DOI:
https://doi.org/10.14483/21450706.1184Publicado:
2007-01-03Número:
Vol. 1 Núm. 1 (2007): El autor y la autoríaSección:
Expresiones emergentesEl esquizofrénico caso del dr juan l. y mr...(o la fábula del autor que se muerde su propia cola)
The schizophrenic case of Dr. Juan L. and mr ... (or the fable of the author who bites his own tail)
Palabras clave:
artista, lector, traducción, biología de una idea, copia, imitación (es).Palabras clave:
artist, reader, translation, biology of an idea, copy, imitation (en).Descargas
Referencias
Barthes, Roland. THe death of the author. Texto de 1968. http://www.ubu.com/aspen/aspen5and6/threeEssays. html
Blanchot, Maurice. The essential solitude. The space of literature. texto de 1955.
González, mauricio. (2006). "al borde del abismo -de lo intraducible- entre arte y traducción". Cuadernos Grises. Arte y traducción. Bogotá: Universidad de los andes, Facultad de artes y Humanidades, departamento de arte.
Ospina, Lucas. (2006). "¡Ay, si yo fuera pintor! Crítica, texto y traducción". Cuadernos Grises. Arte y traducción. Bogotá: Universidad de los andes, Facultad de artes y Humanidades, departamento de arte.
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Calle 14, nil vol:4 nro:1 pág:163-166
EL ESQUIZOFRÉNICO CASO DEL DR JUAN L. Y MR… (O la fábula del autor que se muerde su propia cola)
Juan Nicolás Leguizamón*
Resumen
Fernández-Fischer, bajo el seudónimo de Juan Nicolás Leguizamón , elabora en su artículo un tratamiento de la idea de autoría que habita el texto La Biología de una Idea. ¿A quién se le debería designar artista, cuando el autor le pertenece a la obra de arte y no lo contrario?: la pregunta que plantea quien escribe el artículo y su intento por desarrollarla tallan hondo en el alma vanidosa del creador quien se siente expuesto en su propósito de hacer algo, ¡por fin!, que le sea absolutamente propio. Luego, queda la incómoda sensación de distancia hacia lo que podría constituir un oasis: La copia (la cual implica lectura y esta, a su vez, cuotas de infidelidad a la copia anterior). El encargo del artículo es, en sí mismo, una copia que activa la obra a la que alude y su escritura, copia de la copia.
Palabras clave: Artista, lector, traducción, biología de una idea, copia, imitación
Abstract
Fernández-Fischer, under the name Juan Nicolás Leguizamón, elaborates through his article a handling of the idea of authorship which inhabits the text La Biología de una Idea. ¿Whom should be designated as artist, when the autor belongs to the work of art, not the contrary?: The question settled by he who writes the article along with his attempt to give answer to it carve deep into the vain soul of the creator who feels exposed under his purpose of making something, finally!, which results to him absolutely proper. Then, the uncomfortable sensation of distance to that that should be an oasis is left: The copy (which implies reading which, also, implies an amount of infidelity to the previous copy). The ordering of the article itself is a copy that activates the regarded work, and its writing itself is copy of the copy.
Key words: Artist, reader, translation, biology of an idea, copy, imitation.
* Maestro en artes plásticas y visuales de la Universidad Distrital, 5 Semestres de Ingeniería Mecánica e Industrial, Cursos Libres, Arquitectura, Universidad de Los Andes. Participante en el proyecto, Análisis de Cien Trabajos de Grado de la Facultad de Artes Asab, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Ha participado en varias exposiciones colectivas y ha publicado en varias revistas.
PRÓLOGO
Ésta carta se constituye en el contrato por el cual delego a usted la realización de la idea que hace un tiempo no encuentra otro lugar que mis obsesiones. Como artista e historiador del arte, soy un admirador asiduo del arte conceptual y sobre todo del sentido que confieren los enunciados art as idea y art as idea as idea, conceptos que grandes problemas me han ocasionado, viviendo en un mundo tan decadente como interesante, que es éste, en el que dos más dos es y siempre será igual a cuatro; un mundo sobre el cual sería sano arrojar, y eso es lo que se espera del compromiso social del artista, más de una crítica.
Usted conoce mi obra y sabe que gracias a ella mi carrera debería haber ocupado un lugar más destacado en el panorama artístico, por lo menos el local. Sin embargo, me doy cuenta de que la obra nunca ha llegado a la etapa más álgida de su desarrollo, y he alcanzado un punto en el cual tengo que reconocer que lo que he producido a lo largo de los años no es más que basura, que me gustaría dejar de ver con sólo chasquear los dedos. Pero pienso que no por ello debo dejar de trabajar, es más, con una chispa de ilusión, me lanzo nuevamente al océano de incertidumbre, creyendo que tengo algo entre las manos y con ese mismo particular es que me atrevo a hacer contacto con usted.
Lo que estipula este contrato, el cual espero que analice bien y en una etapa posterior acepte, es mi designación como el autor de un concepto que extraigo de esa idea que ya mencioné, y de cuya explicación haré partícipe a su persona en el momento en que se decida a colaborar, idea confidente de los supuestos conceptuales históricos en los cuales el sentido -valga la redundancia, el concepto- es la obra de arte. Así, mi aporte a esta asociación es el del concepto. La segunda cosa que estipula este contrato es su aporte: A usted le corresponde llevar a cabo la realización del trabajo.
A través de su trabajo es que el mío va a ver la luz. Como puede intuir, mi trabajo necesita de su maestría en las artes literarias y espera que se valga usted de los recursos narrativos de vanguardia. Confío plenamente en que podrá usted generar la confusión en el público que tendrá los ojos puestos tanto sobre su trabajo como sobre el mío, confusión que el trabajo requiere para que el lector asista al ejercicio estético que, a riesgo de caer en la vanidad que confieren estas palabras y de la cual me gustaría liberarme, siento como el detonante de nuevas dimensiones estéticas1.
Al revisar el tono y algunas de las frases del prólogo a La biología de una idea, Juan L. (personaje del relato de quien se presume en este punto como quien escribe este prólogo) sugiere una carta-contrato, mediante la cual, en un proyecto colaborativo, se denomina así mismo como el autor del concepto y designa al realizador del trabajo, Nicolás L., como no más que eso, su realizador.
Enmarcado este trabajo dentro de los márgenes del arte conceptual2, siendo de acuerdo a éste el concepto la misma obra de arte, Juan L. está designándose a sí mismo como el artista. Gracias a lo que llamaríamos “cláusulas e incisos” se eleva sobre Nicolás L. usando palabras. Más que las palabras, casi que está usando lo que W. Benjamin llamó “lengua pura”3 , o se encuentra a medio camino hacia ella.
El concepto de autor tiene mucho, posiblemente todo, de moderno. Remite directamente al genio o al único dotado con el talento para crear, es decir, para hacer cosas nuevas a partir de aquello que no existe aún (lo falso). Si la palabra autor es, y sólo es, exactamente lo anterior, tanto que con el solo hecho de pronunciarla se abarca toda aquella grandeza y la deuda insaldable que tendría el público espectador y/o lector para con aquel talento, Juan L. habría hecho uso de esa lengua pura benjaminiana. Pero aquí algo empezó a oler mal. Sospechosa asoma flatulencia sin conocerse su procedencia; o en este caso, tal vez, sea una halitosis que le obliga a Juan L. a cerrar la boca más allá del prólogo.
Un escalón arriba, el autor moderno, maestro en su arte, se convierte en el punto de referencia de imitadores que aspiran a ascender, cansados de doblar el cuello hacia arriba, adonde no pueden ver con comodidad. Ingenuamente ha generado un mercado de inescrupulosos oportunistas (de carroñeros) cuya máxima habilidad es la copia y, a su vez, un deterioro de aquello a lo cual el autor ha rendido orgullosa fidelidad: lo original. La palabra original no puede existir sin que haya copia; traducción. Y sin traducción, lo original no es más que novedad. Y he aquí la imponente necesidad de salir de la habitación flatulenta: lo nuevo no existe sin lo viejo. ¿No se constituye en sensatez en este punto el pensar que lo que el autor llama el original, su obra, no es más que una copia o traducción de algo ya existente, de una instancia anterior?
Volviendo por un momento a la carta-contrato, el derecho principal que se asegura Juan L., el de la autoría, habla de propiedad a un nivel abstracto. Esto sería innecesario decirlo siendo que el concepto de propiedad es abstracto en sí, excepto que en este caso se trata de un caso especial, el de la propiedad intelectual. La contraprestación que se manifiesta tácitamente, latente, es el otorgamiento del crédito por la elaboración del escrito a Nicolás L., nadie más que el que lo elabora. Juan L. no se atribuye nada que no sea “suyo”. ¿Cuál es la duda que indican estas comillas entrometidas? La obra de arte es activada por el lector y no existe sin él; esto quiere decir que la obra es una relación íntima que posee sentido. El autor presenta la obra al lector, pero la obra no le pertenece aunque le pertenezca la pintura, la instalación, el libro4, y tanto estos elementos como el autor y el lector, así como el contexto (ya intervenido) por la misma obra, hacen parte de ella. En este sentido es más sensata la afirmación El autor de... que La obra de...
Aun concediendo al autor lo que le corresponde, la obra depende en gran medida de la lectura. Es el lector quien compone el sentido de lo que percibe y cuando lo ordena está realizando una traducción de lo que el autor le puso al frente. Eventualmente, el lector se pronunciará acerca de la obra y hará pública su traducción y esto le dará vida a la obra; la obra necesita que el lector elabore, comprenda, transforme, y comparta su lectura.
Con anterioridad se manejó la imposibilidad del original, en la medida en que éste es ya una traducción de algo anterior. No es esto exactamente que el autor haya reproducido o imitado literalmente a otra obra, sino que el autor ya ha hecho una lectura, una relectura, ya sea del mundo, de otra obra, de algún evento o una combinación de todos ellos, y ha encontrado conexiones que aparentemente no existen entre un conjunto de elementos, ha transformado y ha elaborado una traducción de lo que percibió. Estamos llegando al punto álgido de este asunto de autoría. Ahora es posible decir que para llevar a cabo la búsqueda del artista, se estaba mirando en la dirección errada. Diríamos que el artista no es el autor, sacado a un limbo a pocos centímetros de la tierra, mas aquel que intentó ordenar de manera particular todo el universo de la obra y como experiencia estética la devuelve (transformada) al lenguaje antes que hacer cualquier otra cosa: el lector. Tal vez a esto era que se refería Jorge Luis Borges cuando se declaraba más orgulloso de lo que había leído que de aquello que había escrito.
En La biología de una idea, Juan L. presenta un concepto a Nicolás L. para que le haga lectura, lo interprete y haga una traducción que no traicione el concepto aportado por el, todavía, autor moderno. Entonces, Nicolás L. se siente nauseabundo con la flatulenta corriente compuesta por una proposición imposible, una traducción-transferencia. A través del relato, Nicolás L. en un acto aleccionador en primera medida, y bondadoso al final del camino, airea ese mal olor devolviéndole a Juan L. la situación privilegiada de lector, y por tanto de traductor de algo que le es ajeno. Silenciosamente lo burla y le quita cualquier pretensión de propiedad, lo sitúa en un plano de multiplicidad que para este relato envuelve a los dos personajes en un ciclo en el que cada uno le debe algo al otro.
BibliografíaBarthes, Roland. The death of the author. Texto de 1968. http://www.ubu.com/aspen/aspen5and6/threeEssays.html
Blanchot, Maurice. The essential solitude. The space of literature. Texto de 1955.
González, Mauricio. (2006). “Al borde del abismo -de lo intraducible- entre arte y traducción”. Cuadernos Grises. Arte y traducción. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Artes y Humanidades, Departamento de Arte.
Ospina, Lucas. (2006). “¡Ay, si yo fuera pintor! Crítica, texto y traducción”. Cuadernos Grises. Arte y traducción. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Artes y Humanidades, Departamento de Arte.
Notas
1 Tomado del texto-relato La biología de una idea de Nicolás L., trabajo candidato al grado de Artes Plásticas y Visuales en la Facultad de Artes ASAB, Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
2 El trabajo que se menciona aquí es el que aparece descrito adentro del relato La biología de una idea de Nicolás L. Es una instalación que se puede catalogar (al menos por la imagen que revela el relato) como un ejemplo de arte conceptual.
3 Citado de Walter Benjamin por Mauricio González en su ensayo Al borde del abismo -de lo intraducible- entre arte y traducción. El concepto de lengua pura aduce a la primera lengua, la cual no necesita de traducciones y de la cual la única reminiscencia es el nombre, el cual, al pronunciarse designa automáticamente todo lo que esta palabra simboliza.
4 Citado de Walter Benjamin por Mauricio González en su ensayo Al borde del abismo -de lo intraducible- entre arte y traducción. El concepto de lengua pura aduce a la primera lengua, anterior al incidente de Babel, la cual no necesita de traducciones y de la cual la única reminiscencia es el nombre, el cual tiene la propiedad al pronunciarse, de señalar automáticamente todo lo que esta palabra simboliza.
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