Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009

A line of dust: art and drugs in Colombia

Autores/as

  • Rafael Mauricio Méndez Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Palabras clave:

arts, drugs (en).

Palabras clave:

arte, drogas (es).

Cómo citar

APA

Méndez, R. M. (2011). Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 4(4), 138–141. https://doi.org/10.14483/21450706.1234

ACM

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Méndez, R.M. 2011. Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte. 4, 4 (may 2011), 138–141. DOI:https://doi.org/10.14483/21450706.1234.

ACS

(1)
Méndez, R. M. Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009. calle 14 rev. investig. campo arte 2011, 4, 138-141.

ABNT

MÉNDEZ, Rafael Mauricio. Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, [S. l.], v. 4, n. 4, p. 138–141, 2011. DOI: 10.14483/21450706.1234. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/1234. Acesso em: 28 mar. 2024.

Chicago

Méndez, Rafael Mauricio. 2011. «Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte 4 (4):138-41. https://doi.org/10.14483/21450706.1234.

Harvard

Méndez, R. M. (2011) «Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009», Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 4(4), pp. 138–141. doi: 10.14483/21450706.1234.

IEEE

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R. M. Méndez, «Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009», calle 14 rev. investig. campo arte, vol. 4, n.º 4, pp. 138–141, may 2011.

MLA

Méndez, Rafael Mauricio. «Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, vol. 4, n.º 4, mayo de 2011, pp. 138-41, doi:10.14483/21450706.1234.

Turabian

Méndez, Rafael Mauricio. «Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte 4, no. 4 (mayo 5, 2011): 138–141. Accedido marzo 28, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/1234.

Vancouver

1.
Méndez RM. Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia. Santiago rueda fajardo, Bogotá, alcaldía mayor, fundación Gilberto álzate Avendaño, 2009. calle 14 rev. investig. campo arte [Internet]. 5 de mayo de 2011 [citado 28 de marzo de 2024];4(4):138-41. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/1234

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Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia Santiago Rueda Fajardo

Reseña

Calle 14,2010 vol:4 nro:4 pág:138-141

Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia Santiago Rueda Fajardo

Título en Inglés

Rafael Mauricio Méndez

Universidad Distrital Francisco José de Caldas / rmmbflam@yahoo.com.mx Es docente de la Facultad de Artes ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y Bellas Artes en la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido coordinador del Proyecto Curricular de Artes Plásticas y Visuales de la Facultad de Artes ASAB (2008-2009). Ha publicado narraciones, ensayos y recopilaciones en los que predomina la investigación histórica. Entre sus publicaciones se encuentra la novela La Otra muerte de María, Vidas de los santos patronos e Historias Mínimas. Actualmente realiza estudios de maestría en la Universidad UniRio en Brasil.

Una línea de polvo: arte y drogas en Colombia

Son ya, por fortuna, innumerables las reflexiones que desde todos los ámbitos se han aventurado con el propósito de dar cuenta de la complejidad de nuestros procesos históricos. Se han construido todo tipo de hipótesis al respecto, desde las afirmaciones extremas que quieren ver en nuestra experiencia colectiva una suerte de designio fatídico e inapelable —acudiendo para ello al recurso de la predestinación o la determinación genética—, hasta aquellas que consideran al transcurso de la historia objetiva y objetivable el territorio a indagar, que nos enfrenta a un espectro nutridísimo, capaz de sofocarnos.

Sin embargo, en medio de semejante complejidad, parecería haber un punto común, que ya no se discute: a lo largo y ancho de la historia de Colombia podemos constatar la carencia de un “ethos secular”, de una sociedad civil, de una construcción colectiva que identifique y sostenga. Simple y escuetamente, no hemos construido una nacionalidad.

Por supuesto, desde los primeros balbuceos republicanos hasta el presente, se ha intentado resolver esta dificultad, pero —por múltiples razones que comprometen, entre otras, nuestra especificidad geográfica y las circunstancias concretas que determinaron nuestros procesos de conquista y colonización— los recursos empleados para ello no han sido suficientes. Se trató de conducir los destinos de un pueblo profundamente atávico, disperso a lo largo y ancho de un territorio sumamente difícil y con unas condiciones de comunicación e intercambio casi nulas, sin el asomo de un mercado interno común, sin intercambio sustancial de intereses, tradiciones y propósitos, y los hombres públicos del momento apostaron todas sus cartas al efecto “nacionalizador” del Estado.

Creyeron —tuvieron que creer— que en nuestro caso la experiencia de identidad colectiva —la fisionomía cultural que caracteriza a una nación y de la cual se desprende un modelo específico de organización y administración— llegaría con el tiempo; que sería el resultado de ese mismo modelo, y de su aplicación correcta y perseverante. El proyecto nacional, el “ethos secular” al que nos referíamos, la nación propiamente dicha, sería el resultado de aplicar una fórmula. Y por supuesto, en ese entonces como ahora, la estrategia fracasó; porque los encargados de su aplicación sucumbieron ante la envergadura de su desafío, o porque actuaron de manera irresponsable y corrupta. Pero, sobre todo, porque las fórmulas, incluso las más inteligentes y bienintencionadas, son únicamente un instrumento, una simplificación, un esquema. Y una nación no lo es. Es un cuerpo vivo, palpitante, convulso, imprevisible, complejísimo, desafiante, que no se deja encajonar en un juego de palabras, por más que tal juego haya sido el producto del trabajo de comisiones, grupos de sabios, expertos internacionales o consultores infalibles.

Por otra parte, afianzando y multiplicando los efectos disociadores de esta “ideologización de la vida individual y colectiva”, nuestra historia se ha convertido en el escenario de una especie de dramática disociación. Mientras la cotidianidad pragmática del país, por circunstancias de apremio sumamente agresivas, se ha visto obligada a “contemporizar” con el estado de cosas imperante en el capitalismo industrial y sus lógicas de violencia implícita y global, la estructura espiritual de la inmensa mayoría de los colombianos se encuentra anclada en el más recalcitrante feudalismo. En gran medida, “ese singular sincretismo de lo moderno y lo premoderno, tan característico en la vida pública de nuestro país”, la confluencia de dos órdenes del mundo tan virulentos y antagónicos, dan cuenta de la especial envergadura de la barbarie en Colombia. Porque, si a la carencia de una nacionalidad genuina unimos la coexistencia esquizoide de modalidades de conducta modernas y postmodernas, con estructuras simbólicas de corte señorial, católicas, arcaizantes y, por ende, “a-democráticas”, estamos en capacidad de enfocar, con un mínimo de precisión, el vértigo de nuestra cotidianidad. Los tres grandes ciclos de confrontación reciente, la “Violencia bipartidista”, la “Violencia revolucionaria” y la “Narcoviolencia” —que se implican y constituyen mutuamente—, pueden ser analizados, de manera provechosa, en este contexto.

El libro Una línea de polvo, presentado por el historiador Santiago Rueda, se ubica precisamente en la complejidad de este último momento de nuestro carácter conflictivo. Con un tratamiento responsable de los antecedentes y del desarrollo del problema, así como una sólida reflexión en torno a los alcances y connotaciones conceptuales de su objeto de estudio, el texto nos acerca, desde la perspectiva de la producción artística, a esta experiencia colectiva, una de las más perturbadoras de nuestra historia. Fruto de la lógica imperante del capitalismo moderno, se trata de un modelo de sociedad que —al convertir a los demás en su instrumento para la satisfacción de fines egoístas— hace que de su propia constitución emane un continuo implícito de violencia, el ciclo narcotraficante, que se afianza y consolida.

El afán y la posibilidad del enriquecimiento instantáneo —el único posible para las grandes masas de población que se encuentran excluidas de las ofertas de movilidad socioeconómica modernas— se convierte en una cultura de la facilidad, del descreimiento y del cinismo, que precipita a un sinnúmero de cuerpos humanos a la atrocidad y al terrorismo. Con el ánimo de abreviar hasta la caricatura las vías de enriquecimiento y movilidad social, y con el propósito de pagar los costos de la guerra, pesada carga para todos los actores involucrados, el narcotráfico y sus correlatos macabros, el secuestro, la extorsión y el desplazamiento, hicieron su aparición. Rápidamente transformado en un hecho cultural de carácter global y en una actividad económica descomunal, ha penetrado todos los sectores de la sociedad y ha marcado la idiosincrasia misma de la nación.

Así las cosas, el campo de la representación simbólica en sus más diversas posibilidades, como nos lo presenta el autor, asumió la responsabilidad de reflexionar al respecto, y de presentar a la sociedad colombiana un estremecido reflejo de sus laberintos y convulsiones. Urgía la consolidación de un texto que reflexionara con propiedad, desde la perspectiva de los estudios históricos y críticos sobre artes, acerca de este fenómeno y que, además, supiera sortear las tentaciones de la inmediatez, la truculencia y la banalidad. Es ese ejercicio de “tomarle el pulso al presente” y de “salir del silencio” en palabras del autor, el que se nos presenta en esta publicación. Nos alegra constatarlo, y nos parece que su aparición va a contribuir de manera muy sensible al afianzamiento de una cultura crítica y reflexiva, que haga un aporte al proceso conjunto de construir una nación genuina, incluyente y justa.


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