DOI:

https://doi.org/10.14483/22484728.5526

Publicado:

2013-12-10

Número:

Vol. 7 Núm. 2 (2013)

Sección:

Visión de Contexto

La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort

Critical social science and the francfort school

Autores/as

  • Johanna P. Domínguez V.
  • Armando Lugo G.

Palabras clave:

Critique, Marxism, rupture of civilization, Illustration (en).

Palabras clave:

Crítica, marxismo, ruptura de la civilización, Ilustración (es).

Biografía del autor/a

Johanna P. Domínguez V.

Tecnóloga en Electricidad, ingeniera en Distribución
y Redes Eléctricas, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia. Estudiante de Maestría
en Ingeniería Industrial, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia.

Armando Lugo G.

Lic. en Ciencias Sociales, especialista en Lenguaje y Pedagogía de Proyectos, MSc. en Investigación Social Interdisciplinaria, Universidad Distrital Francisco
José de Caldas, Bogotá, Colombia. Ph.D.(c) en
Ciencias Políticas, Universidad Externado de
Colombia. Docente de planta de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas.

Referencias

R. Jaramillo V, Presentación de la teoría crítica de la sociedad, Bogotá: Fundación Editorial Argumentos, 1991.

S. Gandler, Fragmentos de Fráncfort: ensayos sobre teoría crítica, México: Editorial Siglo XXI, 2011.

R. Jaramillo V, “Algunas consideraciones sobre el asunto ‘Marx’ hoy”, Ideas y Valores, Bogotá: Editorial Universidad Nacional, vol. 47, no. 108, pp. 39-55, 1998.

C. Marx, El Capital, tomo 1, México: Fondo de Cultura Económica, 1976.

R. Wiggershaus, La Escuela de Fráncfort, México: Fondo de Cultura Económica, 2011.

E. Dussel, El programa científico de investigación de Karl Marx (ciencia social funcional y crítica), disponible: http://www.reggen.org.br/midia/documentos/elprogramacientificodeinvestigaciondekarlmarx.pdf, consultado: 7 de agosto de 2012.

Cómo citar

APA

Domínguez V., J. P., y Lugo G., A. (2013). La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort. Visión electrónica, 7(2), 205–213. https://doi.org/10.14483/22484728.5526

ACM

[1]
Domínguez V., J.P. y Lugo G., A. 2013. La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort. Visión electrónica. 7, 2 (dic. 2013), 205–213. DOI:https://doi.org/10.14483/22484728.5526.

ACS

(1)
Domínguez V., J. P.; Lugo G., A. La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort. Vis. Electron. 2013, 7, 205-213.

ABNT

DOMÍNGUEZ V., Johanna P.; LUGO G., Armando. La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort. Visión electrónica, [S. l.], v. 7, n. 2, p. 205–213, 2013. DOI: 10.14483/22484728.5526. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/visele/article/view/5526. Acesso em: 28 mar. 2024.

Chicago

Domínguez V., Johanna P., y Armando Lugo G. 2013. «La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort». Visión electrónica 7 (2):205-13. https://doi.org/10.14483/22484728.5526.

Harvard

Domínguez V., J. P. y Lugo G., A. (2013) «La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort», Visión electrónica, 7(2), pp. 205–213. doi: 10.14483/22484728.5526.

IEEE

[1]
J. P. Domínguez V. y A. Lugo G., «La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort», Vis. Electron., vol. 7, n.º 2, pp. 205–213, dic. 2013.

MLA

Domínguez V., Johanna P., y Armando Lugo G. «La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort». Visión electrónica, vol. 7, n.º 2, diciembre de 2013, pp. 205-13, doi:10.14483/22484728.5526.

Turabian

Domínguez V., Johanna P., y Armando Lugo G. «La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort». Visión electrónica 7, no. 2 (diciembre 10, 2013): 205–213. Accedido marzo 28, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/visele/article/view/5526.

Vancouver

1.
Domínguez V. JP, Lugo G. A. La ciencia social crítica y la escuela de fráncfort. Vis. Electron. [Internet]. 10 de diciembre de 2013 [citado 28 de marzo de 2024];7(2):205-13. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/visele/article/view/5526

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LA CIENCIA SOCIAL CRÍTICA Y LA ESCUELA DE FRÁNCFORT

LA CIENCIA SOCIAL CRÍTICA Y LA ESCUELA DE FRÁNCFORT

CRITICAL SOCIAL SCIENCE AND THE FRÁNCFORT SCHOOL

Fecha de envío: enero 2013
Fecha de recepción: enero 2013
Fecha de aceptación: septiembre 2013

Johanna P. Domínguez V.

Tecnóloga en Electricidad, ingeniera en Distribución y Redes Eléctricas, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia. Estudiante de Maestría en Ingeniería Industrial, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: jdominv@ yahoo.com

Armando Lugo G.

Lic. en Ciencias Sociales, especialista en Lenguaje y Pedagogía de Proyectos, MSc. en Investigación Social Interdisciplinaria, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia. Ph.D.(c) en Ciencias Políticas, Universidad Externado de Colombia. Docente de planta de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Correo electrónico: alogog@udistrital.edu.co

Resumen:

En este artículo se hace un recorrido histórico por los principales momentos de lo que se ha denominado: “Escuela Social Crítica” y que algunos han llamado “Escuela de Fráncfort”, en honor a la ciudad donde convergieron sus principales representantes, especialmente los conocidos como la primera generación de Fráncfort, entre los que se cuentan Félix Weil, Friedrich Pollock, Kurt Albert Gerlach y Max Horkheimer. Para lograr la intención propuesta, que consiste en presentar un recorrido histórico y las principales discusiones en cada momento, se hace énfasis en el origen de la escuela y sus dos generaciones, teniendo en cuenta los contextos históricos y algunos acontecimientos significativos para la consolidación de una postura crítica de la sociedad. Lo anterior sin desconocer que ya algunos teóricos como Stefan Gandler proponen una tercera generación con autores como Honneth y Dubiel.

Palabras Clave:

Crítica, marxismo, ruptura de la civilización, Ilustración

Abstract:

This article makes a historical journey through the major moments of what has been called “School social criticism” and that some have called “Fráncfort School” in honor of the city where its most important representatives, especially those known as the first generation of Fráncfort, among which include Felix Weil, Friedrich Pollock, Kurt Albert Gerlach and Max Horkheimer. To achieve the intended proposal, which is to present a historical overview and the main discussions at all times, emphasis is placed on the origin of the school and two generations, taking into account the historical and some significant events for the consolidation of a critical view of society. This while recognizing that some theorists as Stefan and Gandler proposed third generation writers such as Honneth and Dubiel.

Keywords:

Critique, Marxism, rupture of civilization, Illustration.

1. Introducción

La ciencia social crítica nace en un momento de convulsión de la historia de la humanidad, rodeada de hechos históricos como la revolución rusa, la Primera Guerra Mundial, la derrota de Alemania en esta guerra, el ascenso de los partidos comunistas en el ámbito mundial, entre otros, momentos decisivos para algunas corrientes de pensamiento, ya que estos hechos históricos sirvieron de caldo de cultivo para la materialización de proyectos políticos a partir de nuevos paradigmas.

En este artículo se intentar hacer un recorrido por la historia de la ciencia social crítica, teniendo en cuenta el momento histórico en que nace la Escuela de Fráncfort y cómo este incide en su formulación teórica, haciendo énfasis en las discusiones que se generaron en esta arena, no solo en el primer momento de Fráncfort, sino también en épocas posteriores.

Para desarrollar esta propuesta se tendrán en cuenta postulados de la primera y la segunda generación de teóricos de la Escuela de Fráncfort, sin dejar de lado el contexto histórico en que esta se desarrolla, tratando de identificar los aportes de cada uno de estos momentos. Cabe aclarar que autores como Stefan Gandler hablan de una tercera generación, a partir del surgimiento de teóricos como Honneth y Dubiel.

Hay que tener presente que lo que se denomina Escuela de Fráncfort no presenta un pensamiento totalmente homogéneo, lo que permite vislumbrar en sus representantes algunos puntos de debate, más sin embargo se reconoce que hay unas líneas propias que le dan identidad a esta escuela y que van a ser resaltadas en este texto.

2. Orígenes de la Ciencia Social Crítica y la Escuela de Fráncfort

La Primera Guerra Mundial les permitió a los socialistas rusos materializar la propuesta socialista de Lenin. Con ello la vanguardia de los movimientos revolucionarios se desplazó al este, vanguardia que hasta ese momento habían logrado mantener los países del centro de Europa como Alemania. Esto cambió el escenario para los académicos y los intelectuales de Europa, principalmente para los de izquierda.

Los intelectuales y los académicos de izquierda alemanes tenían ante sí dos caminos: “en primer lugar, podían apoyar a los socialistas moderados y su recién creada República de Weimar, evitando así la revolución y desdeñando el experimento ruso; o en segundo término, podían aceptar el liderazgo de Moscú, unirse al partido comunista alemán, recién creado, y trabajar para socavar el compromiso burgués de Weimar” [1].

Pese a las dos opciones que se presentaban en ese momento histórico, algunos intelectuales alemanes decidieron un tercer camino, el cual consistía en la revisión juiciosa de la teoría marxista. Esto con el firme propósito de advertir los errores del pasado y disponerse a enfrentar las acciones venideras. Las reflexiones producto de ese proceso pusieron a la teoría marxista en el centro del debate académico y con ello se actualizaron y desarrollaron sus presupuestos, a la luz de posturas no ortodoxas.

Así, “se inicia un estudio reciente sobre la accidentada aventura intelectual de un grupo de pensadores e investigadores que a partir de la tercera década de nuestro siglo intentaron recoger las tradiciones del pensamiento radical alemán, cuyas premisas habían sido establecidas durante los años cuarenta del siglo pasado. La ‘Teoría Crítica de la Sociedad’ que con el transcurso de los años y en particular tras el estallido juvenil de la segunda mitad de la década de los sesenta sería popularmente conocida con la denominación locativa de ‘Escuela de Fráncfort’” [1].

En ese contexto se fundó el Instituto de Investigaciones Sociales (Institut Für Sozialforschung), el 3 de febrero de 1923 en la ciudad alemana de Fráncfort, el cual reunía a los intelectuales en los salones del Museo de Ciencias Naturales, guardando independencia de la Universidad de Fráncfort y financiado con capital proveniente de los judíos, lo que tal vez tenga estrecha relación con que la primera generación de estos académicos todos fueran de origen judío.

Años más tarde, en la década de los sesenta, a este movimiento intelectual se le denominaría Escuela de Fráncfort, denominación criticada por algunos autores, debido a que presenta inconvenientes de orden geográfico e histórico, por cuanto

En el caso de la teoría crítica de la sociedad esa terminología, que diluye lo conceptual a lo geográfico, ha sido ampliamente criticada, no solamente por el hecho de que la mayor parte de los textos de esta escuela no han sido redactados en Fráncfort am Main, sino en París, Nueva York, Berkeley, Los Ángeles, San Diego y otras ciudades que recibieron a los miembros del Institut Für Sozialforschung (Instituto de Investigaciones Sociales) y a Walter Benjamin, debido a que, a la llegada de los nazis, se vieron obligados a salir de Alemania para poder seguir trabajando y existiendo.

Los fragmentos que se dan a conocer en las siguientes páginas1 son de Fráncfort, no solo porque este nombre, a pesar de ser falso en términos históricos, es de uso común para denominar esta tradición teórica, sino, también, porque en términos genealógicos tienen una estrecha vinculación con dicha ciudad. No lo decimos tanto en el sentido de “Fragmentos ideados en Fráncfort” (o también como “Ideas fragmentadas de Fráncfort”).

Al salir de ahí en 1993, llevamos en las maletas y en nuestras reflexiones, todo un bagaje que al empacarse, trasladarse y desempacarse quedó cada vez más fragmentado, despedazado y desintegrado. Esta fragmentación filosófica no es lamentable y tampoco representa una pérdida conceptual reclamable a alguna instancia de control de calidad académica. Al contrario, en términos filosóficos y conceptuales este estrangement (este alejamiento, esta enajenación) de Fráncfort nos ha permitido entender la teoría crítica, como nunca habíamos logrado en Fráncfort. [2]

Al periodo comprendido entre la fundación del Instituto de Investigaciones Sociales el 3 de febrero de 1923 en Fráncfort, a la muerte de Max Horkheimer en 1973, se le conoce como la primera generación de la Escuela de Fráncfort. A partir de 1973, año en el que no solo falleció Horkheimer, sino que el mundo se enfrentó a una recesión económica, marcada por una crisis petrolera, lo que permitió el inicio de la puesta en marcha del modelo neoliberal a nivel mundial.

3. Desarrollo y discusiones de la Escuela de Fráncfort

La primera generación de lo que se ha denominado Escuela de Fráncfort, encuentra entre sus principales representantes en Félix Weil, Friedrich Pollock, Kurt Albert Gerlach y el joven Max Horkheimer, quienes figuran como los fundadores del Instituto de Investigaciones Sociales. Este tuvo la financiación de Hermann Weil, padre de Félix Weil, quienes se propusieron la tarea de estudiar a Marx, específicamente los temas concernientes a la conceptualización y las problemáticas que subyacen a la obra de este autor; es decir, era una institución de estudios marxistas.

Pero tal vez los autores más reconocidos de este periodo son Max Horkheimer, quien figura como fundador, Theodor Adorno, Otto Kirchheimer, el psicoanalista Erich Fromm y aunque distante Walter Benjamin. Esto permite ver cómo la escuela gozó de un carácter interdisciplinar, ya que se pusieron en juego posturas desde diversas disciplinas, en relación con un mismo objeto de estudio, lo que hizo que las discusiones se volvieran más fértiles y, como se puede ver, todos eran hegelianos de izquierda, herederos del pensamiento de, principalmente, Hegel, Marx y Freud.

Como se puede apreciar, la escuela en sus inicios fue europea, lo que años más tarde iba a cambiar, producto de la diáspora de los intelectuales alemanes de izquierda a raíz del ascenso del nazismo. “Los años veinte fueron una época por la cual el “viejo continente” merecía por última vez la fama —que tiene hasta hoy— de ser una tierra fecunda para el desarrollo de la cultura, y las formas de convivencia en general” [2].

El mundo entero recuerda aún con coraje cómo lo que acabamos de denominar diáspora fue la persecución cruenta al pueblo judío europeo. Esta persecución, plagada de muerte y miseria, es a lo que la Escuela de Fráncfort denominó la “ruptura de civilización”, por cuanto fue una matanza planeada, donde la ciencia se puso al servicio de la maquinaria nazi y produjo las denominadas “fábricas de la muerte” (Auschwitz, Treblinka, Mauthausen, etc.). Esta “ruptura de civilización” es un concepto importante en la escuela: “Ningún otro concepto de la teoría crítica se puede verdaderamente entender sin conocer a fondo —y no solamente de manera superficial— lo que fue este proceso casi completamente exitoso de convertir a Europa en “judenfrei” (“liberado” o “libre de judíos”)...” [2].

Este proceso hizo que la teoría crítica empezara a usar el concepto de “desesperación”, el cual se toma de manera existencial, rompiendo con su concepción general:

Se refiere a la desesperación que provoca el conocimiento no superficial del mencionado hecho único en la historia –la Shoah– en cualquier ser humano no completamente cínico y mucho más todavía en los que apenas se salvaron del “destino” que el movimiento popular nacionalista les ha previsto. Toda la Teoría Crítica debería haber perecido en las cámaras de gas si la historia mundial hubiera “cumplido su destino lógico” como después diría Horkheimer.

Pero la desesperación no es la de un sobreviviente, quien siempre tiene familiares y amigos que no podían escaparse de la “lógica de la historia”, sino también es una desesperación a nivel conceptual teórico. Es ahí donde la Teoría Crítica tiene su principal ruptura con la izquierda clásica, el movimiento obrero y el marxismo tradicional, sobre todo el marxismo dogmático al estilo de la Unión Soviética (en la época de esta escuela cada vez más rígida y estalinista). Es la ruptura con la creencia segura en el papel protagonista-revolucionario del proletariado, en la historia de la forma de producción capitalista. Es más todavía: la ruptura con un punto esencial en la percepción del mundo moderno que desarrollaba Karl Marx. [2]

Esta lectura de Marx presenta varias consecuencias: en primer lugar, que en el modelo de producción capitalista existen contradicciones que ponen en la arena revolucionaria grupos, sectores de clase o comunidades que pueden participar e incluso liderar procesos revolucionarios, y no solo el proletariado. Con ello se amplían tanto el espectro de la vanguardia revolucionaria a cargo del proletariado, como las contradicciones con otras esferas del modelo de producción capitalista.

En segundo lugar, hay que decir que Marx no alcanzó a vislumbrar, por cuanto su momento histórico no le permitió que su agudeza académica y analítica lo hiciera, el hecho de que el sistema capitalista pudiese desarrollar tan irracional nivel de crueldad, produciendo tanta barbarie y persecución, pues Marx centro sus análisis en las contradicciones de clase, lo que deja de lado en buena medida otras causas del sufrimiento humano. Con esto no se quiere decir que Marx sea un pensador menor, o que le faltó agudeza a sus análisis, solo que es hijo y heredero de una época.

Ahora bien,

se trata de pensar a Marx, es decir, también, de pensar en primer lugar lo que Marx pensó, y luego, de pensar a través de Marx, de pensar con Marx, no de repetir mecánicamente su pensamiento […] Marx era un heredero del pensamiento de la Ilustración. Si bien fue un crítico de la ilustración, fue también su heredero: el pensamiento de Marx es un pensamiento abierto a la experiencia. Marx fue un pensador radical, no un dogmático. No existe en Marx, en ninguna parte de su obra, una invitación a cerrar dogmáticamente el pensamiento.

Desafortunadamente, ya en el año veinticuatro, tras la muerte de Lenin, se consolido en la incipiente Unión Soviética, en medio del fragor de la construcción heroica —hay que decirlo— de la nueva sociedad, tras los esfuerzos de la guerra civil, un cuerpo de doctrina cerrado y dogmático, el “marxismo-leninismo” […] El pensamiento de Marx es esencialmente crítico, su obra es fundamentalmente crítica. No se encuentra en Marx “fórmulas”, ni mucho menos recetas para construir esa sociedad liberada y final de la humanidad en que pensaba. [3]

Ese pensamiento crítico, desprendido de cualquier dogmatismo, fue sobre el que se cimentó la primera generación de la teoría crítica, aportándole los frutos propios de su momento histórico, aquellos que Marx por el precario desarrollo del capitalismo y todos los hechos históricos que sucedieron, suceden y van a suceder después de su muerte no pudo vislumbrar. Pero de todas maneras —hay que decirlo— dejó el arsenal metodológico y científico para analizarlos.

Es a este proceso que se desarrollaría en Alemania y que Marx no pudo vislumbrar, a lo que la Teoría Crítica llamó “ruptura de la civilización”. Marx no pudo imaginar que el capitalismo desarrollado, como el alemán, terriblemente amenazado por el movimiento obrero de corte socialista, optara por el exterminio masivo, bajo un esquema populista e incluso a primera vista antiburgués.

Marx se imaginaba mucho más fácil —demasiado fácil— la “muerte” del capitalismo, no podía saber que este sistema de reproducción en su agonía, podía optar por el irracionalismo absoluto, combinando con la razón instrumental altamente desarrollada, para salvarse como proyecto social y económico. Mucho menos todavía se podía imaginar en qué grado iba a participar una parte muy considerable del proletariado alemán y también europeo en este afán autodestructivo del proyecto de la ilustración, de una sociedad en la que rigen las ideas de liberté, égalité, fraternité. [2]

Lo anterior tampoco quiere decir que para Marx, el paso a una sociedad donde se supere el capitalismo, se hiciera de forma amigable y cordial, pues como él mismo lo plantea, “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva” [4]. De lo que no se percató fue que esta sociedad en su afán por mantenerse planteara guerras a escala planetaria.

Fue este escenario en el cual la teoría crítica se empeñó en sentar sus propias bases, tomando a Marx como referente principal, sin desconocer que recibió duros comentarios tanto de la izquierda como de la derecha. El ala de izquierda dogmática del marxismo ortodoxo lanzó críticas al proyecto de la Escuela de Fráncfort, calificándolo de burgués, por cuanto no rendía culto a Marx, sino que lo tomaba críticamente, complementándolo, incluso mostrando algunas de sus debilidades, lo que hizo que sus expositores fueran denominados peyorativamente “marxeólogos”.

La derecha y el conservadurismo, por su parte, los alinearon con el marxismo ortodoxo de corte Unión Soviética, lo que hizo que la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort fuera mal entendida. Esto demuestra que esta escuela fue rechazada tanto por la derecha como por el marxismo ortodoxo, principalmente el soviético.

Pese a todas las críticas, la teoría crítica tomaría posición a favor de los oprimidos, oponiéndose a la explotación, la opresión y a cualquier forma de irracionalidad que atentara contra la libertad y la emancipación, es decir, en contra de todo tipo de irracionalidad, como aquella en la que cayó el proyecto de la Ilustración, por cuanto dio un uso instrumental a la razón.

Lo anterior no quiere decir que se deba formar un partido o alguna fuerza política o incluso militar para luchar contra los que ven a la explotación y la subyugación como algo natural. De lo que se trata entonces es de analizar la sociedad en su conjunto y hacer una crítica a cualquier proyecto de dominación. Esto no implica hacer predicciones sobre procesos de liberación, pero sí mostrar los errores cometidos, analizarlos y sentar posturas teóricas y prácticas con relación a estos:

Si la Escuela desarrolla una Teoría Crítica, esto no significa que toman la crítica o la negatividad como una postura fija o una posición “afuera” de la realidad existente, sino como una autorrestricción y nada más. Se limitan al análisis crítico, sabiendo muy bien, que éste mismo está también limitado por las contradicciones que están inmersas en la dialéctica de la Ilustración. Si subrayan la importancia de la negación, lo hacen solamente porque se han dado cuenta que la razón objetiva, no instrumental, no es capaz de otra cosa. Saben que lo único que podemos decir científicamente sobre un futuro, es el resultado del entendimiento de los errores del pasado, la “negatividad” no es entonces una nueva religión, como se sugiere en ciertas interpretaciones de la escuela, sino es una utopía que quiere poder existir sin ningún autoengaño, es decir sin ninguna profecía. [2]

En síntesis, se puede plantear que lo que se pretende es hacer una crítica o una revisión crítica de la racionalidad. En palabras de Theodor Adorno en 1962, “una especie de proceso de revisión racional frente a la racionalidad”, que como todo proceso requiere estructuración y reestructuración en la medida que avanza. Para cerrar esta primera parte de las discusiones y tomar en consideración los aportes de lo que se ha denominado segunda generación, se puede decir:

El marxismo se convirtió sobre todo en una inspiración para ellos en la medida en que estaba centrado en la experiencia. Solamente para Horkheimer (y sólo más tarde para Benjamin y aun más tarde para Marcuse), la indignación por la injusticia que se cometía con los explotados y los humillados constituyó un aguijón esencial del pensamiento. Pero a fin de cuentas también fue decisiva para él la indignación por el hecho de que en la sociedad burguesa capitalista no fuera posible una acción racional, responsabilizada frente a la generalidad, calculable en sus consecuencias para dicha generalidad, y que incluso un individuo privilegiado y la sociedad estuvieran enajenados el uno respecto de la otra.

Durante mucho tiempo él constituyo algo así como la conciencia teórico-social del círculo, la instancia que siempre advertía que la tarea común era proporcionar una teoría de la sociedad en su conjunto, una teoría de la época presente, que tuviera como objeto a los seres humanos como productores de sus formas de vida históricas, pero precisamente de formas de vida que estaban enajenadas de ellos. [5]

Esta primera época de la Escuela que Fráncfort, que finalizó con la muerte de Horkheimer en 1973 y coincidió con la crisis del capitalismo, el fin de la llamada época dorada del capitalismo, se caracterizó por que se hicieron desarrollos teóricos bajo la influencia de Hegel. Sus autores hacen parte de lo que se ha denominado hegelianos de izquierda, de Marx, un hegeliano de izquierda, y finalmente del psicoanálisis de Freud. Con la primera generación de Fráncfort, y siguiendo el texto de Enrique Dussel, se entendió:

que una teoría podía ser crítica si cumplía con dos condiciones: ser negativa y Material. La “negatividad” de la que hablamos, en primer lugar, es el “no-poder-vivir” de los oprimidos, explotados, de las “víctimas” —para hablar como Walter Benjamin o Emmanuel Levinas—; en el texto: “los trabajadores”. Es lo que hemos denominado en otros trabajos la “negación originaria" —en especial en el proceso de globalización moderna del capitalismo expresada en la miseria de los países periféricos, de un Brasil, México y hoy también Argentina, de una Kenya o Nigeria, India o Filipinas—. Sin considerar la “negatividad” no puede haber ciencia social crítica. Pero, y en segundo lugar, debe situarse en el nivel de la “materialidad” la dicha negatividad; es decir, en el contenido de la praxis en cuanto referido a la producción, reproducción y desarrollo de la vida humana, de la corporalidad humana.

No somos ángeles ni almas ni piedras: somos seres corporales, que vivimos y morimos, y por ello debemos comer, beber, vestirnos, estudiar, producir obras de arte, y algunas cosas más. Es en este nivel que la “negatividad” (alienación) aparece como “materialidad”: - (para Marx), represión pulsional (para Freud), pedagogía bancaria (para Freire), etc. Gracias a Marx y Freud la primera Escuela de Fráncfort había sido crítica. Desde 1970 aproximadamente, por variados argumentos contra Freud o Marx, desde un valioso y pertinente descubrimiento del paradigma lingüístico y pragmático, como razón discursiva en la comunidad de comunicación, pienso que la segunda Escuela de Fráncfort perdió criticidad, en tanto negatividad material (nivel en el que se sitúa el ética material que se negó antes por el recurso a la “trascendentalidad” formalista kantiana).

Pero crítica es una teoría científico-social no sólo por la posición teórica de lo negativo- material, sino, y esto es constitutivo de la crítico (criterio de demarcación, entonces), por el “ponerse de parte” efectiva y prácticamente “junto” a la víctima, y no sólo en posición observacional participativa –como el antropólogo descrito por Peter Winch–, sino como el co-militante que entra en el horizonte práctico de la víctima (negatividad material) al que se decide a servir por medio de un programa de investigación científico crítico (“explicativo” de las “causas” de su negatividad). Es aquí donde se entienden las cuestiones ya no estudiadas hoy –porque han pasado de moda para los científicos sociales y filósofos “funcionales” al capitalismo avanzado– del “intelectual orgánico” de Gramsci, o de la “responsabilidad por el Otro” de Levinas… [6]

En un segundo momento de la Escuela de Fráncfort, se propone según los teóricos que la influencia de Max Weber es definitiva, específicamente las discusiones sobre el carácter explicativo versus el carácter comprensivo de las ciencias sociales, inclinándose la escuela por las explicaciones de carácter comprensivo, pero sin despreciar lo explicativo.

Cuando se propone esta discusión donde en la comprensión se entiende el desde el otro, teniendo en cuenta su intencionalidad, motivaciones etc., es decir, se entiende al otro desde su propio ser, mientras en la explicación el investigador marca una división con el objeto de estudio, es decir, con el ser humano y la sociedad.

La Escuela de Fráncfort discute entonces sobre la forma de abordar el objeto de estudio. En ese sentido, el problema no se centra solo en cómo se concibe al objeto, sino también en el método de la ciencia, lo que revive la vieja discusión entre ciencias nomológicas y ciencias ideográficas, unas con leyes traídas de realidades empíricas y las otras desprovistas de leyes repetibles y, por supuesto, sin posibilidad de contrastación:

Gadamer había planteado la cuestión de la “comprensión” desde un horizonte hermenéutico. Ricoeur había aclarado la “interpretación hermenéutica” aplicada al caso de Freud. Von Wright describe los términos de la discusión en 1971, y Apel aclara su posición en una amplia y valiosa obra al respecto. Puede adelantarse que el segundo criterio de demarcación incluye una nueva determinación propia: las ciencias humanas o sociales se desarrollan usando la “explicación” (en la relación sujeto-objeto; siendo el “objeto” el mismo ser humano en sociedad; en un nivel formal causa-efecto, o en una nivel material de fundamentación dialéctica fundamento-fundado) o la “comprensión” (en la relación sujeto-sujeto por fundamentación dialéctica o interpretando de alguna manera la intencionalidad del otro sujeto o sujetos: “comprendiendo” los motivaciones, los valores, “entrando” en el “mundo” de la comunidad ajena).

Esta “explicación” o “comprensión” puede ser, entonces, por deducción (“causa”- ”efecto”) o por fundamentación (fundamento- apariencia o fundado). Las ciencias sociales usan frecuentemente complementariamente tanto la “explicación” de los hechos, remontándose a sus “causas”, como la “comprensión” por fundamentación, o por “comprensión” como hermenéutica, en este último caso, al pretender, con “interés” no solo observacional sino participativo, “interpretar el sentido” intersubjetivo de las acciones desde sus motivaciones evaluativas concretas. [6]

4. A manera de conclusión

Es importante resaltar el hecho de que la base fundamental de la teoría de la Escuela de Fráncfort es la teoría hegeliana, el marxismo principalmente y el psicoanálisis, pero estas no son asumidas de manera ortodoxa, puesto que conciben la sociedad de forma dialéctica y amplían el espectro de las discusiones y contradicciones planteadas a partir de la teoría marxista.

La vigencia del marxismo hoy es indudable, pese a que Marx no previó que la implementación de su modelo de pensamiento en países como la Unión Soviética fuera a terminar convertida en un genocidio de grandes proporciones, que tal vez algunos autores lo llevan al extremo, para poder borrar algunos aciertos de la aplicación de algunos postulados marxistas, sin desconocer que lo que se vivió y se vive en los países llamados socialistas, son desviaciones desde la génesis del pensamiento de Marx, las cuales se han dado porque las condiciones sociales, económicas, políticas e históricas impiden el desarrollo de los postulados del marxismo, unido esto al problema de que los individuos que lo aplican han hecho interpretaciones de Marx fuera de sus contexto histórico, político, social y económico.

La revolución de octubre de 1917 en Rusia permitió a la primera Escuela de Fráncfort evidenciar que hay otras formas de desarrollar el marxismo, acertadas o no, con la capacidad de pensar en sociedades diferentes, las cuales por sus procesos también son susceptibles de ser analizadas bajo la lente de la teoría social crítica, para poder entender sus aciertos de pasar de un país semifeudal a uno con muchos logros en cuanto a su desarrollo económico, social, cultural, técnico y científico y analizar el costo social de este proyecto, entre otros aspectos.

Hay que reconocer asimismo el impacto de las persecuciones hechas por el nazismo y el fascismo en el desarrollo de las ideas de la Escuela de Fráncfort, pues la primera generación vivió en carne propia los excesos de estos regímenes y con ello las persecuciones y la limitación de la promulgación de sus ideales. Pero hay que advertir aquí que este escenario brindó los elementos de análisis que permitieron hacer aportes e incluso reformular algunos elementos de la teoría marxista.

Pero esta diáspora generada por las persecuciones de los regímenes alemán e italiano, principalmente, también brindo una gran oportunidad para que el pensamiento de la escuela crítica se difundiera por el mundo, adquiriera nuevos adeptos y con ello nuevos aportes y posturas de pensamiento crítico, propiciando una cadena que aún no concluye y que continúa teniendo importantes desarrollos en campos como el del lenguaje y la política, entre otros.

Con respecto a la discusión entre carácter explicativo y carácter comprensivo, es posible llegar a la conclusión de que, finalmente, en las ciencias sociales y humanas se puede presentar una mediación en el uso de la comprensión y la explicación, lo que implica que no necesariamente son contradictorias sino que más bien son complementarias.

1.El texto tiene por título Fragmentos de Fráncfort. En esta parte el autor hace alusión al sentido polisémico que dicho título le permite.

Referencias

[1] R. Jaramillo V,Presentación de la teoría crítica de la sociedad, Bogotá: Fundación Editorial Argumentos, 1991.

[2] S. Gandler, Fragmentos de Fráncfort: ensayos sobre teoría crítica, México: Editorial Siglo XXI, 2011.

[3] R. Jaramillo V, “Algunas consideraciones sobre el asunto ‘Marx’ hoy”, Ideas y Valores, Bogotá: Editorial Universidad Nacional, vol. 47, no. 108, pp. 39-55, 1998.

[4] C. Marx,El Capital, tomo 1, México: Fondo de Cultura Económica, 1976.

[5] R. Wiggershaus, La Escuela de Fráncfort, México: Fondo de Cultura Económica, 2011.

[6] E. Dussel, El programa científico de investigación de Karl Marx (ciencia social funcional y crítica), disponible: http://www.reggen. org.br/midia/documentos/elprogramacientificodeinvestigaciondekarlmarx. pdf, consultado: 7 de agosto de 2012.

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