DOI:
https://doi.org/10.14483/21450706.1209Publicado:
2011-05-16Número:
Vol. 4 Núm. 5 (2010): Arte y decolonialidadSección:
Expresiones emergentesArte natural, falsas expresiones
Natural Art, False Expressions
Palabras clave:
deceit, expressionism, Robert Motherwell, plagiarism (en).Palabras clave:
engaño, expresionismo, Robert Motherwell, robo (es).Descargas
Cómo citar
APA
ACM
ACS
ABNT
Chicago
Harvard
IEEE
MLA
Turabian
Vancouver
Descargar cita
Artículo de reflexión
Calle 14, nil vol:4 nro:5 pág:134-139
Arte natural, falsas expresiones
Óscar Hernando Nossa García
Universidad Distrital Francisco José de Caldas Maestro en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Egresado del Taller de Escritores de la Universidad Central (TEUC) y de los talleres de novela y cuento de RENATA (Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa).
Recibido el 12 de abril de 2010
Aceptado el 30 de mayo de 2010
Resumen
En el documental My Kid Could Paint That, dirigido por Bar-Lev —sobre Marla Olmstead, la niña prodigio de la pintura— fueron entrevistadas varias personas del circuito del arte, entre ellas un artista que en el momento de pintar utilizaba una lupa y pinceles delgados. El hombre se alegraba al ver el éxito de la niña y sus pinturas abstractas, veía en ese espectáculo una burla al arte, y reafirmaba su posición frente a su obra. El padre de la niña, que también era artista, fue acusado de plagio. Cámaras invadieron las sesiones de pintura de Marla para demostrar que ella hacía lo que hacía. ¿Por qué dar tanta importancia a la autoría? ¿Por qué la disputa entre lo expresivo y lo racional?
Palabras claves: engaño, expresionismo, Robert Motherwell, robo natural art, false expressions
Abstract
In the documentary My Kid Could Paint That, directed by Bar-Lev, which deals with Marla Olmstead, the child prodigy of painting, several interviews with persons in the art world are conducted, among them an artist who uses a magnifying glass and the thinnest brushes to do his work. This man, although happy for the success of the child’s abstract paintings, saw in the whole spectacle a mockery of art, and stood firmly by her work. The girl’s father, also an artist, was accused of plagiarism. Cameras entered the child’s studio in order to prove that Marla was the real artist. Why should such relevance be given to authorship? What is the cause of the dispute between the expressive and the rational?
Key words: deceit, expressionism, Robert Motherwell, plagiarism Art naturel, fausses expressions
Résumé
Au documentaire My Kid Could Paint That, dirigé para Bar-Lev, à propos de Marla Olmstead, la fille prodige de la peinture, ont été interviewées plusieurs personnes du circuit de l’art, y compris un artiste qui, au moment de peindre, utilisait une loupe et des pinceaux minces. L’homme était heureux de voir le succès de la fille et ses peintures abstraites, il voyait dans cet spectacle une moquerie de l’art, et réaffirmait sa position face à son œuvre. Le père de la fille, qui était aussi un artiste, a été accusé de plagiat. Des caméras ont envahi les sessions de peinture de Marla pour démontrer qu’elle faisait ce qu’elle faisait. Pourquoi accorder tellement d’importance à la paternité artistique? Pourquoi la dispute entre l’expressif et le rationnel?
Mots-clés: expressionisme, Robert Motherwell, tromperie, vol
Resumo
No documental My Kid Could Paint That, dirigido por Bar-Lev, sobre Marla Olmstead, a menina prodígio da pintura foram entrevistadas varias pessoas do circuito da arte, entre elas um artista que no momento de pintar utilizava uma lupa e pinceis muito fininhos. O homem ficava contente como sucesso da criança e suas pinturas abstratas, via nesse espetáculo uma burla da arte, e reafirmava sua posição perante sua obra. O pai da menina, quem também era artista, foi acusado de plágio. yCâmeras invadiram as sessões de pintura da Marla para demonstrar que ela fazia o que fazia. O porquê da importância da autoria? Por que a disputa entre o expressivo e o racional?
Palavras-chave: engano, expressionismo, Robert Motherwell, roubo
Pisiachiska
Chi kauakungapi My Kid Could Paint That, Bar-Lev apachiskata, Marla Olmstead manda, chi uarmi uambra aska yachaj chi llunchingapa, kankunami tapuchiska achka runakuna suyumanda tukuska yuyaipimandata, chikuna pura suj tukuska yuyaillapi imata chi suyu llunchingapa apamuchiska suj atunkauaipa ajchallunchij ñañukunauanta. Chi runa asiriskami kauaspa chi suma kauachiriypa uarmi uambrapa kikinpauanta auachiskasina llunchiskakuna, kauakuskami chi kauanakuypi suj asiriypa chasku tukuska yuyaipi, y ikutiuan kilkachikuska kikinpa kauai ñauillapi paipa llunchiskapi. Chi taita uarmi uambrapa, imasapas kaska tukuska yuyaillapi, riskami pingachiska sisay. Kauchikujkuna yaikunkuna chisuyu ruraikai Marla llunchiypa kauchingapa ima kikinlla rurami imachi ruraita. ¿Imapata kuaipa chituku maituku chi lunchijta? ¿Imapata chi makaika chajpi niskallatamanda allillatamandauanta?
Rimaikuna niy: kauachiypa kaika, Robert Motherwell, sisai, yanga
Intelectualmente podemos pensar, al igual que los modernos, que en el arte todas las edades son contemporáneas, que un poema lírico de Safo tiene la inmediatez de uno escrito ayer, o creer, al igual que los posmodernos, que no existe el autor, sólo el texto. Eliot Weinberger
Después de la inauguración de Memorias del norte, una exposición organizada por Joan Banach, quien había trabajado como asistente de Robert Motherwell, uno de los cuadros de los expresionistas fue robado. La exhibición reunía el trabajo reciente de un grupo de artistas medianamente conocidos en su juventud, y que con el paso de los años sólo figuraron en exposiciones colectivas. En la conferencia que acompañó la muestra, los artistas coincidieron en que la materia pictórica era una excusa para ahondar en la condición humana.
La pintura robada medía tres metros de ancho por dos de alto. Lo único que el vigilante del museo informó a las autoridades fue que la esposa de uno de los artistas le había mostrado una autorización de Joan Banach para extraer el cuadro. En el lugar donde colgaba la pintura apareció una inscripción en letras verdes: “Arte natural”.
Joan Banach confirmó haber entregado la autorización. Para engañarla le habían dado un texto donde se explicaba que la extracción del cuadro era una intervención para cuestionar el protagonismo de los artistas que participaban. Hurtos famosos de obras de Van Gogh generaban en las autoridades una reacción inmediata, pero en este caso, las autoridades mostraron cierta pereza para aclarar el hurto, solicitaron a los expositores fotografías de sus parejas y las compararon con el retrato hablado proporcionado por el vigilante y el pésimo video de seguridad.
Los investigadores se asombraron al ver que entre los artistas de cuadros tan salvajes figuraba una mujer, Ana Moskowictz. Cuando ella entregó la foto de su compañera, una sonrisa apareció en el rostro de los investigadores, la imagen se ajustaba al retrato de la sospechosa.
“La tentación del mundo”, obra realizada con desechos industriales y platos de cocina rotos y sobrepintados con veladuras rosa, había sido robada por su propia autora. Siguiendo órdenes de Ana Moskowictz, Helen Frankenthaler había extraído el cuadro de la muestra.
En el periódico local se anunciaba el incidente como “Crisis de una artista lesbiana cercana a la vejez la impulsa al autorrobo”. Los ejemplares se agotaron enseguida. Entre las hipótesis de por qué lo había hecho se mencionaba el deseo de cobrar la póliza del seguro de la obra, ya que la artista tenía hipotecada la casa. Este argumento resultaba poco convincente para el periodista Arshle Gorky, que justificaba su percepción en una simple operación matemática: “el dinero que le daban por la obra no cubría ni el diez por ciento de la hipoteca. Considero que el robo fue realizado para llamar la atención de galeristas y mercaderes. Resulta enternecedor que una señora con el cabello blanco se preocupe aún por conseguir éxito en las artes”.
Al leer la crónica de Gorky, Joan Banach, curadora de la exposición, mostró el texto donde se explicaban las pretensiones conceptuales del hurto, y que más adelante la artista negó haber firmado. Con tranquilidad, Joan Banach desistió de presentar cargos, y en una entrevista para el noticiero dio las gracias a la mujer por robar su cuadro, ya que después del incidente la gente hacía fila para ver la muestra. Camisetas, libretas y bolígrafos con el letrero “Arte natural” estampado se vendieron como recordatorios.
Seis meses después del incidente, Carl Jung,1 estudiante de artes, quien realizaba su tesis sobre El impulso en la pintura, un proyecto que buscaba vestigios del expresionismo, encontró a Ana Moskowictz.
En la casa de la mujer, junto a algunos collages, sobre las paredes escarapeladas, se encontraba enmarcado el periódico donde se anunciaba el robo cometido por ella. Entrando en confianza, Jung le preguntó por Helen Frankenthaler, la cómplice del hurto, y se enteró de que se separaron por culpa de otro pintor expresionista. A cambio de dos botellas de whisky, el joven se llevó “Broadway Boggie-Woogie (canción solitaria)”, cuadro de un metro por un metro en el que se organizaban etiquetas de licor, recordando la obra de Piet Mondrian.
Carl Jung, después de presentar su tesis, y con el material recaudado en la investigación, lanzó su primera exposición individual, a la que tituló Insípida. Complementando el título, en la inauguración se repartió agua y pan sin sabor. La exposición mostraba una serie de cuadros blancos de gran formato. El artista cubrió las obras de varios expresionistas con pintura blanca.
La muestra fue catalogada como un acto artístico sin sentido. Los comentarios más comunes se centraban en cómo un artista joven puede averiar la obra de artistas mayores que él. A manera de ofensa, se decía que era normal, por tratarse de un artista recién graduado.
También se le acusaba de minimalista.
Tras la clausura de la exposición, Carl Jung devolvió los cuadros a cada uno de los artistas y ofreció pagar para que los volvieran a pintar. Aunque algunos de los expresionistas se enfadaron al descubrir que sus cuadros habían sido borrados, los convenció de repintar sus propias obras.
Imposibilidades de la memoria fue recibida con entusiasmo por Joan Banach quien, además de ofrecer su galería, propuso incluir en la muestra los bocetos de “Elegía a la república española”, una serie muy conocida del artista Robert Motherwell.2 En apariencia, la exposición era un homenaje al expresionismo, las paredes soportaban cuadros salvajes, desgarradores, vitales.3
Helen Frankenthaler apareció en la galería de Joan Banach acompañada por uno de los expositores. Se acercó a Carl Jung, quien pareció reconocerla, hablaron como viejos amigos. Ella lo felicitó por pasar desapercibido en la muestra, siendo él artífice de las nuevas obras de los expresionistas, causa directa de que algunos volvieran a pintar: en ninguna de las paredes de la galería se mencionaba que los cuadros habían sido repintados por los mismos autores después de ser borrados por un joven artista.
Carl Jung, nervioso con la proximidad de Helen, se preguntaba qué le haría un expresionista, tan capaz de violencia pictórica, a un hombre atraído por su mujer.
En las horas en que la galería de Joan Banach no atendía público, se reunieron Helen y Jung. Bebieron y él le regaló una de las obras repintadas (supuestamente repintada, era una obra que Jung había realizado, y que nunca fue cubierta por pintura blanca).
Antes de clausurar Imposibilidades de la memoria, fue robado uno de los bocetos de la “Elegía a la república española”. Las sospechas recayeron de inmediato en Helen Frankenthaler y su compañero. En el hurto se utilizó la violencia. El portero fue amarrado y sangre le cubría la cara. Carl Jung, indignado, llamó a Helen Frankenthaler. La mujer se preocupó al enterarse del incidente, e intentó convencerlo de que no tenía nada que ver. Se citaron para hablar del asunto.
Los dos llegaron temprano al restaurante, pero Carl Jung fue el primero. Se miraban con desconfianza, buscando la prueba del delito. El vino se agotó, mientras que la comida fue revolcada.
Salieron del restaurante y se dirigieron al apartamento donde vivía Helen. En la sala, Eliot Weinberger —autor de “Mirada naranja”, pintura de gran formato en la que unas manchas simulaban hienas devorando a un conejo aferrado a una zanahoria, obra exhibida en Imposibilidades de la memoria— miraba televisión. Jung observaba las paredes llenas de cuadros buscando el boceto robado. Encontró algunas obras de Motherwell, pero ninguna de ellas era la desaparecida.
Helen argumentó que el hurto buscaba delatar su actividad de comerciante de obras inéditas de artistas reconocidos. Además de la sorpresa que le provocó ver obras tan magníficas, copias tan bien realizadas, Carl Jung se enteró de que Joan Banach había vendido los apuntes de Motherwell exhibidos en Imposibilidades de la memoria, sabiendo que eran falsos.
Carl Jung felicitó al compañero de Helen por su trabajo. El hombre intentó no reírse, pero las carcajadas salieron con estridencia. Entregándole una tarjeta, le confesó su torpeza para cualquier actividad artística y le dijo que trabajaba en un zoológico. Eliot Weinberger, veterinario. “Mirada Naranja”, al igual que todas las obras que le dieron algún reconocimiento como expresionista, había sido pintada por un marroquí alcohólico.
En el auto deportivo del veterinario, Helen Frankenthaler y Carl Jung fueron a casa de Ana Moskowictz. Después de golpear la puerta con violencia en repetidas ocasiones, apareció la mujer con los ojos rojos. Tambaleándose por el efecto del alcohol, los invitó a seguir. Helen entró deprisa y escarbó entre montones de hojas, lienzos, tubos de pintura. En el caballete iluminado por luz artificial estaba “Vacaciones en España”: sobre un océano creado con azul de Prusia flotaba un diminuto velero. Helen tomó un trapo del suelo, lo refregó sobre la pintura, y poco a poco apareció la “Elegía a la república española”. Ana se aproximó a Helen para quitarle el trapo, y con las manos llenas de pintura abrazó a su ex mujer. Carl Jung intentó continuar con la limpieza del cuadro, pero la pintura de Motherwell estaba cubierta por una veladura inquitable, como si se mirara el cuadro con gafas para el sol.
Ana Moskowictz y Carl Jung intentaron reproducir el boceto de la “Elegía a la república española”. Los dos, conocedores del expresionismo, se esforzaron en preparar las telas, en utilizar las mismas brochas, los mismos pigmentos que usaba Robert Motherwell, sin lograr aproximarse a la violencia y explosividad del artista. Carl Jung insistió en que buscaran al copista que había realizado la falsificación, pero Helen Frankenthaler recalcó en la imposibilidad de conseguir que hiciera un cuadro idéntico al robado.
Carl Jung le dijo a Helen Frankenthaler que entregaran a las autoridades a Ana Moskowictz, pero la sugerencia era demasiado estúpida para ser tenida en cuenta, ya que ella delataría que el cuadro no era original y que conocía a los falsificadores. Jung, avergonzado por su comentario, rogó para que le presentaran al falsificador, y las mujeres accedieron.
Llegaron al zoológico donde trabajaba Eliot Weinberger. Entre la ambientación que simulaba el continente africano se hallaba una puerta de dimensiones exageradas.
Carl Jung sudaba como si realmente estuviera bajo un sol violento y pisara tierra árida. Las mujeres se mostraron nerviosas y se negaron a entrar. Eliot abrió la puerta y empujó Carl Jung hacia el interior. Varias telas colgaban de cuerdas gruesas y estaban iluminadas con lámparas sostenidas con pedazos de árboles. Algunos cuadros ya tenían trazos negros irrumpiendo en la blancura de la tela, que en medio de la oscuridad resultaba incandescente. Las obras estaban aún en proceso. Maravillado con el autor de las pinturas, intentó tocarlo, pero el elefante levantó la trompa y lo agarró del cuello. En medio del dolor, Carl Jung se sintió como una de las brochas con las que el animal pintaba, reconoció los movimientos que lo habían maravillado en las imitaciones de la “Elegía a la república española”. De un solo golpe lo lanzó hasta el techo.
En un safari realizado por Ana Moskowictz y Eliot Weinberger, un viaje de reconciliación, descubrieron al elefante. Maravillados con las habilidades pictóricas del animal, vieron la posibilidad de cuestionar el arte pero, al descubrir el parecido de las pinturas del elefante con las de Motherwell, se inclinaron por la falsificación en lugar del espectáculo.
Para convencer a los propietarios del zoológico donde trabajaba Eliot Weinberger de trasladar al animal, tuvieron que herirlo. Una lesión en el ojo que lo imposibilitaba para desenvolverse en el ambiente africano garantizó la aceptación de la cría de elefante.
Eliot Weinberger se encargó de dormir a Roberto, el elefante, disparándole tranquilizantes. Envolvieron el cuerpo de Carl Jung en un tapete y lo subieron al carro deportivo. En el camino decidieron arrojarlo a un río. El agua lo recibió como a un desecho.
Helen Frankenthaler llamó a la policía para decirles que Carl Jung le había confesado el robo y estaba en el puente de la calle 18 a punto de saltar. Las autoridades llegaron demasiado tarde. Dos semanas después, se encontró el cuerpo de Jung tan deformado por el agua que parecía otro. La última obra de Carl Jung, “Gafas para el sol”, la conservó Joan Banach en su galería.
Notas
1 Carl Jung decidió cambiarse el nombre en varias oportunidades mientras estudiaba arte. En los primeros semestres se hacía llamar Gombrich. Más adelante Foster. Pero el único nombre que registró legalmente fue el de Carl Gustav Jung, haciendo homenaje al psicólogo suizo. Al leer sus posturas frente al análisis personalizado, decidió formalizar su cambio de nombre.
2 Algunos datos sobre Robert Motherwell: le gustaba la música de Johann Sebastian Bach. Amaba la velocidad, por eso compró un auto deportivo. Fumaba. Hablaba con Rothko lo más íntimo y trascendental. Medalla de Oro del Museo del Prado.
3 “Esta muestra rinde un homenaje a la vida. Después de habitar un mundo lleno de conceptualismo y frialdad minimalista, resulta inevitable volver a los impulsos del alma, a un mundo donde las palabras, los discursos y la refinación sean adornos. Esperamos que Imposibilidades de la memoria muestre a los espectadores la voz del absurdo, un recordatorio de los instintos: la pintura produciendo un silencio profundo”, Joan Banach.
Licencia
Licencia actual vigente
Creative Commons BY NC SA - Atribución – No comercial – Compartir igual. Vigente a partir del Vol. 17 No. 32: (julio-diciembre) de 2022.
This work is licensed under a https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es
Licencias anteriores
- Desde el Vol. 14 Núm. 25 (2019) hasta el Vol. 17 Núm. 31: enero-junio de 2022 se utilizó la licencia Creative Commons BY NC ND https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/deed.es
- Desde el Vol 1 Num 1 (2007) hasta el Vol. 13 Núm. 23 (2018) la licencia fue Creative Commons fue Reconocimiento- Nocomercial-Sin obras derivadas 2.5 Colombia https://creativecommons.org/licenses/by/2.5/co/