Entre la alegría y la desesperación: Antonio Turok en el museo archivo de la fotografía de ciudad de México

Santiago Rueda Fajardo
ruedafajardo@gmail.com

Resumen
Reseña de la exposición “Entre la alegría y la desesperación”, realizada en el Archivo Museo de la Fotografía de Ciudad de México, entre diciembre de 2016 y febrero de 2017, muestra individual del fotógrafo mexicano Antonio Turok que recoge su experiencia en los conflictos armados del fin del Siglo XX en América Central: Nicaragua, El Salvador, Guatemala y México.
Palabras clave
Antonio Turok, fotografía. México, conflictos armados, siglo XX.

BETWEEN HAPPINESS AND DESPERATION: ANTONIO TUROK AT MUSEO ARCHIVO DE LA FOTOGRAFÍA IN MEXICO CITY

Abstract
Outline of the exhibition “Entre la alegria y la desespecacion” – Among happiness and desperation, work carried out at Archivo Museo de la Fotografía de Ciudad de México from December 2016 to February 2017, individual sample of Mexican photographer Antonio Turok that collects the author’s experience about the end of 20 century armed conflicts in Central America: Nicaragua, El Salvador, Guatemala and Mexico.  

Keywords: Antonio Turok, photography, Mexico, armed conflicts, 20th century.

 

Al conversar extensamente con Antonio Turok, recuerdo a Robert Capa y su inolvidable Ligeramente fuera de foco, esa maravillosa narración en primera persona de sus aventuras y desventuras en los diferentes frentes de la Segunda Guerra Mundial, contadas alegremente, y donde el humor y la tragedia se sobreponen, donde la guerra da lugar a lo absurdo y a la esperanza.
Turok, descendiente de inmigrantes judíos que huyeron de Rusia, primero a Estados Unidos y posteriormente a México, vivió algunos de los episodios más dolorosos de fin de siglo en la historia de América Central. Estuvo junto a los sandinistas cuando enfrentaban la Contra, en esa desigual guerra entre un empobrecido y minúsculo país agotado por la violencia y su rival, la nación más poderosa del mundo. Testificó en las calles de San Salvador la gran ofensiva del FMLN en 1989, registrando la crudeza de los combates callejeros. Documentó el genocidio indígena en Guatemala en ese mismo periodo, y el éxodo masivo de su población hacia México. Como si esto fuera poco, testificó, y de ello da cuenta ampliamente la exposición, el levantamiento indígena en Chiapas y una gráfica suya lo resume: El 12 de octubre de 1992, día de la celebración del V Centenario, en San Cristóbal de las Casas la población derriba y descabeza la estatua del conquistador Diego de Mazariegos, arrastrándola por la calle. Sus retratos posteriores del subcomandante Marcos ya en la clandestinidad, entrevistado por un equipo de televisión en la selva en 1994, dan cuenta de las penurias del movimiento zapatista y del evidente agotamiento físico de su líder. La hoja de contactos tomada ese día y presente en la exposición, evidencia la capacidad del fotógrafo de hacer un retrato, de describir el perfil psicológico de un hombre que siempre oculta su rostro.
Testigo de la Guerra Fría en el trópico, y de su transformación en la actual globalización, Turok se encuentra por cosas del destino casi una década después en el punto cero de nuestra era actual. El 11 de septiembre de 2001 estaba en la ciudad de Nueva York, a la que había ido a comprar un equipo fotográfico, cuando la tragedia acontece. Esa mañana, intenta avanzar en contracorriente hacia el lugar de los hechos, haciendo tomas y alcanza a preguntarse: "Yo que estuve en tantos combates, voy a venir acá a morir en Nueva York?"

Sus imágenes de las aves volando desconcertadas frente a la enorme columna de humo provocada por la caída de las dos torres, y la de los bomberos empolvados y exhaustos, derrotados por la magnitud de los hechos, hermana la larga historia de momentos extremos que ha testificado el fotógrafo. Su registro de briegas y refriegas finaliza con sus imágenes del levantamiento de los maestros en la ciudad de Oaxaca en el 2006, un duro enfrentamiento que duró por meses, del que poco se habla hoy y que se repitió en menor escala en el mes de junio de 2016, justo 10 años después. 

La exposición, sin embargo, no se limita a esto. En Chiapas donde vivió en los años setenta, cuando este estado de México era un lugar desconocido para el mundo, Turok desarrolló un particular registro de la vida cotidiana de los indígenas, de lo que da buena cuenta la exposición. En imágenes de la misma década se encuentra su serie Fantasmas, tomas de larga exposición donde figuras elusivas cruzan las calles de los pueblos. El corazón de la exposición al menos para mí, son las hojas de contacto que se presentan junto a material de archivo en una especie de cuarto oscuro, en el segundo piso del Museo Archivo de la Fotografía de Ciudad de México, sede de la exposición. Allí hay una serie particular: El registro de una sesión hecha en la oscuridad de la noche rural, donde un hombre campesino es retratado junto a una mujer blanca que desprevenida y espontáneamente desnuda sus senos. La dinámica resultante, el imponente desparpajo de la joven mujer, la incredulidad del hombre ebrio, nos lleva a testificar la tensión entre el pudor y el deseo, una sesión que recuerda los juegos surrealistas. Al igual de lo que sucede con sus retratos del subcomandante Marcos, en esta sesión es notable la capacidad de Turok, tanto para crear una situación como para decidir dónde, cuándo y cómo situarse y disparar la cámara para descubrir emociones humanas, en este caso singularmente desnudas. 

Testigo de excepción de la crueldad humana, Turok es también un artista que puede revelar las sutilezas del carácter y la mente humana. A su decir, estas sesiones se hacían "cuando estábamos aburridos y nos poníamos a jugar". Así, entre lo trágico y lo dulce, entre lo irreverente y lo aterrador, entre lo solidario y lo inhumano, entre la alegría y la desesperación, se estructura una exposición exitosamente curada por Marietta Bernstorff quien con habilidad creó una retrospectiva –inevitable quizá llamarla así– que no funciona en un estricto orden cronológico pero que sí obedece más bien a temperaturas y climas donde lo geográfico y lo humano, lo social y lo territorial se presentan como un mapa del sentimiento. Más de 200 imágenes, en su inmensa mayoría en blanco y negro, fueron escogidas por Bernstorff para la exposición en una muestra que incluye, tanto copias de época como material actual, lo que permite también, examinar las calidades de lo análogo y lo digital, es decir, la evolución misma de la copia fotográfica. Material bibliográfico y de campo es incluido y da cuenta de silencioso pero valiosísimo trayecto de la vida de Turok. 

Al terminar la muestra, no puede uno dejar de pensar en sus contemporáneos presentes en la revolución Sandinista, Lou Dematteis, Susan Meiselas y Pedro Valltierra, este último quien justo exponía en noviembre su trabajo en el MACO de Oaxaca, en una muestra que cubría también los conflictos de Nicaragua, El Salvador y Chiapas. La exposición, en conclusión, nos hace volver a considerar la importancia de quienes valerosamente han querido conocer lugares y situaciones que la mayoría de nosotros no quiere enfrentar. A la vez y como lo mencioné anteriormente, la curaduría de Bernstorff ha hecho justicia el fotógrafo, a su vena poética, a su sentido del humor y a su propensión al delirio controlado.

 

Universidad Nacional de Colombia