DOI:
https://doi.org/10.14483/10.14483/udistrital.jour.c14.2015.2.a09Publicado:
2015-11-06Número:
Vol. 10 Núm. 16 (2015): Arte y manifestaciones popularesSección:
MisceláneaRecuerdo diferido. Anotación sobre Exhumaciones, de William Marín
Deferred memory; Annotation on Exhumations; by William Marín
Palabras clave:
memory, deferred (en).Palabras clave:
recuerdo, diferido (es).Descargas
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Recuerdo diferido. Anotación sobre Exhumaciones, de William Marín
• DOI: http://dx.doi.org/10.14483/udistrital.jour.c14.2015.2.a09 tp
“Utilizo además materiales y colores con intenciones puntuales, que claramente describen y cuentan desde el clima de un territorio hasta la tensión de una emoción experimentada en otro lugar y tiempo de mi vida. Estas manifestaciones se convierten en un ir y venir constante, en un retroceder para avanzar en mi propia vida cual juego de azar, que en ocasiones preferiría no descubrir.”
William Marín
El artista lo deja en claro desde el principio. Esta investigación se resuelve por tres caminos: memoria, oficios e imágenes. Como muchas de las personas que hacen arte de su generación, plantea esta ecuación atendiendo más a la narración autobiográfica que a la exploración genealógica. Es decir, habla de sí mis- mo y no de su árbol familiar; fabrica microhistorias, no relatos omniabarcadores. Es mesurado y prudente. Sobre todo por que lo que interesa a William Marín es crear vínculos con su pasado y reconstruirlo. Y porque la principal preocupación de este proyecto consiste en identificar y conocer los recuerdos que poseía el artista para el tiempo en que comenzó a hacerlo. De hecho, lo que buscaba era determinar el modo en que esas memorias habían condicionado su carácter actual.
En un principio, localizó su trabajo dentro del contexto académico (es una tesis de pregrado), desarrollando estrategias visuales bi y tridimensionales y vinculando diseño gráfico con ilustración y labores manuales. A pesar de contar con un amplio repertorio técnico, esta cantidad de procedimientos no impidió que la obra se concentrara alrededor de unos pocos elementos: piezas de tejido y grabado que se expandían hacia el espacio expositivo. Para el artista, la cuestión estaba en construir –literalmente- una serie de lazos entre su propia memoria y la experiencia del espectador a medida que recorriera el montaje. Así, de una actividad de autoconocimiento, donde Marín llegó a sacar a la luz “personajes que han hecho parte de mi vida”, pasó a concretar “formas de accionar que [había] heredado sin siquiera pensarlo” para materializarlas en un balance entre varias versiones de su propio trabajo. Como estrategia visual se planteó una museografía cercana al lenguaje escenográfico, organizada por etapas y segmentada en grupos de objetos. Su interpretación de una serie de recuerdos que aparecían a medida que se avanzaba en la muestra. Lo acertado de esta decisión se notó en la manera como tradujo los componentes temáticos que deseaba ilustrar. Las pequeñas esculturas, que según él aludían “al recuerdo, al juego, al territorio vivido y a la percepción de ese mundo mágico”; las figuras geométricas, que introducían una representación abstracta de su propia infancia; la pintura roja del fondo de una pared de la sala, para localizar en ella las piezas bidimensionales.
Finalmente, hay que destacar que en este montaje Marín resolvió de modo eficaz la presentación de los hilos en varios de sus objetos. Respecto a la marcada importancia que da en su investigación a un recuerdo en particular, los empleó como eje significante. Según su narración, destaca la imagen de su abuela cosiendo y que se convirtió en elemento transversal al proyecto. De ahí que la presencia de filamentos que van de unos objetos a otros o que aparezcan dentro de algunos grabados permita comprender su afirmación de que “la condición individual y colectiva que tenemos frente al arte nos permite materializar –desde ciertas disciplinas y modos de hacer– los objetos constituyentes del discurso visual, que se abre para dejar entrar los afectos, los temores, los recuerdos o los amores de los otros”.
Esta obra planteó en el espacio expositivo que es posible mostrar una versión personal de la vida propia sin apelar a revelaciones penosas o a un exhibicionismo quejumbroso. El desarrollo del montaje y el modo en que se fue organizando cada uno de los elementos del relato permite comprender que la intención del artista era la de establecer un diálogo entre sus vivencias y las de su público. Quizá por esa razón muchos de quienes fuimos nos demorábamos en algunas de las piezas, tal vez estábamos conversando con una parte desconocida –u olvidada o reprimida- de nuestros propios recuerdos.
Guillermo Vanegas
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