DOI:
https://doi.org/10.14483/25909398.20245Publicado:
2023-02-15Número:
Vol. 9 Núm. 9 (2022): Enero-Diciembre 2022Sección:
Sección CentralCorporalidades y acuerpamiento: Una mirada a la autopercepción de la imagen física entre mujeres adultas
Corporalities and body: A look at the self-perception of physical image among adult women
Corporalities and body: A look at the self-perception of physical image among adult women
Palabras clave:
cuerpo, estereotipos de belleza (es).Palabras clave:
corporalities, beauty stereotypes (en).Palabras clave:
corporalidades, estereótipos de beleza (pt).Descargas
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Corporalidades y acuerpamiento: Una mirada a la autopercepción de la imagen física entre mujeres adultas
Corporalities and body: A look at the self-perception of physical image among adult women
Corporalidades e corpo: um olhar sobre a autopercepção da imagem física entre mulheres adultas
Recepción: 14 Septiembre 2021
Aprobación: 31 Mayo 2022
Resumen: Algunos atributos de la autopercepción corporal de mujeres asociadas a la apariencia física, alimentación, actividad física, sedentarismo, emocionalidad, bienestar, malestar, salud, enfermedad, entre otros elementos de estilos de vida posibles han sido intervenidos por idealizaciones o representaciones de belleza inflexibles y excluyentes que estigmatizan, vulneran y quebrantan la voluntad de estas corporeidades, a partir de la introyección de discursos patriarcales y sexistas en su acontecer sociohistórico y hegemónico. Se presentará un análisis inicial con las narrativas correspondientes, resultado de una aproximación antropológica y etnográfica que observa la puesta en sintonía de cuerpos estereotipados. Esbozando una propuesta de acuerpamientos que rompan con fronteras físicas y simbólicas, que sostengan comunidades de apoyo y resistencia ante los embates de estímulos que unifican, estandarizan y desprecian los cuerpos que no se insertan en dichos modelos, en aras de una lógica de múltiples consumos y no de una perspectiva de autocuidado y aceptación.
Palabras clave: Cuerpo, estereotipos de belleza.
Abstract: Some attributes of women’s body self-perception associated with physical appearance, diet, physi- cal activity, sedentary lifestyle, emotionality, we- ll-being, discomfort, health, illness, among other elements of possible lifestyles have been interve- ned by idealizations or representations of beauty inflexible and exclusive that stigmatize, violate and break the will of these corporeities, based on theintrojection of patriarchal and sexist discourses in their socio-historical and hegemonic events. An ini- tial analysis will be presented with the correspon- ding narratives, the result of an anthropological and netnographic approach that observes the tuning of stereotyped bodies. Outlining a proposal for arran- gements that break with physical and symbolic bor- ders, that sustain communities of support and re- sistance in the face of the onslaught of stimuli that unify, standardize and despise the bodies that are not inserted in said models, for the sake of a logic of multiple consumptions and not from a perspective of self-care and acceptance.
Keywords: Corporalities, beauty stereotypes.
Palavras chave: Corporalidades, estereótipos de beleza
Corporalidades y acuerpamiento: Una mirada a la autopercepción de la imagen física entre mujeres adultas
Mujeres y varones corporizan las relaciones intersubjetivas-colectivas y sociohistóricas por las que transitan a lo largo de su ciclo de vida, las que suceden en un contexto cultural y en un tiempo determinado. La incorporación, la encarnación constituye uno de los distintivos de la singularidad humana cuya cualidad polisémica y polimórfica incitan a que los estudios del cuerpo y las corporeidades sean abordados de manera interdisciplinaria.
En los cuerpos se imprimen una gama de sentidos, comportamientos y actitudes que conforman la corporeidad. Se simbolizan y significan sentimientos culturalmente variopintos; vínculos afectivos, eróticos, de poder; tradiciones en el comer, dormir, descansar, esparcimiento, querencia, trabajo, etc., entre otras emociones y acciones hacia lo conocido y lo fraterno y hacia aquello que no lo sea.
Referentes a los que además se enclavan e intersectan mandatos sociales para cada género, así como marcos anatomo-funcionales que incluyen dimensiones como estatura, proporciones, peso, pigmentación, capacidades y otras estructuras fenotípicas que sólo validan y legitiman morfologías estandarizadas de una juventudes estadounidenses o euro centradas, que muy poco tiene que ver con la diversidad y plasticidad corporal, así como con el proceso de envejecimiento en la humanidad.
A lo que se suma la fuerza y el alcance de miramientos gordófobos, edadistas, racistas, capacitistas y aquellos asocia- dos a los rangos de ´normalidad´ que establece la biomedicina. Esta perspectiva restrictiva, que ha sujetado y segregado cuerpos a lo largo de la historia patriarcal, ha ocasionado una multiplicidad de hazañas para alcanzar esos ideales con diversos matices de performatividad (Butler, 2002) e intervención en el propio organismo.
Algunas de esas proezas han sido la obediencia a ultranza por parte de mujeres, en su mayoría, distorsionando su mirada y su senti-pensar a fin de alcanzar dichos estereotipos de belleza. Lo que ha resultado en ejercer acciones que pasan por alto su propia condición corpórea y la etapa del ciclo de vida en la que se encuentren, como son: trastornos de comportamiento asociados a la alimentación y actividad física, la aplicación de diversos productos o terapias corporales e incluso la intervención quirúrgica, entre otros. De igual manera, la indisciplina y transgresión a ello, de manera consciente y/o re- flexiva o no, se traduce en diversos puntos de conexión y de ruptura, dispositivos que también generan crisis y desajustes en la percepción, debido a que la identidad “no es una, sino variada y secuencial […] es una identidad narrativa, una identidad que se configura y se manifiesta en el tiempo mediante toda una retahíla de formas diversas, contrastadas y, a veces, incluso contradictorias.” (Duch y Mélich, 2005, p. 20).
En la trama de la vida humana estos cuerpos intentaran dar respuesta a una de las interrogantes antropológicas fundamentales que es, en el aquí y en el ahora, ¿quién soy? Duch y Mélich (2005) explican que mujeres y varones se encuentran en constante cambio, que no se es una y la misma siempre, sino que, dadas las interacciones y transmisiones constantes, se dan también, una diversidad de expresiones y representaciones. En este sentido, a continuación, se desarrollarán sintéticamente algunos de los planteamientos conceptuales más relevantes que han sido eje para este preludio de investigación sobre corporalidades de mujeres citadinas mayores de 40 años, colaboradoras en la misma.
Feminismo, corporeidad y patrones de belleza
Desde diferentes disciplinas se ha deliberado sobre la construcción socio-cultural de los cuerpos, más allá de la carne y sus fluidos. Las perspectivas teóricas y metodológicas han sido varias. La antropología ha visibilizado las interrelaciones entre cuerpo y sociedad, historia, naturaleza y cultura, suscribiendo que éste va más allá de “ser un objeto natural o biológico” (Gambarotta y Mora, 2018, p. 7). De tal manera, la perspectiva eje de este artículo considerará a las corporalidades como un conjunto de sistemas y performatividades simbólicas que se articulan y se recrean con experiencias individuales y colectivas, situadas e históricas moldeadas por los contextos multiversos sociales y culturales.
La representación de la feminidad generalmente está basada en un ideal de belleza que se erige sobre mujeres de carne y hueso y que trasciende cualquier grupo social, allende lo geopolítico. Dicha categoría no puede comprenderse desligada de las estructuras de poder, género y de corporalidad occidental (Bordo, 1987). Muñiz (2014) refiere que el arquetipo eurocéntrico desarrolló modelos de belleza desde el siglo XIX hasta la fecha, mismos que se han transformado y han generado un impacto sobre otras colectividades. Las sociedades que mandatan y emiten este tipo de patrones sajones sobre otras que, desde sus poderes fácticos, en términos de comunicación y consumo de masas diseminan, arraigan, fijan e incluso exigen ese determinado tipo de cuerpo, discriminando así a cualquier otro que no cubra el estándar, lo cual evidentemente segregará y estigmatizará a la mayoría de sus habitantes. Actualmente, estas características de perfección y belleza tendencialmente son atribuidas a la claridad en la tez, cabello y ojos, no así en la gama de tonalidades que oscilen hacia lo obscuro y sus matices en los cuerpos, además de estatura alta y delgadez extrema. El hecho de querer alcanzar dichos patrones y transformarse en la carne y la piel, cambia la existencia misma de las y los sujetos. La imagen corporal creada, distorsionada y aceptada ha buscado corregir lo feo hacia lo bello, durante el devenir sociohistórico y los referentes etnocéntricos.
El feminismo ha mostrado interés en este tipo de problemáticas, ha desarrollado una reflexión crítica sobre las concepciones de bellezas eurocéntricas contemporáneas, los cuerpos estereotipados y el control de las mujeres. También ha cuestionado la influencia que los medios de comunicación tienen sobre la definición corporal de las mujeres y analizado la codificación y la obligatoriedad de “la feminidad” en singular y unificada. De igual manera, la corpóreo se ha visto sometido a los debates feministas entre la naturaleza-cultura de la visión occidental, la cual se ha encargado de establecer la diferencia entre el sexo y el género (Muñiz, 2014). A finales del siglo pasado y a principios del 2000 secriticaba la naturalización del cuerpo y se buscaba desnaturalizar las definiciones del cuerpo sexuado: masculino y femenino.
Butler señalaba “… lo que constituye el carácter fijo del cuerpo, sus contornos, sus movimientos, será plenamente material, pero la materialidad deberá concebirse como el efecto del poder […] de esa norma reguladora” (2002, p. 14). Además, planteaba que el género es performativo, que las formas de actuar, moverse, vincularse, de hablar, etc., no son algo que estén contenidas de forma natural o esencial en los cuerpos, sino que son una construcción del discurso normativo hegemónico. Mismo que reconoce sólo la lógica binaria, la complementariedad “natural” entre varones y mujeres, deslegitimando realidades corporales diversas que no se ajustan a los modelos establecidos. Cuestiona la manera de clasificar a las personas y sus performatividades ya que considera que son identidades prestablecidas, fijas y por tanto excluyentes.
“En el marco de la teoría discursiva del acto del habla, se considera performativa a aquella práctica discursiva que realiza o produce lo que nombra […] la norma del sexo ejerce su influencia en la medida en que se la ‘cite’ como norma, pero también hace derivar su poder de las citas que impone”. (Butler, 2002, p. 30)
En este sentido, coincidimos con la definición de belleza que esboza Muñiz (2014, p.18), esto es, como un conjunto de conceptos, representaciones, discursos y prácticas cuya importancia radica en su capacidad performativa de la materialización de los cuerpos sexuados y en la definición de géneros.
Es una característica femenina y ha sido normalizada como tal. Intrínsecamente el análisis de belleza, género e identidades deben estar presentes, debido a que las prácticas corporales buscan modelar el sexo desde la materialización de las regulaciones impuestas desde la heteronormatividad para identificar y diferenciar al cuerpo femenino del masculino. Asimismo, no omitimos señalar que la experiencia corporal explorada desde la belleza ha reflejado lo que el sistema heteropatriarcal y capitalista ha crea- do no solo desde el mercado disciplinar del estímulo visual sino desde la interacción oferta-demanda de las industrias cosméticas y clínicas. No obstante, el cuerpo se ha vuelto un espacio de decisión y acción en lo cotidiano, tal y como se explicitará en el apartado de hallazgos. A continuación, se presenta de manera breve una revisión sobre algunos de los planteamientos sobre el cuerpo y su vínculo mediático que estereotipa y lo estigmatiza.
Estudios sobre el cuerpo y medios de comunicación
Siguiendo el orden de ideas esbozadas, el abordaje del cuerpo en la historia social ha sido múltiple y diverso. Como ya se sabe, en un primer momento fue crucial la escisión entre lo corpóreo como un ente exclusivamente biológico y no social. El cuerpo fisiológico es igual a todos los demás, pero el cuerpo social no. Es distinto y complejo (Belting, 2007). En otro momento, la prioridad se centró en la mente del ser humano y no en su materialidad ni performatividad (González-Domínguez y Arriaga, 2017).
Desde la perspectiva filosófica se intuía que el alma no podía estar ubicada en el cuerpo pues el conocimiento humano era posible solamente por la vía intelectual, ejemplo de ello fue el “pienso luego existo” de Descartes, con lo cual se prescindía de lo divino y se fundaba una nueva experiencia corporal (Aguado, 2004 p. 201).
A partir de la naciente explosión del saber biomédico es que se comienza a desdeñar el saber popular sobre el cuerpo, alrededor del XVI – XVII con los anatomistas; el cuerpo se vuelve objeto de análisis racional especializado, repara Le Breton (2002). La axiología cartesiana eleva el pensamiento al mismo tiempo que denigra el cuerpo.
De manera tal, el pensamiento moderno trae a escena a individuos fragmentados, que no pudiendo armonizar sensaciones, sentimientos y pensamientos abandonan su cuerpo. Al sujeto de la modernidad se le obliga a pensar antes que sentir, se devela su individuación y un proceso que lo aparta del cosmos, de los otros y de sí mismo (Le Breton, 2002). Además, se enfatiza la supremacía masculina por encima de la construcción corporal femenina en esferas que van desde la medicina, literatura, pin- tura, teología, entre otras, en contextos culturales múltiples (Laqueur, 1990). Por tanto, a lo largo de la historia se le han asignado roles, estatus y particularidades determinadas y diferenciadas
El cuerpo se vive en todos lados, en todo el mundo. El cuerpo se manifiesta en la vida diaria, en los me- dios de comunicación, en los productos que consumimos y usamos, haciendo del cuerpo un sujeto y un objeto (Gervilla, 2003). Ante esto, González-Domínguez y Arriaga (2017) comentan que el cuerpo desde el mercado es un objeto de inversión a corto y largo plazo. El cuerpo se ve como un objeto el cual se necesita cuidar, embellecer y mantener sano. Los medios de comunicación han hecho quelas mujeres sean vistas y valoradas de una manera particular, haciendo que éstas se cuestionen lo que piensan, sienten y viven en términos de una corporeidad estereotipada. Crean y recrean un cuerpo deseado, aquel que idealizan y al cual aspiran. “… Al imponer un modelo de cuerpo humano bello, como el que hemos bosquejado, la publicidad y los medios masivos de difusión, se apoyan en quienes internalizan este modelo como propio y, a su vez, lo reproducen” (Finol, 200, p. 10).
Así, se alecciona el ser reconocidas como deseables desde el aspecto físico, contribuyendo a que se configure en su existencia y materialidad corpórea como un objeto para el otro, más que como sujeto de un deseo propio. Por tanto, el cuerpo deseado y el cuerpo vivido son cuerpos separados, fragmentados. No por desear un cuerpo se vive en sí mismo (Cáceres, 2008)
Al respecto, Morini (2014) refiere que el cuerpo femenino contemporáneo es todo aquello que el capitalismo quiere limitar y regular continuamente, por lo que son tutelados y violentados tanto en su reproducción física como en la social, bajo medios de control que los encapsulan como invasores capaces de condicionar comportamientos, conductas y estilos de vida de un modo tan invasivo que se encuentra en el límite de lo aceptable. Este tipo de control se concreta a través de dietas, ejercicios físicos y dispositivos sobre la sexualidad, en donde se articulan aspectos sociales-externos e individuales-internos: las personas son reguladas desde fuera, pero ellas mismas se convierten en protagonistas directas de este control (Esteban, 2010, p. 105).
Lo que frecuentemente detona una modificación ligera, moderada o extrema, pero ajuste, a fin de cuentas, en el pensamiento y la acción de las mujeres en sus hábitos alimenticios y estilos de vida. El anhelo de pertenencia y aceptación a cierto círculo social o simplemente la aspiración a lucir de otra manera, a partir de una imagen e idea corporal inmutable y culturalmente retraída, genera a corto y largo plazo una obsesión por el propio cuerpo. Perturbaciones que, de acuerdo con Cabrera (2010) y a partir del ideal de delgadez que se presenta exclusivamente en sociedades desarrolladas donde hay abundancia de alimentos y que pierde su valor como producto de primera necesidad, pueden convertirse en trastornos de alimentación como la anorexia y la bulimia o trastornos del comportamiento como depresión y ansiedad, principalmente.
En consecuencia, en la actual sociedad de consumo, el culto al cuerpo y el valor estético parece fundamental, se ha llegado a una intransigencia por el cuerpo perfecto que ha trascendido incluso al curso de vida de las distintas sociedades. Tal como se analizó con las mujeres colaboradoras de este estudio a partir de un esquema corporal que representó diversas dimensiones asociadas al índice de masa corporal y en contraste con la auto- identificación y cierta distorsión en la auto-percepción de su cuerpo. Por ende, la imagen corporal como un constructo diacrónico, que varía a lo largo de la vida se sustenta en función de las experiencias vividas, las influencias sociales, la acción de los medios de comunicación, la propia maduración y proceso de crecimiento personal, entre otros.
Autopercepción y corporalidad en mujeres adultas: metodología y hallazgos
El análisis inicial y las narrativas que se inscriben en esta participación, corresponden a la primera fase de una pesquisa cualitativa que dio inicio hace un año, en medio de la pandemia COVID-19, por lo que el trabajo de campo en cercana presencia no ha sido posible. El propósito general de esta investigación antropológica es describir y analizar las experiencias de estigmatización en los cuerpos de mujeres adultas que han padecido desórdenes alimenticios, así como sus estrategias de sobrevivencia o adaptación en su cotidianidad y el papel que han jugado al respecto los medios de comunicación, la familia y los círculos de amistad.
No obstante, nos centraremos en la fase primaria de recolección de datos se llevó a cabo desde el recurso netnográfico, a partir del levantamiento digital de dos encuestas, de tipo prospectivo, con consentimiento informado validado, a saber, 1. Alimentación e imagen corporal y 2. Índice de masa corporal y corporalidades, ambas aplicadas desde Google Forms. Las colaboradoras fueron 106 mujeres adultas mexicanas, entre 40–60 años. Mismas que en fases próximas se entrevistarán y se implementará la orientación metodológica y técnicas del curso de vida: trayectorias, transiciones, momentos significativos, ventana de oportunidades y efectos acumulativos.
Tal como lo estamos viviendo, la cotidianidad en la labor antropológica se está transformando en las formas de interacción y de comunicación debido a las consecuencias de COVID-19.
No obstante, el ciberespacio ya se había encargado de abonar en ello, como parte del actuar y su vivencia relacional en la web. Internet ha creado una cultura que ofrece a los usuarios la posibilidad de interactuar y construir nuevas y más profundas relaciones con los miembros de la comunidad (Amstrong y Hegel, 1996).
La conformación de lo digital no está en los su- jetos, sino en las prácticas o, como diría Butler (1990), en los actos performativos que son una producción ritualizada dentro de ciertas tecnologías colectivas que producen ciertas actuaciones y condenan otras. El sujeto no es el responsable de la repetición que ordena, es la repetición (colectiva), producto de la interacción, la que crea las condiciones temporales de la existencia. (González y Servín, 2007)
Así, las relaciones sociales que se han construido a partir del internet tienen sentido en lo cotidiano y pueden ser estudiadas por las ciencias sociales. De hecho, los estudios socioculturales digitales han ido surgiendo conforme esta red ha permitido que gran parte de las(os) usuarias puedan no solo mirar los sitios web, sino que también puedan co-construir el contenido (Kozinets, 2010).
Caracterización de colaboradoras
Las 106 participantes incluyen a 70 mujeres de 40años; 31 de 50; y 5 de 60. La residencia mayoritaria se registró en el Estado de México y Ciudad de México, seguida de Querétaro, Campeche, Los Ángeles, Guanajuato y Puebla. Las más refieren como ocupación el ser empleadas y docentes y en menor medida amas de casa, empresarias, comerciantes, secretarias, jubiladas, actrices, artesanas, consultoras y asesoras. No ahondaremos más en los datos sociodemográficos, pues queremos dar énfasis a las narrativas sobre su percepción e identificación visual representadas en cinco imágenes de composiciones corporales (véase figura 1) y la contrastación de esta mirada con base en el índice de masa corporal (IMC) que se calcula a partir del peso y la altura, considerando el sexo y la edad. La fórmula es peso (kilos) entre la estatura (centímetros) al cuadrado (OMS, 2021).
La escala visual utilizada que muestra sólo cinco categorías de la variedad de composiciones corporales existentes en mujeres, se queda corta en relación con la diversidad de cuerpos, no obstante, se requería cierto ajuste, arbitrario sin duda, para ubicar estos cruces en la mirada.
Las categorías asociadas a las dimensiones de peso se definieron de la siguiente manera: 1. Inferior al ´normal´, 2. ´Normal´- delgado con menos curvas o dimensiones, 2.´Normal´- delgado con más curvas o dimensiones,3. Superior al ´normal´ y 4. Obesidad (véase figura 1). Sin duda, falta desarrollar otros y mejores indicadores.
Los resultados obtenidos y el análisis correspondiente reflejan en la mayoría de las mujeres una distorsión en su percepción. No se corresponde la identificación visual con el Índice de masa corporal (IMC). A continuación, se presentan dichos datos vinculando la edad de las colaboradoras.
En la Imagen1, se observa que en las participantes de 40 años solamente la percepción de 2 mujeres es correspondiente entre la identificación visual y el IMC. 1 de ellas la sube a la categoría dos, ´normal´- delgada con menos curvas; 2 a la categoría tres,´normal´- delgada con más curvas y 1 a la categoría cuatro, superior al ´normal´.
Algunas narrativas asociadas son:
…) Me veo mejor de cómo estaba, he bajado más de 10 kg. Mi autoestima la estoy recuperando, pienso que mi cuerpo resiste mucho pero ahora lo voy a querer más cuidándome más por salud. (…) me veo bien, pero me quiero ver mejor, bajando por lo menos 10 kg más. (Testimonio, 41 años).
(…) Estoy en forma, me siento bien. No me gusta mucho mi celulitis, pero estoy obligándome a usar shorts y faldas para eliminar el complejo. Me siento libre (Testimonio, 42 años).
En la tabla 2, entre las 36 participantes que se ubican en un IMC ´normal´ sólo en 13 de ellas la identificación visual es correspondiente con la categoría´normal´- delgado con menos curvas o dimensiones. 1 de ellas la baja a la categoría uno, peso inferior al´normal´. 20 las sube a la categoría tres, ´normal´- delgada con más curvas; 1 a la categoría cuatro, superior al ´normal´ y 1 a la categoría cinco, obesidad.
Algunas narrativas asociadas son:
(…) Siento que [mi cuerpo] no encaja en los están- dares comerciales o sociales, pero lo acepto, lo amo y lo cuido. (Testimonio, 40 años).
(…) Lo veo [con] un poco más de peso de lo idóneo, siento que debo cuidarlo más (…) pienso que debo dejar de comer pan, más que todo (...) (Testimonio, 49 años)
En la tabla 3, el total de las 30 mujeres que se ubi- can en un IMC ´normal´ se miran en consonancia con este, es decir, con la tercera categoría de las imágenes, ´normal´- delgado con más curvas. No obstante, en algunas narrativas se interpreta una preocupación por el peso de sus cuerpos, cuando se es correspondiente en complexión, estatura y peso, a saber:
(…) No me molesta el aspecto [de mí cuerpo], pero [estoy] consciente de que DEBO de bajar de peso debido a los problemas que se derivan del sobrepe- so. (Testimonio, 50 años).
Me veo bien (…) siento que estoy con más peso del saludable (…) solo mi estómago no me gusta. (Testi- monio, 50 años).
En la tabla 4, también se observa que el total de las 12 mujeres que se ubican en un IMC superior al ´normal´ se miran en consonancia con este, es decir, con la cuarta categoría de las imágenes. Aunque, la mayoría de las narrativas aluden a un imaginario de´gordura´ y de no estar conforme con sus dimensiones, a saber:
No me gusta cómo me veo, porque tengo sobrepeso (…) trato de comer saludable (…) no me siento tan mal del cuerpo que tengo. (Testimonio, 44 años).
Me veo un poco pasada de peso (…) me siento bien, aunque con un poco de cansancio pienso que por la edad. (Testimonio, 51 años).
Me veo gordita, me siento pesada (…) pienso que es descuido y estrés (Testi- monio, 48 años).
Me siento con sobrepeso pienso que, aunque tengo hashimoto e hipotiroidis- mo debo ser más constante al ejercitarme. (Testimonio, 55 años).
Me siento obesa, he subido mucho de peso, me canso rápido. Estoy ya en control de peso. (Testimonio, 58 años).
En la tabla 5, las 22 mujeres que aparentemente presentan obesidad, con base en el indicador del IMC, solo 4 de ellas se reflejan en correspondencia con la imagen número cinco. 15 de ellas se identifican con una imagen menor, la cuatro que se adscribe a la categoría de peso superior al normal y 3 sobre la categoría normal-delgada con más curvas. En este caso podríamos interpretar que, aunque se imaginan en categorías menores a la que indicaría su peso en relación con su estatura, hay aceptación y bien estar con sus cuerpos (solamente una), sin embargo, a partir de la mayoría de las narrativas no lo están, a saber:
(…) Me gusta como veo, excepto mi abdomen un poco pronunciado, me sien- to mejor cada vez porque lo estoy atendiendo (…) pienso que mi cuerpo es perfecto. (Testimonio, 54).
Me veo bien, me siento bien, pero debo bajar de peso para pensar bien de mi cuerpo. (Testimonio, 55).
Me veo gordita, me siento pesada (…) pienso que es descuido y estrés (Testi- monio, 48 años).
A veces me gusta, otras veces me veo al espejo y no me agrada mi celulitis y los gordos, depende mi estado de ánimo. (Testimonio, 40 años).
Varias de ellas únicamente señalaron que se sentían: pesadas, grandes, sobrepasadas de peso, mal, con pena, viejas, gorditas, sin gusto por ellas, etc.
De tal manera, podemos señalar que, pese a que el 57% de las participan- tes se percibe en equivalencia entre el IMC y la autoimagen en composición corporal, sus testimonios reflejan insatisfacción con su cuerpo. Al igual que el 42% que modifica la perspectiva de su mirar, tanto el 16% piensa que tiene más dimensiones que las que tiene con base en su peso y estatura, como el 18% que se observa con menos curvas. Un 30% ha reconocido que ha tenido problemas de alimentación, considerados por la biomedicina trastornos de alimentación como bulimia y ansiedad, principalmente. La mayoría que ha hecho diversas intervenciones para alcanzar ese ideal corpóreo, las más extremas han incluido liposucciones, abdominoplastías y lipectomía. Y son las menos la que en el discurso manifiestan satisfac- ción y bienestar con su peso y su autopercepción.
Reflexiones finales y direcciones futuras
De esta manera, observamos como en la corporeidad los estereotipos eurocentrados y los estigmas correspondientes quebrantan los pensamientos y el accionar de la mayoría de las mujeres. Afectan sus configuraciones de belleza, salud y bienestar, a través de construcciones discursivas que operan en un esquema generalmente coercitivo (Butler, 1999), narrativas y análisis que se presentarán en otro ensayo.
En este sentido, la propuesta general tendería hacia generar redes de acuerpamiento, en donde se prescinda de la competencia entre nosotras mismas y se impulsen los apoyos a la escucha y al tiempo y espacio compartido. En donde el acuerparse y hermanarse sirva para respaldar, apoyar, defender y poder sanar-nos (Galeana, 2019). Ya que el cuerpo femenino ha sido devaluado, ende considerado como un territorio de defensa, se requiere que ahora sea escuchado, atendido y preservado por nosotras mismas. Como señalamos, el cuerpo se vivía como ajeno, fragmentado porque el capitalismo así nos lo había impuesto. Acuerpar y hermanar da espacios seguros para vivir con y desde el cuerpo, reconociéndolo desde las historias y vivencias, así como desde las capacidades y creatividades multiversas.
También nos hace sentido y resuena el planteamiento de la ecología afectiva, que se refiere “tanto a las relacionalidades que constituyen las corporalidades y materialidades en juego, como a sus no-relacionalidades y los procesos desplegándose de las cosas sucediendo” (Hunter, Hernández Rodríguez y Cajigas-Rotundo, 2019, p. 11) presentes en lo socio-cultural-ambiental y performativos. Debido a que generalmente los discursos del cuerpo hablan solo de representaciones sociales, formaciones ideológicas y discursivas, dejando de lado lo afectivo, la experiencia vivida, las prácticas corporales y el carácter biológico.
Los afectos y lo afectivo buscan encontrar nuevas formas de describir lo que procede y excede en la vida. Este mundo compone un registro de lo que le ocurre al mundo material social, estético y político en lo que está, se acerca, se opone y se resiste.
“Un mundo cargado de afecto es una prolífica zona de contacto, de uso mixto, en estado de transición constante, que les permite a las personas ´improvisar con lo ya sentido´ (Manning, 2009, p. 30). Aquí, el sujeto emerge en la arriesgada labor de ser-en- el-mundo, a través de las diferentes formas que toman las potencias de lo cotidiano en el curso de la vida… El sujeto afectivo es una persona que espera, en compañía de otros, a que las cosas lleguen. Es alguien que aprende a percibir lo que viene y la forma que esto podría tomar, alguien que nota qué se cristaliza y cómo las cosas rebotan y se recuperan en una ecología estética socio-natural de composiciones y límites de expresividad. Para el sujeto afectivo, el peso del mundo se realiza en lo que puede ser deseado y en lo que es temido, en lo que florece y en lo que le atañe (Stewart y Ponce de León-Calero, 2019, p. 172).
En este sentido, promover acuerpamientos y ecologías afectivas implicaría urdir un lienzo que rompa con fronteras físicas y simbólicas, que sostenga comunidades sororas de apoyo y resistencia ante los embates de estímulos que unifican, estandarizan y desprecian los cuerpos que no se insertan en los modelos descritos, en aras de una lógica de múltiples consumos y no de una perspectiva de autocuidado y aceptación.
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Recibido: 14 de septiembre de 2021; Aceptado: 31 de mayo de 2022
Resumen
Algunos atributos de la autopercepción corporal de mujeres asociadas a la apariencia física, alimentación, actividad física, sedentarismo, emocionalidad, bienestar, malestar, salud, enfermedad, entre otros elementos de estilos de vida posibles han sido intervenidos por idealizaciones o representaciones de belleza inflexibles y excluyentes que estigmatizan, vulneran y quebrantan la voluntad de estas corporeidades, a partir de la introyección de discursos patriarcales y sexistas en su acontecer sociohistórico y hegemónico. Se presentará un análisis inicial con las narrativas correspondientes, resultado de una aproximación antropológica y etnográfica que observa la puesta en sintonía de cuerpos estereotipados. Esbozando una propuesta de acuerpamientos que rompan con fronteras físicas y simbólicas, que sostengan comunidades de apoyo y resistencia ante los embates de estímulos que unifican, estandarizan y desprecian los cuerpos que no se insertan en dichos modelos, en aras de una lógica de múltiples consumos y no de una perspectiva de autocuidado y aceptación.
Palabras clave
Cuerpo, estereotipos de belleza.Abstract
Some attributes of women’s body self-perception associated with physical appearance, diet, physi- cal activity, sedentary lifestyle, emotionality, we- ll-being, discomfort, health, illness, among other elements of possible lifestyles have been interve- ned by idealizations or representations of beauty inflexible and exclusive that stigmatize, violate and break the will of these corporeities, based on theintrojection of patriarchal and sexist discourses in their socio-historical and hegemonic events. An ini- tial analysis will be presented with the correspon- ding narratives, the result of an anthropological and netnographic approach that observes the tuning of stereotyped bodies. Outlining a proposal for arran- gements that break with physical and symbolic bor- ders, that sustain communities of support and re- sistance in the face of the onslaught of stimuli that unify, standardize and despise the bodies that are not inserted in said models, for the sake of a logic of multiple consumptions and not from a perspective of self-care and acceptance.
Keywords
Corporalities, beauty stereotypes.Corporalidades y acuerpamiento: Una mirada a la autopercepción de la imagen física entre mujeres adultas
Mujeres y varones corporizan las relaciones intersubjetivas-colectivas y sociohistóricas por las que transitan a lo largo de su ciclo de vida, las que suceden en un contexto cultural y en un tiempo determinado. La incorporación, la encarnación constituye uno de los distintivos de la singularidad humana cuya cualidad polisémica y polimórfica incitan a que los estudios del cuerpo y las corporeidades sean abordados de manera interdisciplinaria.
En los cuerpos se imprimen una gama de sentidos, comportamientos y actitudes que conforman la corporeidad. Se simbolizan y significan sentimientos culturalmente variopintos; vínculos afectivos, eróticos, de poder; tradiciones en el comer, dormir, descansar, esparcimiento, querencia, trabajo, etc., entre otras emociones y acciones hacia lo conocido y lo fraterno y hacia aquello que no lo sea.
Referentes a los que además se enclavan e intersectan mandatos sociales para cada género, así como marcos anatomo-funcionales que incluyen dimensiones como estatura, proporciones, peso, pigmentación, capacidades y otras estructuras fenotípicas que sólo validan y legitiman morfologías estandarizadas de una juventudes estadounidenses o euro centradas, que muy poco tiene que ver con la diversidad y plasticidad corporal, así como con el proceso de envejecimiento en la humanidad.
A lo que se suma la fuerza y el alcance de miramientos gordófobos, edadistas, racistas, capacitistas y aquellos asocia- dos a los rangos de ´normalidad´ que establece la biomedicina. Esta perspectiva restrictiva, que ha sujetado y segregado cuerpos a lo largo de la historia patriarcal, ha ocasionado una multiplicidad de hazañas para alcanzar esos ideales con diversos matices de performatividad (Butler, 2002) e intervención en el propio organismo.
Algunas de esas proezas han sido la obediencia a ultranza por parte de mujeres, en su mayoría, distorsionando su mirada y su senti-pensar a fin de alcanzar dichos estereotipos de belleza. Lo que ha resultado en ejercer acciones que pasan por alto su propia condición corpórea y la etapa del ciclo de vida en la que se encuentren, como son: trastornos de comportamiento asociados a la alimentación y actividad física, la aplicación de diversos productos o terapias corporales e incluso la intervención quirúrgica, entre otros. De igual manera, la indisciplina y transgresión a ello, de manera consciente y/o re- flexiva o no, se traduce en diversos puntos de conexión y de ruptura, dispositivos que también generan crisis y desajustes en la percepción, debido a que la identidad “no es una, sino variada y secuencial […] es una identidad narrativa, una identidad que se configura y se manifiesta en el tiempo mediante toda una retahíla de formas diversas, contrastadas y, a veces, incluso contradictorias.” (Duch y Mélich, 2005, p. 20).
En la trama de la vida humana estos cuerpos intentaran dar respuesta a una de las interrogantes antropológicas fundamentales que es, en el aquí y en el ahora, ¿quién soy? Duch y Mélich (2005) explican que mujeres y varones se encuentran en constante cambio, que no se es una y la misma siempre, sino que, dadas las interacciones y transmisiones constantes, se dan también, una diversidad de expresiones y representaciones. En este sentido, a continuación, se desarrollarán sintéticamente algunos de los planteamientos conceptuales más relevantes que han sido eje para este preludio de investigación sobre corporalidades de mujeres citadinas mayores de 40 años, colaboradoras en la misma.
Feminismo, corporeidad y patrones de belleza
Desde diferentes disciplinas se ha deliberado sobre la construcción socio-cultural de los cuerpos, más allá de la carne y sus fluidos. Las perspectivas teóricas y metodológicas han sido varias. La antropología ha visibilizado las interrelaciones entre cuerpo y sociedad, historia, naturaleza y cultura, suscribiendo que éste va más allá de “ser un objeto natural o biológico” (Gambarotta y Mora, 2018, p. 7). De tal manera, la perspectiva eje de este artículo considerará a las corporalidades como un conjunto de sistemas y performatividades simbólicas que se articulan y se recrean con experiencias individuales y colectivas, situadas e históricas moldeadas por los contextos multiversos sociales y culturales.
La representación de la feminidad generalmente está basada en un ideal de belleza que se erige sobre mujeres de carne y hueso y que trasciende cualquier grupo social, allende lo geopolítico. Dicha categoría no puede comprenderse desligada de las estructuras de poder, género y de corporalidad occidental (Bordo, 1987). Muñiz (2014) refiere que el arquetipo eurocéntrico desarrolló modelos de belleza desde el siglo XIX hasta la fecha, mismos que se han transformado y han generado un impacto sobre otras colectividades. Las sociedades que mandatan y emiten este tipo de patrones sajones sobre otras que, desde sus poderes fácticos, en términos de comunicación y consumo de masas diseminan, arraigan, fijan e incluso exigen ese determinado tipo de cuerpo, discriminando así a cualquier otro que no cubra el estándar, lo cual evidentemente segregará y estigmatizará a la mayoría de sus habitantes. Actualmente, estas características de perfección y belleza tendencialmente son atribuidas a la claridad en la tez, cabello y ojos, no así en la gama de tonalidades que oscilen hacia lo obscuro y sus matices en los cuerpos, además de estatura alta y delgadez extrema. El hecho de querer alcanzar dichos patrones y transformarse en la carne y la piel, cambia la existencia misma de las y los sujetos. La imagen corporal creada, distorsionada y aceptada ha buscado corregir lo feo hacia lo bello, durante el devenir sociohistórico y los referentes etnocéntricos.
El feminismo ha mostrado interés en este tipo de problemáticas, ha desarrollado una reflexión crítica sobre las concepciones de bellezas eurocéntricas contemporáneas, los cuerpos estereotipados y el control de las mujeres. También ha cuestionado la influencia que los medios de comunicación tienen sobre la definición corporal de las mujeres y analizado la codificación y la obligatoriedad de “la feminidad” en singular y unificada. De igual manera, la corpóreo se ha visto sometido a los debates feministas entre la naturaleza-cultura de la visión occidental, la cual se ha encargado de establecer la diferencia entre el sexo y el género (Muñiz, 2014). A finales del siglo pasado y a principios del 2000 secriticaba la naturalización del cuerpo y se buscaba desnaturalizar las definiciones del cuerpo sexuado: masculino y femenino.
Butler señalaba “… lo que constituye el carácter fijo del cuerpo, sus contornos, sus movimientos, será plenamente material, pero la materialidad deberá concebirse como el efecto del poder […] de esa norma reguladora” (2002, p. 14). Además, planteaba que el género es performativo, que las formas de actuar, moverse, vincularse, de hablar, etc., no son algo que estén contenidas de forma natural o esencial en los cuerpos, sino que son una construcción del discurso normativo hegemónico. Mismo que reconoce sólo la lógica binaria, la complementariedad “natural” entre varones y mujeres, deslegitimando realidades corporales diversas que no se ajustan a los modelos establecidos. Cuestiona la manera de clasificar a las personas y sus performatividades ya que considera que son identidades prestablecidas, fijas y por tanto excluyentes.
“En el marco de la teoría discursiva del acto del habla, se considera performativa a aquella práctica discursiva que realiza o produce lo que nombra […] la norma del sexo ejerce su influencia en la medida en que se la ‘cite’ como norma, pero también hace derivar su poder de las citas que impone”. (Butler, 2002, p. 30)
En este sentido, coincidimos con la definición de belleza que esboza Muñiz (2014, p.18), esto es, como un conjunto de conceptos, representaciones, discursos y prácticas cuya importancia radica en su capacidad performativa de la materialización de los cuerpos sexuados y en la definición de géneros.
Es una característica femenina y ha sido normalizada como tal. Intrínsecamente el análisis de belleza, género e identidades deben estar presentes, debido a que las prácticas corporales buscan modelar el sexo desde la materialización de las regulaciones impuestas desde la heteronormatividad para identificar y diferenciar al cuerpo femenino del masculino. Asimismo, no omitimos señalar que la experiencia corporal explorada desde la belleza ha reflejado lo que el sistema heteropatriarcal y capitalista ha crea- do no solo desde el mercado disciplinar del estímulo visual sino desde la interacción oferta-demanda de las industrias cosméticas y clínicas. No obstante, el cuerpo se ha vuelto un espacio de decisión y acción en lo cotidiano, tal y como se explicitará en el apartado de hallazgos. A continuación, se presenta de manera breve una revisión sobre algunos de los planteamientos sobre el cuerpo y su vínculo mediático que estereotipa y lo estigmatiza.
Estudios sobre el cuerpo y medios de comunicación
Siguiendo el orden de ideas esbozadas, el abordaje del cuerpo en la historia social ha sido múltiple y diverso. Como ya se sabe, en un primer momento fue crucial la escisión entre lo corpóreo como un ente exclusivamente biológico y no social. El cuerpo fisiológico es igual a todos los demás, pero el cuerpo social no. Es distinto y complejo (Belting, 2007). En otro momento, la prioridad se centró en la mente del ser humano y no en su materialidad ni performatividad (González-Domínguez y Arriaga, 2017).
Desde la perspectiva filosófica se intuía que el alma no podía estar ubicada en el cuerpo pues el conocimiento humano era posible solamente por la vía intelectual, ejemplo de ello fue el “pienso luego existo” de Descartes, con lo cual se prescindía de lo divino y se fundaba una nueva experiencia corporal (Aguado, 2004 p. 201).
A partir de la naciente explosión del saber biomédico es que se comienza a desdeñar el saber popular sobre el cuerpo, alrededor del XVI – XVII con los anatomistas; el cuerpo se vuelve objeto de análisis racional especializado, repara Le Breton (2002). La axiología cartesiana eleva el pensamiento al mismo tiempo que denigra el cuerpo.
De manera tal, el pensamiento moderno trae a escena a individuos fragmentados, que no pudiendo armonizar sensaciones, sentimientos y pensamientos abandonan su cuerpo. Al sujeto de la modernidad se le obliga a pensar antes que sentir, se devela su individuación y un proceso que lo aparta del cosmos, de los otros y de sí mismo (Le Breton, 2002). Además, se enfatiza la supremacía masculina por encima de la construcción corporal femenina en esferas que van desde la medicina, literatura, pin- tura, teología, entre otras, en contextos culturales múltiples (Laqueur, 1990). Por tanto, a lo largo de la historia se le han asignado roles, estatus y particularidades determinadas y diferenciadas
El cuerpo se vive en todos lados, en todo el mundo. El cuerpo se manifiesta en la vida diaria, en los me- dios de comunicación, en los productos que consumimos y usamos, haciendo del cuerpo un sujeto y un objeto (Gervilla, 2003). Ante esto, González-Domínguez y Arriaga (2017) comentan que el cuerpo desde el mercado es un objeto de inversión a corto y largo plazo. El cuerpo se ve como un objeto el cual se necesita cuidar, embellecer y mantener sano. Los medios de comunicación han hecho quelas mujeres sean vistas y valoradas de una manera particular, haciendo que éstas se cuestionen lo que piensan, sienten y viven en términos de una corporeidad estereotipada. Crean y recrean un cuerpo deseado, aquel que idealizan y al cual aspiran. “… Al imponer un modelo de cuerpo humano bello, como el que hemos bosquejado, la publicidad y los medios masivos de difusión, se apoyan en quienes internalizan este modelo como propio y, a su vez, lo reproducen” (Finol, 200, p. 10).
Así, se alecciona el ser reconocidas como deseables desde el aspecto físico, contribuyendo a que se configure en su existencia y materialidad corpórea como un objeto para el otro, más que como sujeto de un deseo propio. Por tanto, el cuerpo deseado y el cuerpo vivido son cuerpos separados, fragmentados. No por desear un cuerpo se vive en sí mismo (Cáceres, 2008)
Al respecto, Morini (2014) refiere que el cuerpo femenino contemporáneo es todo aquello que el capitalismo quiere limitar y regular continuamente, por lo que son tutelados y violentados tanto en su reproducción física como en la social, bajo medios de control que los encapsulan como invasores capaces de condicionar comportamientos, conductas y estilos de vida de un modo tan invasivo que se encuentra en el límite de lo aceptable. Este tipo de control se concreta a través de dietas, ejercicios físicos y dispositivos sobre la sexualidad, en donde se articulan aspectos sociales-externos e individuales-internos: las personas son reguladas desde fuera, pero ellas mismas se convierten en protagonistas directas de este control (Esteban, 2010, p. 105).
Lo que frecuentemente detona una modificación ligera, moderada o extrema, pero ajuste, a fin de cuentas, en el pensamiento y la acción de las mujeres en sus hábitos alimenticios y estilos de vida. El anhelo de pertenencia y aceptación a cierto círculo social o simplemente la aspiración a lucir de otra manera, a partir de una imagen e idea corporal inmutable y culturalmente retraída, genera a corto y largo plazo una obsesión por el propio cuerpo. Perturbaciones que, de acuerdo con Cabrera (2010) y a partir del ideal de delgadez que se presenta exclusivamente en sociedades desarrolladas donde hay abundancia de alimentos y que pierde su valor como producto de primera necesidad, pueden convertirse en trastornos de alimentación como la anorexia y la bulimia o trastornos del comportamiento como depresión y ansiedad, principalmente.
En consecuencia, en la actual sociedad de consumo, el culto al cuerpo y el valor estético parece fundamental, se ha llegado a una intransigencia por el cuerpo perfecto que ha trascendido incluso al curso de vida de las distintas sociedades. Tal como se analizó con las mujeres colaboradoras de este estudio a partir de un esquema corporal que representó diversas dimensiones asociadas al índice de masa corporal y en contraste con la auto- identificación y cierta distorsión en la auto-percepción de su cuerpo. Por ende, la imagen corporal como un constructo diacrónico, que varía a lo largo de la vida se sustenta en función de las experiencias vividas, las influencias sociales, la acción de los medios de comunicación, la propia maduración y proceso de crecimiento personal, entre otros.
Autopercepción y corporalidad en mujeres adultas: metodología y hallazgos
El análisis inicial y las narrativas que se inscriben en esta participación, corresponden a la primera fase de una pesquisa cualitativa que dio inicio hace un año, en medio de la pandemia COVID-19, por lo que el trabajo de campo en cercana presencia no ha sido posible. El propósito general de esta investigación antropológica es describir y analizar las experiencias de estigmatización en los cuerpos de mujeres adultas que han padecido desórdenes alimenticios, así como sus estrategias de sobrevivencia o adaptación en su cotidianidad y el papel que han jugado al respecto los medios de comunicación, la familia y los círculos de amistad.
No obstante, nos centraremos en la fase primaria de recolección de datos se llevó a cabo desde el recurso netnográfico, a partir del levantamiento digital de dos encuestas, de tipo prospectivo, con consentimiento informado validado, a saber, 1. Alimentación e imagen corporal y 2. Índice de masa corporal y corporalidades, ambas aplicadas desde Google Forms. Las colaboradoras fueron 106 mujeres adultas mexicanas, entre 40–60 años. Mismas que en fases próximas se entrevistarán y se implementará la orientación metodológica y técnicas del curso de vida: trayectorias, transiciones, momentos significativos, ventana de oportunidades y efectos acumulativos.
Tal como lo estamos viviendo, la cotidianidad en la labor antropológica se está transformando en las formas de interacción y de comunicación debido a las consecuencias de COVID-19.
No obstante, el ciberespacio ya se había encargado de abonar en ello, como parte del actuar y su vivencia relacional en la web. Internet ha creado una cultura que ofrece a los usuarios la posibilidad de interactuar y construir nuevas y más profundas relaciones con los miembros de la comunidad (Amstrong y Hegel, 1996).
La conformación de lo digital no está en los su- jetos, sino en las prácticas o, como diría Butler (1990), en los actos performativos que son una producción ritualizada dentro de ciertas tecnologías colectivas que producen ciertas actuaciones y condenan otras. El sujeto no es el responsable de la repetición que ordena, es la repetición (colectiva), producto de la interacción, la que crea las condiciones temporales de la existencia. (González y Servín, 2007)
Así, las relaciones sociales que se han construido a partir del internet tienen sentido en lo cotidiano y pueden ser estudiadas por las ciencias sociales. De hecho, los estudios socioculturales digitales han ido surgiendo conforme esta red ha permitido que gran parte de las(os) usuarias puedan no solo mirar los sitios web, sino que también puedan co-construir el contenido (Kozinets, 2010).
Caracterización de colaboradoras
Las 106 participantes incluyen a 70 mujeres de 40años; 31 de 50; y 5 de 60. La residencia mayoritaria se registró en el Estado de México y Ciudad de México, seguida de Querétaro, Campeche, Los Ángeles, Guanajuato y Puebla. Las más refieren como ocupación el ser empleadas y docentes y en menor medida amas de casa, empresarias, comerciantes, secretarias, jubiladas, actrices, artesanas, consultoras y asesoras. No ahondaremos más en los datos sociodemográficos, pues queremos dar énfasis a las narrativas sobre su percepción e identificación visual representadas en cinco imágenes de composiciones corporales (véase figura 1) y la contrastación de esta mirada con base en el índice de masa corporal (IMC) que se calcula a partir del peso y la altura, considerando el sexo y la edad. La fórmula es peso (kilos) entre la estatura (centímetros) al cuadrado (OMS, 2021).
La escala visual utilizada que muestra sólo cinco categorías de la variedad de composiciones corporales existentes en mujeres, se queda corta en relación con la diversidad de cuerpos, no obstante, se requería cierto ajuste, arbitrario sin duda, para ubicar estos cruces en la mirada.
Las categorías asociadas a las dimensiones de peso se definieron de la siguiente manera: 1. Inferior al ´normal´, 2. ´Normal´- delgado con menos curvas o dimensiones, 2.´Normal´- delgado con más curvas o dimensiones,3. Superior al ´normal´ y 4. Obesidad (véase figura 1). Sin duda, falta desarrollar otros y mejores indicadores.
Los resultados obtenidos y el análisis correspondiente reflejan en la mayoría de las mujeres una distorsión en su percepción. No se corresponde la identificación visual con el Índice de masa corporal (IMC). A continuación, se presentan dichos datos vinculando la edad de las colaboradoras.
En la Imagen1, se observa que en las participantes de 40 años solamente la percepción de 2 mujeres es correspondiente entre la identificación visual y el IMC. 1 de ellas la sube a la categoría dos, ´normal´- delgada con menos curvas; 2 a la categoría tres,´normal´- delgada con más curvas y 1 a la categoría cuatro, superior al ´normal´.
Algunas narrativas asociadas son:
…) Me veo mejor de cómo estaba, he bajado más de 10 kg. Mi autoestima la estoy recuperando, pienso que mi cuerpo resiste mucho pero ahora lo voy a querer más cuidándome más por salud. (…) me veo bien, pero me quiero ver mejor, bajando por lo menos 10 kg más. (Testimonio, 41 años).
(…) Estoy en forma, me siento bien. No me gusta mucho mi celulitis, pero estoy obligándome a usar shorts y faldas para eliminar el complejo. Me siento libre (Testimonio, 42 años).
En la tabla 2, entre las 36 participantes que se ubican en un IMC ´normal´ sólo en 13 de ellas la identificación visual es correspondiente con la categoría´normal´- delgado con menos curvas o dimensiones. 1 de ellas la baja a la categoría uno, peso inferior al´normal´. 20 las sube a la categoría tres, ´normal´- delgada con más curvas; 1 a la categoría cuatro, superior al ´normal´ y 1 a la categoría cinco, obesidad.
Algunas narrativas asociadas son:
(…) Siento que [mi cuerpo] no encaja en los están- dares comerciales o sociales, pero lo acepto, lo amo y lo cuido. (Testimonio, 40 años).
(…) Lo veo [con] un poco más de peso de lo idóneo, siento que debo cuidarlo más (…) pienso que debo dejar de comer pan, más que todo (...) (Testimonio, 49 años)
En la tabla 3, el total de las 30 mujeres que se ubi- can en un IMC ´normal´ se miran en consonancia con este, es decir, con la tercera categoría de las imágenes, ´normal´- delgado con más curvas. No obstante, en algunas narrativas se interpreta una preocupación por el peso de sus cuerpos, cuando se es correspondiente en complexión, estatura y peso, a saber:
(…) No me molesta el aspecto [de mí cuerpo], pero [estoy] consciente de que DEBO de bajar de peso debido a los problemas que se derivan del sobrepe- so. (Testimonio, 50 años).
Me veo bien (…) siento que estoy con más peso del saludable (…) solo mi estómago no me gusta. (Testi- monio, 50 años).
En la tabla 4, también se observa que el total de las 12 mujeres que se ubican en un IMC superior al ´normal´ se miran en consonancia con este, es decir, con la cuarta categoría de las imágenes. Aunque, la mayoría de las narrativas aluden a un imaginario de´gordura´ y de no estar conforme con sus dimensiones, a saber:
No me gusta cómo me veo, porque tengo sobrepeso (…) trato de comer saludable (…) no me siento tan mal del cuerpo que tengo. (Testimonio, 44 años).
Me veo un poco pasada de peso (…) me siento bien, aunque con un poco de cansancio pienso que por la edad. (Testimonio, 51 años).
Me veo gordita, me siento pesada (…) pienso que es descuido y estrés (Testi- monio, 48 años).
Me siento con sobrepeso pienso que, aunque tengo hashimoto e hipotiroidis- mo debo ser más constante al ejercitarme. (Testimonio, 55 años).
Me siento obesa, he subido mucho de peso, me canso rápido. Estoy ya en control de peso. (Testimonio, 58 años).
En la tabla 5, las 22 mujeres que aparentemente presentan obesidad, con base en el indicador del IMC, solo 4 de ellas se reflejan en correspondencia con la imagen número cinco. 15 de ellas se identifican con una imagen menor, la cuatro que se adscribe a la categoría de peso superior al normal y 3 sobre la categoría normal-delgada con más curvas. En este caso podríamos interpretar que, aunque se imaginan en categorías menores a la que indicaría su peso en relación con su estatura, hay aceptación y bien estar con sus cuerpos (solamente una), sin embargo, a partir de la mayoría de las narrativas no lo están, a saber:
(…) Me gusta como veo, excepto mi abdomen un poco pronunciado, me sien- to mejor cada vez porque lo estoy atendiendo (…) pienso que mi cuerpo es perfecto. (Testimonio, 54).
Me veo bien, me siento bien, pero debo bajar de peso para pensar bien de mi cuerpo. (Testimonio, 55).
Me veo gordita, me siento pesada (…) pienso que es descuido y estrés (Testi- monio, 48 años).
A veces me gusta, otras veces me veo al espejo y no me agrada mi celulitis y los gordos, depende mi estado de ánimo. (Testimonio, 40 años).
Varias de ellas únicamente señalaron que se sentían: pesadas, grandes, sobrepasadas de peso, mal, con pena, viejas, gorditas, sin gusto por ellas, etc.
De tal manera, podemos señalar que, pese a que el 57% de las participan- tes se percibe en equivalencia entre el IMC y la autoimagen en composición corporal, sus testimonios reflejan insatisfacción con su cuerpo. Al igual que el 42% que modifica la perspectiva de su mirar, tanto el 16% piensa que tiene más dimensiones que las que tiene con base en su peso y estatura, como el 18% que se observa con menos curvas. Un 30% ha reconocido que ha tenido problemas de alimentación, considerados por la biomedicina trastornos de alimentación como bulimia y ansiedad, principalmente. La mayoría que ha hecho diversas intervenciones para alcanzar ese ideal corpóreo, las más extremas han incluido liposucciones, abdominoplastías y lipectomía. Y son las menos la que en el discurso manifiestan satisfac- ción y bienestar con su peso y su autopercepción.
Reflexiones finales y direcciones futuras
De esta manera, observamos como en la corporeidad los estereotipos eurocentrados y los estigmas correspondientes quebrantan los pensamientos y el accionar de la mayoría de las mujeres. Afectan sus configuraciones de belleza, salud y bienestar, a través de construcciones discursivas que operan en un esquema generalmente coercitivo (Butler, 1999), narrativas y análisis que se presentarán en otro ensayo.
En este sentido, la propuesta general tendería hacia generar redes de acuerpamiento, en donde se prescinda de la competencia entre nosotras mismas y se impulsen los apoyos a la escucha y al tiempo y espacio compartido. En donde el acuerparse y hermanarse sirva para respaldar, apoyar, defender y poder sanar-nos (Galeana, 2019). Ya que el cuerpo femenino ha sido devaluado, ende considerado como un territorio de defensa, se requiere que ahora sea escuchado, atendido y preservado por nosotras mismas. Como señalamos, el cuerpo se vivía como ajeno, fragmentado porque el capitalismo así nos lo había impuesto. Acuerpar y hermanar da espacios seguros para vivir con y desde el cuerpo, reconociéndolo desde las historias y vivencias, así como desde las capacidades y creatividades multiversas.
También nos hace sentido y resuena el planteamiento de la ecología afectiva, que se refiere “tanto a las relacionalidades que constituyen las corporalidades y materialidades en juego, como a sus no-relacionalidades y los procesos desplegándose de las cosas sucediendo” (Hunter, Hernández Rodríguez y Cajigas-Rotundo, 2019, p. 11) presentes en lo socio-cultural-ambiental y performativos. Debido a que generalmente los discursos del cuerpo hablan solo de representaciones sociales, formaciones ideológicas y discursivas, dejando de lado lo afectivo, la experiencia vivida, las prácticas corporales y el carácter biológico.
Los afectos y lo afectivo buscan encontrar nuevas formas de describir lo que procede y excede en la vida. Este mundo compone un registro de lo que le ocurre al mundo material social, estético y político en lo que está, se acerca, se opone y se resiste.
“Un mundo cargado de afecto es una prolífica zona de contacto, de uso mixto, en estado de transición constante, que les permite a las personas ´improvisar con lo ya sentido´ (Manning, 2009, p. 30). Aquí, el sujeto emerge en la arriesgada labor de ser-en- el-mundo, a través de las diferentes formas que toman las potencias de lo cotidiano en el curso de la vida… El sujeto afectivo es una persona que espera, en compañía de otros, a que las cosas lleguen. Es alguien que aprende a percibir lo que viene y la forma que esto podría tomar, alguien que nota qué se cristaliza y cómo las cosas rebotan y se recuperan en una ecología estética socio-natural de composiciones y límites de expresividad. Para el sujeto afectivo, el peso del mundo se realiza en lo que puede ser deseado y en lo que es temido, en lo que florece y en lo que le atañe (Stewart y Ponce de León-Calero, 2019, p. 172).
En este sentido, promover acuerpamientos y ecologías afectivas implicaría urdir un lienzo que rompa con fronteras físicas y simbólicas, que sostenga comunidades sororas de apoyo y resistencia ante los embates de estímulos que unifican, estandarizan y desprecian los cuerpos que no se insertan en los modelos descritos, en aras de una lógica de múltiples consumos y no de una perspectiva de autocuidado y aceptación.
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