DOI:
https://doi.org/10.14483/25909398.15322Publicado:
2018-01-03Edição:
v. 5 n. 5 (2018): Janeiro a dezembro de 2018Seção:
Sección CentralEl Diablo, la paz y la guerra están en el territorio y en la cabeza: trastornos mentales y procesos espirituales en los Nasa Wesx del sur del Tolima
The Devil, peace and war are in the territory and in the head: mental disorders and spiritual processes in the Nasa Wesx of south of Tolima
O Diabo, a paz e a guerra estão no território e na cabeça: desordens mentais e processos espirituais na Nasa Wesx do sul de Tolima
Palavras-chave:
local peace agreements; south of Tolima; mental illness; spirituality; Nasa Wesx; Colombia (en).Palavras-chave:
acuerdos de paz local; sur del Tolima; enfermedad mental; espiritualidad; Nasa Wesx; Colombia (es).Palavras-chave:
acordos de paz locais; ao sul de Tolima; doença mental; espiritualidade; Nasa Wesx; Colômbia (pt).Downloads
Referências
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El Diablo, la paz y la guerra están en el territorio y en la cabeza: trastornos mentales y procesos espirituales en los Nasa Wesx del sur del Tolima*
The Devil, peace and war are in the territory and in the head: mental disorders and spiritual processes in the Nasa Wesx of south of Tolima
O Diabo, a paz e a guerra estão no território e na cabeça: desordens mentais e proces- sos espirituais na Nasa Wesx do sul de Tolima
Andrés Felipe Ospina Enciso**
Universidad Pedagógica y Tecnológica, Colombia Correo electrónico: andesosama@gmail.com
Revista Corpo-grafías: Estudios críticos de y desde los cuerpos / Volumen 5 – Número 5 / Enero – diciembre de 2018 / ISSN impreso 2390-0288, ISSN digital 2590-9398 / Bogotá, D.C., Colombia / pp. 238-251.
Fecha de recepción: 18 de julio de 2017
Fecha de aceptación: 30 de agosto de 2017
Doi: https://doi.org/10.14483/25909398.14219
Cómo citar este artículo: Ospina, A.F. (2018, enero-diciembre). El Diablo, la paz y la guerra están en el territorio y en la cabeza: trastornos mentales y procesos espirituales en los Nasa Wesx del sur del Tolima. Revista Corpo-grafías: Estudios críticos de y desde los cuerpos, 5(5), p-p 238-251 / ISSN 2390-0288.
*Artículo de investigación: Este artículo hace parte del trabajo de campo y análisis etnológico de la tesis de doctorado titulada “Siembra de muertos, cosecha de espíritus. Relaciones entre vida y muerte, guerra y paz y orden territorial entre los Nasa Wesx del sur del Tolima”, presentada en la Universidad de los Andes.
**Antropólogo de la Universidad Nacional. Magíster y Doctor en Antropología Social de la Universidad de los Andes. Docente de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) y Coordinador de la Maestría en Patrimonio Cultural de la misma institución.
Resumen
La comunidad indígena Nasa Wesx adelantó un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC que determinó su salida del círculo de guerra y confrontación que ha afectado a las poblaciones del sur del Tolima colombiano. Además, ha usado diferentes recursos para mantener su autonomía territorial y protegerse de un conflicto vigente en los márgenes de su territorio tradicional. Entre las amenazas que más preocupan a los pobladores están las apariciones de espíritus, entendidas como manifestaciones del mal y posesiones espirituales que arriesgan el equilibrio social. Estas son confrontadas mediante operaciones rituales de la religiosidad evangélica -confesión mayoritaria entre la comunidad indígena- que resuelven los conflictos mentales como si fuesen asuntos de fe. Este escrito argumenta que tales conflictos, así como los sociales, desde la perspectiva de los Nasa Wesx son un mismo problema con una única terapia: la participación colectiva en el mal individual. Al ser la religión una práctica gregaria, hace de remedio para resolver tanto los males de la mente como el desequilibrio social.
Palabras clave: acuerdos de paz local; sur del Tolima; enfermedad mental; espiritualidad; Nasa Wesx; Colombia.
Abstract
The Nasa Wesx indigenous community advanced a peace agreement with the FARC guerrilla that determined their exit from the war and confrontation circle that has affected the populations of the south of the Colombian Tolima. Further, it has used different resources to maintain its territorial autonomy and protect itself from a current conflict in the mar- gins of its traditional territory. Among the threats that most worry residents are the appearances of spirits, understood as manifestations of evil and spiritual possessions that risk social equilibrium. These are confronted by ritual operations of the evangelical religiosity -majority confession among the indigenous community- that resolve mental conflicts as if they were matters of faith. This paper argues that such conflicts, as well as social conflicts, from the perspective of the Nasa Wesx are the same problem with a single therapy: collective participation in individual evil. Since religion is a gregarious practice, it acts as a remedy to solve both the evils of the mind and the social imbalance.
Keywords: local peace agreements; south of Tolima; mental illness; spirituality; Nasa Wesx; Colombia.
Resumo
A comunidade indígena Nasa Wesx promoveu um acordo de paz com os guerrilheiros das FARC que determinaram sua saída do círculo de guerra e confronto que afetou as populações do sul do Tolima colombiano. Além disso, utilizou dife- rentes recursos para manter sua autonomia territorial e proteger-se de um conflito atual nas margens de seu território tradicional. Entre as ameaças que mais preocupam os moradores estão as aparições de espíritos, entendidas como manifestações de posses malignas e espirituais que arriscam o equilíbrio social. Estes são confrontados por operações rituais da religiosidade evangélica -confissão majoritária entre a comunidade indígena- que resolvem conflitos mentais como se fossem questões de fé. Este artigo argumenta que tais conflitos, assim como conflitos sociais, sob a ótica do Nasa Wesx, são o mesmo problema com uma única terapia: participação coletiva no mal individual. Como a religião é uma prática gregária, ela age como um remédio para resolver os males da mente e o desequilíbrio social.
Palavras-chave: acordos de paz locais; ao sul de Tolima; doença mental; espiritualidade; Nasa Wesx; Colômbia
Introducción
Este manuscrito indaga por las relaciones entre trastornos y malestares mentales en un contexto de guerra y por las prácticas de limpieza y restauración espiritual que aplican comunidades religiosas evangélicas, también en medio de una confrontación armada. Dichas situaciones ocurren en territorios que se encuentran más allá de los centros del poder estatal, situados en las marginadas fronteras internas nacionales donde la autoridad institucional es errática y tan solo mantiene un dominio vago mediante el uso de la violencia de Estado (Ospina, 2015). Desde los centros de la sociedad nacional, a tales lugares al margen se les denomina “territorios salvajes” (Serje, 2005).
Sobre estos y sus habitantes recaen juicios de valor que los señalan como sitios de naturalezas agrestes y gentes perdidas, con formas de actuación violenta, que se representan en actitudes rebeldes, insubordinación a la autoridad, pero también en síntomas de trastorno y de enfermedad mental y espiritual. Estas percepciones se agudizan al referirse a lugares de confrontación armada entre ejército e insurgencia durante décadas. En esta situación, la percepción negativa y demonizada sobre el enemigo se extiende a los demás pobladores de estas regiones, incluso si no son actores armados.
Para resistir a la presión del conflicto, los habitantes de la zona han recurrido a alternativas para mantener su posición como actores sociales y reivindicar su condición social y étnica. Sin embargo, las secuelas de la violencia han hecho mella trastornando el sistema de relaciones sociales, lo que, a su vez, ha generado formas ambivalentes de resolverlas y responder a ellas.
El caso en el que este trabajo se centra, los territorios del pueblo indígena Nasa en el sur del Tolima, dan cuenta de la variación en el uso de estrategias sociales para repeler el daño que ha causado la confrontación armada sobre la zona de Marquetalia, una región que es considerada el lugar fundacional del conflicto armado en Colombia. Esta comunidad étnica ha buscado salidas para resolver su posición en un escenario de confrontación y lucha, mediante su rol como actor de la guerra y la salida negociada al conflicto, aunque también en las relaciones entre lo sagrado y lo profano sostenidas —por un esquema cosmológico— y en una estrecha vinculación con las prácticas y doctrinas del Evangelio cristiano.
Queremos hacer énfasis en una experiencia neural en la práctica histórica de esta comunidad. Los Nasa Wesx, en las dos últimas décadas, han logrado mantener un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, con el que lograron un punto de equilibrio y una posición por fuera del conflicto armado en el sur del Tolima. Fruto de ello, alcanzaron la admiración y el respaldo de otros actores sociales que ven en este gesto una demostración de que el diálogo y la negociación son una apuesta válida para superar las afectaciones de la guerra. Sin embargo, en los límites del territorio Nasa Wesx, la guerra ha continuado su curso y la posición de los actores armados —incluso en la fase de implementación de los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC— amenaza de forma reiterada el mantenimiento de una negociación que ha fortalecido la autonomía política y territorial de este grupo étnico.
Los Nasa Wesx han respondido a esta tensión con sus apuestas de paz y con la conciencia de los riesgos que representan la presencia de los actores armados en el límite espacial y simbólico sobre el que se ubica su territorio étnico. Con este propósito, ponen en práctica un conjunto de esquemas mentales y espirituales que producen un orden clasificatorio; en éste distinguen actores y circunstancias que le son favorables de amenazas y actores externos que son objeto de la violencia y de la corrupción espiritual que los indígenas rechazan.
Los Nasa Wesx han mantenido y alimentado una perspectiva teleológica brindada por el cristianismo evangélico, con el que han coincidido desde hace más de medio siglo, cuando diversos misioneros llegaron a la cordillera del sur del Tolima. Aquellos predicadores evangelizaron a los pueblos nativos que desconocían la gracia y la salvación ofrecida por Dios y les ofrecieron nuevas formas de creer. Tal proposición de fe ha sido muy bien asimilada en territorios donde las ofertas de apoyo institucional y del ejercicio de derechos son limitadas debido a la poca capacidad de inclusión del Estado y a la exacerbación de la violencia por parte de los actores del conflicto armado.
Con el Evangelio haciendo parte de su conciencia social y política, los Nasa asumieron un código ético en el que diferencian comportamientos ideales de los desviados de una línea de fe ya establecida. En dicha demarcación, encuentran los Nasa que las acciones que conducen al mantenimiento de la paz son prácticas propias de los creyentes y de la voluntad de Dios. A su vez, diferencian estas últimas de las prácticas de actores que promueven la confrontación armada y que, en consecuencia, rechazan las apuestas de paz y los mandatos del Evangelio.
Los campos de juego donde se debaten las formas de mantener o contrariar una línea de fe —que a la vez son formas de ordenamiento social y político— son las escenas liminales de la aparición de espíritus, la posesión de cuerpos y el equilibrio mental de indígenas y actores armados. Los lugares de la espiritualidad y de la fe exponen las contradicciones de un orden desafiado por el poder que emana de la violencia y que altera los estados de conciencia y las formas del equilibrio en una comunidad étnica.
Las formas del temor
Los Nasa Wesx vieron varias veces a un joven miembro de la comunidad salir asustado de entre el monte. La primera vez, con la camisa hecha jirones, el torso rallado y envuelto en bejucos que lo aprisionaban. Salía gritando y diciendo que unos hombres de negro lo perseguían y se lo querían llevar amarrado. Los comuneros —nombre con que se denominan entre indígenas— salían a buscar qué o quién era quien perseguía, pero no hallaron rastro. Aquel fue uno de varios eventos en que jóvenes del resguardo Nasa Wesx de Gaitania, denunciaron que una gente extraña aparecía en el territorio indígena a asustar y a corretear a jóvenes indígenas.
Las razones de estas inusuales apariciones no han sido claras. Sin embargo, la presencia de extraños en una zona delimitada por una formación social y política de tipo étnico es crítica, pues durante los años de la guerra y también en los de la paz ha habido recelo sobre quienes no pertenecen o no son reconocidos por esta comunidad ancestral. Los Nasa han experimentado la violencia de la invasión, la sujeción y la eliminación por parte de actores externos a su tradición y territorio; de allí que tengan una ambigua y reservada conexión con el otro externo a su lugar y a su visión de mundo.
Aparte de esto, la influencia del conflicto armado, los procesos de colonización campesina y la presión de otros grupos étnicos han acentuado divisiones entre los indígenas y las comunidades mestizas. Esto ha producido unas líneas simbólicas y físicas de protección y diferenciación que delimitan el área de influencia y el campo de interacción de una comunidad que se proclama como un territorio de paz, pero que interactúa de forma permanente con el conflicto.
En el monte y en la ribera del río Atá —límites geográficos y sociales de Nasa Wesx— hacen presencia fuerzas contrarias y tensas. Lo hacen en la forma de avanzadas de guerreros que se celan y disparan a uno u otro lado del cañón de río, pero también se manifiestan como espíritus, cuerpos posesos y alucinaciones que hacen circular el miedo, las diferencias étnicas y el daño de la violencia.
Para comprender estas tensiones y darle contexto al temor que los jóvenes y los demás comuneros experimentan frente a esos hombres de negro que aparecen para llevarse amarrada a la gente y atemorizar a los indígenas, hay que remitirse a una experiencia que atraviesa el sentido histórico de los Nasa Wesx y que de paso explica, para la sociedad nacional, el origen del conflicto armado en Colombia. Todo cobra forma con un hecho: la creación, disputa y captura de un santuario de la guerra política: la región de Marquetalia.
Marquetalia: el lugar de la concentración obsesiva
En tiempos de la Guerra Fría, en la década de 1960, América Latina se debatía entre la influencia del bloque soviético y la égida de la Unión Americana. El Estado colombiano miraba con temor las formaciones cívicas o armadas de campesinos agraristas en territorios alejados del poder central, por considerarlas contrarias a los intereses y valores de la clase dirigente. Estas ligas campesinas, de influencia socialista, denunciaban el abandono del Estado y su persecución sobre aquellos que se le oponían.
El Parlamento de la época denunció a estos focos de campesinos como zonas de bandidaje y terror, que dio en llamar repúblicas independientes (Molano, 2015). Sobre estas exigían intervención militar para recuperar los territorios y las poblaciones que escapaban al control estatal. Esto dio pie para que, en 1964, se desplegara una operación de toma, control y bombardeo sobre Marquetalia, una zona del sur del Tolima, donde se consideraba estaba el foco de la insubordinación sobre la que el Estado debía imponerse.
Imagen 1. Región de Marquetalia, sur del Tolima Fuente: http://www. elespectador.com/noticias/ politica/historia-de-una- carta-pudo-haber-evitado-el- conflicto-a-articulo-599330
En el espacio de esa acción militar no solo se encontraban militares o agraristas. A orillas del río Atá, curso de agua que quiebra la cordillera que recorre el sur del Tolima, los Nasa Wesx se asentaron desde comienzos del siglo XX. Aquellos, provenientes del Cauca y migrantes de otra guerra —la de los Mil Días—, se hicieron a la cordillera y, mientras hacían la vida de cara al río, presenciaron la llegada y los movimientos de grupos armados que convirtieron al bosque alto andino en teatro de operaciones.
Como producto de esos movimientos, los Nasa Wesx actuaron, según las circunstancias, al lado o en contra de los distintos grupos armados. Los comuneros dan cuenta de cómo esa raigambre liberal que traían del Cauca sirvió como pretexto para estar cerca de los Limpios1; o cómo la violenta incursión de los Chulavitas2 conservadores en el sur del Tolima dio paso a alianzas con los Comunes3, grupo armado que protegía a los indígenas, pues compartían una amenaza común.
Pero estos encuentros entre Nasas y grupos armados no fueron siempre recíprocos. Por el contrario, las tensiones étnicas y las diferencias en torno a la tenencia de la tierra, el control político y las relaciones de poder dentro y fuera de las comunidades, dieron paso a que entre los indígenas y los Comunes emergieran tensiones y conflictos que llevarían con el tiempo a que otro actor de la guerra, el Estado, interviniera e impusiera otros modos de tomar partido entre los comuneros indígenas.
El mismo Estado que buscaba extirpar los focos socialistas de las repúblicas independientes encontró en los indígenas un aliado de las circunstancias para hacer frente a un grupo de campesinos armados y a un territorio montañoso que, sin guías locales, hubiera sido imposible tomar. Para garantizar control en zonas más allá del orden establecido, el Estado hizo de la comunidad indígena un cuerpo militar entrenado por el Ejército, con material de guerra a su disposición, para enfrentar a un enemigo que no desapareció con la incursión militar a Marquetalia, sino que se transformó en lo que después se llamó la guerrilla de las FARC.
Cuando los indígenas tornaron en grupo armado, se desencadenó una situación de guerra y profunda desconfianza que exacerbó las diferencias entre campesinos y comuneros. Las disputas étnicas y territoriales encontraron en el esquema de guerra insurgente versus guerra antiguerrilla un caldo de cultivo que transformó a una población de no más de 400 habitantes en una autodefensa indígena (Caviedes, 2007). Sus combatientes prolongaron por más de tres décadas una confrontación que tocó a todas las capas de una población que hacía su vida y la guerra entre corrientes de agua y cordillera.
Pero las mismas condiciones de la guerra, el dolor y la eliminación sistemática que aquella propicia, dieron pie para que los comuneros cambiaran la posición de actores que usaban la confrontación para atizar sus diferencias con otros por un rol de sujetos conscientes de otras alternativas para tratar el conflicto. Asumieron que la diferencia con otros actores podía comprenderse también desde las situaciones compartidas con aquellos que también fueron afectados por el conflicto. En este sentido, los efectos de la muerte, la pobreza y la pérdida de autonomía, producto de la guerra, fueron argumentos para reconocer que el otro también es un actor del sufrimiento y que era con él con quien se debían tratar otras opciones distintas a la guerra.
1 Grupo guerrillero promovido por el Partido Liberal Colombiano como un mecanismo de presión al conservatismo en el poder. Su estrategia era presionar mediante la guerra de guerrillas y debilitar al gobierno para recuperar por las armas lo que por las urnas habían perdido.
2 Grupo armado promovido por el gobierno Conservador en la década de 1950 para contener la arremetida violenta de los liberales insurgentes y para reducir mediante la violencia directa a las poblaciones liberales así como a sus tierras y propiedades. Con esta estrategia de violencia el Estado buscó afianzarse en el poder y controlar las áreas donde sus contradictorios políticos eran mayoría.
3 Nombre asignado en el sur del Tolima a las guerrillas de ideario comunista y que se diferenciaban de los guerrilleros Limpios, por tener una estructura política y armada con intenciones no solo de tomar el poder sino de transformar la estructura de la sociedad.
En esta condición, se debían encontrar alternativas para mantener una posición otra que permitiera mantener un carácter diferenciado como pueblo indígena, pero que a la vez permitiera reparar desde sus propias lógicas las secuelas del enfrentamiento y la reproducción de la violencia. Para ello, los comuneros dieron paso a un proceso de paz, diálogo y concertación con la guerrilla de las FARC. En esta negociación, la perspectiva territorial fue clave para identificar la posición y condición de nación étnica de los Nasa.
Al conocer los alcances y la afectación de la guerra, los indígenas deciden hacer énfasis en procesos autónomos de delimitación para asumir una posición territorial propia. Comprenden que para no ser más afectados por los factores externos de la guerra deben crear una dinámica espacial autocontenida que disponga de un funcionamiento regido por la autoridad indígena, único actor con poder de decisión y concertación en la comunidad y quien establece las condiciones y garantías para que la guerra y sus actores no influyan en la organización espacial y social de los Nasa.
Desde julio de 1996, el cabildo indígena ha mantenido un acuerdo de paz con el Bloque Central de la guerrilla de las FARC, con el que zanjó un conflicto armado de más de tres décadas. Desde la firma del acuerdo, el territorio indígena se ha erigido como un territorio de paz, diálogo y concertación, en donde no tiene cabida ningún actor armado y en donde la comunidad Nasa ha descartado de pleno su participación como actor o colaborador en el conflicto armado. Los Nasa Wesx consideran que ellos no son actores responsables de una guerra por el poder político y económico que ha sido forjada y mantenida por la sociedad nacional.
Entre las razones que esgrimen los Nasa Wesx para explicar el porqué de su apuesta por la paz y la autonomía y cómo han mantenido este proceso por más de dos décadas, destacan la influencia de la Iglesia Evangélica en el equilibrio social de los comuneros y el apoyo de Dios en la búsqueda de la paz y el cese de la violencia. Dicen los comuneros que es “por la Gracia de Dios” que muchos de los conflictos se han disuadido y que si el territorio se ha convertido en una zona de paz es porque Dios hace presencia en donde la gente sigue su palabra y hace las cosas que él manda bajo su nombre. Los comuneros constatan tal premisa en el hecho de que los asentamientos campesinos, que no son tan devotos al mensaje de Dios como sí son los indígenas, sufren más por el despojo y las afectaciones que dejan los actores armados. Dicen los Nasa que en la medida en que sigan perseverando del lado del Dios, seguirán siendo un pueblo y una tierra de paz.
Llama la atención que principios como autonomía territorial y política se vinculen a un discurso de tipo religioso y no a la agenda de las agremiaciones indígenas que encuentran en el discurso de los misioneros religiosos un tono lesivo que va en contravía de las reivindicaciones del movimiento indígena. No obstante, como lo advierte Ramírez (2015), el discurso religioso también moviliza expresiones y banderas del discurso político. Algunas formaciones sociales indígenas hacen uso de la plataforma religiosa para afianzar sus expectativas, intereses y defender sus consignas o los logros que han obtenido, como la consecución de la paz para el caso de los Nasa Wesx.
A su vez, en el discurso religioso, los comuneros también depositan las amenazas, condenas o precauciones frente al contradictor político que, en este caso, también es un enemigo armado que puede irrumpir y quebrar el equilibrio mantenido con la negociación y el acuerdo. Los comuneros encuentran en el malestar político y social una viva representación del Demonio, ya que, tanto el enemigo político como el representante cristiano del mal representan una amenaza acechante en el sistema de equilibrios y valores.
Los creyentes siempre son puestos a prueba por el Príncipe de la Discordia; por eso, deben vigilar que el mal no entre y perturbe. Al tiempo que los Nasa reconocen que su bien colectivo más preciado es el proceso de paz, saben también que este es y será objeto de malas voluntades y que el mal buscará destrozar todo acto de equilibrio, más si en efecto es una de las obras de Dios.
Ahora bien, los caminos del mal son de diferentes molduras y pueden hacer presencia en la tierra y en el cuerpo de los comuneros, pero también lo hace en sus espíritus y en sus mentes. Por tanto, dicen ellos, algunos males toman la mente como lugar de su manifestación y es en esta donde se transforman las condiciones de la vida, no solo del individuo portador de una razón o de una conciencia, sino de la sociedad donde esta mente se sitúa. Cuando en la mente de alguno de los comuneros aparece el trastorno o el desorden, dicen los Nasa que no es que tenga la cabeza trastornada, sino que es la manifestación del mismo mal que afecta a todos, a modo de visiones, encuentros y percepciones personales.
En ese sentido, la locura (o el trastorno mental) no es producto de una disfunción neurológica o de un conflicto emocional que presenta cuadros patológicos individualizados. Las anomias mentales corresponden a procesos colectivos que ubican en el malestar físico y emocional elementos derivados del conflicto o el desorden clasificatorio en la cultura y las relaciones con la alteridad. En el caso Nasa, se trata del malestar cultural de una comunidad étnica imbuida en conflictos, tensiones y luchas con otros grupos sociales y con los actores armados que circundan un territorio delimitado de manera violenta. La cabeza de los comuneros de Nasa Wesx es un campo de lucha entre el bien y el mal, tipificados en el marco social y espacial de un orden habitado.
Llama la atención que, en este contexto, la persona que presenta un cuadro de trastorno mental no es considerada por el resto de la comunidad como enferma, con desajustes que deben ser sometidos a tratamiento psiquiátrico. Cuando en la mente de una persona emerge el desequilibrio, la manera de comprenderlo y tratarlo es mediante la identificación de la persona y su desorden como un evento síntoma de la anomia o del conflicto de su propia sociedad. En esta situación, si una persona experimenta distorsiones de la realidad, alucinaciones, delirios de persecución u otro tipo de desajustes, la que debe alertarse y tratarse es su comunidad, porque algo que no corresponde al equilibrio o al orden establecido está siendo quebrado y son las mentes de los comuneros las que advierten de dicha situación.
Ahora bien, el tratamiento, o mejor, el remedio para estas situaciones es también colectivo y de este deben participar tanto la persona objeto del trastorno como los demás comuneros, quienes también convergen en dicha experiencia personal. Un evento que primero se manifiesta en el trastorno de un cuerpo individual es el malestar del cuerpo colectivo y este afecta a todo el conjunto.
Como el síntoma es colectivo, es también un acto de congregación el que permite resarcir o curar el malestar. En esta circunstancia, la esfera de la religión y su sistema de prácticas eminentemente gregario es el espacio de tratamiento que los Nasa escogen para producir una terapéutica que resuelva sus alteraciones sociales y les permita asumir una posición de cara al conflicto social y armado al que se enfrentan en sus territorios.
El conflicto social y armado en el campo de una mente trastornada
Retomemos la escena con que abre el manuscrito: los jóvenes afectados por la aparición de gentes extrañas en Nasa Wesx, que intentaron atacarlos y amarrarlos. Quienes veían a esta gente decían que eran extraños y que venían armados; que eran de ropas oscuras y no se les podía ver el rostro. Para los Nasa, quienes daban crédito a apariciones que solo algunos jóvenes presenciaron, estas observaciones eran bastante graves. Los comuneros reconocían que era la primera vez en décadas que en el territorio indígena aparecía gente extraña, que los comuneros no reconocían, y percibían estas apariciones como una potencial amenaza. Los gritos, las ropas hechas jirones y algunas heridas que mostraban los jóvenes eran para la comunidad señales inequívocas de que seres extraños venían a quebrar el equilibrio que, por años, habían mantenido los Nasa Wesx con los actores del conflicto armado.
Desde la firma del acuerdo de paz con las FARC, en este territorio indígena se ha creado un entorno espacial y político que rechaza la confrontación armada. En sus límites, los comuneros han demarcado una frontera que distingue entre un orden social y político concertado por los indígenas, que rechaza la influencia de la guerra, y un teatro de operaciones donde las tensiones entre actores armados continúan. Del límite para fuera existe una violenta presión de los grupos armados por hacerse al control territorial y a las poblaciones de la cordillera del sur del Tolima; incluso, después de la firma del acuerdo entre el gobierno y la guerrilla de las FARC en 2016, se mantienen las confrontaciones entre actores armados. En este contexto, el territorio indígena tomó la forma de un oasis, con un ordenamiento territorial y social diferente, donde el conflicto es resistido y el manejo autónomo ha evitado el influjo de los actores de la guerra, así como las afectaciones de la presión violenta, situación que sí ocurre en otras poblaciones de la zona.
Cuando la comunidad se enteró de las incursiones de los hombres de negro, en un primer momento pensó que se trataba de guerrilleros carpados4 que buscaban atacar a los indígenas a traición, como ocurría en los tiempos del conflicto. Pero el cabildo indígena indagó y no había ningún movimiento del grupo insurgente. Solo había gritos y nervios de jóvenes que afirmaban ver a extraños que los perseguían.
Vieron, sí, que en uno de los ataques de los personajes oscuros, un joven gritaba y corría, gemía y decía que lo perseguían, aunque se encontraba completamente solo y él mismo se hacía cortes en su piel. Pedía ayuda, gritaba que lo estaban acorralando, pero nadie corría tras él. Solo en su imaginación ocurría el ataque.
Pero antes de sugerir un episodio alucinante, los comuneros vieron en esto una confirmación de sus temores. Para la comunidad, en efecto, los jóvenes estaban siendo atacados, pero esos ataques no provenían de hombres sino de otra clase de fuerzas y presencias que infligían daños todavía peores que los de un actor armado. Para los fieles evangélicos de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera —que son la mayoría de los pobladores de Nasa Wesx—, la amenaza no procedía de los actores de la guerra sino de espíritus que no se hacían ver aunque se sentían, y los creyentes debían combatirlos mediante la consagración espiritual de la comunidad.
El Demonio —verdadero enemigo de los hombres— actuaba en forma de espíritus que atormentaban a la gente, que buscaban ponerla en discordia, confundirla y hacer regresar la amenaza y la violencia. Por eso, los creyentes estaban llamados a ser fuertes y luchar contra esos espíritus que trataban de indisponer el equilibrio espiritual y social de los Nasa.
Entre las descripciones de los Nasa, llama la atención una narrativa que describe cómo uno de los jóvenes del resguardo, quien fue de los que más sufrió estos episodios de persecución, encuentra en sus apariciones elementos que recogen la tensión entre la influencia del conflicto armado y el mantenimiento del equilibrio en la comunidad. El padre del joven, incluso antes de los episodios, ya lo había advertido intranquilo.
Este joven había prestado el servicio militar obligatorio por 18 meses en Bogotá. Dicen los comuneros que, cuando regresó a la comunidad, traía ideas que no había aprendido en el resguardo y que su actitud era inquieta. Prestar el servicio ya era una situación que reñía con lo que el cabildo indígena imparte para mantener la comunidad al margen del conflicto, pues parte de los acuerdos de paz de los Nasa Wesx señalan que ninguno de sus miembros hará parte de grupos armados, sean legales o ilegales.
Según los comuneros, a su retorno, el joven dibujaba en hojas de cuaderno calaveras y puñales que las atravesaban. Cuando le preguntaban al respecto, él solo atinaba a decir que “no eran nada” y continuaba en silencio. No hablaba con nadie y pasaba el tiempo distante de la gente. Después comenzó a sentir las persecuciones y a percibir espíritus. Finalmente, los creyentes actuaron contra esas apariciones e intervinieron sobre el cuerpo y la cabeza del joven afectado.
4 Con rostro cubierto, que cubre cualquier rasgo de identificación.
Los comuneros dicen que aquel joven tenía la mente débil porque la guerra busca a este tipo de personas o, bien, porque debilita la cabeza de quienes se entregan a ella. Los espíritus malignos saben estar sobre los guerreros y sobre quienes usan armas, para dominarlos y producir el desequilibrio. Los creyentes en el Evangelio conciben el mal como un dominio o una presión ejercida por espíritus errados o malignos, que se cierne sobre aquellos que no tienen la fortaleza para perseverar y creer en las cosas de Dios y de lo que es correcto para una comunidad.
Dicho de otra manera, la presencia del mal y su manifestación en lo que es considerado como falta o pecado son síntomas de que lo convenido socialmente no corresponde con las acciones de los individuos, porque es su sociedad la que no está ceñida ni funciona de acuerdo a los parámetros un acuerdo social y político, a saber, el acuerdo de paz firmado con la insurgencia. Esto coincide con que el malestar y la amenaza que representan estas apariciones sean experimentados por las personas que han fallado y no han seguido aquella norma social (Caycedo, 2016).
Sin embargo, lo llamativo de la experiencia de Nasa Wesx es que el remedio o la reparación ocurren en situaciones en que es la sociedad, más que el individuo, a quien se aplica un tratamiento. Aunque las actuaciones de curación operan sobre un cuerpo y una mente que ha sido afectada por el mal o la violencia, los medios terapéuticos y la ritualidad aplicada al malestar son de base colectiva y sus alcances afectan a la comunidad en su conjunto.
El trabajo mental y la cura espiritual
Coinciden los indígenas y los misioneros evangélicos en afirmar que la mente es el lugar de trabajo del espíritu. Por tanto, si la mente funciona de una manera viciada, la vitalidad y la identidad que el espíritu representa pueden verse comprometidas. Además, si el espíritu no logra asirse de una manera adecuada, tampoco lo hará el territorio ni el sistema de relaciones filiales pues ambos conectan la posesión espacial y la pertenencia social a relaciones de tipo espiritual.
A su vez, un espíritu débil, enfermo o descuidado debilita a la mente que lo aguarda; la mente de un comunero no funciona de la forma adecuada si la gente no sabe estar bien parada y si no se mantiene en su territorio y entre los suyos. Es por esta razón que los grupos armados ejercen una fuerza sobre aquellos que no son sólidos mentalmente y los lleva a hacer parte de la confrontación, de la que los Nasa han decidido apartarse, pero de la que no pueden apartarse del todo si el malestar de mentes y espíritus se mantiene.
Indígenas y campesinos del sur del Tolima concuerdan en que es sobre los niños y los jóvenes con carácter apagado o de cabezas poco dinámicas que los guerreros trabajan para engrosar las filas de uno u otro grupo armado. Tanto guerrilla como ejército han operado de la misma manera. Los Nasa señalan que así como hay jóvenes sobre los que se ciernen las persecuciones de espíritus, también hay otros jóvenes que han sido capturados y están pagando condena en alguna cárcel de blancos, acusados por el delito de rebelión. Para la manera en que comprenden los Nasa este trastorno, no es casualidad que uno de los jóvenes perseguidos haya pagado servicio militar obligatorio
—del que los pueblos pueden disentir en su calidad de población diferencial—, pues las armas y la milicia hacen que la mente, el espíritu y el equilibrio se debiliten.
Ahora bien, esta carencia de mente y, en consecuencia, de espíritu debe ser tratada de una manera en que la violencia producida por esta situación sea contenida y, de este modo, se mantenga la integridad de un tratado social (el acuerdo de paz) y la autonomía territorial. La salida que han dado los comuneros a esta situación se ha fundamentado en el poder de congregación que tiene la iglesia evangélica (Gros, 2000). Los Nasa han creado una afinidad con varios de los fundamentos éticos del protestantismo.
Dicha situación, a nuestro modo de ver, responde a un proceso de identificación entre la perspectiva política y organizativa de los Nasa y la actividad de congregación de la Iglesia Evangélica. Esta relación no responde a un proceso de aculturación, producto de la adquisición de un nuevo credo de fe por parte de una comunidad tradicional. En su lugar, el acceso a un nuevo discurso teológico y a nuevos elementos rituales complementa, en cierto modo, la respuesta colectiva de una comunidad que se mide a permanentes retos (como la presión de los grupos armados y el poder disgregador de la violencia) para mantener su cohesión territorial y política.
Para los Nasa que se congregan en el Evangelio, la presunta debilidad de mente tiene relación con la falta de fe o de correspondencia entre las prácticas vitales de los comuneros y el credo en el Evangelio y su mensaje de arrepentimiento y salvación. El pensamiento se consagra si sigue el credo; por ende, un buen creyente practicante será ungido con maneras de pensar socialmente funcionales que sirvan al Evangelio y sean acordes a su fe.
Don Bernabé Paya, líder de la comunidad y docente del Colegio Nasa Wesx Fizñi del resguardo, indica que la capacidad de trascender del Nasa se encuentra en el pensamiento, en cómo el indígena articula en su mente un conocimiento del mundo que asocia cosmología, espiritualidad y equilibrio en una actitud práctica. Don Bernabé, que es un creyente del Evangelio, pero quien además asume un rol en la dirección política del cabildo, considera que la creencia y la identidad cobran forma en el pensamiento. Allí, el indígena estructura y relaciona su territorio y su historia.
Por tanto, el pensamiento debe mantener una consistencia. Aquello que se ejecuta y que no va en concordancia con el pensamiento colectivo genera rupturas en la organización social del Nasa y es allí donde aparece el trastorno, donde la fuerza de la violencia se impone y emerge la locura. La locura es el síntoma que hace evidente cómo los conflictos y las inconsistencias calientan el territorio y alteran el equilibrio. La posesión espiritual y el influjo de actores armados en la autonomía territorial corresponden a situaciones en que la gente deja de ser y actuar por sí misma y es sometida a un influjo exterior, evidente en la violencia armada y en la presencia de hombres o espíritus oscuros que amenazan la mente y el territorio de los comuneros.
Estas son las dos principales amenazas que los Nasa Wesx perciben: la presencia de actores armados que influyen con la ideología política y la presión violenta, y la presencia de espíritus que representan el mal y la desviación. Los Nasa asumen una relación tensa aunque cercana con los actores armados y con los espíritus dañinos. En ocasiones, ambos se confunden, pues los dos son representaciones de la violencia y del desorden clasificatorio, de una forma contrahecha de comprender la alteridad.
Veamos cuál es la concepción Nasa de lo espiritual y el lugar que en esta ocupa el trastorno social. Desde el pensamiento Nasa y su concepción tradicional, el espíritu no tiene una carga valorativa positiva o negativa; más bien, representa la fuerza y la vida y son un motor de continuidad para todos los seres y todos los espacios. Sin embargo, la vinculación de nuevos referentes teológicos y éticos ha marcado una diferenciación entre espíritus propios y ajenos.
Los propios representan los antepasados, son la tutela de espacios naturales y la autoridad en asuntos medicinales. El espíritu negativo es aquel que proviene de afuera o que ha trastornado su condición. Cuando el espíritu maligno entra a trabajar, se dice que los diablos aparecen en el territorio; estos se sienten en la mente, en las apariciones de agentes que no son como los Nasa —o sea, que no son como la gente— y que amenazan el orden.
Servicio religioso de la Alianza Cristiana en la vereda “La Palmera” de Nasa Wesx Fotografía del autor
Los dos tipos de espíritus galopan por entre la cabeza y la tierra de los comuneros y utilizan los claroscuros de la vida social para manifestarse y tomar posesión —y posición— de territorios y cuerpos, revelándole a la gente que hay fuerzas oscuras o poderosas que imponen al Nasa fuerzas de obligación y conducta que, según el modo en que sean desarrolladas, ofrecen a los comuneros formas de salvación o de condena. Los Nasa establecen vínculos con estos espíritus y, según sea la relación y la concepción sobre estos, son domados o confrontados por medio del pensamiento. No obstante, cuando el pensamiento está en desequilibrio, el espíritu externo —aquel que representa la amenaza— domina y confronta a la mente y el territorio. Es allí cuando se hace latente la amenaza.
Cuando esto ocurre, los comuneros recurren a trabajos de tipo espiritual para recomponer el orden lógico y conjurar el peligro de afuera. Mediante los rituales de curación y el refrescamiento5 de origen ancestral, o la imposición de manos, la prédica y la oración que practican las congregaciones evangélicas, los Nasa Wesx restablecen el pensamiento propio y expulsan a las fuerzas externas que con la violencia afectan la identidad cultural, el territorio y el pensamiento de los comuneros. Estos trabajos, aunque sean elaborados y dirigidos por individuos, tienen una función eminentemente social y de su práctica y alcance participan todos los actores en actividades de congregación y comunidad en la fe.
5 El refrescamiento es una práctica tradicional que consiste en refrescar o curar un problema físico o espiritual que ocurre por el calentamiento o desorden excesivo en una persona o en una comunidad. El médico tradicional, por medio de plantas frías y la ayuda de sus espíritus, refresca y cura lo que se encuentra en malestar.
El cómo hacen su pensamiento los Nasa determina los alcances de su acción y posición moral. Si las cosas no se hacen con el pensamiento, viene la amenaza y la desintegración porque llegan otros y se meten en la cabeza de la gente y después en el territorio. Por eso, los comuneros enfrentan estas injerencias lesivas con el mismo pensamiento, dándole la vuelta una y otra vez a las cosas, considerando la situación y actuando según la directriz que viene de los espíritus propios y que se consuma en el pensamiento de la gente. De esta manera, la afectación interna se cura y el orden social se restablece.
Conclusiones: los efectos de la cura social del Evangelio
El proceso terapéutico de curación y equilibrio espiritual y territorial que desarrollan los Nasa Wesx se soporta en procedimientos y resultados que llevan la resolución de los conflictos mentales a un campo de relaciones que vincula la religiosidad cristiana con prácticas de equilibrio social y paz en un contexto de guerra como el del sur del Tolima. Una de las formas en que los indígenas han llevado su conflicto con las FARC —y con los demás actores armados— y han mantenido el acuerdo de paz en las últimas dos décadas ha sido manejando los trastornos mentales que afectan a los comuneros desde una perspectiva colectiva.
Para los Nasa Wesx, un trastorno mental no se trata como enfermedad sino como un síntoma de que la comunidad en su conjunto sufre amenazas o desbalances. Para revertir el conflicto y los problemas presentes en la mente de un comunero, el remedio debe hacerse extensivo al conjunto de la comunidad. La mente afectada es solo una parte del cuerpo social heterogéneo sobre el que opera un malestar que se cierne sobre toda la colectividad; por eso, la comunidad entera es tratada con el remedio o la terapia que trata de curar al espíritu y a la mente aquejada.
A los jóvenes que presenciaron las apariciones los fueron tratando con la oración y con el acompañamiento de la feligresía evangélica. En la medida en que estuvieron más acompañados de la comunidad y que los comuneros se dedicaron a orar por el mantenimiento de la paz que el mal amenazaba, los comuneros vieron cómo las posesiones y alucinaciones mermaron y los jóvenes dejaron de ser perseguidos. Sin embargo, son los propios fieles quienes advierten que deben seguir alerta pues el malestar espiritual se mantiene al acecho. En el territorio Nasa Wesx, nuevos episodios de trastorno se suceden y dejan ver que el orden social deseado es un fenómeno de frágil balance, que requiere el permanente oficio de acciones rituales que restablezcan el continuo desorden.
La representación efectiva del malestar toma forma incluso en las mentes de las autoridades de la fe, lo que pone de manifiesto que ninguno está exento del conflicto, incluso cuando este es solo espiritual y no intervienen los actores armados. El comunero John Capaz cuenta cómo en la vereda La Palmera —el centro político de Nasa Wesx— el pastor cristiano de la comunidad sufrió la posesión del Demonio en una ocasión en que dirigía un servicio religioso. En plena ceremonia, los creyentes vieron que su pastor desviaba el mensaje de la prédica, y que insultaba y escupía a la feligresía. Los comuneros trataron de calmarlo pero este se resistía, entonces los mismos congregados lo amarraron y lo llevaron a las aguas para descargar el espíritu maligno que había tomado a su pastor. Pero ni las aguas ni la oración lo calmaron, así que lo mantuvieron amarrado y encerrado por días hasta que se aquietara, considerara y pensara, para poderse componer.
Después de este episodio, el pastor dejó su cargo, pero la gente lo sigue considerando como autoridad de su fe. Le encargan trabajos y escuchan sus consejos. Saben los comuneros que su mente y su espíritu ya están calmados, pero que el mal sigue merodeando.
Referencias
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