DOI:
https://doi.org/10.14483/25009311.11525Publicado:
2016-01-26Número:
Vol. 2 Núm. 2 (2016): enero-diciembreSección:
Sección CentralDe raíz, extracciones y apropiaciones
Of Roots, Extractions and Appropriations
Palabras clave:
Arte, botánica, estéticas-de-frontera, expediciones-científicas, ontología-relacional, saberes- otros (es).Palabras clave:
Art, botany, frontier aesthetics, scientific expeditions, relational ontology, other knowledges (en).Descargas
Referencias
Apüshna, Vito., Chikangana, Fredy., Jamioy Juangibioy, Hugo., Rocha-Vivas, Miguel., Sánchez, Enrique. (2010). Biblioteca Básica de los pueblos indígenas de Colombia. Ministerio de Cultura.
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https://doi.org/10.15446/ma.v5.45812
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De raíz, extracciones y apropiaciones
Of Roots, Extractions and Appropriations
Des Racines, Extractions et Appropriations
De raiz, extrações e apropriações
Estudios Artísticos
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia
ISSN: 2500-6975
ISSN-e: 2500-9311
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 2, 2016
Recepción: 15 Abril 2015
Aprobación: 25 Agosto 2015
Resumen: Como tercera parte del ensayo, Compresiones: política cultural, economía y mercado, El presente artículo se enfoca en la violencia cultural que ha marginalizado, exotizado, racializado y negado ópticas de carácter no eurocentrado, estas son tenidas en cuenta hoy en medida de su capacidad de adaptación y la posibilidad de captura de esas subjetividades marginales dentro los procesos de globalización y dinámicas de circulación de mercados culturales a escala global. En Colombia, los múltiples desplazamientos al interior del territorio nacional traen a cuento una vez más el debate sobre lo cosmopolita versus lo rural y hacen parte de las discusiones sobre la configuración contemporánea de la nación, sus procesos de inclusión y construcción de unidad en diversidad. Esta sección presenta el caso de Don Abel Rodríguez (1941), el cual funciona como ejemplo, tanto de procesos de adaptación y captura, como de una posibilidad relacional real dentro del espacio híper institucionalizado del mundo del arte.
Palabras clave: Arte, botánica, estéticas-de-frontera, expediciones-científicas, ontología-relacional, saberes- otros.
Abstract: As the third part of the essay Compressions: Cultural Policy, Economy and Market, this article focuses on the cultural violence that has marginalized, exoticized, racialized and denied viewpoints of a non-Eurocentered character. Today, the latter are taken into account according to their ability of adaptation and the possibility of capture of these marginal subjectivities within the processes of globalization and the dynamics of circulation of cultural markets on a global scale. In Colombia, the multiple displacements within the national territory once again bring to the fore the debate of the cosmopolitan versus the rural, and are part of the discussions about the contemporary configuration of the nation, about its processes of inclusion and construction of unity in diversity. This section presents the case of Don Abel Rodríguez (1941), which serves as an example both of processes of adaptation and capture, and of a real relational possibility within the hyper-institutionalized space of the art world.
Keywords: Art, botany, frontier aesthetics, scientific expeditions, relational ontology, other knowledges.
Résumé: En tant que troisième partie de l’essai Compressions : Politique culturelle, économie et marché, cet article aborde la violence culturelle qui a marginalisé, exotisé, racialisé et nié les points de vue de caractère non eurocentré. Aujourd’hui, ces derniers sont pris en compte selon leur capacité d’adaptation et la possibilité de capture de ces subjectivités marginales dans les processus de mondialisation et dans la dynamique de circulation de marchés culturels à l’échelle mondiale. En Colombie, les multiples déplacements à l’intérieur du territoire national mettent de plus en avant le débat du cosmopolite face au rural et font partie des discussions sur la configuration contemporaine de la nation, sur ses processus d’inclusion et de construction de l’unité dans la diversité. Cette section présente le cas de Don Abel Rodríguez (1941), qui sert d’exemple à la fois de processus d’adaptation et de capture et d’une vraie possibilité relationnelle dans l’espace hyper-institutionnalisé du monde de l’art. Mots clés Art; botanique; esthétique frontalière; expéditions scientifiques; ontologie relationnelle; savoirs autres De raiz, extrações e apropriações
Mots clés: Art, botanique, esthétique frontalière, expéditions scientifiques, ontologie relationnelle, savoirs autres.
Resumo: Como terceira parte do ensaio Compressões: política cultural, economia e mercado, o presente artigo aborda a violência cultural que tem marginalizado, exotizado, racializado e negado óticas de caráter não eurocentrado, levadas em conta hoje na medida de sua capacidade de adaptação e da possibilidade de captura dessas subjetividades marginais dentro dos processos de globalização e de dinâmicas de circulação de mercados culturais em escala global. Na Colômbia, os múltiplos deslocamentos para o interior do território nacional colocam em pauta, uma vez mais, o debate sobre o cosmopolita versus o rural e fazem parte das discussões sobre a configuração contemporânea da nação, seus processos de inclusão e construção de unidade na diversidade. Esta seção apresenta o caso de Don Abel Rodríguez (1941) que funciona como exemplo, tanto de processos de adaptação e captura quanto de uma possibilidade relacional real dentro do espaço fortemente institucionalizado do mundo da arte.
Palavras-chave: Arte, botânica, estética-de-fronteira, expedições-científicas, ontologia-relacional, saberes-outros.
“Entonces, el Creador se formó visiblemente y con su aire quedó en el interior de las plantas que nosotros usamos para concentrarnos, para platicar, para aprender y enseñar a los demás: el tabaco y la coca.... porque según la palabra, (…) el tabaco es el cuerpo del Creador, (…) la coca es la lengua (…) para poder tener el poder de enseñar... 1”
Las recientes producciones cinemáticas basadas en el libro El Río de Wade Davis (2001) dan cuenta de la fascinación en la élite intelectual del país por las expediciones científicas 2. La obra de Davis, un híbrido entre escritura científica y crónica de aventuras trae a cuento tres distintos momentos de exploración en el Amazonas Colombiano y sus ecos en la ciencia y economía global. Se inicia con Richard Evans Schultes, el joven etnobotánico de la Universidad de Harvard que en los años cuarenta y cincuenta, trabajó por descubrir el secreto del curáre (la poción que no mata), el cual, al ser sintetizado se convertirá en la base de la anestesia moderna. Luego regresaría como agente del gobierno estadounidense para asegurar un flujo sostenido de caucho natural, para mantener la maquinaria de guerra aliada, durante la segunda guerra mundial; mientras, continuó con su trabajo etnobotánico de reconocimiento del conocimiento científico amazónico y en especial sobre su fascinación por los usos de la hoja de coca y la ayahuasca o yagé. Un segundo momento se da con su estudiante Timothy Plowman, durante la época contracultural de los años sesenta y setenta y su interés por los psicotrópicos tropicales y sus usos rituales (a Schultes se le conoce como el padre del LSD-).
La trama del libro se entreteje con las crónicas del mismo Davis, uno de los últimos herederos de Schultes y la narrativa de su consolidación como el “explorador contemporáneo” que dedica su vida a salvaguardar el conocimiento ancestral indígena. Recordemos que Davis ha sido catalogado como el Indiana Jones contemporáneo, lideró por una década las expediciones etnográficas de la National Geographic Association. Su libro El Rio, es la base del viaje autobiográfico del cineasta Humberto Dorado en su documental Apaporis (2012), una reconstrucción personal de los viajes de Schultes y de la épica cinematográfica recientemente aclamada de Ciro Guerra, El abrazo de la serpiente (2015).
Esta última es una estereotípica reconstrucción del explorador y el encuentro con su espejo (indígena) desde la perspectiva de una cinemática estéticamente neutra (en blanco y negro) que deja al espectador inmerso en otro tiempo y espacio, que fluyen al ritmo del río; en palabras de Manuel Kalmanovitz, “es una película alucinada y alucinante, con la lógica perturbadora pero tranquila de un sueño… esta película teje su propio hechizo, acercándonos a la complejidad de la selva y al tiempo espiral que a veces nos visita en sueños” 3. El trabajo de Davis fue además la base para la exposición Tejedores de agua: el río en la cultura visual y material contemporánea en Colombia, con la participación de Olga de Amaral, Susana Mejía, Alberto Baraya, Abel Rodríguez, David Consuegra, Tangrama, Ceci Arango, Clemencia Echeverri, Marcelo Villegas, Álvaro Catalán de Ocón, Lucy Salamanca, Jorge Lizarazo, Nicolás Consuegra, Carol Young y Monika Bravo. Curada por Alejandro Martín y José Roca en 2014.
Esta nostalgia por las expediciones eurocentradas, al mejor estilo del comic Tintín, es avalada por el premio “Goncourt” que en su edición del 2015 otorgó al francés Patrice Franceschi la distinción por su trabajo literario, sus exploraciones, documentales y publicaciones sobre culturas al borde de la extinción, entre otras, las del Amazonas colombiano. Franceschi visitó el río Apaporis en 1974, conoció a los indígenas Yuhups y Makunas, a quienes visitó de nuevo en el año 2004, en una gira mundial de tres años dedicada a los “pueblos de agua”, respaldada por la Unesco 4.
En el 2009, el gobierno francés consideró que Franceschi tenía los méritos suficientes para ser el Bougainville del siglo XXI y le encomendó la Misión Tierra-Océano, una travesía por mares y ríos a bordo de su buque La Boudeuse 5. La memoria de estas expediciones y de estos exploradores mantiene el espíritu aventurero vivo en el corazón de los imperios, hoy derruidos por sus propios fantasmas, perpetuando así la fascinación Hegeliana por esos lugares más allá de la historia 6. Es también nuestra forma de reclamar paisajes más allá del imaginario andino y caribeño que han construido la idea de nación moderna y que hoy son fundamentales en el proyecto de desarrollo (neoliberal extractivista) en el cual la nación se ha embarcado.
Esa insistencia de la clase media intelectual, extendida al mundo del arte colombiano, en revisitar momentos fundacionales de la nación, tales como las expediciones botánicas, científicas y etnográficas, es una tendencia que tal vez se explica por la nostalgia de una modernidad incompleta 7.
Ese fetichismo por lo racional es un síntoma de la esquizofrenia social y, a la vez, de una sensibilidad que en lo retro busca entender el presente que vive la nación y que nos lleva a resituar la mirada en lo que ha sobrevivido al proyecto moderno. Este colapso de la modernidad ha llevado a acercar la práctica artística a las ciencias básicas (biología, física) y a las ciencias sociales (sociología, política, geografía, antropología), donde el debate sobre arte y política queda enmarcado en otras dimensiones más complejas que las convencionales; las referentes a la militancia y politización ideológica del arte. Se hace aparente y urgente la necesidad de establecer unas arqueologías del presente y unas nuevas epistemologías (filosofía) que den espacio a una experiencia expandida de lo sensible, otras formas de conocer, saber, sentir y transmitir ese conocimiento. De ahí el interés por resignificar experiencias excéntricas al mundo del arte, como la de Mogaje Guihu, más conocido como Abel Rodríguez (La Chorrera, 1941), dibujante excepcional que ha entrado por la puerta grande al mundo del arte colombiano recientemente. Este proceso se da por un reconocimiento de lo regional en la construcción de un imaginario de país bajo la nueva Constitución de 1991, que en primera instancia se estructura a partir de una definición amplia de la identidad nacional (multicultural); y en una segunda, por una política cultural que intenta establecer un rasero en relación con las prácticas culturales y sus productos, que deben responder a diferenciales de vocación, formación y profesionalización 8.
Don Abel, es un líder de la comunidad Nonuya, quien al verse desplazado de su natal Caquetá, encuentra en el dibujo un espacio de reconexión con eso que se le ha despojado, y que ahora usa como terapia y forma de subsistencia. Don Abel, fue introducido al dibujo inicialmente por misioneros Capuchinos y luego animado por el antropólogo Carlos Rodríguez, para representar especies botánicas de su territorio, a la usanza de los expedicionarios y cronistas del pasado 9.
Es tal su preciosismo en el tratamiento del dibujo, tal vez no solo por la nostalgia de lo perdido, por ser un sujeto real y ontológicamente relacional y situado es por lo que su obra se ha convertido en toda una sensación 10. Su trabajo, si bien es documental en carácter, apunta a otra ontología que, paralela a la occidental tiene un basamento situado, aprendido y contextualizado en relación con una u otras formas de ser, sentir, ver y presentarse en el mundo. Don Abel, quien es también sanador, trata en un ejercicio de traducción (desde su subjetividad marginal a una hegemónica eurocentrada) de presentar esas formas otras, el lugar del origen del conocimiento,
“…para ser médico tradicional, conocer muchas clases de plantas medicinales, o no medicinales, para construir la maloca, que significa el lugar de enseñanza, de aprendizaje, tanto de curaciones como de educación. Ese lugar (la maloca) para nosotros significa lo que para ustedes es el colegio, la universidad; para nosotros eso es la maloca. 11”
Esta fuerza que suscita un detenerse en cada pedazo de papel que es intervenido por él, se da porque sus dibujos más que representación científica son narraciones visuales paralelas a la tradición oral que sostiene a su comunidad y de la cual es heredero. En series de ocho a doce dibujos de pequeño formato, o en piezas singulares de gran formato, Don Abel, crea secuencias donde tiempo y espacio colapsan en una suerte de agujero negro, donde la tensión entre las dos y tres dimensiones en la representación evidencia otra óptica, que acompañada de textos descriptivos establece una extrañeza que saca al observador de su zona de confort visual. Desafortunadamente, al reconocer y exaltar su trabajo bajo un paradigma eurocentrado, se exotiza al agente y se centraliza el valor del objeto (dibujo). El trabajo de Don Abel, es significativo por ser único, porque tiene esa capacidad de captura y contención de fuerzas opuestas (representación-expresión / real-maravilloso), y por ser ciertamente moderno.
De forma casi inocente y perturbadora, se le han abierto las puertas del mundo del arte (Salón Nacional, exposiciones colectivas y personales, nacionales e internacionales), llevándolo del repertorio al archivo, de la colección al gabinete de curiosidades 13. El reconocimiento internacional recibido con el Premio Prince Claus en el 2014, le ofreció la oportunidad de potenciar su voz mientras se captura su singularidad. Entre bombos y platillos se celebra su diferencia, se le publica en revistas, periódicos, páginas web y libros, mientras él y los suyos continúan errantes en los extramuros de la ciudad, vagan entre los bulevares y arcadas comerciales de los centros urbanos del país, tristemente venden sus ideografías en forma de cintos (chumbes), balacas, collares y pulseras. Tratan de organizarse en cabildos desterritorializados en las márgenes de las ciudades, donde buscan reconstruir sus vidas, pero donde son empujados a cambiar sus dietas, usos y costumbres. La presente e imposible tarea de re-territorializar su experiencia, sacada de raíz, se hace expresa, mientras su gente y lengua languidecen entre compasión estatal y solidaridad internacional 14.
Don Abel, o el nombrador de plantas, como también se le llama, se dio a conocer por su trabajo con la Fundación Tropenbos que, patrocinada por los Países Bajos, implementa proyectos de desarrollo sostenible en el bosque tropical. Un grupo de investigadores, entre los que se encontraba Carlos Rodríguez, actual director de la fundación en Colombia, llegó en los años ochenta a su territorio, en un sector conocido desde tiempos de la Casa Arana (1881-1913) como la Chorrera y eligió a Don Abel como interlocutor (quien ya había sido escogido por su pueblo como interlocutor) 15.
Los Nonuya además de su historia con el caucho y la Guerra Colombo-Peruana, han sido foco de atención de misiones (católicas y cristianas) y usados para el cultivo de coca; su territorio, una frontera geográfica y cultural, ha sido, por décadas, objeto de fumigaciones de glifosato y disputa entre múltiples actores armados 16.
Eso implica que su condición marginal, no es necesariamente desconectada de los procesos civilizatorios de la modernidad. Su exposición al mundo del arte se da por su desplazamiento forzado a la capital colombiana a finales del siglo XX 17.
El Árbol del agua
“El mito de ese árbol es profundo y céntrico porque ese no es de este momento, sino de cuando no hubo nada, cuando el tiempo y el espacio eran puros, vacíos.”... Cuenta que el río nació del vacío que dejó un árbol al caer, uno muy similar al Árbol de la Vida. El Árbol del agua, es como se conoce ese otro coloso. Su caída dejó un hueco tan profundo y largo que lentamente fue llenado por el agua. Pero el árbol no cayó solo, fue derribado por dos personas, el Zorro y el Zogui Zogui... El tronco, en su parte baja, justo donde toca la tierra, formó, ya caído, el delta del río, la conexión con el mar; allí mismo quedaron las raíces del gigante. Al otro extremo sus ramas y nervaduras, al golpear fuerte el suelo, crearon los afluentes que dieron forma al territorio que llamamos Amazonia 18.
Don Abel dibuja de memoria, hoy por hoy en una esquina de la cocina de su pequeña vivienda al sur de Bogotá. Al mambear la hoja sagrada (coca), Don Abel inicia el proceso de hacer vivir la palabra, al lado del fogón, el lugar en el cual se reconectan vivencias, sentires, imágenes e historias.
En su Árbol del agua (2014) una narración oral es llevada a una gran hoja de papel, la pieza funciona de forma documental/ficcional pues criaturas reales (tortuga, delfín rosado, el zogi zogi) se mezclan en procesos de representación científica y real maravillosa. El tratamiento de esta pieza es particular, pues no es común ver aguadas de tinta que llenen el espacio de tal forma en el trabajo de Don Abel. Recientemente, debido a la centralidad del Amazonas, tanto en el discurso ambiental como en el discurso de la explotación de recursos y de seguridad nacional, se han producido numerosas publicaciones, exhibiciones, congresos, documentales y películas que buscan sensibilizar al público acerca de su potencial cultural, su biodiversidad, riqueza hídrica y energética. Sin embargo, es gracias al trabajo histórico de cronistas, exploradores, antropólogos, escritores, gestores culturales, e investigadores trabajando en relación y con comunidades de los diferentes territorios del Amazonas que estos espacios ex-céntricos (al margen y frontera del Estado-nación) han empezado a ser parte del consciente colectivo y del tejido nacional 19.
Gracias a esta nueva visibilidad, entre 2013 y 2015, los dibujos de Don Abel han sido exhibidos en Colombia y en el exterior en muestras colectivas donde experiencias descentradas son capturadas en sistemas expositivos, tales como; ¡Mira! Artes Visuales Contemporáneas de los Pueblos Indígenas, en Belo Horizonte y Brasilia (2013); en el 43Salón Nacional de Artistas Saber Desconocer, Medellín (2013); Waterweavers: El río en el arte, el diseño y la cultura material contemporáneos en Colombia, Nueva York (2014); en Selva Cosmopolítica, Bogotá (2014); y en la Feria ARCO en Madrid (2015), entre otros.20
Para Don Abel, el dibujo es tan solo una extensión de su forma principal de comunicación, la palabra. En lo oral se ejercitan formas “otras” de construir, mantener y circular conocimiento; un tipo de conocimiento que es situado, contextualizado y apropiado a su experiencia en relación con ecologías complejas donde lo humano es tan solo un aspecto más de los tejidos de relaciones existentes. Gracias a esta palabra viva, potenciada por el mambeo de la hoja sagrada, su gente reconoce La Chorrera como su lugar de origen y a ellos como parte de los Uitoto (o Murui - gente), la etnia mayor.
El entretejido de narraciones que constituye el acervo histórico y cultural de estos pueblos, tiene una dimensión física y performática (ritual) que pone en entredicho la hegemonía occidental del archivo, lo documental y lo visual. Entrar en la selva, en la manigua, es una invitación desde la palabra viva que es también incorporada y experimentada sentipensadamente. La Real Académica de la Lengua Española, define manigua como, “abundancia desordenada de algo, confusión, cuestión intrincada,” que es la imposibilidad de ver más allá de lo aparente. Enmaniguarse, es entrar en ese terreno donde la razón occidental es relativizada, donde la línea teleológica del tiempo se curva sinuosamente y lo elíptico emerge, donde formas de ver castradas por la representación cartesiana y las líneas de fuga no pueden con la tarea de lo real. El lenguaje incorporado es lo que señalan los biólogos chilenos, Maturana y Varela, en su teoría de la autopoiética -la naturaleza reflexiva de los seres vivos, donde aprender y educar envuelve todas las dimensiones del ser. Este es un fenómeno psicosocial y biológico, no es la razón la que nos lleva a la acción, es la emoción.
En “la palabra viva”, por lo tanto, se constituyen redes de acciones consensuadamente coordinadas, tejidas en el propio proceso del cruce de la emoción con el lenguaje, tejidas en el vivir/convivir del cual emerge el mundo, en el cual están insertados varios micromundos que creamos a nuestro alrededor 21. Esta es la base ontológica de lo relacional situado en muchos de los pueblos enraizados de nuestros territorios de frontera geográfica y cultural. Es donde reside el poder narrativo (visual y oral) de Don Abel.
Hoy por hoy los Uitoto-Murui no son más de nueve mil sujetos, que en el territorio basan su forma de vida en la agricultura de roza y quema, la caza, la pesca y la recolección de productos silvestres. Cada chagra tiene una superficie entre media y dos hectáreas. Viven de cultivar en sus parcelas: yuca brava y dulce, ñame, mafafa, ají, coca, chontaduro, plátanos, aguacate, caimo, umarí y maíz entre otros productos. Los desterrados por otro lado, intentan ofrecer sus servicios de herbolaria y artesanía en los espacios urbanos.
En el Putumayo y el Caquetá, como en muchas otras regiones de la nación (en las cuencas de los ríos Atrato y Patía), el progreso arrasó el paisaje - como la tormenta Benjaminiana. Lo que queda son las heridas abiertas de un extractivismo pululante y exacerbado. En medio de las emergencias y urgencias de esta realidad, otro modelo de desarrollo, el de las autonomías indígenas, afrodescendientes y campesinas, se erige. Este modelo alterno, opaca las discusiones sobre tenencia y acumulación de tierra, estas organizaciones hablan de lo común y han llevado a otra dimensión los procesos de autonomía.
Llaman a este proceso, de liberación de la madre tierra – con avances importantes como viene sucediendo en el alto Cauca con la minga en resistencia. En su lucha por la soberanía cultural y alimentaria, y el desprendimiento de los modelos desarrollistas centrales dictados por recetas externas, muchos han caído, otros han sido desplazados.
El vaciamiento de las poblaciones raizales de estos territorios es condición sine quanon para el proyecto extractivo y de uso estratégico de recursos, la fumigación de agentes químicos (ecos de guerras del pasado) dentro de la llamada guerra contra las drogas, son parte de esta agenda, afortunadamente los llamados internacionales sobre el uso de agentes químicos han empezado a ser escuchados en Colombia. Las organizaciones indígenas, afro y campesinas intentan mantener proyectos de vida dignos pero desafortunadamente son aplacadas por políticas asistencialistas que reemplazan dietas y costumbres endógenas por pirámides nutricionales diseñadas en centros urbanos 22.
Comunidades en resistencia denuncian un neo-colonialismo disfrazado de progreso. Una nueva ola de expediciones, exploraciones, descubrimientos se da simultáneamente con procesos extractivos de, los mal llamados recursos naturales, que usando informantes nativos, como en el caso de Don Abel, que al servicio de las agendas modernizantes del estado-nación, engrosan el capital global 23. La violencia es inherente a estos modelos extractivistas de una economía-mundo que pide más materias primas para consolidar mercados de tecnologías que se hacen rápidamente obsoletas, donde consumidores conectados planetariamente, se desconectan de sus cuerpos y espacios locales, donde se continúa despojando, desplazando y marginalizando a comunidades que viven en relación con sus territorios 24
Por ejemplo, los precios del caucho natural crecieron hasta 1912, esto es, mientras la demanda era creciente y la técnica para su producción permaneció invariable. A partir de la implantación del caucho en el sudeste asiático que sustituyó a la economía sudamericana, se logró, en el siglo XX, aumentar la oferta y consecuentemente se produjo una caída del precio. Los mercados son instituciones artificiales como todas las otras formas de convivencia creadas por los hombres. En muchas sociedades, la tierra tiene un significado divino, reúne a los vivos con los muertos, le da sentido de permanencia y continuidad a la vida; ese territorio concreto consecuentemente no es enajenable. Muchos movimientos religiosos se inspiran en la representación de que la tierra les pertenece a aquellos que la utilizan. Sólo pudo establecerse un mercado de la tierra a partir de la expropiación violenta de esta, al centro del fenómeno están los pueblos indígenas y campesinos.
Luego de más de diez años como desplazado, la historia de Don Abel salió a la luz pública en una entrevista para un diario nacional en el año 2011, en la cual ya se hacía claro el interés por sus dibujos (su trabajo se venía haciendo público en algunas publicaciones de Tropenbos).
“Por eso cuando pinta en su casa, en el barrio Bosa, al sur de Bogotá, ‘a un ladito de la cocina’, sólo le basta con mambear coca y quedarse unos minutos en silencio para dibujar en la mente esas imágenes de la selva que lo han acompañado desde niño. Sólo eso basta y los trazos empiezan a emerger. Sin ningún esfuerzo. Dibuja un guamo con tintas verdes y aclara que si estuviera seco tendría zonas muy oscuras, casi negras, y sus frutos secos sonarían como maracas.
Dibuja una palmera llamada azaid y una más de nombre yabarí que crece a la orilla del río. Dibuja un árbol sangre de toro y una palma a la que ellos llaman bombona, ‘de tronco delgado pero barrigona’. Dibuja también el árbol de cacao silvestre, uno de algodón en la ribera y otro más de marañón 25.”
En un reciente documental, comisionado por la Fundación Prince Claus, el artista visual y gestor cultural Fernando Arias, acompaña a Don Abel de regreso a La Chorrera. La escena central muestra un gran árbol solitario al límite de un paisaje devastado, ahora civilizado, por el glifosato, el ganado y los monocultivos, que le quitan espacio a la diversidad de la selva 26. Don Abel continúa, con su forma apacible y abierta, su discurrir en el tiempo, compartiendo sin egoísmos su historia, potenciando esta con la palabra, en un ejercicio de resistencia que se aferra a la memoria y que está buscando una otra generación (así no sea la propia) que la reciba y “redondeé”.
… “Todos estos conocimientos aplican a la vida humana, aplican a la vida de la naturaleza. El que tiene buena memoria y buena disposición va entendiendo la necesidad de aprender sobre los recursos que nos da la tierra”. Dice que todo lo que sabe lo aprendió siendo niño, sentado en una maloca, escuchando atento las conversaciones de los viejos, quienes dictaban una especie de lección para que los más pequeños empezarán a entender que la naturaleza era el alimento, la medicina, la vida misma 27.
En Colombia, las políticas de desarrollo son expresadas en términos de “grandes locomotoras”, en un slogan modernista y anticuado que sin importar de donde venga -de gobiernos progresistas, de derecha, centro, o izquierda- al final son igualmente modernizadoras, civilizatorias, extractivistas, depredadoras, contaminantes y corruptas 28.
Las obras de Don Abel, dejan en claro que el proyecto de la nación moderna en sus políticas de desarrollo es incompleto. Ese interés por lo desconocido, por la aventura, la expedición, lo taxonómico es una extensión de tormenta de la historia. Los presupuestos moderno/coloniales se presentan en Don Abel como espectros de una colonialidad en marcha. En la obra de Don Abel, un velo en forma de narrativa visual contiene el desastre, al mismo tiempo anuncia otra ontología, que en relación y situación dialoga constructivamente con ecologías complejas de tipo orgánico y biológico 29.
Referencias
Apüshna, Vito., Chikangana, Fredy., Jamioy Juangibioy, Hugo., Rocha-Vivas, Miguel., Sánchez, Enrique. (2010). Biblioteca Básica de los pueblos indígenas de Colombia. Ministerio de Cultura.
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Claustro de San Agustín (con asesoría de Fernando Urbina Rangel). (2014). Exposición, Saberes de pupua: el chontaduro en la Amazonia.
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El Espectador. (2015). "Francés obsesionado con Colombia ganó el Goncourt". Cultura, 16 de mayo.
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Notas
Recibido: 15 de abril de 2015; Aceptado: 25 de agosto de 2015
Resumen
Como tercera parte del ensayo, Compresiones: política cultural, economía y mercado, El presente artículo se enfoca en la violencia cultural que ha marginalizado, exotizado, racializado y negado ópticas de carácter no eurocentrado, estas son tenidas en cuenta hoy en medida de su capacidad de adaptación y la posibilidad de captura de esas subjetividades marginales dentro los procesos de globalización y dinámicas de circulación de mercados culturales a escala global. En Colombia, los múltiples desplazamientos al interior del territorio nacional traen a cuento una vez más el debate sobre lo cosmopolita versus lo rural y hacen parte de las discusiones sobre la configuración contemporánea de la nación, sus procesos de inclusión y construcción de unidad en diversidad. Esta sección presenta el caso de Don Abel Rodríguez (1941), el cual funciona como ejemplo, tanto de procesos de adaptación y captura, como de una posibilidad relacional real dentro del espacio híper institucionalizado del mundo del arte.
Palabras clave
Arte, botánica, estéticas-de-frontera, expediciones-científicas, ontología-relacional, saberes- otros.Abstract
As the third part of the essay Compressions: Cultural Policy, Economy and Market, this article focuses on the cultural violence that has marginalized, exoticized, racialized and denied viewpoints of a non-Eurocentered character. Today, the latter are taken into account according to their ability of adaptation and the possibility of capture of these marginal subjectivities within the processes of globalization and the dynamics of circulation of cultural markets on a global scale. In Colombia, the multiple displacements within the national territory once again bring to the fore the debate of the cosmopolitan versus the rural, and are part of the discussions about the contemporary configuration of the nation, about its processes of inclusion and construction of unity in diversity. This section presents the case of Don Abel Rodríguez (1941), which serves as an example both of processes of adaptation and capture, and of a real relational possibility within the hyper-institutionalized space of the art world.
Keywords
Art, botany, frontier aesthetics, scientific expeditions, relational ontology, other knowledges.Résumé
En tant que troisième partie de l’essai Compressions : Politique culturelle, économie et marché, cet article aborde la violence culturelle qui a marginalisé, exotisé, racialisé et nié les points de vue de caractère non eurocentré. Aujourd’hui, ces derniers sont pris en compte selon leur capacité d’adaptation et la possibilité de capture de ces subjectivités marginales dans les processus de mondialisation et dans la dynamique de circulation de marchés culturels à l’échelle mondiale. En Colombie, les multiples déplacements à l’intérieur du territoire national mettent de plus en avant le débat du cosmopolite face au rural et font partie des discussions sur la configuration contemporaine de la nation, sur ses processus d’inclusion et de construction de l’unité dans la diversité. Cette section présente le cas de Don Abel Rodríguez (1941), qui sert d’exemple à la fois de processus d’adaptation et de capture et d’une vraie possibilité relationnelle dans l’espace hyper-institutionnalisé du monde de l’art. Mots clés Art; botanique; esthétique frontalière; expéditions scientifiques; ontologie relationnelle; savoirs autres De raiz, extrações e apropriações
Mots clés
Art, botanique, esthétique frontalière, expéditions scientifiques, ontologie relationnelle, savoirs autres.Resumo
Como terceira parte do ensaio Compressões: política cultural, economia e mercado, o presente artigo aborda a violência cultural que tem marginalizado, exotizado, racializado e negado óticas de caráter não eurocentrado, levadas em conta hoje na medida de sua capacidade de adaptação e da possibilidade de captura dessas subjetividades marginais dentro dos processos de globalização e de dinâmicas de circulação de mercados culturais em escala global. Na Colômbia, os múltiplos deslocamentos para o interior do território nacional colocam em pauta, uma vez mais, o debate sobre o cosmopolita versus o rural e fazem parte das discussões sobre a configuração contemporânea da nação, seus processos de inclusão e construção de unidade na diversidade. Esta seção apresenta o caso de Don Abel Rodríguez (1941) que funciona como exemplo, tanto de processos de adaptação e captura quanto de uma possibilidade relacional real dentro do espaço fortemente institucionalizado do mundo da arte.
Palavras-chave
Arte, botânica, estética-de-fronteira, expedições-científicas, ontologia-relacional, saberes-outros.
“Entonces, el Creador se formó visiblemente y con su aire quedó en el interior de las plantas que nosotros usamos para concentrarnos, para platicar, para aprender y enseñar a los demás: el tabaco y la coca.... porque según la palabra, (…) el tabaco es el cuerpo del Creador, (…) la coca es la lengua (…) para poder tener el poder de enseñar... 1 ”
Las recientes producciones cinemáticas basadas en el libro El Río de Wade Davis (2001) dan cuenta de la fascinación en la élite intelectual del país por las expediciones científicas 2 . La obra de Davis, un híbrido entre escritura científica y crónica de aventuras trae a cuento tres distintos momentos de exploración en el Amazonas Colombiano y sus ecos en la ciencia y economía global. Se inicia con Richard Evans Schultes, el joven etnobotánico de la Universidad de Harvard que en los años cuarenta y cincuenta, trabajó por descubrir el secreto del curáre (la poción que no mata), el cual, al ser sintetizado se convertirá en la base de la anestesia moderna. Luego regresaría como agente del gobierno estadounidense para asegurar un flujo sostenido de caucho natural, para mantener la maquinaria de guerra aliada, durante la segunda guerra mundial; mientras, continuó con su trabajo etnobotánico de reconocimiento del conocimiento científico amazónico y en especial sobre su fascinación por los usos de la hoja de coca y la ayahuasca o yagé. Un segundo momento se da con su estudiante Timothy Plowman, durante la época contracultural de los años sesenta y setenta y su interés por los psicotrópicos tropicales y sus usos rituales (a Schultes se le conoce como el padre del LSD-).
La trama del libro se entreteje con las crónicas del mismo Davis, uno de los últimos herederos de Schultes y la narrativa de su consolidación como el “explorador contemporáneo” que dedica su vida a salvaguardar el conocimiento ancestral indígena. Recordemos que Davis ha sido catalogado como el Indiana Jones contemporáneo, lideró por una década las expediciones etnográficas de la National Geographic Association. Su libro El Rio, es la base del viaje autobiográfico del cineasta Humberto Dorado en su documental Apaporis (2012), una reconstrucción personal de los viajes de Schultes y de la épica cinematográfica recientemente aclamada de Ciro Guerra, El abrazo de la serpiente (2015).
Esta última es una estereotípica reconstrucción del explorador y el encuentro con su espejo (indígena) desde la perspectiva de una cinemática estéticamente neutra (en blanco y negro) que deja al espectador inmerso en otro tiempo y espacio, que fluyen al ritmo del río; en palabras de Manuel Kalmanovitz, “es una película alucinada y alucinante, con la lógica perturbadora pero tranquila de un sueño… esta película teje su propio hechizo, acercándonos a la complejidad de la selva y al tiempo espiral que a veces nos visita en sueños” 3 . El trabajo de Davis fue además la base para la exposición Tejedores de agua: el río en la cultura visual y material contemporánea en Colombia, con la participación de Olga de Amaral, Susana Mejía, Alberto Baraya, Abel Rodríguez, David Consuegra, Tangrama, Ceci Arango, Clemencia Echeverri, Marcelo Villegas, Álvaro Catalán de Ocón, Lucy Salamanca, Jorge Lizarazo, Nicolás Consuegra, Carol Young y Monika Bravo. Curada por Alejandro Martín y José Roca en 2014.
Esta nostalgia por las expediciones eurocentradas, al mejor estilo del comic Tintín, es avalada por el premio “Goncourt” que en su edición del 2015 otorgó al francés Patrice Franceschi la distinción por su trabajo literario, sus exploraciones, documentales y publicaciones sobre culturas al borde de la extinción, entre otras, las del Amazonas colombiano. Franceschi visitó el río Apaporis en 1974, conoció a los indígenas Yuhups y Makunas, a quienes visitó de nuevo en el año 2004, en una gira mundial de tres años dedicada a los “pueblos de agua”, respaldada por la Unesco 4 .
En el 2009, el gobierno francés consideró que Franceschi tenía los méritos suficientes para ser el Bougainville del siglo XXI y le encomendó la Misión Tierra-Océano, una travesía por mares y ríos a bordo de su buque La Boudeuse 5 . La memoria de estas expediciones y de estos exploradores mantiene el espíritu aventurero vivo en el corazón de los imperios, hoy derruidos por sus propios fantasmas, perpetuando así la fascinación Hegeliana por esos lugares más allá de la historia 6 . Es también nuestra forma de reclamar paisajes más allá del imaginario andino y caribeño que han construido la idea de nación moderna y que hoy son fundamentales en el proyecto de desarrollo (neoliberal extractivista) en el cual la nación se ha embarcado.
Esa insistencia de la clase media intelectual, extendida al mundo del arte colombiano, en revisitar momentos fundacionales de la nación, tales como las expediciones botánicas, científicas y etnográficas, es una tendencia que tal vez se explica por la nostalgia de una modernidad incompleta 7.
Ese fetichismo por lo racional es un síntoma de la esquizofrenia social y, a la vez, de una sensibilidad que en lo retro busca entender el presente que vive la nación y que nos lleva a resituar la mirada en lo que ha sobrevivido al proyecto moderno. Este colapso de la modernidad ha llevado a acercar la práctica artística a las ciencias básicas (biología, física) y a las ciencias sociales (sociología, política, geografía, antropología), donde el debate sobre arte y política queda enmarcado en otras dimensiones más complejas que las convencionales; las referentes a la militancia y politización ideológica del arte. Se hace aparente y urgente la necesidad de establecer unas arqueologías del presente y unas nuevas epistemologías (filosofía) que den espacio a una experiencia expandida de lo sensible, otras formas de conocer, saber, sentir y transmitir ese conocimiento. De ahí el interés por resignificar experiencias excéntricas al mundo del arte, como la de Mogaje Guihu, más conocido como Abel Rodríguez (La Chorrera, 1941), dibujante excepcional que ha entrado por la puerta grande al mundo del arte colombiano recientemente. Este proceso se da por un reconocimiento de lo regional en la construcción de un imaginario de país bajo la nueva Constitución de 1991, que en primera instancia se estructura a partir de una definición amplia de la identidad nacional (multicultural); y en una segunda, por una política cultural que intenta establecer un rasero en relación con las prácticas culturales y sus productos, que deben responder a diferenciales de vocación, formación y profesionalización 8 .
Don Abel, es un líder de la comunidad Nonuya, quien al verse desplazado de su natal Caquetá, encuentra en el dibujo un espacio de reconexión con eso que se le ha despojado, y que ahora usa como terapia y forma de subsistencia. Don Abel, fue introducido al dibujo inicialmente por misioneros Capuchinos y luego animado por el antropólogo Carlos Rodríguez, para representar especies botánicas de su territorio, a la usanza de los expedicionarios y cronistas del pasado 9 .
Es tal su preciosismo en el tratamiento del dibujo, tal vez no solo por la nostalgia de lo perdido, por ser un sujeto real y ontológicamente relacional y situado es por lo que su obra se ha convertido en toda una sensación 10. Su trabajo, si bien es documental en carácter, apunta a otra ontología que, paralela a la occidental tiene un basamento situado, aprendido y contextualizado en relación con una u otras formas de ser, sentir, ver y presentarse en el mundo. Don Abel, quien es también sanador, trata en un ejercicio de traducción (desde su subjetividad marginal a una hegemónica eurocentrada) de presentar esas formas otras, el lugar del origen del conocimiento,
“…para ser médico tradicional, conocer muchas clases de plantas medicinales, o no medicinales, para construir la maloca, que significa el lugar de enseñanza, de aprendizaje, tanto de curaciones como de educación. Ese lugar (la maloca) para nosotros significa lo que para ustedes es el colegio, la universidad; para nosotros eso es la maloca. 11 ”
Esta fuerza que suscita un detenerse en cada pedazo de papel que es intervenido por él, se da porque sus dibujos más que representación científica son narraciones visuales paralelas a la tradición oral que sostiene a su comunidad y de la cual es heredero. En series de ocho a doce dibujos de pequeño formato, o en piezas singulares de gran formato, Don Abel, crea secuencias donde tiempo y espacio colapsan en una suerte de agujero negro, donde la tensión entre las dos y tres dimensiones en la representación evidencia otra óptica, que acompañada de textos descriptivos establece una extrañeza que saca al observador de su zona de confort visual. Desafortunadamente, al reconocer y exaltar su trabajo bajo un paradigma eurocentrado, se exotiza al agente y se centraliza el valor del objeto (dibujo). El trabajo de Don Abel, es significativo por ser único, porque tiene esa capacidad de captura y contención de fuerzas opuestas (representación-expresión / real-maravilloso), y por ser ciertamente moderno.
De forma casi inocente y perturbadora, se le han abierto las puertas del mundo del arte (Salón Nacional, exposiciones colectivas y personales, nacionales e internacionales), llevándolo del repertorio al archivo, de la colección al gabinete de curiosidades 13. El reconocimiento internacional recibido con el Premio Prince Claus en el 2014, le ofreció la oportunidad de potenciar su voz mientras se captura su singularidad. Entre bombos y platillos se celebra su diferencia, se le publica en revistas, periódicos, páginas web y libros, mientras él y los suyos continúan errantes en los extramuros de la ciudad, vagan entre los bulevares y arcadas comerciales de los centros urbanos del país, tristemente venden sus ideografías en forma de cintos (chumbes), balacas, collares y pulseras. Tratan de organizarse en cabildos desterritorializados en las márgenes de las ciudades, donde buscan reconstruir sus vidas, pero donde son empujados a cambiar sus dietas, usos y costumbres. La presente e imposible tarea de re-territorializar su experiencia, sacada de raíz, se hace expresa, mientras su gente y lengua languidecen entre compasión estatal y solidaridad internacional 14.
Don Abel, o el nombrador de plantas, como también se le llama, se dio a conocer por su trabajo con la Fundación Tropenbos que, patrocinada por los Países Bajos, implementa proyectos de desarrollo sostenible en el bosque tropical. Un grupo de investigadores, entre los que se encontraba Carlos Rodríguez, actual director de la fundación en Colombia, llegó en los años ochenta a su territorio, en un sector conocido desde tiempos de la Casa Arana (1881-1913) como la Chorrera y eligió a Don Abel como interlocutor (quien ya había sido escogido por su pueblo como interlocutor) 15 .
Los Nonuya además de su historia con el caucho y la Guerra Colombo-Peruana, han sido foco de atención de misiones (católicas y cristianas) y usados para el cultivo de coca; su territorio, una frontera geográfica y cultural, ha sido, por décadas, objeto de fumigaciones de glifosato y disputa entre múltiples actores armados 16.
Eso implica que su condición marginal, no es necesariamente desconectada de los procesos civilizatorios de la modernidad. Su exposición al mundo del arte se da por su desplazamiento forzado a la capital colombiana a finales del siglo XX 17.
El Árbol del agua
“El mito de ese árbol es profundo y céntrico porque ese no es de este momento, sino de cuando no hubo nada, cuando el tiempo y el espacio eran puros, vacíos.”... Cuenta que el río nació del vacío que dejó un árbol al caer, uno muy similar al Árbol de la Vida. El Árbol del agua, es como se conoce ese otro coloso. Su caída dejó un hueco tan profundo y largo que lentamente fue llenado por el agua. Pero el árbol no cayó solo, fue derribado por dos personas, el Zorro y el Zogui Zogui... El tronco, en su parte baja, justo donde toca la tierra, formó, ya caído, el delta del río, la conexión con el mar; allí mismo quedaron las raíces del gigante. Al otro extremo sus ramas y nervaduras, al golpear fuerte el suelo, crearon los afluentes que dieron forma al territorio que llamamos Amazonia 18 .
Don Abel dibuja de memoria, hoy por hoy en una esquina de la cocina de su pequeña vivienda al sur de Bogotá. Al mambear la hoja sagrada (coca), Don Abel inicia el proceso de hacer vivir la palabra, al lado del fogón, el lugar en el cual se reconectan vivencias, sentires, imágenes e historias.
En su Árbol del agua (2014) una narración oral es llevada a una gran hoja de papel, la pieza funciona de forma documental/ficcional pues criaturas reales (tortuga, delfín rosado, el zogi zogi) se mezclan en procesos de representación científica y real maravillosa. El tratamiento de esta pieza es particular, pues no es común ver aguadas de tinta que llenen el espacio de tal forma en el trabajo de Don Abel. Recientemente, debido a la centralidad del Amazonas, tanto en el discurso ambiental como en el discurso de la explotación de recursos y de seguridad nacional, se han producido numerosas publicaciones, exhibiciones, congresos, documentales y películas que buscan sensibilizar al público acerca de su potencial cultural, su biodiversidad, riqueza hídrica y energética. Sin embargo, es gracias al trabajo histórico de cronistas, exploradores, antropólogos, escritores, gestores culturales, e investigadores trabajando en relación y con comunidades de los diferentes territorios del Amazonas que estos espacios ex-céntricos (al margen y frontera del Estado-nación) han empezado a ser parte del consciente colectivo y del tejido nacional 19.
Gracias a esta nueva visibilidad, entre 2013 y 2015, los dibujos de Don Abel han sido exhibidos en Colombia y en el exterior en muestras colectivas donde experiencias descentradas son capturadas en sistemas expositivos, tales como; ¡Mira! Artes Visuales Contemporáneas de los Pueblos Indígenas, en Belo Horizonte y Brasilia (2013); en el 43Salón Nacional de Artistas Saber Desconocer, Medellín (2013); Waterweavers: El río en el arte, el diseño y la cultura material contemporáneos en Colombia, Nueva York (2014); en Selva Cosmopolítica, Bogotá (2014); y en la Feria ARCO en Madrid (2015), entre otros .20
Para Don Abel, el dibujo es tan solo una extensión de su forma principal de comunicación, la palabra. En lo oral se ejercitan formas “otras” de construir, mantener y circular conocimiento; un tipo de conocimiento que es situado, contextualizado y apropiado a su experiencia en relación con ecologías complejas donde lo humano es tan solo un aspecto más de los tejidos de relaciones existentes. Gracias a esta palabra viva, potenciada por el mambeo de la hoja sagrada, su gente reconoce La Chorrera como su lugar de origen y a ellos como parte de los Uitoto (o Murui - gente), la etnia mayor.
El entretejido de narraciones que constituye el acervo histórico y cultural de estos pueblos, tiene una dimensión física y performática (ritual) que pone en entredicho la hegemonía occidental del archivo, lo documental y lo visual. Entrar en la selva, en la manigua, es una invitación desde la palabra viva que es también incorporada y experimentada sentipensadamente. La Real Académica de la Lengua Española, define manigua como, “abundancia desordenada de algo, confusión, cuestión intrincada,” que es la imposibilidad de ver más allá de lo aparente. Enmaniguarse, es entrar en ese terreno donde la razón occidental es relativizada, donde la línea teleológica del tiempo se curva sinuosamente y lo elíptico emerge, donde formas de ver castradas por la representación cartesiana y las líneas de fuga no pueden con la tarea de lo real. El lenguaje incorporado es lo que señalan los biólogos chilenos, Maturana y Varela, en su teoría de la autopoiética -la naturaleza reflexiva de los seres vivos, donde aprender y educar envuelve todas las dimensiones del ser. Este es un fenómeno psicosocial y biológico, no es la razón la que nos lleva a la acción, es la emoción.
En “la palabra viva”, por lo tanto, se constituyen redes de acciones consensuadamente coordinadas, tejidas en el propio proceso del cruce de la emoción con el lenguaje, tejidas en el vivir/convivir del cual emerge el mundo, en el cual están insertados varios micromundos que creamos a nuestro alrededor 21 . Esta es la base ontológica de lo relacional situado en muchos de los pueblos enraizados de nuestros territorios de frontera geográfica y cultural. Es donde reside el poder narrativo (visual y oral) de Don Abel.
Hoy por hoy los Uitoto-Murui no son más de nueve mil sujetos, que en el territorio basan su forma de vida en la agricultura de roza y quema, la caza, la pesca y la recolección de productos silvestres. Cada chagra tiene una superficie entre media y dos hectáreas. Viven de cultivar en sus parcelas: yuca brava y dulce, ñame, mafafa, ají, coca, chontaduro, plátanos, aguacate, caimo, umarí y maíz entre otros productos. Los desterrados por otro lado, intentan ofrecer sus servicios de herbolaria y artesanía en los espacios urbanos.
En el Putumayo y el Caquetá, como en muchas otras regiones de la nación (en las cuencas de los ríos Atrato y Patía), el progreso arrasó el paisaje - como la tormenta Benjaminiana. Lo que queda son las heridas abiertas de un extractivismo pululante y exacerbado. En medio de las emergencias y urgencias de esta realidad, otro modelo de desarrollo, el de las autonomías indígenas, afrodescendientes y campesinas, se erige. Este modelo alterno, opaca las discusiones sobre tenencia y acumulación de tierra, estas organizaciones hablan de lo común y han llevado a otra dimensión los procesos de autonomía.
Llaman a este proceso, de liberación de la madre tierra – con avances importantes como viene sucediendo en el alto Cauca con la minga en resistencia. En su lucha por la soberanía cultural y alimentaria, y el desprendimiento de los modelos desarrollistas centrales dictados por recetas externas, muchos han caído, otros han sido desplazados.
El vaciamiento de las poblaciones raizales de estos territorios es condición sine qua non para el proyecto extractivo y de uso estratégico de recursos, la fumigación de agentes químicos (ecos de guerras del pasado) dentro de la llamada guerra contra las drogas, son parte de esta agenda, afortunadamente los llamados internacionales sobre el uso de agentes químicos han empezado a ser escuchados en Colombia. Las organizaciones indígenas, afro y campesinas intentan mantener proyectos de vida dignos pero desafortunadamente son aplacadas por políticas asistencialistas que reemplazan dietas y costumbres endógenas por pirámides nutricionales diseñadas en centros urbanos 22.
Comunidades en resistencia denuncian un neo-colonialismo disfrazado de progreso. Una nueva ola de expediciones, exploraciones, descubrimientos se da simultáneamente con procesos extractivos de, los mal llamados recursos naturales, que usando informantes nativos, como en el caso de Don Abel, que al servicio de las agendas modernizantes del estado-nación, engrosan el capital global 23. La violencia es inherente a estos modelos extractivistas de una economía-mundo que pide más materias primas para consolidar mercados de tecnologías que se hacen rápidamente obsoletas, donde consumidores conectados planetariamente, se desconectan de sus cuerpos y espacios locales, donde se continúa despojando, desplazando y marginalizando a comunidades que viven en relación con sus territorios 24
Por ejemplo, los precios del caucho natural crecieron hasta 1912, esto es, mientras la demanda era creciente y la técnica para su producción permaneció invariable. A partir de la implantación del caucho en el sudeste asiático que sustituyó a la economía sudamericana, se logró, en el siglo XX, aumentar la oferta y consecuentemente se produjo una caída del precio. Los mercados son instituciones artificiales como todas las otras formas de convivencia creadas por los hombres. En muchas sociedades, la tierra tiene un significado divino, reúne a los vivos con los muertos, le da sentido de permanencia y continuidad a la vida; ese territorio concreto consecuentemente no es enajenable. Muchos movimientos religiosos se inspiran en la representación de que la tierra les pertenece a aquellos que la utilizan. Sólo pudo establecerse un mercado de la tierra a partir de la expropiación violenta de esta, al centro del fenómeno están los pueblos indígenas y campesinos.
Luego de más de diez años como desplazado, la historia de Don Abel salió a la luz pública en una entrevista para un diario nacional en el año 2011, en la cual ya se hacía claro el interés por sus dibujos (su trabajo se venía haciendo público en algunas publicaciones de Tropenbos).
“Por eso cuando pinta en su casa, en el barrio Bosa, al sur de Bogotá, ‘a un ladito de la cocina’, sólo le basta con mambear coca y quedarse unos minutos en silencio para dibujar en la mente esas imágenes de la selva que lo han acompañado desde niño. Sólo eso basta y los trazos empiezan a emerger. Sin ningún esfuerzo. Dibuja un guamo con tintas verdes y aclara que si estuviera seco tendría zonas muy oscuras, casi negras, y sus frutos secos sonarían como maracas.
Dibuja una palmera llamada azaid y una más de nombre yabarí que crece a la orilla del río. Dibuja un árbol sangre de toro y una palma a la que ellos llaman bombona, ‘de tronco delgado pero barrigona’. Dibuja también el árbol de cacao silvestre, uno de algodón en la ribera y otro más de marañón 25 .”
En un reciente documental, comisionado por la Fundación Prince Claus, el artista visual y gestor cultural Fernando Arias, acompaña a Don Abel de regreso a La Chorrera. La escena central muestra un gran árbol solitario al límite de un paisaje devastado, ahora civilizado, por el glifosato, el ganado y los monocultivos, que le quitan espacio a la diversidad de la selva 26 . Don Abel continúa, con su forma apacible y abierta, su discurrir en el tiempo, compartiendo sin egoísmos su historia, potenciando esta con la palabra, en un ejercicio de resistencia que se aferra a la memoria y que está buscando una otra generación (así no sea la propia) que la reciba y “redondeé”.
… “Todos estos conocimientos aplican a la vida humana, aplican a la vida de la naturaleza. El que tiene buena memoria y buena disposición va entendiendo la necesidad de aprender sobre los recursos que nos da la tierra”. Dice que todo lo que sabe lo aprendió siendo niño, sentado en una maloca, escuchando atento las conversaciones de los viejos, quienes dictaban una especie de lección para que los más pequeños empezarán a entender que la naturaleza era el alimento, la medicina, la vida misma 27 .
En Colombia, las políticas de desarrollo son expresadas en términos de “grandes locomotoras”, en un slogan modernista y anticuado que sin importar de donde venga -de gobiernos progresistas, de derecha, centro, o izquierda- al final son igualmente modernizadoras, civilizatorias, extractivistas, depredadoras, contaminantes y corruptas 28 .
Las obras de Don Abel, dejan en claro que el proyecto de la nación moderna en sus políticas de desarrollo es incompleto. Ese interés por lo desconocido, por la aventura, la expedición, lo taxonómico es una extensión de tormenta de la historia. Los presupuestos moderno/coloniales se presentan en Don Abel como espectros de una colonialidad en marcha. En la obra de Don Abel, un velo en forma de narrativa visual contiene el desastre, al mismo tiempo anuncia otra ontología, que en relación y situación dialoga constructivamente con ecologías complejas de tipo orgánico y biológico 29.
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