DOI:
https://doi.org/10.14483/22484728.4400Publicado:
2013-09-01Número:
Vol. 7 Núm. 1 (2013)Sección:
Visión BibliógraficaLa lámpara maravillosa cuatro ensayos sobre la educación y un elogio de la lectura.
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VISIÓN BIBLIÓGRAFICA
Visión Electrónica, 2012-12-01 Volumen:6, Año:7 pág: 189–190
LA LÁMPARA MARAVILLOSA. UNA ÉTICA PARA LA TECNOCIENCIA.
Cuatro ensayos sobre la educación y un elogio de la lectura. Barcelona: editorial Mondadori, 2012, 98 pp. de William Ospina
Rosendo López
Docente de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Facultad Tecnológica. rlopezg@udistrital.edu.co
La última obra de William Ospina es asombrosa, él la titula La Lámpara Maravillosa y de ella emerge todo lo que se propone crear y argumentar con palabras; son cinco ensayos, cuatro dedicados al problema de la educación y uno a elogiar, algo olvidado por la imagen, la lectura. Ospina no quiere ser Jorge Luis Borges (1899-1986), pero uno y otro están contagiados por una nostalgia de lo clásico. La genialidad del texto La Lámpara Maravillosa es muy similar a la profundidad y creatividad de Borges en Arte poética; son dos títulos parecidos, ambos se asemejan al lugar donde nacen los ríos, son manantiales, de ellos brota la poesía en su estado natural. No obstante, William Ospina en su Lámpara maravillosa inserta el lenguaje en un contexto crítico coyuntural, en el cual no se sabe qué es primero, si las palabras o las cosas, ambas emergen al unísono y forman un mundo real pero a la vez maravilloso.
El primer ensayo nombrado “Preguntas para una nueva educación”, en el diálogo con el libro surge la siguiente pregunta: ¿qué es el conocimiento? En la respuesta Ospina se inclina por la docta ignoratia socrática, que puede abreviarse en el saber que no se sabe. él responde de la siguiente manera, refiriéndose a algunos maestros:
La creencia de que el conocimiento no es algo que se crea sino que se recibe, hace que olvidemos interrogar el mundo a partir de lo que somos, y fundar nuestras expectativas en nuestras propias necesidades. Algunos maestros lograron, por ejemplo, la proeza de hacernos pensar que no me interesaba la física, solo porque me trasmitieron la idea de la física como un conjunto de fórmulas abstractas y problemas herméticos que no tenía nada que ver con mi propia vida. Ninguno de ellos logró establecer conmigo una suficiente relación de cordialidad para ayudarme a entender que centenares de preguntas que yo me había hecho desde niño sobre la vista, sobre el esfuerzo, sobre el movimiento y sobre la magia del espacio tenían en la física su lugar y su tiempo [p. 28].
El segundo ensayo está dedicado a los que aprenden y a los que creen que enseñan. El texto se titula “Carta al maestro desconocido”. Ospina plantea una nueva hipótesis en el proceso de aprendizaje, que se sintetiza en “aprender con todo el cuerpo”. Alejándose de las formalidades del cerebro en el proceso de aprendizaje, sostiene que la formación debe tener en cuenta los interrogantes que broten de cada sensibilidad humana [p. 50]. Aunque no se desarrollan criterios acerca de la hipótesis de aprender con todo el cuerpo, deja entrever de manera crítica que los cuerpos estorban y que en la coyuntura actual se han impuesto las señales, las meras voces, en fin, el reino de Facebook.
El tercer ensayo, de corte borgeano, se denomina “Lo que puede el lenguaje”. En este escrito Ospina se inspira en tres poemas de Borges: “Límites”, “El suicida” y “El golem”. De igual manera, acoge a Porfirio Barba Jacob y su “Lamentación baldía”. También brinda un homenaje a HÖlderlin y al poeta que no puede faltar, Walt Whitman y su sacro “Canto a mí mismo”. Ospina pretende, como el cabalista judío, encontrar las palabras que pronunciadas sobre una estampa de arcilla con forma humana, le confiera a la figura el don de la vida. Para Ospina el lenguaje es mágico y la combinación de las palabras con sentido completo solo puede producirla un mago. El ensayo bien ha podido llamarse el encantamiento de las frases, Ospina lo explica de la siguiente manera: “el cielo está en el diccionario, la sordera está en el diccionario, pero el sordo cielo es un invento o un descubrimiento de Shakespeare, que quería expresar su sensación de que los seres humanos estamos solos y de que no hay por fuera de la tierra nadie que nos escuche” [p. 56].
En el cuarto ensayo, nombrado “El cuerpo y la creación artística”, el maestro Ospina aclara lo que es aprender con el cuerpo. Soporta su hipótesis con las aporías de Zenón de Elea y las anécdotas de Diógenes Laercio y Alejandro de Macedonia, estableciendo una gran diferencia entre los saberes tradicionales y los saberes racionales. Es tan hermosa la reflexión que se sugiere buscar la fuente primigenia, es decir, que sea leída directamente de la pluma de Ospina, pues sería inútil cualquier esfuerzo de expresar de manera reseñada tan elevado escrito; de esta manera, como un adelanto en las propias palabras del autor: “Recordemos entonces que el principal secreto de la danza es que el pintor no es la pintura, el escultor no es la escultura, el músico no es la música, pero el bailarín es la danza” [p. 78].
El último ensayo lleva el nombre del libro “La lámpara maravillosa”. Se trata de un homenaje al más grande de todos los poetas y al más inmenso de todos los libros. El poeta es Homero y el libro la Odisea. Nos cuenta Ospina que después de leer a Homero comprendió que uno de los tesoros de la humanidad es la imaginación, pero también aprendió que ese tesoro no es único, que existen otros como la experiencia: “En los reinos de la imaginación está permitido todo aquello que la experiencia prohíbe” [p. 87]. Para Ospina abrir un libro es encender la lámpara maravillosa, él comenta: “se puede vivir sin libros, pero corremos el riesgo de que las peores cosas del mundo se apoderen de nosotros: la codicia, la prisa, el estruendo, la cólera y sobre todo el tedio” [p. 92]. Y para que las infames cosas no se apoderen de nosotros se recomienda este libro.
Creation date: Junio de 2012