Published:

2011-12-31

Issue:

Vol. 8 No. 1 (2011)

Section:

Artículos de Investigación

Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia

Authors

  • Bernardo Congote Ochoa Universidad Distrital Francisco José de Caldas

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Ochoa, B. C. (2011). Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia. Tecnogestión: Una mirada al ambiente, 8(1). https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385

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[1]
Ochoa, B.C. 2011. Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia. Tecnogestión: Una mirada al ambiente. 8, 1 (Dec. 2011).

ACS

(1)
Ochoa, B. C. Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia. Tecnogestión mirada ambient. 2011, 8.

ABNT

OCHOA, Bernardo Congote. Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia. Tecnogestión: Una mirada al ambiente, [S. l.], v. 8, n. 1, 2011. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385. Acesso em: 28 dec. 2024.

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Ochoa, Bernardo Congote. 2011. “Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia”. Tecnogestión: Una mirada al ambiente 8 (1). https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385.

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Ochoa, B. C. (2011) “Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia”, Tecnogestión: Una mirada al ambiente, 8(1). Available at: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385 (Accessed: 28 December 2024).

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B. C. Ochoa, “Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia”, Tecnogestión mirada ambient., vol. 8, no. 1, Dec. 2011.

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Ochoa, Bernardo Congote. “Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia”. Tecnogestión: Una mirada al ambiente, vol. 8, no. 1, Dec. 2011, https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385.

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Ochoa, Bernardo Congote. “Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia”. Tecnogestión: Una mirada al ambiente 8, no. 1 (December 31, 2011). Accessed December 28, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385.

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Ochoa BC. Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema. El caso de Colombia. Tecnogestión mirada ambient. [Internet]. 2011 Dec. 31 [cited 2024 Dec. 28];8(1). Available from: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4385

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Tres lecturas sobre la depredación del ecosistema.
El caso de Colombia


Autor: Bernardo Congote Ochoa*
Coautor: Eladio Rey Gutiérrez**

* Profesor de Planta, Facultad del Medio Ambiente y Recursos Naturales,Universidad Distrital FJC. Maestría Ciencia Política (Universidad delos Andes, Bogotá), Economía (Universidad Nacional de Colombia,Bogotá).
**Economista. Msc en Ciencias Ambientales. Docente del Proyecto Curricular de Gestión Ambiental y Servicios Públicos de la UniversidadDistrital FJC.

Resumen

La depredación del ecosistema puede analizarse desde varios ángulos.El documento desarrolla tres de esas lecturas, a saber: primera,una de corte netamente estructuralista, que toma herramientas de lateoría económica básica, otra, que descansa en las contradicciones socioeconómicas propias de la producción y tráfico de drogas psicoactivasentre países menos y más desarrollados, y una tercera, basada enun diagnóstico ideológico religioso de las relaciones existentes entre una filosofía occidental tipificable como “depredadora” y varios prejuiciosque someten al ser humano a suposiciones escatológicas quele inducirían, pasivamente, a justificar su indiferencia frente al presenteo futuro del planeta y, activamente, a destruir el ecosistema. Ensíntesis, se trata de aportar algunos elementos racionales para explicarel uso de creencias irracionales aplicadas tanto al diagnóstico como altratamiento del fenómeno depredador del ecosistema.

Palabras clave:Ahorro, Catolicidad, Conservación, Consumo, Creencias, Depredación,Economía, Ecosistema, Irracionalidad, Narcotráfico, Terrorismo.

Abstract

The growing ecosystem depredation should be analyzed throughdiverse points of view. The document intends to elaborate three ofthem. First, the structuralist one, observing the phenomena undersome basic economical theory elements; second, by checking someof the socioeconomic contradictions which are involved in the trafficof psychoactive drugs between developed and underdeveloped countries;and third, by the way of elaborating a cultural diagnosis of theelationships between an actually typified as “ ecological depredationphilosophy ” and several religious prejudices which set down the humanbeing depending upon scatological suppositions of human destinationand by the way, justifying passively a point of view certainindifference in front of the Earth planet present or future and actively specific depredatory actions. Actually the article intends some rationalexplains to generally irrational believing used as in diagnosis astherapy of ecosystem depredation phenomena.

Key words: Believings, Christianism, Conservation, Expenses, Depredation, Economics,Irrationality, Ecosystem, Narcotraffi c, Savings, Terrorism.

Introducción

“La ignorancia (sobre) las formas de actuarde la naturaleza condujo a los antiguosa inventar dioses que dominaban cada unode los aspectos de la vida humana”(Hawking, 2010; 23)

Actualmente tienden a crecer a la par tanto la conciencia como los datos confiables sobre la depredación del ecosistema. Porlo mismo, resulta de rigor afrontar racionalmente el problema,ahora que la ciencia permite hurgar terrenos que antes estabanmonopolizados por meras creencias en torno a los fenómenosde la naturaleza. El artículo se propone enlazar tres lecturassobre el  problema, las dos primeras a la luz de la teoría económicay la tercera, por la vía de una filosofía de las relacionesexistentes entre la red de valores de la cultura cristiana, y la actitudpolítica de algunos ciudadanos y Estados confesionales,en relación con la conservación del ecosistema.

El artículo explora el caso de Colombia, advirtiendo quelos expertos se quejan de la carencia de datos específicos sobreel sistema ecológico en los países de menor desarrollo. Poresta razón, este enfoque carece todavía de algunos elementostécnicos disponibles para estudiar el propio caso colombianoy, eventualmente, extender sus inferencias a otros países semejantes.De hecho hasta 2007, por ejemplo, no se poseían aún datos confiables en relación con los cambios físicos y biológicos de la temperatura de la superficie de un terreno en laserie disponible entre 1970-2004, tomada de una selección de más de 500 estudios confiables (INTERGOVERNMENTALPANEL FOR CLIMATE CHANGE (IPCC), 2007:5). Ello noobsta para que, en particular, la lectura sobre los factores depredadores del tráfico de drogas psicoactivas, utilice los datosdisponibles, dado que este sub tema se halla, en algunos casos,sobre diagnosticado.

La hipótesis central, descansa en proponer que dada la pocaimportancia que se les está dando a las razones estructurales deorden económico (teorías y modelos) para explicar la crecientedepredación del ecosistema, pueda ser válido incorporar ala discusión explicaciones de orden cultural ideológico, paraarmar un cuadro más complejo cercano, por tanto, a la realidad.Con otras palabras, en la medida en que la racionalidadeconómica no está siendo admitida como modelo explicativodel problema, paradójicamente se haría forzoso acudir ala irracionalidad propia de ciertas creencias, para aproximarsea una comprensión racional del fenómeno en una especie dedemostración por el absurdo.

La lectura estructuralista

A comienzos de los 70 era ya válida la pregunta acerca de porqué podría resultar inútil esperar que los campesinos minifundistasprotegieran su propio medio ambiente (Congote, 1972).Proponía entonces especular acerca de que en tanto el campesinadotrabajara con base en un sistema minifundista paragarantizar sólo la supervivencia familiar, en lugar de ejercer suactividad involucrado por dentro de las fuerzas del mercado,sería inútil esperar que conservara sosteniblemente los recursosnaturales. Todo porque el campesino minifundista es actorde una paradoja según la cual, su propia supervivencia dependede la destrucción de su hábitat, si bien es cierto que paradójicamenteactúa bajo unos patrones de racionalidad que nose observan en el ámbito urbano. Con otras palabras, en mediode la crítica acerba que suele recibir el papel del campesinado,podría demostrarse que su incidencia absoluta tanto comorelativa en la depredación, terminaría favoreciéndole una vezcomparada con la que ejerce el habitante de zonas urbanas.

En su modelación económica, el fenómeno es moralmenteneutro. Por ello resultaría inútil pretender que el problemase pueda resolver generando culpas contra el campesinadopor la destrucción de los recursos naturales o desarrollandocampañas formales que no tocan el necesario rompimientode las ataduras estructurales propias de su precario modo deproducción, siendo cierto, sin embargo, que “… la capacidadhumana para sentirse culpable [ha sido inducida de forma tal]que siempre podemos hallar formas de acusarnos a nosotrosmismos” (Hawking, 2010: 23).

Dado lo anterior, el campesino minifundista al tiempo quepercibe muy bajos ingresos efectivos debido a los relativamentebajos precios de los productos excedentes que lleva al mercado,por necesidad orienta su función económica al consumo másque al ahorro. Por ello puede asumirse válido que siendo losrecursos naturales de su hábitat una parte del ingreso que recibe,al ser su ingreso total relativamente bajo, está obligado agastar antes que a ahorrar, de modo que depredar los recursosnaturales de su entorno constituye una de sus maneras de gastarla parte de su ingreso que podríamos llamar “en especie”. Actuando de esta forma, confirma el principio de la PropensiónMarginal a Consumir, según el cual en la escala de ingresos debajo estrato el consumo tiende al 100% al contrario de lo queocurre entre los ingresos de estrato alto. De manera llana, estefenómeno le daría paso a la tautología de que los pobres son pobresporque consumen, mientras los ricos lo son porque ahorran.

 

Gráfico No.1 Funciones económicas de la economía campesinaminifundista

En paralelo haya sustento la hipótesis de que la depredacióncreciente de recursos naturales, pueda encontrar otra desus razones en la creciente urbanización, inducida, precisamente,por la inestabilidad y degradación de las condicionesminifundistas de producción en las zonas rurales (Congote, 2004). Ello significaría que la depredación del ecosistemacomprometa cada vez más la responsabilidad de los habitantesde los grandes centros urbanos, razón por la cual en este procesono habría ciudadano que pudiera alegar a su favor inocenciaalguna.

La responsabilidad urbana.

Desde la óptica global, un modelo sistémico explicativo obligaríaa tomar en cuenta el impacto que ejercen, sumados, buenaparte de los habitantes urbanos del hemisferio norte graciasa modos de vida inspirados en la economía del bienestar, queha conducido a emplear tecnologías depredadoras del hábitatpara satisfacer cada vez más crecientes demandas de energíay alimentos. En relación con este fenómeno, por ejemplo, ladesbordante ola del etanol requiere ya de estudios ponderados
que permitan enriquecer el diagnóstico de su impacto ecológico.Lo anterior porque se percibe la existencia de presionessingulares sobre los precios de los insumos agrícolas empleados para purificar los combustibles induciendo, por una parte, amenazas inflacionarias generales y, por la otra, mostrandocómo determinadas acciones formalmente conservadores delambiente pueden conducir a agudizar su depredación. De estohay pruebas en Colombia en las zonas productoras de caña deazúcar y las crecientes áreas dedicadas a producir palma africana,forzando en este último caso, a disminuir ostensiblementeel área cultivada o cultivable para alimentos como el arroz,el azúcar, el plátano y otros básicos para la alimentación, sinacogerse siquiera a normas mínimas ecoambientales (Hurtado,2011).

Se podría sumar al argumento anterior el fenómeno de lastierras raras. Planteamientos ponderados sugieren que la explotaciónde este tipo de tierras, concentrada probadamente enChina, India, Malasia y Brasil y con reservas en Sudáfrica, Rusia,Australia, Canadá, Estados Unidos y Groenlandia, está aumentandoel riesgo ecológico, paradójicamente para construirelementos propios de la industria verde predominantementeurbana, como son, a saber: baterías de vehículos híbridos, panelessolares, turbinas eólicas que se construyen con metales calificados como  dopantes” (Zajec, 2010).

Expertos ambientalistas contribuyen a confirmar estas hipótesiscuando arguyen demostrable, por ejemplo, que la destrucciónde las cuencas hídricas por parte del campesinado,podría resultar estadísticamente despreciable frente a la magnitudy la tendencia depredadora, inducida por un modelo debienestar que consume de manera ilimitada recursos fósiles insustituiblesy cuyos costos deben ser atribuidos exclusivamentea la mano del hombre. No otra es una de las conclusionesderivadas de las discusiones de las cumbres de Río y Kyoto y, por ende, que explicarían la que se ha denunciado perjudicial ya la vez suicida la reticencia de los Estados Unidos a sumarsea estos acuerdos globales (Gühl, 1997: 4, Samper, 2010). Aeste diagnóstico contribuye Klisberg, al anotar de qué manera

“... los países ricos son los principales productores de losgases de invernadero. Se calcula que EE.UU. es responsabledel 20% de las emisiones de CO2 y Europa Occidental del27%. Los países pobres no tienen incidencia comparable. Sinembargo, son ellos los que pueden sufrir las consecuenciasmás graves (afectando entre Asia y África a 1.250 millones depersonas)” (Klisberg, 2007; IPCC, 2007: 10,11).

Así mismo, el cuarto reporte del IPCC añadía que a mediadosdel siglo XXI, los ríos de latitudes altas y tropicaleshúmedas aumentarán su caudal entre un 10 y un 40%, mientrasaquellos ubicados en zonas de sequía disminuirán entre un 10y un 30% afectando vastas zonas agrícolas tropicales.

También forma parte de esta lectura observar cómo en regionesestacionales, el sobrecalentamiento de la primavera estágenerando un reverdecimiento atípico en la flora, induciendoaumentos en cosechas de altas latitudes. Y de la misma forma,el diagnóstico genera alarmas en relación con las alteracionessignificativas del ecosistema, producto del incremento enlos incendios forestales, las muertes por altas temperaturas enlos veranos europeos, así como la declinación de los llamados“deportes de invierno”. Deduce el IPCC que “el ser humanoestá produciendo daños que evidentemente no pueden atribuirsea fenómenos inherentes al proceso biofísico terrestre”, loque le abre paso a la lectura cultural que propone este artículo(IPCC, 2007: 3, 4, 12,13).

En paralelo, cabe tomar en cuenta propuestas de acuerdocon las cuales cuestiones como la del cambio climático, deban ser analizadas a la luz de otro marco conceptual y gestionadascon una lógica diferente.

“Se trata de un bien público de los que calificamos comoexternos al mercado. Se habla de bienes externos cuando elconsumo o la producción de un bien afecta a otro sin que estosea percibido por el mercado. En tanto que bien público, elclima tiene la propiedad de la no rivalidad (todo el mundo se beneficia de un clima estable), pero no es tan evidente suno exclusividad (se pueden beneficiar quienes no hacen nadapor él) y en esa medida no hay ningún aliciente en el mercadopara perseguirlo. Todo lo más que tenemos es la débilgarantía de que el cambio climático es percibido como unpeligro real para el equilibrio a largo plazo de las economías ylas sociedades. Con la crisis económica este requisito es másevidente. Hace falta más política que mercado y una políticamenos soberanista. El mundo en el que podían tener algúnsentido las prácticas de la soberanía ha cambiado radicalmenteen unas pocas décadas. Enfrentarse eficazmente al cambioclimático nos exige ir hacia un mundo más cooperativo. Necesitamosuna solución cooperativa, que sea científicamentesólida, económicamente racional y políticamente pragmática”. (Innerarity, 2010).

Cuadro No. 1. Impactos debidos a alteraciones extremas producidas por el hombre sobre la temperatura, el clima y los niveles del mar durante el siglo XXI

Fuente: IPCC WGII, 2007, Pg. 16 (se transcriben sólo las probabilidades “virtualmente cierta” y “muy probable”). Diseño del artículo.

Lectura narcotraficante de la depredación

La trampa argumental.

El narcotráfico le ha caído como anillo al dedo al hemisferionorte, para excusar o disfrazar su responsabilidad en la depredación,debida a los costos que ha traído consigo mantener sucuestionable e insostenible modelo de bienestar. Esta trampa argumental ha permitido inculpar a los campesinos minifundistas, cocaleros o no, habitantes de los Andes, el Amazonaso Afganistán, al tiempo que se deja dentro del cajón la críticaa un modelo de vida urbana que cada vez aparece menos sostenible.

La trampa ha encajado tan bien, que a la tendencia norteñapor defender tozudamente un bienestar consumista, queincentiva la destrucción de recursos físicos y biológicos, se le ha sumado el eficiente mercado narcotraficante cuya demanda,anclada en la sociedad del bienestar, crea su propia oferta.Fenómeno que de paso encuentra un penoso aliado en lasagriculturas empobrecidas por el minifundio y la desconexiónentre el desarrollo rural y urbano que es propia de las regiones productoras de las bases para producir alucinógenos. Todo elloha permitido que se olvide lo esencial y el globo se concentre en superficialidades cuyos costos, sin embargo, todavía estánpor dimensionarse.

El negocio de las drogas se lucra de una cultura agropecuaria,que ya era depredadora bajo el minifundismo, pero queviene a ser reforzada por las adicciones inducidas por la economíadel bienestar. Por ello no puede aparecer ahora como elfactor de causalidad de la depredación ya que, insistimos, ellaha sido inducida por los Estados Unidos, sus asociados de laUnión Europea y sus cómplices en los países productores delTercer Mundo, todos ocultando sus erráticas decisiones  políticassobre este asunto. Evidencia de lo anterior se hizo notableen documento firmado, entre otros, por tres expresidentes latinoamericanosque, en su momento, fueron líderes actuantes delas políticas de choque patrocinadas por el Hemisferio Norte,las que, pasados ya varios quinquenios, no pueden evitar fácticamentesu fracaso (Cardoso, 2009).

El narcotráfico y sus aliados.

Es probable que sociedades impactadas por la retórica judeocristianatanto en el Norte como en Sur, hayan encontradoen su astuto maniqueísmo entre “buenos” y “malos”, un artilugiopara desviar la atención en relación con el diagnósticoy tratamiento apropiados al problema de la producción y tráfico de drogas psicoactivas. En este sentido, las creencias culturalmente imperantes en América habrían resultado aliadasexcelentes, para evitar que sus dirigentes analicen conobjetividad, los profundos factores económicos que están involucrados en el narcotráfico y, en paralelo, para no aceptarlas críticas objetivas que surgen contra sus políticas fracasadas,reducidas meramente a la represión policial, aupada porla estrategia de los “planes antidrogas” auspiciados desde elnorte. Al respecto, Thoumi ha afirmado recientemente que“(…) El punto es que hay factores estructurales, institucionalesy culturales que han jugado papeles importantes, tantopara producir la violencia como para estimular las industriasilegales, y… es preciso reconocer y estudiar estos factores”.(Thoumi, 2011).

Un estudio concluía en 2004, que “(…) la reducción de laoferta como estrategia para frenar el consumo de drogas nofunciona y que EU al aplicar este concepto terminó afectandonegativamente a los países donde la impuso” (WashingtonOffice forLatinAmerica (WOLA), 2004). Hace más de diezaños, estos efectos sobre Colombia se diagnosticaban sóloen lo económico: a) existencia de un dólar negro más barato,inductor de una alta tasa de contrabando; b) los productoreslegales compiten con contrabandistas pagando aquellos elIVA mas no estos, lo que inducía en esos años un retraimientoanual del 1% en la producción industrial; c) esta misma hipótesisera aplicable a la agricultura, pues los jornales agropecuariosestaban disparados por la desigual competencia de la demanda de fuerza de trabajo; y d) la represión ejercidapor el Estado sustrayendo recursos a la inversión social, generabaun daño estimado en esa época en 1% anual del PIB(Gómez, 1997). Sobraría precisar que actualmente ningunode estos síntomas ha sido eliminado, sino que al contrario,han caído en un proceso de degradación, agravado por lastensiones cíclicas que está generando en el primer mundo laeconomía globalizada.

Dado lo anterior, la predisposición cultural a mirar esteproblema usando eufemismos o sofismas, se ha agudizadocomenzando el siglo XXI, cuando el narcotráfico terminautilizado a fondo por movimientos insurgentes, paramilitareso despóticos de Colombia, Ecuador, Bolivia o Venezuela, como mecanismo de financiación (Thoumi, 2011). Presentadacomo una táctica de medios y no de fines, ha servidopara que todas las perversiones de la política represiva contra el narcotráfico se justifiquen, no importando que alguno de sus fines se alcance, de modo que hemos caído en un tiovivodestructivo por irracional.

En este escenario la fracasada “lucha antidrogas” readquiriófuerza comenzando el XXI, ya no como represora neta del narcotráfico, sino como herramienta militar de la política global norteamericana contra el terrorismo, disfrazadabajo el lema integrista de una presunta lucha del bien contrael mal. Estratagema que encontró durante los últimos ochosaños un cómplice obsecuente y acrítico en el colombiano Álvaro Uribe, quien casó sin beneficio de inventario su llamada“política de seguridad democrática” con la “lucha antidrogas”y la “guerra contra los ejes del mal” orquestada por EstadosUnidos.

Resulta frustrante, por tanto, seguirle el paso a las falaciasexplícitas e implícitas en las políticas públicas frente al narcotráfico. La profundización de esta endemia a partir dela década de los años 80 del siglo XX, tuvo explicaciones diversasque, en el caso colombiano, giraron en torno a la existenciaentre nosotros de condiciones objetivas que habríanfacilitado su desarrollo, tales como: a) las condiciones de pobrezay atraso de la agricultura minifundista tradicional; b) lacultura depredadora del hábitat propiciada por la destrucciónde recursos naturales para generar la energía que demandael bienestarismo; c) las contradicciones sociales que inducen al fortalecimiento de la insurgencia y, por esta vía, el narcotráfico, convertido en medio excelente de su fortalecimiento económico; d) la proclividad rentista de la cultura criolla, que ha encontrado en el narcotráfico un aliado excelente paramaterializar sus sueños de dinero fácil y rápido dados losaltos incentivos que produce sobre el mercado la política policivo-prohibicionista y e) la cobertura cultural cristiana, queha enlazado al actual régimen con el integrismo estadounidense,oscureciendo mucho más el panorama analítico de lapolítica (Thoumi, 1996, 2008, 2008a.; Garay, 1999).

El narcotráfico y el sistema de precios

Resulta de rigor insistir en que la depredación ecológicosocialinherente al narcotráfico, a diferencia de las prácticassofistas en boga, posee explicaciones coherentes ligadas a lateoría económica básica sobre la operación del sistema deprecios. Este enfoque se ha visto tan sospechosamente separadodel análisis políticamente correcto que, por ejemplo, elReporte Mundial de Drogas, preparado por Naciones Unidasen 1997, no hacía en alguna de sus 240 páginas centrales unasola mención seria sobre la incidencia de los precios en elproblema. “(UN, 1997; Thoumi, 1996. 2011). El hecho deque la frontera agrícola tradicional haya sido rota de manerapersistente por estos cultivos, hasta penetrar zonas ecológicamentelimpias y extendiendo las fronteras de colonizacióntradicionales, no está explicado sólo porque la fumigación decultivos ilícitos expanda la frontera. Este sofisma se ha probadocontra evidente, dado que las fronteras ya se habían expandidoantes de la fumigación, estimuladas por la ventajosarelación costo-beneficio del tráfico prohibido de psicoactivos,dentro de la cual aparece como costo rentable romper lafrontera agrícola. En este sentido, la política depredadora delos parques nacionales de Colombia auspiciada fuertementepor el régimen Uribe, ha constituido otro paso involutivoque confirma la tendencia a evadir una solución racional delproblema. Con otras palabras, para llamar a las cosas por sunombre, entre 2003 y 2004, las hectáreas cultivadas en estosparques pasaron de casi 4.000 a 5.000, no por el éxito de lafumigación en zonas tradicionales, como se alega, sino porquela fuerza de los precios de un producto final prohibido,hace rentable atacar zonas de reserva antes vedadas.

Un escrito senatorial en Estados Unidos demostró la existenciade tendencias a la baja en el precio minorista de la cocaína.Pero debe cuidarse la asociación entre una baja en los precios finales y una baja en las utilidades, dado que, como setrata adelante, los márgenes costo-beneficio alcanzan niveles superlativos, siendo posible que altas ganancias resulten compatibles, inclusive, con bajos precios finales (Grassley,2007). Con otras palabras, si el sistema de precios continúagenerando incentivos a la depredación, gracias al patrón prohibicionistaimperante, cuando por ejemplo se llegue a fumigarlos parques nacionales, el negocio seguirá extendiéndosea otras zonas de la frontera agrícola y, otra vez, la estrategiarepresora quedará invalidada.
Tomando algunos resultados del Informe Mundial deDrogas de la ONU (2004), surgen relevantes los siguientesfenómenos: a) un incremento del consumo en 42 países yreducción en 13; b) una cuarta parte del mercado es ahoraeuropeo (lo que permite entender que las distancias cada vez mayores entre productores y consumidores, son salvablesgracias a los altos precios y rentabilidades del negocio); c)Colombia produce el 70% de la hoja de coca y el 90% de lapasta de las que se incauta el 30% (disminución en la ofertaque, como mínimo, contribuye a mantener estables los precios);y d) el mercado tiende a estabilizar la producción en ellargo plazo (Rangel, 2005).

Algunas falacias.

Estados Unidos y sus aliados, insisten en sostener la políticarepresiva contra la producción y, de paso, hostigan laentrada o vida interna de los inmigrantes. Ello explicaría porqué también la respuesta europea al problema haya tenido el mismo perfil, a pesar de que las acciones contra la inmigraciónlesionan sus perspectivas productivas afectadas por el envejecimientode su fuerza de trabajo (DIARIO EL TIEMPO,2000). De esta manera nos aproximamos a entender la dificultadde que en países que se precian de ser padres de la Ciencia Económica, a estas fechas ninguna de las teorías económicasfuertes contradictoras de la represión, haya tenido algún éxitoen el reajuste de las políticas públicas involucradas en el problema.Ello explicaría por qué se ha soslayado el hecho de que,por ejemplo, los ingresos de la producción colombiana puestaen los Estados Unidos frente a los ingresos brutos del negociose estimen, conservadoramente, en proporción de 1 a 4. Si este sólo hecho fuera tomado en cuenta, se entendería que a Colombia está regresando sólo uno de cada cuatro dólares de lasutilidades estimadas, mientras el 100% de las acciones de choqueestán concentradas en Colombia, no en Estados Unidos.

Por eso mismo tampoco se formula la pregunta ni, por tanto,se responde, acerca de en manos de quién o quiénes enEstados Unidos y Europa quedan los restantes tres dólares delas utilidades del negocio. Un reporte global al respecto, mencionabaque “(…) de acuerdo con las Naciones Unidas, con el riesgo de aparecer inflado el dato, la industria ilegal de drogasestaría en el orden de los 320.000 millones de dólares anuales”. Aplicando el dato, si la coca producida en Colombia fueradel 50% y Colombia continuara proveyendo el 60% de la mismaquedándose con el 25% de los ingresos brutos, si las utilidadesfueran, por ejemplo, del 50%, la generación mafiosa delPIB valdría aproximadamente USD $24.000 millones anuales(10% del PIB 2009) buena parte de los cuales se estarían legalizandointernamente (THE ECONOMIST, 2009. DANE,2010. Cálculos del artículo)

Ignorar estos hechos que demuestran el fracaso de las políticasde choque por parte de sociedades que se han ganado el apelativo de “económicamente cultas”, constituye uno delos más graves obstáculos tanto a una solución adecuada del narcotráfico, como de sus perversos efectos   depredadores sobreel ecosistema. Un artículo de TheEconomist, proponía en2009 cómo

“… el precio de una sustancia ilegal está determinado máspor el costo de distribución que por el de producción. En elcaso de la cocaína el bache entre el precio productor-consumidor puede multiplicarse por cien. Si llegare el caso deque un productor cuadruplicara el precio de la hoja de coca,ello tendría muy bajo impacto sobre el precio callejero queestá fijado, ante todo, por el riesgo de colocar la cocaína enmercados (prohibitivos) de Europa o Estados Unidos”. [Másadelante, se lee que] “… el precio callejero de la droga enEstados Unidos parece estar subiendo mientras la pureza estácayendo durante el último año. Pero no es claro que la demandacaiga cuando los precios suben…”, (….,2000)

El hecho anterior, que confirma la fuerte inelasticidad preciode la demanda por drogas y, por tanto, garantiza que en lamedida en que las prohibiciones suban el costo de distribución,se elevará así mismo el precio, pero nunca castigando alvolumen distribuido ni, por tanto, las ganancias de los distribuidores.(THE ECONOMIST, 2009).

La falacia de los cultivos sustitutos.

Si aceptamos válido un dato de The Economist, en el año 2000,el precio de un gramo puro era de USD140 (USD$140.000kilogramo).

Gráfico No. 2. Evolución Quinquenal Del Precio Final Del Gramo DeCocaína En Estados Unidos (1985-2005)

Fuente: Serie 1985-2000 (Cairncross,2001: 7). Fuente: TheEconomist, Fuente: Serie 2005: (WOAL, 2007) (La velocidad quinquenal dedisminución, se puede estimar en menos 60%. Cálculos del artículo).

Esto significa que con un dólar a $2.000 pesos, elprecio al detalle de un kilogramo de cocaína en Estados Unidosequivaldría en ese año aproximadamente a 280.000 vecesel precio al detalle de un kilogramo de yuca en el mercado deColombia ($1.000 pesos). Sin embargo este contundente hecho,en absoluto se toma en cuenta para mostrar el grado deridiculez implícito, en esperar que el de yuca aparezca comouno de los cultivos llamados “sustitutos” de la hoja de coca,merced a la “política antidrogas” aplicada sobre las zonasproductoras del país (Cairncross, 2001).

Examinando el comportamiento del precio final de lacoca entre 1985 y el 2005, se aprecia que se encuentra disminuyendoa una tasa quinquenal del 60%, pasando de USD350 a USD 135 (Ver Gráfico No.2). El gráfico permite apreciarque con excepción del quinquenio 1985, el gramo de coca seha mantenido a un nivel estable, ligeramente por debajo delos 150 dólares, de modo que el multiplicador del precio cocapura vs yuca se mantendría en promedio ligeramente por debajode los 300.000 puntos. La irracionalidad protuberante dela “política sustitutiva” queda expuesta al desnudo, al pretenderque los campesinos cultivadores de hoja de coca percibanmejor sustituirla por yuca, “porque” ésta se vende hoy a unprecio 300.000 veces inferior. La reticencia campesina a tragarseeste cuento, termina confirmando que los campesinosiletrados que continúan sembrando coca, demuestran ser muchomás inteligentes que sus gobernantes, razón por la cualestas acciones sólo pueden imponerse mediante el incrementoen el gasto militar. De modo que el presunto “ahorro” queles trae consigo a los campesinos esa falacia, termina siendocero, una vez que se le suman a sus beneficios los ingentescostos económico-militares del ejercicio.

El subcaso afgano.

La resistencia a los datos y el imperio de las falacias, tieneexpresión probatoria también en Afganistán. Habiendo terminadoel año 2010, los funcionarios afganos han reportadoque el precio del opio multiplicó por 3 los ingresos de 1,7millones de agricultores, cuyo aporte al PIB nacional equivaleal 53% cubriendo el 93% del mercado mundial de heroína.En correspondencia, el viceministro del ramo pretendeofrecer incentivos para que se aumente el cultivo del trigo,ignorando voluntariamente que los precios futuros del trigoen el lapso Marzo-Septiembre 2011 sugieren un crecimientode apenas el 1,2% en la Bolsa de Chicago. Aquí también lascreencias norteamericanas sobre la guerra en Afganistán, seimponen sólo por la fuerza, dado que es imposible demostrarque un 300% del incremento del precio del opio, es peor paralos agricultores que el incremento del 1,2% en el precio deltrigo. Si a pesar de lo anterior, los creyentes quisieran seguirseimponiendo sobre los fácticos, afirmando, por ejemplo,que sería mejor que allí se cultivara maíz, los precios esperadosde este grano para 2011, anuncian una baja del 16% enel lapso marzo – diciembre. (Scott,2011; EMANA, 2011;CHICAGO, 2011.Cálculos del artículo).

Pero eso no es todo. En el evento de que una política sustitutivaimpuesta por la fuerza tuviera éxito en Afaganistán,los expertos auguran que ello sólo ocurriría después, dentrode 10 a 15 años. En paralelo, en una conferencia sobre ladroga, el jefe del servicio federal antinarcóticos de Rusia,estimó el monto actual del cultivo de opio en Afganistán en65 000 millones de dólares, de los cuales solamente 500 millonesvan a los cultivadores afganos (0,008%), 300 millonesa los talibanes (0,05%)y los 64 000 millones restantes (99%) van a la «mafia de la droga» distribuida entre Rusia, EstadosUnidos y Europa.(SCOTT, Cit.).

La suma de tantas falacias obliga abrirle paso a la preguntade fondo: ¿cómo sostener una estrategia que pretendesustituir militarmente, los efectos que produce un sistemade precios, de acuerdo con el cual, millones de agricultoresfuncionan gracias a que la correlación del incremento en losprecios de las drogas multiplica por cientos los precios desus productos básicos? ¿Cuánto tiempo más será sostenibleesta mentira? ¿La respuesta depende de los hechos o, al contrario,de factores culturales del tipo que pretende explorareste artículo?

¡Ah! ¿Y las “ayudas”?.

Justificando la ayuda norteamericana, en el año 2.000 el entonces presidente Clinton afirmaba que

“Colombia es un microcosmos en donde la alianza entre guerrilla, narcotráfico [cuyo consumidor más denso es Estados Unidos], traficantes de armas [uno de cuyos proveedores esEstados Unidos] y organizaciones criminales [buena partede cuyas matrices opera en Estados Unidos] simbolizan unanueva faceta adoptada por los enemigos de los Estados quese impondría en el siglo XXI”. [Y añadía sin inmutarse, que]
“... (Esta ayuda del Plan Colombia tenemos que aprobarla)porque hay mucho en juego y es muy importante para laestabilidad a largo plazo de nuestro país”. (Clinton, 2000).

La sucesión indetenible de este tipo de sofismas muestraque están en la palestra como herramientas útiles, para quelas élites comprometidas entre productores y consumidoresde psicoactivos, oculten su protuberante fracaso e incapacidad,para aceptar que la política represiva pueda imponersesobre la racionalidad económica (Thoumi, 2008).

La política antidrogas que formuló Estados Unidos comoPlan Colombia, fue tasada al comienzo en la suma de 1.600millones de dólares en ese mismo año 2000, suma equivalenteentonces al precio de la venta de tan sólo 11 toneladasde cocaína puesta en el mercado de Nueva York. Pondéresela situación teniendo en cuenta que si la producción anual deColombia estimada en la década en alrededor de 600 toneladas,el Plan Colombia presentado como solución del problema, significó derrochar el equivalente a sólo el uno comaocho por ciento (1,8%) del valor total de dicha producción enun año (sin tomar en cuenta las incautaciones). De esta forma un decomiso que fue calificado como “el históricamente másgrande” de cocaína pura hecho en Colombia, estimado en13 toneladas, apenas equivaldría a retener en el mercado elvalor total del Plan Colombia de un año (Thoumi, 2008: 183;DIARIO EL TIEMPO; 2007).

A manera de paralelo, vale citar que en medio de este maremagno global, Estados Unidos también se equivoca en Afganistán.Datos recientes muestran que ha invertido cerca de2.000 millones de dólares en los pasados seis años en 16.000“proyectos humanitarios”, logrando como objetivo centralque, una vez en manos de los afganos, esos proyectos terminenconvertidos en ruinas. A pesar de ello, toda una organizaciónde soporte, denominada Programa de Respuesta Emergente,equivalente al Plan Colombia, pretende darle demagógicamentea los afganos “… herramientas para construir y sostenerun futuro estable” (WASHINGTON POST, 2011)

El problema ambiental en sí.

Cabe añadir una sucinta reflexión en torno al problema ambientalconsistente en comparar la evolución del área sembradade hoja de coca versus los ingentes recursos derrochadosen atacarla. Un debate surgido en Colombia a mediadosde 2008, condujo a que siendo evidentes las cifras que tantoel gobierno de los Estados Unidos como la Oficina de lasNaciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) emitieronal corte de 2007, mostrando el fracaso de la disminuciónen el área cultivada, el gobierno de Colombia canceló elcontrato con la ONU para que siguiera administrando el SistemaIntegrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI).Siendo ésta una de las fuentes de la controversia, la decisióndel gobierno colombiano comprobó otra vez el sofisma segúnel cual “cuando los hechos no se acomodan a mis creencias, hay que modificar los hechos”, ocurrido lo cual, lo más convenienteresulta matar al mensajero.

Veamos las cifras:

Cuadro No. 2. Colombia. Número de hectáreas de cultivos de cocasembradas y erradicadas (estimaciones 1990-2007)

 

Gráfico No. 2. Toneladas métricas producidas en Colombia, Perú yBolivia (estimaciones 1990-2007)
Fuente: The Economist, 2009-03-05. On the trail of the traffickers(México)

Estos datos permiten inferir, entre otras cosas:

  • Que entre 2002-2007 (período del gobierno Uribe) a pesarde que, según el SIMCI, las hectáreas sembradas muestranuna disminución solo marginal (menos 2,9%), las erradicadashabrían subido un 43% pero la producción no mostraríaefecto alguno.
  • Que las mismas cifras calculadas por Estados Unidos, indicanun crecimiento del 8,8% en las sembradas, explicandomejor el papel constante de Colombia en la oferta, si bienno se conoce que nuestro gobierno le haya “cancelado elcontrato” al de Estados Unidos.
  • Que la producción potencial de coca colombiana en toneladas,que era de aproximadamente de 600 en 2002, habríasido muy semejante en 2007 a pesar de toda la parafernaliapoliciva existente alrededor de la erradicación manual y laaspersión química.
  • Que frente a la situación de 1990, estaríamos sembrandohoy un 146% más hectáreas (ONUDD) ó un 292% mássegún el SIMCI para producir lo mismo, afectándose talvez la productividad unitaria más no la oferta total.
  • Que todas las fuentes contribuyen a fortalecer una de lashipótesis de este artículo,relacionada con la conexión entre narcotráfico y depredación del ecosistema, dado quebuena parte de las zonas erradicadas, se recuperan en zonasde frontera agrícola anteriormente vírgenes.

Lectura ideológico – religiosa de la depredación

“La consistencia entre cambios observados y modeladosy las observaciones aeroespaciales sobre regiones... son suficientes para concluir con alto nivel de confianzaque el calentamiento inducido por el hombreen las últimas tres décadas ha tenido una clara influenciatanto en los sistemas físicos como biológicos [del planeta]”.
(IPCC, 2007: 4)
...............................

“A ti llamamos los desterradoshijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendoy llorando en este valle de lágrimas”.(“Salve” -Oración del Misal Romano Diario Católico,Extracto).
………………………..
“Así pues, en el debate sobre políticas de drogases necesario estar preparados para forzar la discusión de… temas emocionalmente incómodos.”
(Thoumi, 2011)

En un ensayo de 2005, Habermas se proclamó adherentedel liberalismo político en su variante específica del republicanismokantiano. Dicha variante aparece, en sus palabras,concebida “(...) como una justificación no religiosa(...) de losfundamentos normativos del Estado democrático constitucional”.La afirmación estaba anclada en otras propuestas habermasianasque apuntan a que “(...) los fundamentos normativos(del Estado puedan) depender... de tradiciones éticas... vinculantes
a escala colectiva, ya sean ideológicas o religiosas” (Habermas,2005: 1,2). A esta formulación filosófico política, quecontribuye a ponderar el valor de la religión como elementotambién explicativo del comportamiento social, vale sumarlelas conclusiones contundentes que proponen los estudiosos deldeterioro ambiental, relacionadas con la definitiva incidenciade los seres humanos sobre el deterioro ambiental del planeta.

De acuerdo con lo anterior, a las lecturas estructuralistasiniciales el artículo, trabaja ahora una explicación anclada enel examen de la red de valores que inspira la visión ideológicoreligiosadel mundo occidental cristiano, buscando determinarsu incidencia en la flagrante irracionalidad imperante eneste problema. Intentando una demostración por el absurdo,se puede probar que la suma de irracionalidades previamenteexpuestas, tendría al final una solución racional, que se extractade examinar otras irracionalidades basadas en el peso socialque poseen determinadas creencias teleológicas (Russell,2003). Se trata de un imposible fáctico el explicar estas creencias,el escenario de la depredación del ecosistema agitada porel cultivo y tráfico de psicoactivas, quedaría reducido a unamezcla de irracionalidades: las unas, de orden estructural,lasotras, de orden superestructural ideológico, en las que apareceríaracional, explicar las dificultades que enfrenta solucionarel problema de la depredación del ecosistema a la luz de lared de valores religioso-ecológicos. Con otras palabras, podríaocurrir que la irracionalidad económica imperante, pudiera serexplicada por la irracionalidad teológica que emplean los gobernantes,de modo que pudiera zafarse el nudo gordiano utilizandoherramientas irracionales utilizando, filosóficamente, lafórmula algebráica de ”menos por menos, da más” (Congote2004, Caps. II, III. Congote, 1998).

Con base en la sinrazón de esta suma de razones arribadenunciadas, bien se podría avanzar en la comprensión de porqué las políticas que incentivan la depredación, justificadas enla presunta búsqueda del mal menor, no poseen sustentaciónteórica económica pero sí tendrían determinadas explicacionesen las irracionalidades religiosas, las cuales una vez desveladas,podría parodiarse, en este caso, la trama que demuestracómo “el emperador está desnudo” (Andersen, 1843). Entrando a detalles, Thoumi ha propuesto al respecto que

“(…) las drogas ilegales(…) generan costos sociales perolas políticas represivas también lo hacen… Quienes apoyanel prohibicionismo(…) [les] atribuyen estos costos a los productores,narcotraficantes y consumidores(…) [de modo que] cuando se está luchando contra el mal, las consecuencias nodeseadas de esta lucha se deben al mal mismo. Otra vez estalógica es consistente con el origen religioso del prohibicionismo,pero no con un enfoque científico.” [Más recientemente,el argumento se ha consolidado dado que] “(…). la contribuciónde las ciencias sociales a la formación del RICD fue mínimay [quienes] participaron en ella se movían impulsadospor concepciones ideológicas muy fuertes sobre el consumode drogas, la naturaleza del crimen, y sobre la estructura yevolución de las sociedades, que desde entonces han sido ampliamenterevaluadas sobre bases científicas. (Thoumi, 2008. 2011) .

Oscura alianza entre dos ideologías.

Dentro de este marco analítico, el importante papel políticode los Estados Unidos en el diagnóstico y tratamiento del problema,surge coherente con su filosofía puritana. Una que encontrómúltiples justificaciones en el creacionismo evangélicoregenerado durante el período evangelista del régimen Bush ysus aliados en Gran Bretaña entre los años 2000 y 2008 (Congote,2008, 2007, 2006; Robinson, 2008; Chiesa, 2008). Noaparecería gratuito hoy, por tanto, que una nota editorial deThe Wall Street Journal, afirmara hace diez años que “(…) laPolicía colombiana, esperando disipar los temores de los “oh,qué puros” norteamericanos amenazados por los colombianoscarentes de moral, haya estado incrementando sus esfuerzospor erradicar cultivos, encarcelar a los capos y destruir laboratoriosen las selvas” (THE WALL STREET JOURNAL, 1997).

Dado que la drogadicción de la sociedad estadounidensecontradice su fantasía puritana, los productores de psicoactivos desde Colombia hasta Afganistán, resultan siendo vulgaressatanes corruptores de la supuesta pureza lutero-calvinistaque bendice a los Estados Unidos, un pecado colectivo que,siguiendo el orden racional del irracionalismo teológico, deberíamospagar con nuestra propia sangre y la destrucción denuestro hábitat tal y como en efecto ha venido ocurriendo enColombia desde la década de los 80 del siglo XX. Para agravarlas cosas, el hecho de producir la droga que consumen losciudadanos que habitan una sociedad que se autodefine comomáxima expresión de la pureza, al ser presentado ideológicamentecomo un “pecado” en un régimen como el colombiano,secularmente auto convencido de estar siendo víctima del pecadooriginal inoculado por el catolicismo, la habría convertidoen aliado incondicional de la trampa puritana, ya no sólopara cometer yerros en lo económico y lo militar sino, lo más importante, para justificar sus patologías religiosas expiandoeste pecado cometido contra los estadounidenses. De esta formala suma de las patologías puritana evangélica con la culpabilistacatólica colombiana, habría resucitado en pleno sigloXX viejos anclajes que, como lo sugiere el artículo, estaríanremoviendo las tumbas de los clásicos liberales, conduciendoa que los estudios económicos se vuelvan una disciplina socialmenteinútil.

El narco consumo y el “Síndrome Disneylandia”.

A sabiendas de que el consumo adictivo de drogas correspondea una realidad patológica de la franja moderna de Occidente,cada vez es más claro que en particular los estadounidensesno tienen manera de asumir críticamente esa tara. No en vanoel informe de la ONU para 2004 señalaba que 1 de cada 2adictos eran habitantes de Estados Unidos (Rangel, 2005). Porlo tanto, cada vez resulta más claro que siempre y sin fórmulade juicio otros “satanes” como Colombia, aparecerán como losresponsables de lo que ocurre al sur del Río Grande, tal comose está consolidando ahora México, todos ellos sometidos encomplicidad por una irracional “política anti drogas” que sereduce, por tanto, a una serie consistente de verdades mentirosaspropias de campañas ideológico-religiosas.

Pasados tres años del triunfo demócrata en la Presidencia,que apareció como la posibilidad de romper las políticas republicanassobre este tema, el balance muestra nada más queotro fi asco llevado ahora de la mano por Barack Obama. Noen vano la llamada “Comisión Latinoamericana sobre Drogasy Democracia”, liderada por Fernando Cardoso, ha seguido insistiendoen que “Tenemos que romper con el tabú que impideun debate honesto” sobre este problema y más recientemente,por primera vez un Presidente colombiano en ejercicio, JuanManuel Santos, ha lanzado hipótesis generales relacionadascon las que podríamos llamar “rutas de legalización” (Cardoso,2008; Gaviria, 2008).

El desnudamiento de esta trampa como de inspiración religiosatiene fuerte soporte teórico. Examinando a Freud, valerecordar su propuesta de que a “(...) la acción de los estupefacientes...no sólo se les debe el placer inmediato, sino tambiénuna muy anhelada medida de independencia frente al mundoexterior(...) refugiándose [los adictos] en un mundo propioque ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad” (Freud,1988). Es posible que de esta manera pueda reforzarse la  justificación del consumo de psicoactivos en Estados Unidos enla búsqueda (o el invento neurótico) de fronteras que la mantenganaislada del resto del mundo, para “protegerse de susamenazas”, de modo que la drogadicción se confirmaría comoun mecanismo freudianamente eficiente, para avanzar hacia elpatológico encierro autista (Congote, 1999).

La develación de este diálogo de sordos afectados por uncomún denominador ideológico-religioso, ayudaría a entendertambién por qué la dirigencia colombiana en particular, ha caídoreiteradamente en la trampa de creer que en verdad tienenen los Estados Unidos un “socio” en este asunto. El artículointenta mostrar que, al contrario, nunca ha sido viable una asociaciónhonesta cuando atravesada por patrones patológicos,sino que, al contrario, este tipo de alianzas sólo contribuye aprofundizar la enfermedad de sus miembros. De allí que comose ha visto, a no ser que los hechos demuestren lo contrario,sin importar los costos en que sigamos incurriendo los satanizadosproductores del mal, los Estados Unidos insistirán enque todo su país es un Disneyland perfecto, amenazado por el terrorismo narcotraficante de nuestros países “corruptos” e“impuros”.

En este contexto puede apreciarse también otra fase delsíndrome detrás de la guerra contra Irak y ahora, el recrudecimientode la presencia norteamericana en Afganistán, consistenteen que “Los hacedores de política de los EU continúanencontrando razones para… [mantener] la tradición(…) burocrática(…)de culpar siempre a alguien más sobre el problemade las drogas” (THE WALL STREET, 1997). Acotando al respecto,que la posición de Barack Obama sobre este enfoque dela “guerra contra el mal” desde el comienzo apareció como unmal augurio para la hipótesis manifestada arriba, en el sentidode que se podía esperar poco de la política demócrata estadounidenseen torno al problema de las drogas.

El “Síndrome Disneylandia” resultaría, por tanto, una interesanteherramienta para entender, desde su irracionalidad,el significado de una política que eliminando la incidenciafáctica del ser humano en la conservación del ecosistema, enEstados Unidos o en Colombia el narcoconsumo o el narcocultivodepredan el ecosistema, no sólo por la vía de ingentespérdidas humanas ineptas para contribuir al producto nacional,sino por la extinción de zonas ecológicamente limpias graciasa la penetración indetenible sobre la frontera colonizable. Sumadoeste diagnóstico psicosocial, al estructuralista previobasado en fundamentos económicos centrales, la visión ecológicapura como arma para entender este problema no tendríarelevancia porque estaría abocada a la derrota a  manos de losnuevos cruzados modernos de “la lucha contra el mal”.

¿Y la escatología judeo cristiana?

A la luz de la red de valores judeo cristianos imperante en Occidentey muy particularmente en América, debe ponerse derelieve que la vida humana sobre la tierra es considerada poresa ideología como un fenómeno pasajero, animada como estáen una promesa mesiánica fundamental basada en un “másallá” presuntamente redentor. Por consiguiente, es “racional”para estos creyentes que el celestial sea el estado de vida quemerezca el depósito de todas las grandes esperanzas del ser humano,razón por la cual puede comenzarse a entender el desdéncultural de ciertos Estados por “lo terrenal” y, por ende,las innúmeras amenazas que padece la conservación del ecosistema planetario en sociedades influidas por estos preceptos(De Loyola, 1947).

Con base en esta hipótesis, podría evaluarse la fuerza deotra relacionada con cuánto y cómo ésta concepción religiosaimperante en Estados cuya sociedad está cargada de un lastreideológico religioso mesiánico, les lleva a enfrentar grandes dificultades para diseñar políticas públicas ecológicas conservacionistascomo se prueba actualmente, dado que en su escalade valores, la sostenibilidad del ecosistema perfectamente aparececomo un objetivo apenas secundario.

De acuerdo con la visión del que Nietzsche dio por llamar”ideal ascético”, el ideal judeocristiano podría asociarsea un claro ”desprecio por la vida” entendido como una formade vida desapegada de todo lo que signifique para el hombreafrontar el devenir, arriesgando siquiera algo por la suerte desu entorno planteario. Nietzsche proponía esta hipótesis afirmandoque

“Esta vida junto con todo lo que a ella pertenece – naturaleza,mundo, la esfera eterna del devenir y la caducidad – espuesta por [el ideal ascético] en relación con una existenciacompletamente distinta de la cual es antitética y excluyente,a menos que se vuelva contra sí misma, que se niegue a símisma; en este caso(...) la vida es considerada [sólo] como unpuente hacia aquella otra existencia” (Nietzsche, 1994,: 136y siguientes. Ídem, 1993).

En paralelo, la propuesta nietzscheana podría tener unalectura moderna de corte kunderiano ligada a la insoportablelevedad del ser, pues Kundera hablando de su “Gran Marcha”,propuso que esa supuesta levedad del ser encajaba con la pretensiónideológico-religiosa de convertir al paso por esta vidasólo como un puente hacia la otra existencia. (Kundera, 1987).Las críticas de Nietzsche y Kundera, se leen en este artículoen el sentido de que a un ser humano presentado ideológicamentecomo “creado a imagen y semejanza de seres querozan la divinidad” pero en realidad inmerso en un presentedenso, corruptible y perecible asociado a su ecosistema, se leha hecho insoportable enfrentar esta contradicción religiosa,que le hace leve por su presunta ascendencia divina, pero altiempo, perecible como lo percibe natural de su propia vidasobre el planeta (Nietzsche, 1993). Resulta fundamental percibirentonces lo difícil que le puede resultar a un ser educadobajo la idea de que ha sido concebido a imagen de lasdivinidades, supervivir en medio de una materialidad corrupta,contradicción que le induciría a que su responsabilidaden la conservación del hábitat resultare secundaria – desdeuna óptica pasiva- y depredadora –desde una óptica activa-(Fromm, 1990).

Obsérvese de qué manera esta trágica concepción de lavida y del mundo de la vida, que llevan al ser humano a estar destinado a una salvación futura en medio de un presentedespreciable, podría legitimar la idea de que los humanoides amparados en su presunta filiación divina, hallaran en ellapatente de corso para volverle la espalda a toda concepciónque les comprometiera con la conservación de un espacioque les ha sido presentado doctrinalmente ni más ni menoscomo un “Valle de Lágrimas”.No de otra manera se podría entender por qué el comportamiento depredador del ser humano dotado de connotacionessuicidas, no le merezca atención alguna si al fi n y alcabo cada hombre es un predestinado para el más allá sinresponsabilidades algunas en el más acá. Ello permitiría entenderque no sea fácil hallar en la historia de la vida hastahoy, antecedentes de una especie que, como la humana, sehubiera lanzado a depredar el hábitat que le da abrigo vital.Surgiendo de lo anterior, antes que respuestas, una serie depreguntas cuya solución contribuiría a resolver este aparente enigma acercándonos a la propuesta de una sociedad querenuncie “(...) a los fuertes presupuestos tanto cosmológicoscomo relativos a la historia de la salvación que caracterizaban a las doctrinas clásicas y religiosas del derecho natural”(Habermas, 2005:2). Propuesta susceptible de ser reforzadapor la nietzschena, según la cual

“(…) el contraste de nuestra efímera existencia agitadacon el reposo de largo aliento de las épocas metafísicas,es todavía demasiado fuerte dado que ambas épocas estándemasiado cerca entre sí; el mismo individuo debe atravesarhoy demasiadas evoluciones interiores y exteriorespara atreverse a establecer algo duradero y de una vez parasiempre tan sólo para su existencia personal” (Nietzsche.,1993: 31,32).

“Al hombre ya no lo derivamos del <espíritu>, de la<divinidad>,hemos vuelto a colocarlo entre los animales…Elhombre no es en modo alguno, la corona de la creación,todoser está, junto a él, a idéntico nivel de perfección.(Nietzsche,1995, No.14)

Algunas preguntas finales.

Surgen, entre muchas otras, estas preguntas por resolver encabeza de quienes aparezcan animados por un genuino espírituamante de un tratamiento racional del problema que nos ocupa, asfixiado como se encuentra en un mar de irracionalidades:

  • ¿Qué tanto está ligada a la depredación ecológica unaconcepción de la vida, que se le ha vendido al ser humanocomo pasajera, dado que no es sino un pasajero de unplaneta cuya historia parece, al contrario, rica en sabiduríacósmica y biológica?
  • ¿Qué grado de responsabilidad en la depredación puedeaplicárseles por tanto a las ideologías religiosas judeocristianasque lanzan al hombre a asociar su salvación con ladestrucción, o cuando menos, la indiferencia frente a ladestrucción de su planeta?
  • ¿Qué sentido tendría conservar este presunto “valle de lágrimas”,se dirían aquellos creyentes, cuando la salvaciónse encuentra en tiempos y espacios ajenos al presente vital?
  • ¿Qué sentido tiene para un ser humano denso, perecible ycorruptible aquí y ahora, ser consciente de las también densidad,perecibilidad y corruptibilidad de su hábitat, cuandoteológicamente ha sido deformado en la concepción de queuna vida mejor, la que le llaman “verdadera” vida, se hallaríalejos de su aquí y de su ahora?
  • ¿Qué tanto se haría forzoso, por tanto, observar con detenimiento la cultura conservacionista de los ecosistemas quecaracteriza a los seres mal llamados “menos racionales”,para entender por entre los pliegues densos, corruptibles yperecibles de sus nidos y madrigueras, la sabiduría implícitaen la necesidad de conservar sano y sostenible el medio ambiente?
  • ¿Qué tanto esos seres que osamos mal llamar “irracionales”,nos pueden enseñar que la razón por la cual no depredansu hábitat, bien podría hallarse en que su escala devalores (léase: percepciones) no les plantea contradicciónalguna entre el ser y el estar?
  • Y, por consiguiente, ¿qué tanto es la tragedia humana expuestapor la religión como una batalla entre su ser y su estar,fuente de explicaciones alternativas para entender porqué le queda al humano creyente esas fantasías tan difícilamar y conservar su hábitat?
  • ¿Qué importancia puede tener, entonces, enfocar holísticamenteel problema conservacionista del ecosistema, invitandoademás de considerar el valor de los argumentosestructurales, algunos de ellos aquí expuestos, también aque las ideologías religiosas expongan sus pretensiones deverdad como inspiradoras de un proceso degradante que seanuncia de alta tensión desde ahora y en adelante en estesiglo XXI?
  • ¿Qué expectativas sanas pueden abrigarse en relación con una modificación a fondo de la política denominada “antidrogas”, ligada como está íntimamente, antes que a exponerargumento racional alguno, a proteger creencias cuya“racionalidad” les devela, fácticamente, irracionales?
  • ¿Ya que la Teoría Económica ha resultado despreciada porsus propios inspiradores anglosajones, podrían la TeologíaPolítica y la Filosofía contribuir a desenredar ésta queaparece como una madeja incomprensible, a la luz de losparadigmas clásicos, adquiriendo alguna claridad si se laenfocara más bien como producto del imperio de una redde valores afectados de escatologías, que invita al hombrea odiar su propio hábitat porque tiene, presuntamente, unmero carácter de pasajero sobre el planeta?

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