DOI:
https://doi.org/10.14483/21450706.1244Published:
2008-02-10Issue:
Vol. 2 No. 2 (2008): El museo y lo musealSection:
Expresiones emergentesSilla estúpida, mesa coja y algo roto: objetos para una comedia
Stupid chair, lame table and something broken: objects for a comedy
Keywords:
Museo, crítica, escenografía, engaño, audiencia (es).Keywords:
Museum, review, scenography, scam, audience (en).Downloads
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Expresiones emergentes
Calle 14, nil vol:4 nro:2 pág:168-171
SILLA ESTÚPIDA, MESA COJA Y ALGO ROTO: OBJETOS PARA UNA COMEDIA
Stupid chair, wobly table and something broken: items for a comedy
Oscar Hernando Nossa García
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Maestro en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Egresado del Taller de Escritores de la Universidad Central (TEUC).
Resumen
Un hombre que llega a las artes plásticas después de fracasar escribiendo guiones para películas comerciales. Su primera propuesta se presenta en el Musée d’Art Moderne, Département des Aigles. Recibe malos comentarios por parte de la crítica, que se decepciona al descubrir que la propuesta “Objeto para una tragedia”: una copa llena de “cianuro”, no atenta contra los espectadores. Una simple copa llena de agua con azúcar adquiere propiedades maléficas al ser contextualizada por un texto, y adquiere veracidad al encontrarse expuesta en el interior de un museo.
PALABRAS CLAVE: Museo, crítica, escenografía, engaño, audiencia.
Abstract
A man who starts on the visual arts after failing writing scripts for commercial films. His first proposal is presented in the Musée d’Art Moderne, Département des Aigles. He receives negative remarks from the critics, who were disappointed when they realize that the proposal “Object for a tragedy: A cup full of cyanide” does not attempt against the audience. A plain cup full of water with sugar attains harmful properties when contextualised by a text, and it obtains veracity when it is exposed inside a museum.
Key words: Museum, critique, set design,
swindle, audience.
Marcel Broddy escribía guiones para películas con pretensiones comerciales, sin conseguir éxito. Paralelamente, se ganaba la vida como extra en producciones inglesas. En 1982, en un acto desesperado, prendió fuego a su apartamento, utilizando para avivar las llamas todos los guiones que había escrito. Por suerte, llegaron los bomberos y salvaron la mayor parte de sus pertenencias. Este acto delictivo marcaría la ruptura con la escritura y lo guiaría hacia la escenografía, donde tampoco obtuvo buenos resultados. Paradójicamente, los fracasos obtenidos en la producción de películas marcaron su formación y nutrieron su camino hacia las artes plásticas. En el fondo, nunca abandonó sus raíces, su trabajo siempre recurrió a elementos cinematográficos.
Realizó sus primeros trabajos con el material de utilería desechado: vestidos, mesas rotas, sillas de icopor, fondos pintados utilizados para generar una atmósfera, aparecían en sus instalaciones. “Objeto para una tragedia” hizo que su nombre apareciera por primera vez en el circuito del arte. La copa repleta de cianuro que ubicó en el Musée d’Art Moderne, Département des Aigles, causó conmoción entre los espectadores, que no se atrevían a entrar en la habitación donde estaba el trabajo, tal vez impulsados por la nota de advertencia que reposaba en la entrada:
Cianuro de hidrógeno: líquido incoloro muy venenoso con olor a almendras amargas. La fórmula del compuesto es HCN, donde el grupo -CN se denomina cianuro. El HCN tiene un punto de fusión de -14° C y un punto de ebullición de 25,7° C. Unos pocos miligramos de esta sustancia o de los cianuros correspondientes puede ser mortal para los seres humanos, pues bloquea la capacidad de las células para utilizar el oxígeno. El compuesto se mezcla con agua, alcohol y éter en igual proporción. La disolución acuosa de cianuro de hidrógeno recibe el nombre de ácido cianhídrico o ácido prúsico. Cuando existen impurezas, las moléculas de HCN pueden combinarse para formar un sólido negro; la reacción puede ser explosiva si no se inhibe. El HCN es inflamable y puede producir mezclas explosivas con el aire. Antiguamente se obtenía del pigmento azul de Prusia. Ahora se prepara comercialmente haciendo reaccionar metano con amoníaco en presencia de un catalizador de platino1.
La crítica se dividió a la hora de hacer comentarios acerca de la propuesta. Los más reacios hacia el trabajo consideraban que el arte no puede atentar contra la vida de los seres humanos, y solicitaban que cerraran el lugar y encerraran al artista en la cárcel o en un manicomio, por tentativa de homicidio. Políticos indignados se organizaron para ordenar el cierre del Museo, pero cuando fueron a extraer la sustancia, descubrieron que simplemente era agua con azúcar. Marcel Broddy, de padres belgas, al ver el alboroto generado por una copa repleta de azúcar, dijo, burlándose, que también le gustaba el helado.
La publicidad obtenida por el fracaso de los opositores del artista provocó mayor expectativa frente a sus propuestas, y fue en 1990 cuando expandió las fronteras de su público al presentar “Acción invisible”: veintiún pañuelos impregnados de la droga utilizada por ladrones para dormir a sus víctimas. En esta propuesta, el narcótico era real y varias personas cayeron al piso, cubierto por colchones en los que se había escrito la frase: “podrías necesitarnos”.
Aparte de pasar dos días en la cárcel, acusado de intento de robo por un espectador que informó a las autoridades sobre la pérdida de un computador portátil que llevaba en la maleta, Marcel Broddy no recibió ninguna otra recriminación. La crítica Monic Stillen, quien publicaba notas semanales en la sección cultural del periódico New Herald, recriminó la propuesta del artista, arguyendo con suposiciones fuera del caso, como la posible adición a la sustancia del pañuelo, que es una derivación de la cocaína. La señora Stillen celebró los dos días de cárcel impuestos al artista y pidió que se aplicaran castigos similares a los que se utilizan a la hora de encontrar un expendio de droga. “...este tipo de comportamientos extraviados de la función social del arte”, era la frase final de su columna.
Broddy permaneció en silencio frente a la crítica, y quince días después inauguró en su propio apartamento en Inglaterra la exposición “Quisiera que viniera y viera que no oculto nada”. El apartamento no tenía ninguna modificación en su interior, lo único que hizo el artista fue quitar la puerta principal, para permitir la entrada las 24 horas del día a quien quisiera visitarlo. El artista duró una semana “encerrado” esperando a los espectadores.
“La crítica que más me ha afectado la proporcionó este trabajo; el administrador y algunos de los residentes del edificio, se reunieron y me dijeron: eso no se hace”, dijo el artista para una entrevista de la revista Art Modern de Inglaterra.
El 22 de este mes, en el edificio “Vengoechea”, ubicado en la carrera 8ª Nº 97-25 de Bogotá, se inauguró la exposición “Turista”, del artista Marcel Broddy, que no fue anunciada sino tras su clausura. Sólo algunos de los residentes del edificio, entre los que me incluyo, tuvimos la oportunidad de presenciar la propuesta. Todos los que compartimos la intimidad del artista nos maravillamos al ver sus buenos modales y la forma de expresarse, a pesar de no compartir el idioma.
En el apartamento en el que se ubicó el proyecto “Turista”, se dejaron habitables dos zonas: el cuarto y la cocina. El resto de espacio se utilizó para distribuir varias obras del artista. Se incluían y entremezclaban trabajos elaborados en sus inicios con propuestas inéditas. Recordando sus primeros trabajos, apegados en gran medida a lo escenográfico, se hallaba “Silla estúpida, mesa coja y algo roto: objetos para una comedia” que, según palabras del artista, eran los objetos que se utilizaron para rodar la película “Enamorados en Belgrado”, una producción hecha con recursos propios, esperando que lo lanzara a la fama, pero que quedó a la mitad de la filmación y no tuvo dinero para revelar la cinta. “Quemé todos los guiones escritos a lo largo de mi vida y me olvidé de prender fuego a esos dos objetos; siempre que los veo, me acuerdo de mi vida pasada, de los días sentado escribiendo, de la película inconclusa…”, dijo el artista riendo.
Otra de las habitaciones, la única que tenía la puerta cerrada, contaba con una cerradura gigantesca, por la cual se podía observar el interior, en el que se recreaba de manera idéntica la habitación del artista Robert Barry, conocido por sus “Telepathic Piece”, “Gas Piece” y “Radiation Piece”.
Una de las propuestas más impactantes de la exhibición estaba en el cuarto contiguo a la cocina, en el que se hallaban dos automóviles chocados. La magnitud y la extrañeza de los vehículos destrozados envolvían a los espectadores, que anhelaban conocer las causas del incidente y las víctimas; sin embargo, como era de esperar, se trataba de otro elemento extraído de la ambientación de una película policiaca.
Antes de su partida, le pregunté a Marcel Broddy sobre la decisión de visitar nuestro país a escondidas del público interesado en el arte, y entonces me señaló hacia los techos para mostrarme las cámaras de vigilancia, que trasmitían nuestra presencia por Internet al Musée d’Art Moderne, Département des Aigles.
Dibujando una sonrisa, volteé, miré al techo y me puse roja al descubrir que las miradas de Marcel mientras conversábamos, en las cuales notaba interés por mí, no eran sino una actuación para que participara en una de sus propuestas, y lo peor era saber que muchas personas se dieron cuenta de cómo me le insinuaba.
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