experience. In these terms, the body is an ambiguous experience, of passage and mixture, where language is expression that comes from promiscuity on the perspective of the others and of the world. In this way we propose a path to return to the body through literature, as an experience of emancipation in language, as a possibility for discovering themselves in constant incompleteness on lived experience, which translates into access to their own body, which by cultural constitution is subordinated.

Keywords: ambiguity, body phenomenology, embodied language, feeling/thinking


Introducción

El estudio del cuerpo desde el lenguaje nos propone una forma de acceder a la experiencia de in- terconexión con el propio cuerpo, con el mundo, con los otros. Es fundamental partir de su re-conocimiento y de su implicación en la serie de significaciones que se puede generar tanto para el estudio de la literatura como para el campo de las Humanidades. Sin embargo, se plantea como interrogante ¿qué implica la interconexión del cuerpo-lenguaje dentro de la experiencia humana y qué horizontes propone como fenómeno de expresión? Así, el lenguaje encarnado es fundamentado por la experiencia perceptiva del cuerpo como ambigüedad, como superación de la primacía del pensamiento desde otras dimensiones que sugieren una discusión sobre la diferenciación pensamiento-cuerpo y sujeto-objeto, aspectos cruciales para trazar una concepción del lenguaje como cuerpo.

A partir de aquí se debate el reduccionismo del lenguaje como designación objetiva de los fenómenos, hacia su apertura desde la experiencia perceptiva. Esta superación se denomina expresión y se vincula con el horizonte que los otros comparten con mi mundo o en una misma lengua. Se parte de la identificación de un predominio sobre la visión del lenguaje como producto y privilegio del pensamiento. Desde la perspectiva de Mauri- ce Merleau-Ponty se re-significa como cuerpo y, por tanto, es la incorporación en la experiencia vivida como posibilidad de significación.

En este marco se presenta una aproximación a la interconexión cuerpo lenguaje desde las categorías de la fenomenología del cuerpo propuesta por Merleau-Ponty. El interés por dicha concepción es la reivindicación sobre la experiencia vivida, la del propio cuerpo desde un acercamiento como lenguaje. En el programa del pensador francés la relación con el lenguaje tiene una posición relevante en su texto La fenomenología de la percepción (1945), donde se caracteriza el estudio fenomenológico del cuerpo como paradigma que propone otros ámbitos del saber a los determinados por el cartesianismo. Merleau-Ponty plantea cómo la filosofía ha establecido unas diferenciaciones temáticas que son posibles a partir del ejercicio del pensamiento, pero que en la experiencia concreta de los cuerpos se confunden.

Por tanto, la experiencia del cuerpo es ambigüedad, es coexistencia entre opuestos aparentemente irreconciliables; mixtura, un tránsito permanente (pensamiento-carne, sujeto-objeto, entre otras). Dentro de este horizonte de diferenciación se plantea un reencuentro de los polos, no como negación del pensamiento, sino como interconexión con el sentimiento, lo que permite concebir la experiencia humana dentro del marco de un sintiente-pensante.

La relación que tiene el cuerpo con el mundo en esta perspectiva no es de designación, de pretensión objetiva, concebida desde la base de la experiencia perceptiva. La concepción desarrollada por Merleau-Ponty invita a reflexionar sobre el contacto primigenio, caótico de nuestra piel con el mundo de la vida. El cuerpo, al ser inacabado, no posibilita sustentar un criterio de objetividad plena sobre el mundo, tan solo otorgar visos parciales dentro de su percepción, donde “soy mi cuerpo, por lo menos en toda la medida en que tengo un capital de experiencia y, recíprocamente, mi cuerpo es como un sujeto natural, como un bosquejo provisional de mi ser total” (Merleau-Ponty, 1993, p.215), dentro de un marco de expresividad desde la propia vivencia.

Desde este marco en La prosa del mundo (1969) Merleau-Ponty amplía el punto de trabajo a partir del inacabamiento de la experiencia perceptiva, del contacto primigenio, base de lo que podríamos denominar el proceso expresivo del cuerpo a partir de una vocación a no estar encerrado en sí mismo:

Si la percepción no está nunca acabada, si nos proporciona un mundo que expresar y pensar a través de perspectivas parciales que este desborda por sus cuatro costados, de manera que su inenarrable evidencia no es de las que poseemos, y que en definitiva ese mundo no se anuncia más que por signos fulminantes como puede serlo una palabra, la permisión de no “acabar” no significa necesariamente preferencia otorgada al individuo sobre el mundo, a lo no-significante sobre lo significante, puede ser también el reconocimiento de una manera de comunicar que no pasa por la evidencia objetiva, de una significación que no se refiere a un objeto ya dado, sino que lo constituye y lo inaugura, y que no es prosaica porque despierta y vuelve a convocar todo nuestro poder de expresión y toda nuestra capacidad de comprensión. (Merleau-Ponty, 1971, p.95)

En estos términos, se plantea que la interco- nexión entre el cuerpo y el lenguaje es fundamental desde una concepción fenomenológica que permita el reconocimiento de nuestra experiencia con el mundo y con los otros como cuerpo, como sintiente-pensante. El sujeto determinado por la modernidad, en su actitud de estudio sobre los objetos, es invitado a la mixtura, a la promiscuidad con el objeto de estudio, haciendo parte de él, como una incrustación que se confunde con su propia carne. Desde este marco, la palabra, como expresión de un conjunto de interconexiones (palabra-pensamiento-cuerpo), no funciona como producto en la pura objetividad, sino como esbozo provisional sobre el mundo de la vida. Por tanto, el cuerpo, en interconexión con el lenguaje, es expresión de una experiencia concreta, en el sentido de un acercamiento al cuerpo vivido. El lenguaje desde el cuerpo no es expresión de la subjetividad pura, ni de la pretensión de la objetividad plena, es lenguaje desde la carnalidad que somos.

De esta manera encontramos un proceso de expresión desde el cuerpo que amplía las posibilidades del lenguaje, de su experimentación en mundos, como el académico, que dan prioridad a un lenguaje del pensamiento, de la objetividad en los procesos investigativos.

Metodología

Se plantea una aproximación fenomenológica desde la categoría de cuerpo y su interconexión con el lenguaje, hacia el planteamiento de un posible acceso sobre dicha experiencia. El cuerpo, en la fenomenología propuesta por Maurice Merleau- Ponty, es el punto de partida de la experiencia, donde se concibe el lenguaje, a la palabra como elemento incorporado. Sin embargo, como objeto de estudio particular, el cuerpo propone un acercamiento donde el lenguaje, concebido como cuerpo, constituye una forma de acceso sobre la experiencia de la ambigüedad. Desde esta concepción del lenguaje, se busca una categoría que exprese la experiencia y significación del cuerpo-lenguaje como emancipación, donde la literatura proporciona un horizonte de trabajo que tiene que ver con el papel del lenguaje desde el cuerpo y sus implicaciones dentro de los procesos investigativos en el campo de la literatura y las humanidades.

Habitando el cuerpo: el lenguaje como sintiente-pensante

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan solo decir adiós a su propio cuerpo - y así enmudecer

F. Nietzsche, AsíhablóZaratustra

Tan incomprensiblees la combinación de lascosas “dijo Bernard”, talessucomplejidad, queahora al bajar la escalera, no puedodistinguir la pena de la alegría. Ha nacido mi hijo. Ha muertoPercival. Columnas me sostienen, oleadas de desnudasemociones me golpeanloscostados, pero ¿cuál de ellasespenaycuálesalegría? Me lo preguntoy no encuentrorespuesta

Virginia Woolf, Las Olas

En El ojo y el espíritu (1977) Merleau-Ponty, en su interés por el problema de la percepción, y tomando como referente la pintura (campo en relación con el estudio sobre el lenguaje en la obra del pensador francés) plantea una crítica acerca del pensamiento de ciencia a partir de la renuncia del sujeto a habitar las cosas, y de contener el prejuicio de tratar a todo ser como objeto. En este sentido, el pensamiento de ciencia, el modelo de la ciencia clásica, puede ser interpretado como de opacidad por el mundo:

La ciencia manipula las cosas y renuncia a habitarlas […] ese prejuicio de tratar a todo ser como “objeto en general”, es decir, a la vez como si no fuera nada para nosotros y sin embargo estuviese predestinado para nuestros artificios. (Merleau-Ponty, 1977, p.9)

El fenomenólogo del cuerpo confronta dicha opacidad con la visión inscrita en la pintura de Paul Cézanne, la del color, la de la experiencia perceptiva matizada: la visión del artista en inter- conexión con el fenómeno contemplado. En estos términos, el pintor impresionista propone una mixtura entre su sentimiento-pensamiento que tiene como resultado la obra que contiene su experiencia perceptiva.

La experiencia del cuerpo sobre la que Merleau Ponty nos propone un acercamiento desde el sentido mismo de la fenomenología, se ajusta a una posibilidad en nuestras relaciones de saber con nuestro cuerpo, con los otros, con el mundo. En este marco, dicha opacidad la podemos relacionar con el lenguaje, donde el pensamiento de ciencia presenta una visión desencarnada de la experiencia en la palabra dentro de las relaciones de los cuerpos con el mundo. Ampliar esta concepción implica una matización del pensar desde la experiencia de un sintiente que parte de una experiencia perceptiva, dentro de la serie de significaciones posibles en el lenguaje.

Desde esta situación humana, que nos invita a la experiencia de lo vivido, de la integración del sujeto y el objeto, surge un término fundamental en el horizonte de superación del pensamiento desencarnado: habitar. Sin embargo, ¿Qué implica habitar el lenguaje como cuerpo? Habitarlo es partir de la experiencia perceptiva, particular con el mundo. El lenguaje habitado por mi cuerpo desencaja la serie de significaciones propuestas por un modelo de la lengua. Implica no solo pensar el lenguaje, sino vivirlo dentro del inacabamiento de nuestra experiencia:

Las cosas percibidas no nos resultarían irrecusables, presentes en carne y hueso, si no fueran inagotables, nunca dadas del todo, ni presentarían el aspecto de eternidad que en ellas encontramos si no se ofrecieran a una inspección que ningún tiempo puede terminar. Por lo mismo, la expresión no es expresión misma de modo absoluto, lo expresado no se halla nunca expresado del todo, al lenguaje le es esencial que la lógica de su construcción no sea nunca de las que pueden reducirse a los conceptos, y a la verdad no ser nunca poseída, sino solamente transparente a través de la lógica confusa de un sistema de expresión que presenta las huellas de otro pasado y los gérmenes de otro futuro. (Merleau-Ponty, 1971, pp.68-69)

Sin embargo, esta matización de la experiencia del cuerpo-lenguaje se puede caracterizar desde Merleau-Ponty como experiencia de la ambigüedad y sus implicaciones dentro de la concepción del lenguaje. Dicha ambigüedad se plantea como “el tránsito entre sensibilidad y pensamiento articulados en la experiencia humana” (Pinzón, 2014, p.93), que no se reduce únicamente a estos polos dentro de las diferenciaciones que puede generar el pensamiento, sino que se amplía a aspectos morales (bien y mal), estéticos (bello y siniestro), epistemológicos (sujeto-objeto), entre otros. La ambigüedad no funciona como una síntesis, como una negación del pensamiento dualista, sino que aporta una forma de interconectar los aspectos diferenciados por el pensamiento como mixtura en el mundo de la vida. Este horizonte proporciona la superación de la pretensión del lenguaje objetivo, en términos de las posibilidades de significación que tiene el cuerpo dentro del marco de una lengua, posibilidades de significación que se pueden relacionar con la creación de sentidos sobre el lenguaje.

En esta perspectiva, el lenguaje integrado al cuerpo constituye un órgano fundamentado sobre la base de la percepción, experiencia del propio cuerpo como diferencia que nos propone la experiencia encarnada del ser humano y donde el cuerpo, comprendido como la experiencia de un sintiente-pensante, plantea la problemática de cómo habitarlo. Si el lenguaje es cuerpo ¿cómo desestructurar un esquema que corresponde al privilegio del pensamiento? El fundamento del habitar precisamente se encuentra en situar la serie de interconexiones en la que se encuentra la experiencia fundamental del ser humano, donde el cuerpo se sumerge en una desposesión de sí mismo, su piel adquiere sentido con la sensación del mundo, del tránsito de mí palabra en el otro.

La encarnación del lenguaje: cuerpo y promiscuidad

Los recuerdos de Henry, en contraste con los de Proust, llegan mientras él está en plena acción. Puede recordar a su primera mujer mientras hace el amor con una prostituta, o recordar su primer amor mientras pasea por la calle, o cuando viaja para ver a un amigo; y la vida no se detiene mientras él recuerda. Análisis en movimiento. Nada de vivisección in situ. El diario y continuo fluir vital de Henry, su actividad sexual, sus discusiones con cualquiera, su vida de café, sus conversaciones en la calle, todo eso que yo consideraba antes como interrupciones que le impedían escribir, ahora creo que son una cualidad que le distingue de los demás escritores. Nunca escribe a sangre fría: siempre al rojo vivo.

Anaïs Nin, Diario I

Ahora, especialmente ahora, que acabo de abandonar una estancia, con gente hablando en ella, y que las losas resuenan a mi paso solitario, y que miro a la luna alzándose sublime e indiferente sobre la antigua capilla, ahora veo con gran claridad que no soy uno y simple, sino múltiple y complejo.

Virginia Woolf, Las Olas.

A partir de este marco, y teniendo en cuenta el movimiento entre sensibilidad y pensamiento como aspecto fundamental de la experiencia humana, el lenguaje constituye un punto de interconexión con mi cuerpo, el mundo y los otros. Sin embargo, frente a la crítica del pensamiento de ciencia desde la experiencia del cuerpo como matización, es fundamental encontrar en el lenguaje una experiencia viva, una experiencia que hable de nosotros mismos como expresión, pero que en su misma naturaleza de interconexión se adhiere en el horizonte de los otros y del mundo:

En cuanto el hombre se sirve del lenguaje para establecer una relación viva consigo mismo o con sus semejantes, el lenguaje no es ya un instrumento, no es ya un medio, es una manifestación, una revelación del ser íntimo y del vínculo psíquico que nos une al mundo y a nuestros semejantes .(Merleau-Ponty, 1993, p.213)

El lenguaje desde el cuerpo es expresión de la experiencia ambigua en la existencia humana, me atraviesa y atraviesa a los otros, a la propia vivencia y es el aporte del propio cuerpo dentro de la vida cultural. Al mismo tiempo nos emancipa de una concepción del lenguaje como herramienta desencarnada. Este es el horizonte de la intersubjetivi- dad, de la constitución de significaciones propias en relación con otros horizontes.

Tenemos que comprender que el lenguaje no es un impedimento para la conciencia, que no hay diferencia para ella entre el acto de alcanzarse y el acto de expresarse, y que el lenguaje, en estado naciente y vivo, es el gesto de continuación y de recuperación que me reúne tanto conmigo mismo como con el otro. Hemos de pensar la conciencia en los azares del lenguaje y como algo posible sin su contrario. (Merleau-Ponty, 1971, p.43)

La apertura hacia la experiencia del cuerpo, frente al predominio del pensamiento, propone formas de experimentar-me en el lenguaje. Sin embargo, el lenguaje en la apertura a la experiencia con los otros y con el mundo es expresividad. La palabra que me constituye como cuerpo me abre a los otros, se inserta en ellos posibilitando significaciones. Mi palabra afecta al otro en la medida en que lo invito a nuevos horizontes.

Este “esquema interior” constituye aquella vida en que esta sale de su inherencia y de su silencio, en cuanto que su diferencia más peculiar deja de comprenderse en sí misma y se convierte en medio de comprender, de ver y de hacer ver, no encerrado, por tanto, en una especie de laboratorio privado, en el trasfondo del individuo mudo, sino difundido en su comercio con el mundo visible, extendido por todo lo que ve. (Merleau-Ponty, 1971, p.97)

El cuerpo no es una experiencia aislada, es una experiencia que transita como horizonte que se ajusta a la misma ambigüedad de su naturaleza. La experiencia del cuerpo al estar determinada por los otros y por el mundo invita a una superación del mudismo, del encierro del propio cuerpo hacia formas de significación que son posibles en el lenguaje, donde no hay una pretensión objetiva de la designación de nuestras relaciones con el mundo, como “una conciencia o, más bien, ser una experiencia es comunicar interiormente con el mundo, el cuerpo y los demás, ser con ellos en vez de ser al lado de ellos” (Merleau-Ponty, 1971, p.114).

El lenguaje es promiscuidad en términos de transitar por el propio cuerpo y en el cuerpo de los otros, dentro de un círculo de posibles significaciones que amplían el matiz de interacción con el mundo de la vida. La promiscuidad surge del re-conocimiento como cuerpo, de la posición perceptiva del sintiente-pensante que habita su mundo, como cuerpo en el lenguaje. Sin embargo, es fundamental plantear la experiencia en el lenguaje dentro de una designación que lo desvincule del mudismo de los cuerpos en la vida cultural, que los sujete a una carne propia, donde el dolor adquiera una significación particular, pero a la vez que constituya un horizonte para los otros cuerpos, donde “el cuerpo físico es objeto de su conciencia perceptiva, produciendo imágenes que ofrecen un cuerpo-objeto para los otros. De esta manera, el cuerpo doliente traspasa la realidad personal y se ofrece como ontología histórica y antropológica

(E. de Pedro, 2014, p.34). Asimismo, otras formas de la experiencia encarnada donde los cuerpos se emancipen de las formas como son designadas sus propias experiencias: esta forma de ser cuerpos en el lenguaje tiene que ver con el horizonte de la literatura.

La Literatura como experiencia en el cuerpo-lenguaje

Algunos se quedandormidosparasiempre. Son como el quedurmiótendido en la nieveynuncamásdespertó. Peroyo no corropeligro, porque mi casa, mi jardín, mi vidaagradable, no consiguenarrullarme. Séqueestoy en unabonitacárcel de la que solo podréhuirescribiendoAnaïsNin, Diario I ¿Cómoderrotarestatragediaoculta en cadahora, queinesperadaytraidoramente nos ahoga, que nos acomete al surgir de unamelodía, de unaviejacarta, de un libro, de loscolores de un vestido, delmodo de caminar de un extraño? Hazliteratura. Buscapalabrasnuevas en el diccionario. Cincelafrases, viertelágrimas en un molde, en un estilo, en una forma, en un discurso

Anaïs Nin, Diario I

La literatura, en este marco se in-corpora como autoexploración y como experiencia en el lenguaje. Se parte del presupuesto de concebir el trabajo desde la experiencia del cuerpo como generador de otras formas de desarrollar la investigación desde la interacción cuerpo-lenguaje, y donde la literatura rebasa la concepción del pensamiento de ciencia como objeto científico, hacia la transgresión sobre el distanciamiento del sujeto sobre el objeto dentro del horizonte que propone la experiencia encarnada.

Hablar de literatura implica, desde esta perspectiva, concebir una forma del lenguaje. El contacto con la literatura no solo se produce a partir del pensamiento, es una experiencia de la piel, del sentimiento, de turbación y posibilita la apertura a formas de ser cuerpo, con los otros, con el mundo. En esta perspectiva, parto de una definición preliminar sobre literatura como una experiencia en el lenguaje en términos de emancipación de las formas instrumentales en la vivencia del lenguaje, donde la expresión adquiere los matices de experimentación y creación de significaciones. Sin embargo, dentro de un marco cultural en occidente que ha menospreciado el cuerpo, es fundamental plantear formas de acceso a dicha experiencia desde la expresividad del lenguaje.

La operación de expresión, cuando está bien lograda, no solamente deja un sumario al lector y al mismo escritor, hace existir la significación como una cosa en el mismo corazón del texto, la hace vivir en un organismo de vocablos, la instala en el escritor o en el lector como un nuevo órgano de los sentidos, abre un nuevo campo o una nueva dimensión a nuestra experiencia. (Merleau-Ponty, 1971, p.199)

Desde la expresión se puede plantear un proceso de volver al cuerpo desde lo vivido, a partir del reconocimiento como un cuerpo inserto en las dinámicas socioculturales. La literatura, en este marco, constituye una experiencia en el lenguaje que posibilita dicho acceso. Por tanto, la literatura abre el espacio a la experimentación del cuerpo-lenguaje, como sintiente-pensante como proceso. Esta perspectiva permite una forma de comprender la literatura como un campo integrado por obras, por la crítica, pero asimismo, por las posibilidades de creación en el lenguaje, donde la expresión de la vivencia es un camino de transito por el propio cuerpo, el mundo, los otros:

Si queremos comprender de veras el origen de la significación —y, si no lo hacemos, no comprenderemos ninguna creación, ninguna cultura, volveremos a la suposición de un mundo inteligible en el que todo se halla significado de antemano— es necesario que prescindamos de cualquier significación ya instituida y que volvamos a la situación inicial de un mundo no-significante tal y como lo es siempre el del creador, al menos con respecto a aquello precisamente que va a decir. (Mer- leau-Ponty, 1971, p.98)

La literatura comprendida como emancipación es la resistencia frente al uso del lenguaje instrumental, para constituirse desde el cuerpo en un órgano de expresión, donde la palabra explora tonos, formas, se experimenta experimentándome. Por tanto, promiscuidad es mixtura en el sentido mismo de cómo incorporamos la literatura en los procesos investigativos, donde se da cabida a lo filosófico, antropológico, histórico, artístico, donde el

lenguaje, producto y afectación del cuerpo, se vuelve literalmente la sustancia mediante la cual ella se está produciendo, protagonista y autora de su propio cuento, un cuento que está constantemente cuestionando los límites de sí misma en el mundo, así como aquello que llamamos literatura. (Borrero, 2012, p.66)

La literatura, por tanto, como forma de acceso y de transformación del cuerpo no es solo un acercamiento a nuestra relación con el mundo y los otros desde el pensamiento y el sentimiento entretejidos el ámbito de la significación y de la creación, y donde “el sentido de una obra literaria más que hacerlo el sentido común de los vocablos, es el que contribuye a modificar a este” (Merleau-Ponty, 1993, p.196). En estos términos hablamos de un lenguaje desde el cuerpo, una palabra revestida por la piel en el horizonte de los otros cuerpos, del encuentro de las posibilidades del lenguaje.

Esta forma de la literatura ha constituido puentes importantes en campos como los de la antropología, donde la posibilidad de un lenguaje que manifieste las implicaciones del cuerpo es fundamental dentro del proceso investigativo. La experiencia de la escuela norteamericana de antropología en el siglo XX, que toma como fundamento a los posestructuralistas franceses, adoptan formas de la crítica literaria en sus procesos investigativos desde lo que “comenzó siendo, tal vez, una especie de extensión de la crítica literaria hacia los dominios de la filosofía, acabó convirtiéndose en una práctica que habría que decretar (entre otras cosas) la crisis de la razón y de la ciencia” (reynoso, 2003, p.16).

El papel del lenguaje dentro de posiciones alternativas en la investigación antropológica, surgiere propuestas como la autoetnografía donde se introduce una narrativa que parte del mismo cuerpo del investigador:

La autoetnografía amplía su concepción para dar cabida tanto a los relatos personales y autobiográficos como a las experiencias del et- nógrafo como investigador —ya sea de manera separada o combinada—, situados en un contexto social y cultural. (Blanco, 2012, p.172)

En estos términos, la escritura funciona como un discurso desde la experiencia personal que incorpora el uso de la primera persona, de los modos literarios y de relatos personales o autobiográficos. Así, paralelamente, la escritura sobre la experiencia del cuerpo sitúa unas coordenadas socioculturales que dan cuenta de las dinámicas del cuerpo en relación con el mundo y con los otros. Por tanto, el tránsito entre subjetividad–objetividad, entre la presentación y representación del cuerpo desde el lenguaje, tiene en este tipo de prácticas investigativas un espacio de desarrollo.

Asimismo, los procesos de investigación para las artes involucran formas del lenguaje que plantean procesos donde el cuerpo se implica, lo que genera formas de experimentación que parten de la experiencia fundamental de ser cuerpos. Por tanto, la investigación-creación constituye un campo de estudio que expande sus concepciones y metodologías a procesos donde el investigador se constituye en objeto de sí, y donde por tanto, la escritura adquiere una dimensión de expresividad dentro de un proceso de creación:

Las prácticas artísticas contemporáneas han dislocado todas las categorías seguras para definir el arte. Los desplazamientos de estrategias atraviesan los campos estéticos y se contaminan de formas de hacer que suelen visitar otros campos como la antropología, la sociología, la filosofía. Muy especialmente, el tejido entre investigación y creación ha ido configurando propuestas y prácticas artísticas desarrolladas como laboratorios de experiencias que no buscan una fijación formal reconocida en los territorios seguros de la morfología del arte. Aplicadas a la problemática de la memoria, las relaciones entre investigación y creación están también atravesadas por las singularidades de las memorias. (Diéguez, 2010, p.7)

El papel de la literatura, en esta perspectiva, dentro de los procesos de expresión del cuerpo implica las formas como el lenguaje permite rutas de autoexploración. Escribir desde la experiencia del cuerpo permite formas de acceso por medio de la escritura, apunta a plasmar una experiencia donde la literatura constituye un horizonte donde el cuerpo entabla una relación singular con el lenguaje:

Es ante todo una práctica del cuerpo y que es con este que se conoce la realidad de la cual se escribe, es decir, que es en la experiencia donde esta escritura acontece, en tanto que la teoría se va reconstruyendo, replanteando, simultáneamente. Escribir performativamente también significa entender que la teoría es cambiante, dinámica, que se mueve al ritmo de los dispositivos performáticos que vamos hallando. (Brijaldo, 2014, p.114)

En estos términos, el cuerpo como punto de partida de la escritura implica formas donde lo autobiográfico, donde las prácticas del cuerpo constituyen un punto de trabajo dentro de la superación del pensamiento de ciencia y de la dualidad. La escritura personal desde esta perspectiva, es un lenguaje, que a partir de la literatura, presenta una concepción de cómo constituirse en sujeto-objeto de estudio, las tensiones, transformaciones que implica el trabajo desde el cuerpo.

Conclusiones

Querido diario, me has coartado como artista. Pero al mismo tiempo has conservado mi vida de ser humano.

Anaïs Nin, Diario I

Henry me comprende cuando digo. “Sé que es la maternidad. He experimentado el acto de dar a luz. He conocido una maternidad que está más allá de la maternidad biológica: el dar a luz del artista, la vida, la esperanza, la creación“.

Anaïs Nin, Diario I

Para el estudio de una interconexión entre el cuerpo y el lenguaje es fundamental el aporte de la fenomenología del cuerpo como una forma de comprensión de nuestra experiencia con el mundo y con los otros como cuerpo, como invitación a ser sintientes-pensantes. Esto implica una re-concepción del ser humano que tenga en cuenta el plano de su carnalidad, del dolor y del placer, de la angustia, de la plenitud, que son aspectos que no solamente pueden ser concebidos desde el pensamiento encarnado. Un componente esencial dentro de la definición de cuerpo propuesta por Merleau-Ponty es la relación con el mundo y con los otros, en la que el lenguaje es una situación fundamental dentro de la expresión del proceso perceptivo. El cuerpo en estos términos es expresión de una experiencia concreta, vital, que habla irremediablemente de nosotros mismos, pero al mismo tiempo inscrita en el mundo, un cuerpo sociocultural en el que está entretejida.

Esta concepción se posiciona frente a la del sujeto determinado por la modernidad en su actitud de estudio sobre los objetos, sin habitarlos, distanciado por la opacidad del pensamiento a blanco y negro. La matización del cuerpo lo invita desde el horizonte de la fenomenología del cuerpo a la mixtura, a la promiscuidad con el objeto de estudio, haciendo parte del objeto que se confunde con su propia carne. Por tanto, la expresión de dicha experiencia debe tener de esa confusión, que en su trasfondo es ambigüedad, es interconexión; no es un lenguaje ni de la subjetividad pura, ni de la pretensión de la objetividad plena, es lenguaje desde el cuerpo que piensa y siente, es lenguaje desde la carnalidad que somos, de la fragilidad que nos atraviesa el pensamiento.

El lenguaje, que en Merleau-Ponty hace parte indiferenciada del ser cuerpos, es amalgama, un entretejido de dimensiones muchas veces inexploradas por el propio cuerpo. Por tanto, una concepción del lenguaje desde el cuerpo asume una desestructuración del molde del pensamiento abarcando formas alternativas implícitas en los términos de la expresión. La palabra, por tanto, dentro de un conjunto de interconexiones (palabra-pensamiento-cuerpo), no funciona como un producto del pensamiento puro, teniendo en cuenta que el pensamiento tiene como base el cuerpo sintiente-pensante.

Desde esta perspectiva, encontramos un proceso de expresión que amplía las posibilidades del lenguaje, de su experimentación en mundos como el académico, que dan prioridad a un lenguaje del pensamiento, dentro de sus posibilidades objetivas en los procesos investigativos. Es sentir y pensar el papel del lenguaje en la investigación desde la afectación de los cuerpos, donde se expresan fibras profundas de nuestra situación interconectada, “donde la máxima función del lenguaje no es su capacidad representativa sino de presentación, exposición, acto de hacerse presente y por medio de esto performar: componer el ser. Entre la piel y la tripa” (Borrero, 2010, p.17). El papel de la escritura desde el cuerpo dentro de los procesos investigativos implica el desarrollo de una dimensión creativa con el lenguaje. En estos términos, la literatura se enmarca en un diálogo con campos de las ciencias humanas que dentro de sus procesos investigativos incorporan modos de la literatura en sus discursos:

Lo que hay de azaroso en la comunicación literaria, lo que hay de ambiguo e irreductible a la tesis en todas las grandes obras de arte, no radica en un defecto provisional de la literatura, cuya superación podría esperarse, sino que es el precio por tener un lenguaje conquistador, que no se limite a enunciar lo que ya sabíamos, sino que nos introduzca en experiencias extrañas, en perspectivas que nunca serán las nuestras y nos desembarace al fin de nuestros prejuicios. (Merleau-Ponty, 1971, p.139)

En este marco, el horizonte del lenguaje desde el cuerpo en el campo de las Humanidades se abre a estos modos de la literatura, donde está la libertad de las nuevas significaciones, de romper con el molde abstracto y desencarnado en la experiencia concreta. Esta actitud se puede denominar emancipación de las formas predominantes de entender el papel del lenguaje, de la escritura en los procesos investigativos. El lenguaje encarnado propone la mixtura o promiscuidad entre los mismos límites entre saberes, hacia una expresión humana de nuestra experiencia con el mundo y con los otros; humana en el sentido de ser un lenguaje que habla de nosotros mismos, a la vez de nuestra inserción en el horizonte de las implicaciones sobre el ser cuerpos, ser carne. Es un lenguaje que habita nuestra experiencia ambigua.


Reconocimientos

El presente artículo de reflexión es perteneciente al proyecto El cuerpo como experiencia: accesos y prácticas desde el lenguaje inscrito en la Unidad de Investigaciones de la Universidad Santo Tomás, Seccional Tunja.


Referencias

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