DOI:

https://doi.org/10.14483/25909398.14238

Publicado:

2019-01-01

Número:

Vol. 6 Núm. 6 (2019): Enero' Diciembre 2019

Sección:

Sección Central

Vitalidad: Emanación-de-Lugar

Vitality: Emanation-of-Place

Vitalidade: Emanação-de-Lugar

Autores/as

  • Juan Camilo Cajigas-Rotundo University of California Davis

Palabras clave:

vitality, affect, place, non-representational theory (en).

Palabras clave:

vitalidad, afecto, lugar, teorías no-representacionales (es).

Palabras clave:

vitalidade, carinho lugar, teorias não representacionais (pt).

Biografía del autor/a

Juan Camilo Cajigas-Rotundo, University of California Davis

Ph.D. Candidate ABD, Graduate Group Cultural Studies, University of California Davis

Referencias

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Cajigas-Rotundo, J. C. (2019). Vitalidad: Emanación-de-Lugar. Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos, 6(6), 176–187. https://doi.org/10.14483/25909398.14238

ACM

[1]
Cajigas-Rotundo, J.C. 2019. Vitalidad: Emanación-de-Lugar. Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos. 6, 6 (ene. 2019), 176–187. DOI:https://doi.org/10.14483/25909398.14238.

ACS

(1)
Cajigas-Rotundo, J. C. Vitalidad: Emanación-de-Lugar. corpo graf. 2019, 6, 176-187.

ABNT

CAJIGAS-ROTUNDO, Juan Camilo. Vitalidad: Emanación-de-Lugar. Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos, [S. l.], v. 6, n. 6, p. 176–187, 2019. DOI: 10.14483/25909398.14238. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/CORPO/article/view/14238. Acesso em: 4 dic. 2024.

Chicago

Cajigas-Rotundo, Juan Camilo. 2019. «Vitalidad: Emanación-de-Lugar». Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos 6 (6):176-87. https://doi.org/10.14483/25909398.14238.

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Cajigas-Rotundo, J. C. (2019) «Vitalidad: Emanación-de-Lugar», Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos, 6(6), pp. 176–187. doi: 10.14483/25909398.14238.

IEEE

[1]
J. C. Cajigas-Rotundo, «Vitalidad: Emanación-de-Lugar», corpo graf., vol. 6, n.º 6, pp. 176–187, ene. 2019.

MLA

Cajigas-Rotundo, Juan Camilo. «Vitalidad: Emanación-de-Lugar». Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos, vol. 6, n.º 6, enero de 2019, pp. 176-87, doi:10.14483/25909398.14238.

Turabian

Cajigas-Rotundo, Juan Camilo. «Vitalidad: Emanación-de-Lugar». Corpo Grafías Estudios críticos de y desde los cuerpos 6, no. 6 (enero 1, 2019): 176–187. Accedido diciembre 4, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/CORPO/article/view/14238.

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Cajigas-Rotundo JC. Vitalidad: Emanación-de-Lugar. corpo graf. [Internet]. 1 de enero de 2019 [citado 4 de diciembre de 2024];6(6):176-87. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/CORPO/article/view/14238

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Vitalidad

Vitalidad: Emanación-de-Lugar

Vitalidade: Emanação-de-Lugar

Vitality: Emanation-of-Place

 


Juan Camilo Cajigas-Rotundo**


Ph.D. Candidate ABD, Graduate Group Cultural Studies, University of California Davis

Correo electrónico: jcajigas@ucdavis.edu

 


Fecha de recepción: 25 de abril de 2018

Fecha de aceptación: 2 de septiembre de 2018

Doi:https://doi.org/10.14483/25909398.14238

 

Cómo citar este artículo: Cajigas-Rotundo, J. C. (2019). Vitalidad: Emanación-de-Lugar. Corpo Grafías Estudios críticos De Y Desde Los Cuerpos6(6), 176-187. Recuperado a partir dehttps://revistas.udistrital.edu.co/index.php/CORPO/article/view/14238


*Artículo de investigación: This article describes the affective life as narrated by peasants, neorurals and environmental activists who live in the Tropical Montane Cloud Forest in Colombia.En el presente artículo busco delinear una práctica narrativa que permita describir la vida afectiva tal como es experienciada por un grupo heterogéneo de personas (entre ellos campesinos, neorurales y ambientalistas), habitantes de los bosques de niebla de la Falla del Tequendama, en Colombia.

 

**Trained as a philosopher and Cultural Studies practitioner in Colombia and the U.S. Currently a final year Ph.D. candidate at the University of California, Davis. His interests are located at the interface between Philosophy, Political Ecology, and Critical Theory, and these include affective ecologies, socio-ecological movements, embodied practices, indigeneity, and relationality. His dissertation focuses on the relationship between affect and place as a ground of ethical-political commitments among conservation/agroecology activist in the Falla del Tequendama Cloud Forest, in Colombia. He has been awarded by the Colciencias-Fulbright fellowship, Summer Mellon Fellowship for Environment and Societies, Provost Dissertation Fellowship 2018-2019, and Tropenboss fellowship. His recent articles examines Indigenous Ontoepistemologies in the work of Vine Deloria Jr., and the political ontology of socio-ecological movements in Latin America.


Resumen


En el presente artículo busco delinear una práctica narrativa que permita describir la vida afectiva tal como es experienciada por un grupo heterogéneo de personas (entre ellos campesinos, neorurales y ambientalistas), habitantes de los bosques de niebla de la Falla del Tequendama, en Colombia. En términos teóricos, esta descripción apunta a una perspectiva no- representacional y post-fenomenológica, que articula dos nociones pivotantes: por un lado, lo que denomino ‘aperturas de la tierra’ (la actividad auto-referencial del mundo), y por otra, la vida afectiva propia de dicha auto-referencialidad, denominada ‘emanaciones’. Así entonces, y bajo el supuesto de que no existe una tal separación óntica entre sujeto y objeto, afirmo que la vida afectiva emerge al participar en una relacionalidad en la que los lugares tienen un carácter activo. Los lugares exudan afectos; y, los afectos, emanan de los lugares, como también de los elementos abióticos y los organismos. Desde la década de 1980 aportes teóricos provenientes de la Estética Ambiental han ayudado a comprender cómo los valores estéticos permiten otorgar considerabilidad moral a las entidades no humanas. Sin embargo, encuentro limitados estos aportes dada la suposición sobre la que descansa su edificio teórico basada en la dicotomía moderna entre sujeto-objeto, y, su imperativo simbólico-representacional. Lo anterior lleva a que se establezca una idea de sujeto que monopoliza cualquier disposición agencial, y conciba la consideración moral de las entidades naturales como una proyección de las valoraciones humanas. En este contexto, se presentan las siguientes preguntas: ¿es posible pensar en una forma no-representacional (si se quiere enactiva), es decir, una forma de abordar los fenómenos que va más allá de la formación moderna del sujeto? ¿Es posible escapar a la trampa del subjetivismo que termina reduciendo la complejidad del mundo a un mero telón de fondo, sobre el cual los sujetos humanos proyectan sus dramas? En este sentido, el presente artículo se propone explorar una perspectiva que confía en el ‘darse del mundo’. Así, el mundo no es pensado como un telón de fondo sobre el que se despliega el hacer humano, sino que más bien, se convierte en un centro de actividad que se moviliza a través de cuerpos humanos y no-humanos. En suma, en las siguientes líneas, me propongo describir cómo esta vida afectiva emergente, la cual no está exclusivamente centrada en lo humano, genera compromisos ético-políticos con ciertos lugares. Principalmente, en este artículo describiré la vitalidad del lugar en tanto afecto que circula entre los cuerpos.


Palabras clave: vitalidad; afecto; lugar; teorías no-representacionales.


Abstract


This paper aims to describe the affective life as narrated by peasants, neorurals and environmental activists who live in the Tropical Montane Cloud Forest in Colombia. Theoretically speaking, I intend to present, on the one hand, a perspective of the world from the world itself -which I termed “Openings of the Earth”, and on the other hand, an approach to an affective life that coheres with such perspective- which I call “Emanations”. From a non-representational perspective, I assert that if there is no distinction between subject and object, hence affect belongs to an ecology where place participates actively in the generation of such affective life. In short, place exudes affects; affects emanate from places, and also elements, organisms, and so on. Environmental aesthetics as a sub-field of the environmental humanities project has substantially contributed to the understanding of how aesthetic values extend human consideration on the environment. However, the modern subject-object dualism and the representational imperative underpinned these reflections. As a consequence, the subject monopolized any agential capacity, projecting on the environment a variety of values and norms. In this context, I wonder if is it possible to think in a nonrepresentational way, that is, a thoughtful consideration of what is beyond the subject? Is it possible to escape the subjective trap, which translates the complexity of the world to a mere scene where human subjects project their struggles? I would like to explore a way of thinking that trust in the givenness of the world. In this case, the world is not understood as the background horizon of human actions; quite the contrary, the world is a center of activity across human and non-human bodies. Correspondingly, in the following lines, I aim to describe how the emergence of an affective life which is not human-centered, grounds ethical-political engagements with space-times. I will illustrate this theoretical endeavor with different situations and conversations I had in the Tequendama region in Colombia. Mainly, I will describe vitality as an affect which emerges among people working and living at the intersection between conservation and agricultural activities.

 

Keywords: vitality; affect; place; non-representational theory.

 

Resumo


Neste artigo eu esboço uma prática narrativa para descrever a vida afetiva como é, vivida por um grupo heterogêneo de pessoas (incluindo camponeses, neo-rurais e ambientalistas), moradores da floresta nevoeiro de falha Tequendama na Colômbia. Teoricamente, essa descrição sugere uma perspectiva não-representacional e pós-fenomenológica articulando duas noções de articulação: a primeira, que eu chamo de ‘aberturas terra’ (a atividade auto-referencial do mundo), e, por outro, a vida afetiva propriamente dita auto-referencialidade, chamada “emanações”. Então, e sob o pressuposto de que não existe tal separação ôntica entre sujeito e objeto, afirmo que a vida afetiva emerge participando de uma relacionalidade em que os lugares têm um caráter ativo. Os lugares exalam afeições; e, as afeições, emanam dos lugares, como também dos elementos abióticos e dos organismos. Desde a década de 1980, as contribuições teóricas da Estética Ambiental ajudaram a entender como os valores estéticos permitem conferir certeza moral a entidades não humanas. No entanto, considero essas contribuições limitadas, dado o pressuposto sobre o qual repousa sua construção teórica com base na moderna dicotomia entre sujeito-objeto e seu imperativo simbólico-representacional. Isso leva ao estabelecimento de uma ideia de sujeito que monopoliza qualquer provisão de agência e concebe a consideração moral de entidades naturais como uma projeção de valorações humanas. Neste contexto, surgem os seguintes questionamentos: é possível pensar em uma forma não- representacional (se você quiser enativa), ou seja, uma forma de abordar o fenômeno que vai além da formação do sujeito moderno? É possível escapar da armadilha do subjetivismo que acaba reduzindo a complexidade do mundo a um simples pano de fundo, no qual os sujeitos humanos projetam seus dramas? Nesse sentido, este artigo tem como objetivo explorar uma perspectiva que se baseia na “doação do mundo”. Assim, o mundo não é pensado como um pano de fundo contra o qual a atividade humana se desdobra, mas se torna um centro de atividade que é mobilizado através de corpos humanos e não humanos. Em suma, nas seguintes linhas, proponho a descrever como esta vida emocional emergente, que não é exclusivamente centrado no ser humano gera compromissos éticos e políticos a determinados lugares. Principalmente, neste artigo vou descrever a vitalidade do lugar em tanta afeição que circula entre os corpos.

 

Palavras-chave: vitalidade; carinho lugar; teorias não representacionais.


El final de la tarde se acerca. Entonces, nos sentamos con Adriana a tomarnos un té, luego de haber pasado todo el día en los talleres de educación ambiental que ella coordina. Para Adriana el té es toda una ceremonia, ya que es un momento de pausa el cual marca el final del día, y la entrada en el velo protector de la noche. Adriana llegó a la bioregión del Tequendama1 (Cundinamarca) a comienzos de la década de 1990 con el propósito de establecer una comunidad basada en prácticas meditativas. Aunque años después el proyecto ‘fracasó’ ella decidió quedarse a vivir en una vereda cercana al municipio de Anolaima. Desde esa época participa activamente en diferentes programas de educación ambiental. Adriana, como muchas otras personas que entrevisté, tiene un apego especial a este lugar. En el presente artículo quisiera conceptualizar acerca de la relación entre afecto y lugar sin emplear las categorías propias del análisis simbólico-representacional, ni las del constructivismo social. Intento, así, proponer un análisis de la vitalidad en tanto fuerza afectiva subjetiva generadora de mundos.Estábamos hablando con Adriana acerca de lo particular que es estar en este lugar, en este bosque de niebla. Siempre nos causa impresión sentir lo que ella denomina como ‘la vitalidad del lugar’. Normalmente, esto salía a relucir cuando contrastábamos lo que hemos experimentado como el mundo euro-norteamericano, y lo que ella refiere como: ‘este territorio’. Antes de venir a Colombia Adriana vivió en Dinamarca por más de 15 años. Ella enfatizaba la ambigüedad que produce el caos, el desorden de nuestros países, pero que a la vez nos mantiene tan vivos. En contraste, el orden perfecto de la vida cotidiana de los países del Norte, llega a implicar aburrimiento, agotamiento, soledad. Ella encontraba aterrador el número creciente de suicidios entre jóvenes de esos países. Claro, son nuestras subjetividades implicadas que sienten algo de una manera y no de otra; y no es dable generalizar. Sin embargo, conceptualizando a partir de la experiencia de Adriana es posible notar este tipo de vitalidad, que no puede ser reducida a la idea de la proyección sentimental de un cuerpo en particular ni a las representaciones sociales que se producen; por el contrario, para Adriana del bosque emana algo con lo que ella hace, y a ese algo yo lo llamo vitalidad.r territorializado temporalmente en una cierta individualidad corporal.


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Figure 24. Bosque de Niebla. Falla del Tequendama. 2009. Foto: Juan Camilo Cajigas-Rotundo. 2009.


Tomando como referente esta experiencia es posible establecer una conversación con ciertas corrientes de las teorías no-representacionales y afectivas, específicamente, aquellas que atienden a la intersección entre lugares -espaciotiempos- y afecto (Escobar, 2016; Thirft, 2008; Ahmed, 2006; McCormack 2013); en este sentido, es dable establecer la pregunta por la emergencia de las energías afectivas que circulan entre cuerpos humanos y no-humanos de diferentes tipos y espaciotiempos. De esta manera, los afectos no son sólo proyecciones representacionales que los sujetos sociales generan en sus mentes (lo cual está ligado a la definición de lo emocional2), sino que de igual manera, los lugares exudan o emanan afectos. Los afectos se dan en todo momento, en un campo donde los cuerpos son el resultado de las relaciones que los componen. Los afectos refieren a una dimensión de fuerzas a-personal e intensiva (Deleuze y Guattari, 2000; Massumi, 2002). Si se quiere, la comprensión de lo social que se propone acá es alegórica, esto es, por un lado, una abierta a la indiferencia y complejidad del actuar del mundo, y, por otro lado, una donde se atiende a lo que no se puede decir pero se deja sentir. Dicho actuar nos hace comprender a la mismidad reflexiva de la conciencia como un momento más bien terminal de una modulación composicional en la que una ocasión del actuar del mundo se da (Whitehead 1985, 29). En otros términos, el sujeto no es el centro del mundo, más bien es una forma donde convergen múltiples eventos (Nishida, 2012)

 

Para ilustrar esta particular relación entre afectos y lugares remito al estudio que realiza la antropóloga Navaro- Yashin (2009) de la melancolía en tanto afecto activo entre los ciudadanos Turco-Chipriotas quienes viven en las ruinas y con los objetos abandonados por sus enemigos Greco-Chipriotas en el marco de la invasión Turca a Chipre. Los objetos y lugares emergen en tanto energías afectivas intensamente percibidas que impactan y circulan a través de los cuerpos de la comunidad en cuestión. La melancolía no es entendida como un estado interno del sujeto (perspectiva propia de la antropología de las emociones), sino como un afecto que circula y se descarga más allá y más acá de los contornos del individuo. Según este recuento etnográfico, es el lugar el que exuda el afecto de la melancolía, y no sólo los sujetos Turco-Chipriotas los que lo proyectan representacionalmente. En efecto, se presenta una configuración afectiva relacional en la que se co-implican los modos del habitar y los lugares. Los afectos nos remiten a las múltiples relaciones entre lugares y cuerpos de diferentes clases; los afectos son una forma básica de la relación corporalizada.

 

Una mañana caminando por la vereda, luego de estar viviendo un año en este bosque, comencé a sentirme como un lugareño más. Eso que refiero como ‘vitalidad’ apareció. Lo sentí como un escalofrío que recorre mi columna vertebral y me llega hasta la cabeza; me hacía abrir los ojos y estirar los dedos de las manos. Anclarme firme en la tierra. La fuerza del bosque se hace sentir. De repente, experimenté una claridad mental en medio de un sin fin de pensamientos agitados. Un cosquilleo en la parte baja del vientre me produjo náusea, a la vez que el reflejo de la luz en ciertos objetos se hizo más intenso. Tuve que caminar más lento, y enfocarme en la respiración. Uno podría llegar a denominar esta experiencia afectiva como un ‘sentimiento estético’ (Berleant, 1992). Sin embargo, esta definición la reduce al esquema cognitivo de la epistemología moderna (basado en la relación sujeto-objeto). El efecto que describo acá, puede ser mejor comprendido como una forma de inmersión en una atmósfera afectiva (Anderson, 2009) que en cierto sentido, empieza a componer a quien habita en este lugar por un tiempo considerable.

 

Pensando con este bosque y las gentes que lo habitan, uno puede afirmar que hay un régimen de afectividad que emana de cada lugar. Una cualidad sutil aunque perceptible. Un tamiz que recorre la piel de esta tierra-bosque (Noguera & Pineda, 2014). Y no todos los sitios son iguales; como tampoco todas las personas los perciben de la misma forma. La gente del lugar con la que conversé empleaba la expresión ‘sentirse’ para referir a la conexión con su campo sensible. A mi modo de ver, la vitalidad es un puro sentir que los conecta con lo que ellos experiencian como las fuerzas de la tierra. Este sentipensar3 se manifiesta como una textura en la superficie de la vida cotidiana, la cual puede percibirse como algo negativo o positivo. Cada lugar es diferente. Por ejemplo, en mi conversación con Roberto el director de la Reserva Tenasuca localizada en la laguna de Pedro Palo (Municipio de Tena), sobresale cómo la percepción esta bañada con un aura de nerviosismo, miedo, misterio. Imagínese inmerso en el frío del agua, en la espesura de la niebla, en el verde-claro del bosque, una garza negra, los amigos trabajando en la huerta. En fín las emanaciones del lugar nos afectan en múltiples registros del cuerpo.

 

Con todo, me estoy refiriendo al encuentro afectivo entre cuerpos; cuerpos afectándose entre sí. Basándome en la definición de regionalidad de Stewart (2013) y su particular énfasis en la manera en que viene a la presencia la fuerza de un mundo, es decir, su generatividad-, es posible registrar este tipo de vitalidad, la cual enactúa este lugar en particular. Para Stewart la regionalidad es algo que se siente en el aire, es el resultado transitorio y singular de una composición en la que una variedad de elementos (bióticos, abióticos, afectivos, ordinarios, históricos, textuales) entran en contacto en diferentes capas de aglutinación. Esto produce lo característico de una ocasión en tanto singularidad del evento. En esta perspectiva se atiende a lo meramente ordinario y a lo afectivo, de manera que se potencia lo que el lugar produce en la experiencia sensual de los cuerpos. La vitalidad apunta precisamente a esta generación de lo real-singular en cualquier esfera de lo sensible. Los detalles de lo singular constantemente producen límites y bordes que nos hacen pasar de una ocasión a otra, re-haciendo la vida cotidiana.

 

La vitalidad puede ser conceptualizada como una cualidad singular percibida a través de nuestros sentidos, pero que no puede ser reducida a la actividad en mismidad del sujeto cartesiano; por el contrario, lo que se presenta acá es la actividad resultado del darse de un mundo-vida. Un mundo emerge a través de la composición de un encuentro. Las cosas aparecen como emanaciones, es decir, como configuraciones relacionales que nos muestran algunas de sus facetas. Pero las cosas son más autónomas y complicadas que lo que podemos decir de ellas. La fuerza de las cosas no se reduce a nuestra representación de éstas. Esta es la paradoja de lo presente y lo ausente en el darse emanativo de un mundo-vida.



Bosque.

Garza blanca en el pico de un árbol

¿qué es la presencia?

¿qué es la intensidad?


La Garza,

y todo lo demás.


Cielo-Roca-Árbol azulejo-armadillo armadillo-trueno,


En el fondo

de la montaña hay un abismo.


La vida creciendo en el color blanco-melocotón de las orquídeas,

El pájaro cardenal blanco deliciosamente suspendido en la rama de un roble, El sonido de las pepas de café estrellándose contra el suelo,

cayéndose podridas impulsadas por el viento,

el carrito de paletas medio andando por la carretera destapada, y de repente la niebla, tragándose todo lo que encuentra.

La niebla tapa el sol, y penetra los poros de mi piel.

La piel-corteza-musgo del roble se hunde también en la niebla.

No se ve nada. Pero, los ojos de la niebla lo ven todo.



¿Cómo se siente vivir en este bosque? Esta era una de las preguntas que le hacía a la gente con la que conversaba. Algunas de las personas provenían de espacios urbanos, otros de zonas más rurales; la mayoría se dedicaban en mayor o menor grado a actividades agrícolas, educativas o ligadas a la conservación. Lo que me llamó la atención es que la mayoría de estas personas aseguraban que había algo especial en este bosque. Me pregunto ¿qué es lo especial? ¿Es eso diferente a lo que se siente en otros lugares?

Una de las personas con las que conversé fue Iván, quien es un joven ambientalista líder de la organización Cosmo- mímesis. Iván ha vivido entre las zonas rurales y urbanas aledañas al municipio de Zipacón y Facatativa. Ejerciendo su profesión de biólogo Iván se dedica a actividades de conservación tales como el rastreo de poblaciones de osos perezosos, el establecimiento de corredores biológicos, la agroecología y actividades de educación ambiental en comunidades locales. Sentados cerca de un naranjo, le pregunté a Iván por lo que sentía en este lugar:

 

“Lo entiendo como algo muy mágico, como un portal hacia otro lado. Sí, porque realmente eso no lo tiene ningún otro ecosistema. Uno entra en la niebla y cambia todo totalmente, es como una cámara del tiempo. Todo blanco, con árboles enormes, con toda esa fuerza. Animales que uno escucha pero no ve. Un montón de hojarasca siempre en el piso. Sí, hay vida por todo lado, por arriba, por abajo. Y es eso como sentirse tranquilo. La neblina le hace dar eso a uno. Mucha agua alrededor. Y por el mismo color que uno percibe, todo ese blanco le hace dar armonía a uno, equilibrio. Por lo menos allá en el bosque en el que yo estoy. Me gusta mucho”. (Archivo personal 08/19/15)Para Iván la niebla activa una forma de ‘senti-estar’ con el bosque-los animales-los árboles-el agua-el suelo-la niebla. La atmósfera afectiva es referida como una donde la presencia de la niebla transforma los modos del estar ahí; se desvela otro mundo. Un mundo-vida acaece. Lo anterior no implica que no haya mediación humana de la experiencia, sin embargo, esta mediación puede estar abierta a la indiferencia y complejidad de un mundo abierto. La fuerza de un mundo-vital emerge en el juego de lo presente y lo ausente, haciendo que el cuerpo resuene con la cualidad singular de cada lugar. La emoción referida por Iván de ‘armonía y equilibrio’ traduce la vida afectiva del bosque a través su cuerpo. La fuerza afectiva de la vida es una intensidad que escasamente puede ser traducida al lenguaje articulado, si bien, es una dimensión siempre disponible para ser sentida. Imagínese caminando en la niebla, pasando por encima de pedazos de troncos caídos debido a la humedad, sintiendo en su cara gotas frías de lluvia en el atardecer, y a la vez corrientes de aire caliente; de repente, una danza de colibríes chupando jugosas orquídeas irrumpe brindando una ocasión composicional (Whitehead, 1985). Todo a la vez. Una ocasión composicional animada por la fuerza afectiva de la vida.


La ‘energía’ o el ‘encanto’ de los lugares (Cuomo, 1998) es algo que puede sentirse o no, es algo con lo que los cuerpos humanos pueden resonar o no. La ‘vitalidad del lugar’, expresión referida por algunos lugareños, apunta entonces a la composición de un lugar en el que la intensidad de una fuerza-vida se da. En este caso, las prácticas agroecológicas adelantadas por pequeños campesinos y activistas son la que posibilitan que ciertos modos corporales de la atención resuenen con el afecto que emana de este bosque. Adriana, Roberto e Iván han elegido abrir su campo sensorial para interactuar con la singularidad de este lugar, compuesto por los pájaros, las plantas, el suelo, los gestos, las palabras, las historias, las prácticas, el clima, la niebla, etc. En esta particular composición co-emergente es de donde emana la vitalidad del lugar.


Son las aperturas de un cierto lugar, resultado del intrínseco y complejo mundanear, del darse de un mundo-vida, las que nos abren a la potencia de lo virtual. Las emanaciones son, entonces, configuraciones relacionales del proceso del mundo con toda su fuerza intempestiva.


Flores de esta tierra

abiertas y cerradas

somos el envés del mundo.


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1  El presente artículo es un apartado de la investigación en curso sobre la reconfiguración de lo ‘ético-político’ presente en las redes de agrecología y conservación de la biore- gión del Tequendama. Particularmente, me concentro en los bosques de niebla de la falla del Tequendama en los municipios de Zipacón, Cachipay y Anolaima. Estos remanentes de bosque ubicados entre los 1200 y 1900 msnm. representan una de las fuentes de absorción de agua más importantes de Colombia (Armenteras, 2007). Realicé un trabajo etnográfico y colaborativo en la zona en el año 2015 y 2016 con campesinos cultivadores de café y helechos, activistas ambientales, y neorurales (ciudadanos colombianos migrantes de la ciudad al campo, como también ex-patriados migrantes del Norte global). Estas personas constituyen las redes de agroecología y conservación como la Red de Reservas de la Sociedad Civil, la Red de Permacultura del Tequendama, o las articuladas a la Fundación ÉticaVerde. Me refiero entonces a coaliciones entre diferentes actores socionaturales que configuran acciones democráticas en transición a una sociedad post-fosilista. Con todo, estas coaliciones y proyectos están lejos de ser idílicos; este es un campo en conflicto donde se presentan dinámicas de ‘gentrificación’, conflictos legales por el uso del agua con agricultores semi-industriales de cultivos ornamentales, conflictos por la adjudicación de licencias de minería de gravilla para construcción, entre otros. Esta investigación ha mostrado cómo la dimensión del afecto da cuenta de las dinámicas territoriales de apropiación por parte de diferentes actores locales. Agradezco a Marisol De La Cadena y a Lynette Hunter por sus comentarios críticos.

2  Si bien el debate en torno a las teorías de lo afectivo presentan diferentes aproximaciones a su posible definición, en este escrito sigo la ya conocida corriente representada por autores como Baruch Espinoza, Gilles Deleuze, Feliz Guattari y Brian Massumi. En ésta los afectos son fuerzas impersonales que se transmiten entre corporalidades de diversa índole. El afecto tiene, como tal, un carácter objetivo; su ser viene a la presencia, conformando un territorio afectivo, es decir, una cualidad del afecto apenas percibida generadora de atmósferas singulares. Eventualmente, el afecto deviene emoción al se

3  Empleo el término ‘sentipensar’ apoyándome en la noción Zubiriana de puro sentir, esto es, un sentir anterior a la percepción fenomenológica intencional. Para Zubirí es en el puro sentir en donde se realiza la actualización de lo real (Zubiri, 1998).

 

4  En tanto práctica performativa que acompaña este texto, introduzco acá lo que denomino: ‘pensamiento-haiku’; una práctica escritural a medio camino entre la poesía y el aforismo. No busco hacer una exégesis del haiku en el contexto de la poesía japonesa, ni tampoco me ciño a la métrica de su estructura textual. Más bien, quiero emplear la resonancia impersonal del haiku; así, entiendo el haiku como una forma textual en la que se manifiesta el evento, es decir, el darse impersonal y emanativo de un mundo-vida, un mundanear. Esta escritura hace algo en nuestros cuerpos, ya que expresa la fuerza del evento.


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