DOI:

https://doi.org/10.14483/21450706.19627

Publicado:

2022-07-22

Número:

Vol. 17 Núm. 32 (2022): Julio-Diciembre 2022

Sección:

Sección Central

Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo

Territory in transit. A meeting of subjectivities located within the creative act

Território trânsito. Um encontro de subjetividades a partir do ato criativo

Autores/as

  • Maribel Boyacá-Muñoz Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia https://orcid.org/0000-0002-0898-7837
  • Andrea Valentina Díaz-Medina Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
  • Angela Mireya González-Rodríguez Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia https://orcid.org/0000-0002-1241-9509

Palabras clave:

Artes, Criação artística, Identidades, Territórios (pt).

Palabras clave:

Artes, Creación artística, Identidades, Territorios (es).

Palabras clave:

Art, artistic creation, identities, territories (en).

Referencias

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Cómo citar

APA

Boyacá-Muñoz , M. ., Díaz-Medina , A. V. ., y González-Rodríguez , A. M. . (2022). Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 17(32), 352–367. https://doi.org/10.14483/21450706.19627

ACM

[1]
Boyacá-Muñoz , M. et al. 2022. Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte. 17, 32 (jul. 2022), 352–367. DOI:https://doi.org/10.14483/21450706.19627.

ACS

(1)
Boyacá-Muñoz , M. .; Díaz-Medina , A. V. .; González-Rodríguez , A. M. . Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo. calle 14 rev. investig. campo arte 2022, 17, 352-367.

ABNT

BOYACÁ-MUÑOZ , Maribel; DÍAZ-MEDINA , Andrea Valentina; GONZÁLEZ-RODRÍGUEZ , Angela Mireya. Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, [S. l.], v. 17, n. 32, p. 352–367, 2022. DOI: 10.14483/21450706.19627. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/19627. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Boyacá-Muñoz , Maribel, Andrea Valentina Díaz-Medina, y Angela Mireya González-Rodríguez. 2022. «Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte 17 (32):352-67. https://doi.org/10.14483/21450706.19627.

Harvard

Boyacá-Muñoz , M. ., Díaz-Medina , A. V. . y González-Rodríguez , A. M. . (2022) «Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo», Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 17(32), pp. 352–367. doi: 10.14483/21450706.19627.

IEEE

[1]
M. . Boyacá-Muñoz, A. V. . Díaz-Medina, y A. M. . González-Rodríguez, «Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo», calle 14 rev. investig. campo arte, vol. 17, n.º 32, pp. 352–367, jul. 2022.

MLA

Boyacá-Muñoz , Maribel, et al. «Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, vol. 17, n.º 32, julio de 2022, pp. 352-67, doi:10.14483/21450706.19627.

Turabian

Boyacá-Muñoz , Maribel, Andrea Valentina Díaz-Medina, y Angela Mireya González-Rodríguez. «Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte 17, no. 32 (julio 22, 2022): 352–367. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/19627.

Vancouver

1.
Boyacá-Muñoz M, Díaz-Medina AV, González-Rodríguez AM. Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo. calle 14 rev. investig. campo arte [Internet]. 22 de julio de 2022 [citado 29 de marzo de 2024];17(32):352-67. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/19627

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Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo

Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo

Territory in transit. A meeting of subjectivities located within the creative act

Territoire transit. Une rencontre des subjectivités à partir de l'acte créatif

Território trânsito. Um encontro de subjetividades a partir do ato criativo

Maribel Boyacá-Muñoz
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Colombia
Andrea Valentina Díaz-Medina
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Colombia
Angela Mireya González-Rodríguez
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Colombia

Territorio tránsito: un encuentro de subjetividades desde el acto creativo

Calle14: revista de investigación en el campo del arte, vol. 17, núm. 32, pp. 352-367, 2022

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Recepción: 11 Julio 2021

Aprobación: 01 Enero 2022

Resumen: Este manifiesto de subjetividades territoriales ofrece tres miradas al territorio que insertan una relación de reciprocidad entre arte y territorio, postulando la construcción de una categoría que definimos como territorio tránsito, categoría tue está representada de manera tanto física como simbólica. De los diálogos que se han venido desarrollando en tiempos recientes en torno a la deriva de lo urbano a lo rural nace la búsqueda constante por comprender la simbiosis entre habitares, devenires e identidades. Así, dentro de esta exploración surge el acto de crear y ser creado, como una declaración de territorio que sumerge en la formación subjetiva de los cuerpos como formas, materia maleable abordada desde la colectividad. En este sentido, el hábitat natural fue cuestionado cuando el arte se convirtió en intérprete de vidas y definió los territorios como una construcción dinámica dada en sociedad.

Palabras clave: Artes, Creación artística, Identidades, Territorios.

Abstract: This manifesto of territorial subjectivities offers three views on territory, which imply a relationship of reciprocity. The first view will be referred to as art-territory. Secondly, we postulate the construction of a category that we define as transit territory. This is a category that is represented both physically and symbolically. Thirdly, in recent times, a dialogue has been developing around the drift from the urban to the rural, and from this conversation has arisen the constant search to understand the symbiosis located within inhabit-becoming- identity. Thus, within this exploration the act of creating and being created emerges. This article claims that this act can be understood as a declaration of a territory that immerses us in the subjective formation of bodies, as forms of malleable matter. Thus, the article argues that the natural habitat was questioned when art became the interpreter of life and territories as a dynamic construction in society were defined.

Keywords: Art, artistic creation, identities, territories.

Résumé: Ce manifeste des subjectivités territoriales propose trois regards sur le territoire qui insèrent une relation réciproque entre art et territoire, postulant la construction d'une catégorie

que nous définissons comme territoire transit, catégorie qui est représentée à la fois physiquement et symboliquement. Des dialogues qui se sont développés ces derniers temps autour du glissement de l'urbain vers le rural, naît la recherche constante de comprendre la symbiose entre habitats, devenirs et identités. Ainsi, dans cette exploration, l'acte de créer et d'être créé surgit, comme une déclaration de territoire qui se submerge dans la formation subjective des corps en tant que formes, matière malléable approchée dès la communauté. En ce sens, l'habitat naturel a été questionné lorsque l'art est devenu interprète des vies et a défini les territoires comme une construction dynamique qui apparaît dans la société.

Mots clés: arts, création artistique, identités, territoires.

Resumo: Este manifesto de subjetividades territoriais oferece três visões ao território que inserem uma relação de reciprocidade entre arte e território, postulando a construção de uma categoria que definimos como território trânsito, categoria que está representada de maneira tanto física como simbólica. Dos diálogos que têm vindo a desenvolver-se em tempos recentes

em torno da deriva do urbano ao rural nasce a busca constante de compreender a simbiose entre habitares, devires e identidades. Assim, dentro desta exploração emerge o ato de criar e ser criado, como uma declaração de território que mergulha na formação subjetiva dos corpos como formas, matéria maleável abordada a partir da coletividade. Neste sentido, o habitat natural foi questionado quando a arte se converteu em intérprete de vidas e definiu os territórios como uma construção dinâmica dada em sociedade.

Palavras-chave: Artes, Criação artística, Identidades, Territórios.

Introducción

Crecimos entre verdes, rodeados de montañas. Somos oyentes del río y de la brisa que acompaña al sol

implacable. Somos hijos del campo, campesinos por herencia y pasión. Dibujantes de praderas, modelado de la tierra,

vecinos del páramo, y el bosque, observadores del silencio y de la neblina en la mañana,

hijos de una tierra que es maestro.

Este artículo tiene el propósito de generar una noción de territorio a partir del recorrido que se cimenta desde el habitar hasta el plantear del quehacer artís- tico, un cúmulo de acontecimientos generadores de cuestionamientos que motivan a escudriñar/reflexio- nar en y con el otro, establecen diálogos abiertos y son un detonante expresivo que formula procesos artísticos vivenciales y creativos que amasan una apropiación topofilica del territorio.

El concepto de topofilia tiene su primera mención en el texto La poética del espacio por parte de Bachelard (2000) para aludir al amor por el lugar; se habla de un tejido de relaciones con el terruño y la cultura, en donde no solo hay un efecto de atracción y arraigo, sino lazos emocionales que ligan directamente con el espacio habitado.

De hecho, estos territorios nacen y se nutren de los imaginarios de sus habitantes y son dinámicos, lo cual representa nuevas formas de vivir un lugar, vincu- lando su movimiento, tanto el del territorio como el de los habitantes, con el acto creativo. En este sen- tido, estos imaginarios encaminan la materialidad del territorio, “una materialidad que está presente en los sentidos y sentimientos de los ciudadanos en perma- nente transformación” (Silva, 2019, p. 7).

Por consiguiente, “lo que se imagina colectivamente como realidad pasa a ser la misma realidad social- mente construida” (Silva, 2006, p. 25), por lo cual los imaginarios se definen y redefinen de manera permanente y dinámica, donde nosotros como habitantes nos estamos haciendo con ellos. De este modo, estén o no los lugares en su existencia física, lo que enfatizamos es que cada vez más somos atravesados por intervenciones; el arte contemporáneo habla de un arte transaccional donde se materializan las reflexio- nes y representaciones de distintos contextos.

Con ello se afirma que las artes son un territorio simbólico que nos permite hacernos y crearnos como seres en constante transformación; es a partir del arte del repensarse que surgen estos territorios

simbólicos e imaginarios. Estos procesos muchas veces tienen extensiones físicas, pero también se transforman desde agentes de lugar para integrarse bajo un nexo social; su propósito es crear nuevos significados, incluso para lo que ya existe, como un arte de contextos y de pensamiento.

Territorio tránsito

Transitar es recorrer, ir –como seguramente también venir, observar y re-observar. De esta manera, encontrar o perder el rumbo es, en efecto, una posibilidad para conocer. Así, andar promueve diálogos entre el ser humano y el lugar: consolida el deseo, permea lo subjetivo, es un espectáculo de signos. En todo caso ha de notarse la intención de reconocer artes territorializadas y territorios expresivos, entretejidos por signos sociales en co-creación de territorios creativos.

Es allí donde los territorios emergen como una cons- trucción inconsciente, como diálogos del ser humano con la naturaleza dados a lo largo de la historia. Así, en Deleuze y Guattari (2002) territorio tiene que ver con pensamiento y deseo, hoy relacionado desde

el transitar territorializado. Por ello, el tránsito es un devenir de múltiples caras, un cúmulo de recursos, experiencias a los que se intenta dar una orientación desde los habitares, que no son un espacio determi- nado sino la búsqueda constante de ideas, devenires indeterminados, conexos a la deriva, que van y vienen entretejiendo puntadas de identidades; en medio de estas búsquedas, no por accidente, no como herra- mienta, los territorios envuelven e incentivan a crear.

Somos el resultado del modelado de territorios, del andar de los días pasados que se ha configurado en procesos de territorialización. Entre pinceladas, trazos, colores, imágenes y voces se forjan ideas,haciendo de las artes territorios expresivos, los diálogos y deseos que transitan desde los espacios habitados. No es solo el espacio; es un acto de relaciones. Según Sauvagnagues,

el arte es una territorialización expresiva. Hay que distinguir esta territorialización de una apropiación originaria, de un acto de propiedad (marcar el centro, fundar la ciudad), o de una exploración del cuerpo propio (la carne de la hipótesis fenomenológica). [...] Pero el arte es una habitación expresiva de la que resulta la apropiación, y si esta habitación desprende modos signalécticos y apariencias muy complejas en todo sitio donde haya territorio, los modos deterritorialización humanos componen hecceidades1 que solo por abstracción es posible identificar con las signaléticas animales. (2004, pp. 150-151)

Se establece el mirar desde distintas perspectivas, sin jerarquías. Este mirar se interconecta y termina por construir un mapa de sensaciones, con el empoderamiento como apropiación simbólica de los lugares. Mediante este tejido se establecen puntos de encuentro. Así, es posible dilucidar la función de construcción subjetiva que es permeada por los territorios, a través de la imagen y los signos gráficos que la componen. Esto implica una estética de la naturaleza como cultura-signo que surge a partir del factor biótico y la naturaleza humana presente desde lo social. Lo anterior, en medio de la búsqueda-trans- formación de entornos rurales y urbanos como resul- tado del compartir con estos espacios.

En resumen, se alude a explorar los orígenes de la creación en el habitar, y se acentúa la búsqueda del arte a partir de la diversidad de los medios que lo condicionan, en tanto se habla de un camino de ideas en construcción que tiene como resultado procesos de creación, los cuales llegan como la necesidad establecida entre los conceptos que transitan. En estos territorios se cosecha entre la idea y los procesos de creación.

Habitar (del apropiar al diálogo)

Habitar es una cualidad inherente al ser humano. Presente desde nuestro primer ciclo de vida en el vientre, acontece al ocupar los espacios. De ahí que habitar se asemeja a aquel periodo que antecede un nacimiento, a construir un lugar a partir de la apropia- ción física y afectiva, donde se gesta una búsqueda por comprender nuestra inmersión dentro de un microcosmos cultural (espacios llenos de códigos, signos y posibilidades). No es otra cosa que una pul- sión por cuestionar nuestra existencia, aclarando que esto no se da de manera consciente desde el inicio, sino hasta que se experimenta un desplazamiento de aquel espacio configurado como lugar.

Este desplazamiento es el que manifiesta el sentido de pertenencia y otorga al habitar un carácter simbólico, donde se agudizan los sentidos, se amplían miradas y se reivindican memorias –son tránsitos que pasan de la apropiación de un lugar a la consciencia de lo que significa esa apropiación en la formulación de las identidades. Habitar, entonces, mantiene la alte- ridad como método de estudio en el conocimiento

Imagen 1. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.
Imagen 1. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.

Imagen 2. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.
Imagen 2. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.

de las relaciones del ser humano con su entorno, que a su vez da origen a nuevas relaciones de encuentro entre ellos.

Los territorios pueden ser físicos e imaginarios; son una construcción, lugares de relaciones, de interacciones e intercambios, donde los lugares se integran mediante tejidos. Al respecto, en la creación de lugar surge el habitar, que es arte por sí mismo y en sí mismo, una configuración cultural, un sentimiento de apego que establece identidades. Habitar es vivir, dejar huella; es la expresión de la constitución del territorio propio.

En el habitar se acoge el andar, el cual posibilita diversas formas de-morar y de-ambular arraigadas al movimiento, lo cual le permite al ser humano encontrarse y desplegarse en sí mismo en un continuo volver sobre los pasos durante la construcción de los territorios (Heidegger, 1975). Caminar es una territorialización continúa, latente a que las experiencias sean distintas, donde surgen las manifestaciones creativas. La acción de caminar, los pasos, los trazos y los recorridos son el punto de partida en las creaciones donde esta acción deviene en el “dejarse llevar por las solici- taciones del terreno” (Debord, 1999, párrafo 2).

Devenir-deriva (alejarse de lo conocido para conocer)

La subjetividad, conjunto de condiciones que hacen posible que instancias individua- les o colectivas estén en posición de emerger como territorio existencial auto-referencial, en adyacencia o en relación de delimitación con la alteridad, ella misma subjetiva.

(Félix Guattari, 1996)

En el contexto de asociación de devenires y habita- res, los devenires aparecen como aquel estado que anuncia el nacimiento gestado en el habitar, es decir, la transformación de la apropiación física y afectiva en el reconocimiento de los componentes identitarios que ya no reside simplemente en el lugar (físico) que dio su origen, sino que pasan a ser parte del sujeto, hecho que acontecerá de forma recurrente en la existencia.

De manera simultánea, se adhiere a este proceso la deriva, una irrupción en el movimiento cíclico, la cual se revela como una estrategia de formulación de una nueva sensibilidad, una ampliación de la percepción durante la simbiosis entre habitar y devenir. Debe aclararse que los habitares, los devenires y las derivas son posibilidades válidas en la metamorfosis de una identidad, donde no hay un orden esencial, pero cuya articulación es ineludible.

La configuración del sujeto, más que a una cualidad, responde a un proceso. De tal modo, todo lo que vemos, oímos y hacemos concurre a dejar nuestras subjetividades como pequeños depósitos (fragmentos) que van labrando de muy variadas maneras la subjetividad. Se trata de una autopoiesis, el acto de creación de uno mismo por sí mismo, resultado del modelado inconsciente en un principio, suceso en el que intervienen, entre otros factores, el ambiente y el medio social –que en ocasiones tienden a la homogeneidad– y es allí donde reside el llamado a la identidad, a indagar en lo permanente luego de los cambios, procurando ahondar en el reconocimiento y el hallazgo de las características singulares al buscar en el detalle.

Esto se logra mediante formas dialógicas, que generan una perspectiva innovadora y creativa como fuente de procesos, enlaces, conexiones, puntos de articu- lación y dimensiones diversas. En este sentido, caben territorios abiertos de posibilidades donde no se homogeniza; por el contrario, se genera una unidad abierta que requiere de la diferencia para que el yo exista.

El devenir es constante, es la paulatina construcción de subjetividad. Atendiendo al caso, el devenir ocurre en medio de la deriva, entendida como el deambular que responde a las solicitaciones del terreno, las cua- les hablan de cartografías emocionales, del poder del mapa, de las psicogeografías:

el sentido de la deriva es ‘dejarse llevar’ por las sensaciones, ‘dejarse tocar’ por lo sensible, por las impresiones y emociones que despierta una imagen por sí misma, imagen que impacta y moviliza la vida. La experiencia y situación de conocer realmente, y así mismo encontrarse al conocerse. (Osorio, 2011, p. 37)

Ello, en el acontecer de la deriva posterior al cambio de lo rural a lo urbano, un llamado interno en el sujeto, en alianza directa con el devenir creador y la deriva en lo incierto.

Identidad (fluctuante)

El que yo descubra la identidad no significa que yo la haya elaborado en el aislamiento, sino que la he negociado por medio del diálogo, en parte abierto, en parte interno, con los demás. Por ello, el desarrollo de un ideal de identidad que se genera interna- mente atribuye una nueva importancia al reconocimiento. Mi propia identidad depende, en forma crucial, de mis relacionesdialógicas con los demás. (Charles Taylor, 2001)

Posterior al nacimiento, la búsqueda aumenta en medio del crecer, donde la identidad es el aliado de aquel sujeto que comienza a cuestionarse, bus-cando su propio desarrollo. Esta es una posibilidad de encuentro en el camino. Así, la identidad se ancla tanto en pertenencias como en identificaciones; explora sus particularidades a través de los valores sociocultura- les, los cuales se indagan desde las artes.

Hablar de territorios nos conduce a hablar de iden- tidades que se integran a través del otro desde un acto dialógico, el cual alimenta e instruye; se debe entonces reconocer que “la función del otro en la construcción identitaria no se reduce a la oposición y el contraste” (Alejos, 2006, p. 48). Entonces, el otro es parte constitutiva del ser, así que la identidad delsujeto se forma y se transforma en un continuo diálogo entre sí y el entorno.

Desde la comunicación con el entorno creamos la identidad de manera colectiva en un proceso de diálogos y acciones conjuntas. El diálogo, como una expresión plural, diversa, donde hay un constante pro- ceso del devenir, es una acción recíproca que se va transformando. En este orden de ideas, Guattari (1994) explica estas experiencias desde una ruptura de la subjetividad que transmuta en creatividad colectiva. A raíz de ello dice:

Imagen 3. Ángela González Rodríguez (2022). Cuerpo vivo.
Imagen 3. Ángela González Rodríguez (2022). Cuerpo vivo.

[...] la singularidad, la coordinación y los quiebres del con- senso busca preguntar y desarticular los puntos fijados por las subjetividades, visiones hegemónicas y dogmatismos pre- valentes que limitan los centros de creatividad. La creatividad requiere líneas de fuga, contradicciones, colapsos en aquello que aún no tiene sentido, que sólo puede ocurrir cuando existen aperturas a las más diversas dimensiones del recono- cimiento del otro. (Guattari, 1994)

La construcción de un modo de vida se inicia desde la adquisición de un lenguaje. A lo largo de la vida, el ser humano surge como ser social y se desarrolla como tal, construyendo su individualidad a partir del entorno, de las acciones y del discurso de los territorios, para crear con estos una íntima y compleja relación. Esto quiere decir que el discurso propiose construye en relación con el contexto, en su interacción profunda y constante. Las respectivas identidades crecen en el proceso de la comunicación inter discursiva. Así, pues, en Bajtín (2000, citado en Alejos, 2006, p. 51) el ser presenta un carácter intrínsecamente dialógico: “ser es ser para otro y a través del otro para mí”.

La identidad se crea por el territorio en la medida en que el proceso de reconocimiento se ejecuta, per- meado por el diálogo y la subjetivación, permitiendo activar la imaginación creativa mediante el devenir y la deriva, donde la identidad no es algo simplemente personal sino múltiple –con ello se logra involucrar el entorno.

Proceso creativo (el territorio crea y es creado)

El territorio sólo existe en la medida en que aparecen los actores que lo habitan y, en consecuencia, hacen existir aquello que el mapa evidencia. El territorio es la existencia misma, la cual se expresa en el arraigo y permite que la subjetividad emerja.

(Barragán, 2015)

Sin darnos cuenta, los tránsitos son constantes: construimos, reconstruimos y reaprendemos de los territorios, estos como lugares simbólicos, y a veces imaginarios que viajan con nosotros, todo un deve- nir de lugares que expande las fronteras. Con ello surgen las enunciadas identidades fluctuantes, las cuales, junto a la problematización del territorio, se configuran como cartografías de distintos andares; llevan al ser a envolverse en un cambio constante en autoconocimiento y transformación, que combina ideas y manos a través de un sin fin de posibilidades que concluye en figuras, colores, pinceladas, trazos, dispositivos..., denotando que somos resultado de amasar territorios configurados por seres y espacios que procuran procesos creativos.

Esto, instaurado en el habitar-crear, conjunto de elementos referenciales y de exploración artística que permiten aproximarse a la interpretación del macro territorio desde una vivencia estética e íntima con el entorno, donde se introduce su indagación en prácticas artísticas, que desde lo particular construyen generalidades: “las prácticas artísticas contemporáneas se perfilan como territoriales, en tanto se ocupan de modificar los territorios sobre los cuales actúan” (Feldman, 2017, p. 90). Con ello, la conceptualización de territorio tránsito se inscribe como un acto de resistencia, tangible en la producción artística.

Hablaremos de procesos creativos gestados a partir del territorio tránsito, los cuales comunican, discuten y expresan, al detenerse en el territorio experiencial, un encuentro con visiones individuales que dialogan en la necesidad de dar voz a lo indecible y moldear percepciones, amalgama de distintos diálogos y construcciones subjetivas que devienen de la exis- tencia misma. De igual manera, es posible mencionar no solo una sino distintas manifestaciones creativas, mezclas dadas del sentir y el recordar de un sujeto.

Así, el construir está anclado a una mirada que nace en el proceso de habitar, al transformar el material, recoger los pasos y reconstruir la historia en el deve- nir de territorios. Entonces, este construir se ve atra- vesado por una resonancia, una ventana que permite proponer a través de tres posturas que confluyen en constante movimiento.

Una mirada que atraviesa, recorre e invade

El ocupar un espacio, crear nuestro propio lugar, es atravesado por la vida misma. En este sentido el significado de la vida está cercano a lo que Ingo ldidentificó en el filósofo Heidegger como el “sentido fundacional de la vivienda: no la ocupación de un mundo ya construido, sino el proceso de habitar la tierra. La vida, en ese sentido, es vivida al aire libre, más que contenida en estructuras del ambiente construido” (Ingold, 2015, p. 11).

Por consiguiente, al habitar un territorio, se hace necesario manifestar, expresar las diversas relaciones que se entretejen. Es así como la documentación poética (Tovar, 2015) interactúa con los distintos lenguajes, acoge el espacio abierto y lo ubica temporalmente en el contexto fijo en un aquí y ahora, de tal manera que los objetos, voces, sonidos y memorias conllevan a la creación de un ambiente sensible, evocativo e intuitivo que genera experiencias temporales-espaciales. Al respecto, los agentes sociales (individuos, familias, comunidades) crean diálogos, produciendo posibles transacciones fluctuantes.

En la construcción de estos índices objetos-piezas artísticas (Gell, 2016) surge el aprehender en el acto de edificar. En ese ciclo de retorno entre la volun- tad-agencia, en esa acción de ida y vuelta como movimiento continuo hacia el otro nace la participa- ción conjunta, aquel nexo social de ritmos propios y negociados que confluyen en discursos narrativos que se van tejiendo a través de las memorias que de ellos emergen. Esto implica aprender a trabajar con otros mundos/cuerpos/contextos/relaciones.

Todo lo estático-subjetivo toma un valor móvil y transformativo.

El objeto cotidiano toma valor para aquel que lo utiliza; lo transforma en extensión de su cuerpo: la fumigadora, el azadón y las manos toman valor–manos fuertes para el trabajo, conscientes de su resistencia en la tierra. Al entender los procesos del cultivar brota una relación íntima, donde las manos labran, al labrar dibujan, diseñan y bifurcan nuevas formas mediante la memoria resonante en un devenir de tradiciones y del reaprender empírico.

Devenir en la historia a través de la memoria y la poli- fonía (diversidad de voces) permite recrear ambientes visuales. Al mismo tiempo, la imagen como sonido posee una dimensión estética: la imagen produce sensaciones en quien la mira y en quien la crea; el sonido nos afecta al revelar emociones y texturas sonoras que cohabitan con nosotros. Mediante esta relación se define una intencionalidad, la cual hace posible la condensación de distintas dimensiones del hacer cotidiano en el proceso creativo.

Esta experiencia es la que permite el acto de creación consciente; la exploración del material responde a una ruptura de lo lineal y postula nuevas atmósferas visuales. Por ello, documentar poéticamente es hacer memoria, crear a partir de los territorios, de los lenguajes, moldeando las posibilidades de la imagen y el sonido, donde estos poseen una dimensión simbólica que nos permite conocer formas de vida y formas de mirar su espacio habitado.

El acto de creación es un proceso que involucra la memoria, la escritura, el cuerpo, lo político y, sobre todo, la construcción de una relación dialógica,un ritual que se considera de suma importancia el sonido, que es la voz que conserva su aura, laspalabras, los silencios, los gestos…, un movimiento continuo que exterioriza estos vínculos, producto de un acercamiento con la mirada al contexto, elcual comprende desde la sensibilidad y la intuición la manera como las cosas aparecen, se hacen visibles, se imaginan.

Resonancias en los pasos de la memoria

El disipar la bruma de sensibilidades y pensamientos manifiestos en la producción artística ha permeado, en este caso, un camino guiado por impulsos creativos, un proceso que no ha poseído un direcciona- miento ordenado, así como plenamente consciente. Sin embargo, este proceso, ha sido producto de aquellas resonancias que surgen a partir de la necesidad de construir un territorio, las cuales devienen a su vez del encuentro e interacción con un entorno tanto físico como simbólico inabarcable en su amplitud, en cual, sin embargo, es posible dibujarse (autorretratarse) y desdibujarse.

Estas frecuencias proceden en gran parte de la cercana relación con los pasos del Abuelo, de sus memorias y de sus formas de relación con la tierra mientras dibuja praderas. De igual modo, parten de la reflexión de aquella capacidad humana de alterar parcialmente fenómenos como el amanecer, la lluvia y el invierno, independientes a nuestra existencia, en aliados de la formación de nuestras sensibilidades y nociones de mundo.

Perseguir sus pasos ha significado desenmarañar en sus vivencias algunos rasgos de aquel cosmos de códigos-sentidos asociados a la herencia de lo rural y lo campesino, producto de un proceso de aculturación compartido con diversas geografías de América Latina. Estos rasgos han acompañado la historia familiar en sus desplazamientos, sus formas de relación y apropiación del espacio habitado, donde, en la inmediatez de los menesteres diarios del tra- bajo, pasan en ocasiones desapercibidos, en detalles como la continua transformación del espacio con la trashumancia y los cultivos rotativos.

Por otra parte, influye también la permanente búsqueda por transformar aquel mundo cultural interiorizado en lenguajes diversos, materializando los sentidos-pensamientos. En conjunto, otorgar otros significados a aquellas configuraciones íntimas con el entorno, dejarse llevar por las necesidades del espacio (transformarse con él), empatizar con los organismos vivos del entorno cercano, comprenderlos y, de este modo, ampliar nuestra concepción de las apreciaciones singulares, posibles en la comunidad al reafirmarnos en la participación

No obstante, es a partir de este involucramiento-bús- queda que se han instaurado interrogantes que han movilizado la exploración de formas, lenguajes, materiales, hojas y semillas presentes en el entorno, los cuales convierten aquella noción abstracta de los territorios en la proximidad de habitarlos.

Mirares con seres sin voz

En medio del entramado de la territorialización, todo inició, incluso antes que se pudiese percibir con claridad, pues se situó en el habitar mismo un surgir indeterminado, tal vez en el momento en que el interés por las aves se acrecentó, o cuando en cada rama se comprobó que todos los árboles son distintos, que no solo hay un después de la montaña sino también algo más en el detalle, justo cuando el mundo se hizo más grande al mirarse de cerca, donde la diversidad se marca. Del mismo modo, el territorio ya no fue más solo un trozo de tierra y se transformó en un cúmulo de sensaciones que rondan la existencia y modelan quien soy.

Los territorios, como dueños de un momento y de un espacio, se mezclan en el modelado subjetivo, en aquel proceso en devenir constante, al generar diálogos, remitiendo de manera directa al territorio como la existencia misma, comunicación dada al percibir, caminar, explorar, cuestionar y cuestionarse. Con ello se inició una investigación que no cesa; más bien se transforma en ideas e intenciones creativas por medio del imitar, el remembrar, y el construir metáforas.

Es allí, en la inmensidad de posibilidades que tiene la existencia (las transformaciones del entorno; las irrupciones del ser humano en el medio ambiente, los seres nuevos o los desplazados; la reflexión sobre especies animales en peligro, los comportamientos estándar; las problemáticas de comunicación en una vida capturada por pantallas, los mirares y las miradas…) que se forjan preguntas e inquietudes que atacan más que con frecuencia, pretendiendo conocer y explorar con un pincel en mano o a través de los trazos de la pluma, desde el juego entre colory textura de la representación y los problemas que la rodean.

Se destaca que son las miradas, el habitar los territorios, lo que nutre e identifica los trabajos artísticos. Ello brota en conjunto con ideas que vienen y van: algunas persisten y otras son efímeras; unas se moldean y otras se trazan. Son manos e ideas quienes se juntan con un propósito estético que, por lo general, parte del papel y del observar al interior, al mantener una intención entre ingenua y atrevida por narrar los entornos cercanos que van construyendo –o mejor: modelando. Son como arcilla de finos granos territoriales y gotas de identidad que se juntan por manos que desean crear.

Para que haya una intención artística son necesarios una mirada y un pensamiento, que en este proceso se ligan tanto a la naturaleza cultural como biótica, compuesta por seres, lugares que educan y transforman. Esto mismo hace del humano una herramienta, acogido por sucesos que inquietan, molestan o se desean. Son aquellos seres con mayor precisión quienes permiten motivar, cuestionar yreflexionar constantemente sobre los territorios por descubrir-conocer.

Así, es conveniente mencionar que “el territorio existencial alude a las diferentes maneras en que la existencia humana hace presencia en diversas formas narrativas y que se materializa en ciertos límites que identifican a los habitantes de esa esfera narrativa” (Barragán, 2016, p. 257). En él se hallan los ojos delos más pequeños, las alas de aves que evidencian la fragilidad humana desde lo que nos es imposible, y el deseo de transformar espacios, junto al desplaza-miento que ello genera en muchas especies animales. Es así que desmitificar el poder de la razón y ubicarse en medio del silencio representado, tras la amenaza de desaparecer en miradas ausentes, es mi territorio.

Como se ha evidenciado alrededor de la idea de creación artística, se nos sitúa en una complejidad mayor de entramados y relaciones, que se contemplan en un ambiente cultural y simbólico como parte de un contexto, un territorio. Por ende, el arte opera desde el centro, espacios liminales, marginales, descentralizados, periféricos, donde nace la necesidad de un discurso crítico, donde la observación y la activación sensorial son el vehículo de la deriva, un proceso transdisciplinario, un viaje para conocer, reconocer, cuestionar e investigar.

Creador desde el territorio cuando arte y territorio se transforman en sinónimo

El hombre y el arte aparecen en una relación de necesidad: solo hay arte por y para el hombre (entendido en un sentido social y no puramente individual) y solo hay hombre –en el mismo sentido– cuando transforma y crea; por tanto, cuando hace también arte. Por el arte, el hombre se afirma en su dimensión más propia y, a su vez, contribuye a tomar con-ciencia de ella. (Sánchez, 2005)

Los vínculos entre individuos y territorios son dinámicos; responden a realidades concretas. Para el caso del territorio tránsito, los fenómenos derivados del habitar, el deambular y las identidades son procesos físicos y simbólicos de territorialización, acompaña- dos de prácticas culturales que permiten crecer-crear con este escenario fluctuante de un territorio existen- cial y de formación subjetiva.

Imagen 4. Andrea Díaz (2022). Señora abeja.
Imagen 4. Andrea Díaz (2022). Señora abeja.

Analizar procesos a partir de los vínculos sociedad-territorios que se producen desde las artes visuales parte de la hipótesis de que las artes construyen estrategias de sentido que permiten asimilar un escenario en construcción, tal como se propone en los procesos creativos:

Imagen 5. Andrea Díaz (2022). Abeja.
Imagen 5. Andrea Díaz (2022). Abeja.

el arte nace en la demarcación de un territorio, en la constitución de sus extensiones, mesetas y fronteras. En el pensamiento deleuziano y guattariano, un territorio se demarca con una serie de “posturas corporales” que dan la actitud de ese gesto decreación, con una serie de colores que configuran la “imagen” de ese territorio, con una serie de cantosque constituyen las “entonaciones” de este territorio. (Farina, 2007, p. 119)

El arte demarca territorios, territorios simbólicos, fluctuantes, transitorios, que permiten incidir desde diferentes miradas, activaciones sensoriales y emocionales. Estos encuentros son un acto de reciprocidad, donde oír, escuchar y traducir son una forma de crear vínculo social; son palabras, memorias, trazos, rostros, fragmentos, pero, ante todo, son territorios.

Desde los micromundos que se establecen con características comunes a explorar, como la mezcla rural-urbana abordada en los procesos descritos (las miradas, los cultivos en ellos, sus sonidos, manos, flora y fauna son fiel evidencia de un paisaje de montañas aradas, verdes inconclusos en un máximo de tonalidades) son puntos de interrelación en un espacio con atmósfera rural, territorios de ciudades chicas, de manos trabajadoras y cuestionamientos que se transforman en imagen, una imagen que envuelve signos, siembra colores, moldea formas y actúa como artesano construyendo seres paso a paso, día a día, trazo por trazo…

Tal vez por ser partícipes de una época, con individuos y seres que persiguen el sentido mismo de la vida (de su vida), en un mundo para el que la pro- puesta de lo global ha homogeneizado miradas y ha hecho del vivir un acto efímero de realidades y verdades relativas, se manifiesta en contraposición un territorio tránsito en el que la particularidad del campesino sobresale en su resistencia; este labra la tierra, espera la cosecha con calma, reconoce un entorno donde los animales son vecinos y devela un escape en el bosque, alude al constructo de identidad cuando se pregunta también por las miradas que se forman en conjunto.

Se habla de una imagen y un signo; las artes se encargan, más que de representar realidades o momentos, de postularse como detonador de posiciones, un apropiador de épocas, realizador de vestigios del pasado e ideario de futuros. Quien no es un fiel juguete de su tiempo se cuestiona el aquí y el ahora de un mundo distinto a las dinámicas de hipercomunicación que se nos presentan en la cotidianidad. Esto, al sumergirse en la ruralidad, al cuestionar cómo esta es vivida, persiguiendo los pasos del abuelo, el aleteo de las aves o las palabras de las microhistorias hechas recuerdo en familia.

Lo anterior, en medio de un crear reacio a permitir que solo otros cuenten historias, a encadenarse a una técnica, a vivir la contemporaneidad de forma hermética y con presencia pasiva. Este texto son los gritos de una cultura de la territorialización y de un intento por ir despacio y con pasos firmes. Son manifestaciones diversas que convergen en la intención de transmutar lenguajes, técnicas y experiencias en favor de la construcción de un crear sólido en sus rasgos identitarios, pero abierto a cuestionarse a través de las implicaciones de su habitar.

Sugiere un sentimiento de apego emocional, pues liga al individuo a aquellos lugares que están habitados por otros seresy se construyen en conjunto, con los cuales, por una u otra razón, se siente acogido.

Tejidos territoriales (extensión artístico- participativa)

Los cambios culturales actuales contribuyen al surgimiento de iniciativas artísticas participativas, desarrolladas en el espacio social que involucra el diálogo de relaciones entre seres y espacios que exploran pro- cesos de territorialización.

Esta propuesta se constituye desde la alianza entre artes y territorios, como un continuo tránsito de antecedentes, experiencias, sensibilidades y percepciones. Su articulación con lo político se da mediante diversas concepciones en la construcción colectiva y la producción de subjetividades.

Las artes son políticas en su reconocimiento como función social, en tanto crean espacios de diálogo entre cuerpos, voces, materias maleables y espacios, que, a través del cartografiar, posibilitan la manifestación de los sujetos, cuestionan el mundo y dan lugar a otras experiencias desde lo sensible. Las artes sobre- viven en el tiempo, generando espacios propicios para la reflexión y el encuentro, donde se debaten y visibilizan realidades subestimadas en la inmediatez de la cotidianidad del ser humano, no porque estas tengan un carácter revelador, sino porque invaden lo habitual en la percepción como colectividad; desvían la mirada a la extrañeza de lo común, lo naturalizado.

El tejido colectivo de los territorios se manifiesta como el reivindicar que es dado por medio de las artes con el fin de identificar, exaltar al sujeto y comprender sus posibilidades, lo cual, en esta ocasión, está relacionado de manera directa con la ruralidad, los seres que la habitan y los procesos creativos que nacen en el espacio privado, en la intimidad del habitar, expuestos al encuentro con el público, en tanto que “el arte contemporáneo se constituye hoy como una herramienta innovadora capaz de construir nuevas identidades en la relación del ser humano con la realidad circundante” (Aguilar y Lara, 2011, p. 525). No se habla desde la importancia del artista como artífice de cambio en la sociedad, sino desde la posibilidad de generar procesos artísticos colectivos donde los agentes del cambio sean los habitantes del territorio.

Los procesos referenciados permiten la reparación de lo sensible; extienden sus raíces como puente entre sujetos-percepciones, generando un tejido de identificaciones. En tanto sensación y recepción, hilan conjuntos a través de las artes capaces de unir desde lo diferente, donde la estética de lo real amplía sus posibilidades para el surgir de encuentros significativos, el intercambio de miradas y las experiencias con el otro (escuchar al otro).

Difundir y socializar los procesos artísticos es un compromiso intrínseco en la creación; es importante aproximarse a la interacción de públicos diversos desde la descentralización de los espacios de circulación, puesto que hoy las artes son además itinerantes, transdisciplinares y transgeneracionales: se nutren del contacto con un espectador implícito en el proceso, garante y colaborador en lo propuesto.

Conclusiones (manifiesto de una cultura territorializada)

Durante la construcción de territorio tránsito, la simbiosis de miradas y sensibilidades unificadas ante la necesidad de resistir a la homogeneización cultural presente en las demandas de la época actual, también es importante mencionar aquellas nociones que dieron lugar a este proceso de diálogo de los microcosmos que conforman cada una de las miradas manifiestas.

A partir de aquella yuxtaposición de nociones en torno a la definición de territorio –que, a pesar de ser inabarcable considerando la multiplicidad de aristas desde las cuales puede estudiarse– fue necesario detenerse en lo que representaba aquel término en un plano más cercano y propio, tomando distancia de algún modo de la lupa de preconceptos que suelen rodear el tema. Este proceso permitió develar territorios móviles, sensibles e imaginarios, rasgos coexistentes con una densidad simbólica y material.

El diálogo pensado y desarrollado en co-creación permitió atravesar posibles fronteras entre las diferentes miradas, para así crear lenguajes de territorio tránsito, donde aparece una variedad de sonidos, atmósferas visuales, saberes-conocimientos –es una activación sensorial fluctuante. De hecho, articula un colectivo y lleva a una unidad abierta; se posibilita un aprendizaje conjunto desde la reflexividad y la experiencia. Entonces, “el aprendizaje puede ser visto como un vaivén entre la intimidad y la socializa- ción” (Tovar, 2017, p. 1); se forma y se transforma.

Al situarse como artífice-creador, se lee en todos los sentidos y se produce un acercamiento desde una mirada que traduce y comprende la sensibilidad de los microcosmos, de los territorios que se hacen visibles; se revela una aproximación a aquello íntimo no equiparable con este nuevo territorio común, lo materializado en el habitar, que en un punto coincide, explora y se mantiene en constante búsqueda, actuando como proceso consciente mediante el pensar, reflexionar e interpretar, y así encarar un contexto una cultura activa, en la cual nos vemos involucradas.

Como interesadas en el arte, constantes en el crear, hijas de la tierra y habitantes perceptibles del territorio, es posible mencionar que, gracias a este texto, hemos tenido la oportunidad de abordar las artes como un proceso consciente y territorializado, a través de la estética de la naturaleza, donde la imagen en, de y por el territorio es un diálogo que continúa abierto, que no se limita simplemente a reflexionar sobre los procesos creativos o los tránsitos de memorias-experiencias que dan forma, piensan y cuestionan.

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Notas

1 La hecceidad es entendida como un modo de individuación. Su origen se concibe desde Duns Escoto, partidario del nominalismo. Para subrayar el primado de lo singular, inventó el término haecceitas (hecceidad) en el sentido de diferencia individual. (Rosental y Iudin, 1965, p. 129), concepto que fue trabajado por Deleuze y Guattari. En su estudio, Sauvagnargues menciona que esto “responde a la actualización intensa del devenir” (2006, p. 131).

Cuando he dicho que Félix y yo éramos como arroyos quería decir que la individuación no es necesariamente personal. No estamos nada seguros de ser personas: una corriente de aire, un viento, un día, una hora del día, un arroyo, un lugar, una batalla o una enfermedad tienen una individualidad impersonal. Nosotros llamamos a esto “hecceidades”. Se componen como arroyos, como ríos. El lenguaje las expresa y ellas producen diferencias en el lenguaje, que les confieren una vida propia e individual y hacen que algo pase entre ellas. Todo el mundo habla a nivel de opinión, decimos “yo” o “soy una persona” como si dijéramos “ha salido el sol”. Pero nosotros no estamos seguros de ello, no creemos que sea un buen concepto. Félix y yo, como muchos otros, no nos sentimos exactamente personas. (Sauvagnargues, 2006)

El conjunto de diferencias, las diversidades que pueblan la realidad en todos los ámbitos, en todos los aspectos, se debe a que son hecceidades, que han entrado en la realidad de un modo distinto, individuándose cada una a su modo, ni totalmente separado ni plenamente igual, sino a través de un conjunto de solapamientos parciales: Hay un modo de individuación muy diferentes en cada persona, cosa o sustancia. Reservamos el nombre de hecceidad para esto. (Deleuze y Guattari, 1988, p. 261)

2 La cartografía, como herramienta metodológica de análisis del espacio desde la identificación individual, no es solo un trazado el mapa o un sentir; es la reunión de subjetividades, la formación no-consciente de cultura que genera pasos de conciencia territorial. Esta formación no responde a un ser moldeable, ni mucho menos al ser que se moldea; es el andar y construir con los pasos dados. Al respecto, Zepke afirma que:

una cartografía artística es un mapa de relaciones, relaciones que constituyen una topografía de las fuerzas invisibles que lo animan y que el arte expresa en una sensación. La cartografía artística, por lo tanto, es activa en cuanto va abriendo y cerrando relaciones [...] De esta manera una cartografía artística crea un cuerpo de sensación, un cuerpo que, hablando estrictamente, no es ni un objeto (obra de arte) ni un sujeto (su experiencia), sino una actualización de fuerza que acompaña obra y espectador. (2009, p. 295)

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Recibido: 11 de julio de 2021; Aceptado: 1 de enero de 2022

Resumen

Este manifiesto de subjetividades territoriales ofrece tres miradas al territorio que insertan una relación de reciprocidad entre arte y territorio, postulando la construcción de una categoría que definimos como territorio tránsito, categoría tue está representada de manera tanto física como simbólica. De los diálogos que se han venido desarrollando en tiempos recientes en torno a la deriva de lo urbano a lo rural nace la búsqueda constante por comprender la simbiosis entre habitares, devenires e identidades. Así, dentro de esta exploración surge el acto de crear y ser creado, como una declaración de territorio que sumerge en la formación subjetiva de los cuerpos como formas, materia maleable abordada desde la colectividad. En este sentido, el hábitat natural fue cuestionado cuando el arte se convirtió en intérprete de vidas y definió los territorios como una construcción dinámica dada en sociedad.

Palabras clave

Artes, Creación artística, Identidades, Territorios.

Abstract

This manifesto of territorial subjectivities offers three views on territory, which imply a relationship of reciprocity. The first view will be referred to as art-territory. Secondly, we postulate the construction of a category that we define as transit territory. This is a category that is represented both physically and symbolically. Thirdly, in recent times, a dialogue has been developing around the drift from the urban to the rural, and from this conversation has arisen the constant search to understand the symbiosis located within inhabit-becoming- identity. Thus, within this exploration the act of creating and being created emerges. This article claims that this act can be understood as a declaration of a territory that immerses us in the subjective formation of bodies, as forms of malleable matter. Thus, the article argues that the natural habitat was questioned when art became the interpreter of life and territories as a dynamic construction in society were defined.

Keywords

Art, artistic creation, identities, territories.

Résumé

Ce manifeste des subjectivités territoriales propose trois regards sur le territoire qui insèrent une relation réciproque entre art et territoire, postulant la construction d'une catégorie

que nous définissons comme territoire transit, catégorie qui est représentée à la fois physiquement et symboliquement. Des dialogues qui se sont développés ces derniers temps autour du glissement de l'urbain vers le rural, naît la recherche constante de comprendre la symbiose entre habitats, devenirs et identités. Ainsi, dans cette exploration, l'acte de créer et d'être créé surgit, comme une déclaration de territoire qui se submerge dans la formation subjective des corps en tant que formes, matière malléable approchée dès la communauté. En ce sens, l'habitat naturel a été questionné lorsque l'art est devenu interprète des vies et a défini les territoires comme une construction dynamique qui apparaît dans la société.

Mots clés

arts, création artistique, identités, territoires.

Resumo

Este manifesto de subjetividades territoriais oferece três visões ao território que inserem uma relação de reciprocidade entre arte e território, postulando a construção de uma categoria que definimos como território trânsito, categoria que está representada de maneira tanto física como simbólica. Dos diálogos que têm vindo a desenvolver-se em tempos recentes

em torno da deriva do urbano ao rural nasce a busca constante de compreender a simbiose entre habitares, devires e identidades. Assim, dentro desta exploração emerge o ato de criar e ser criado, como uma declaração de território que mergulha na formação subjetiva dos corpos como formas, matéria maleável abordada a partir da coletividade. Neste sentido, o habitat natural foi questionado quando a arte se converteu em intérprete de vidas e definiu os territórios como uma construção dinâmica dada em sociedade.

Palavras-chave

Artes, Criação artística, Identidades, Territórios.

Introducción

Crecimos entre verdes, rodeados de montañas. Somos oyentes del río y de la brisa que acompaña al sol

implacable. Somos hijos del campo, campesinos por herencia y pasión. Dibujantes de praderas, modelado de la tierra,

vecinos del páramo, y el bosque, observadores del silencio y de la neblina en la mañana,

hijos de una tierra que es maestro.

Este artículo tiene el propósito de generar una noción de territorio a partir del recorrido que se cimenta desde el habitar hasta el plantear del quehacer artís- tico, un cúmulo de acontecimientos generadores de cuestionamientos que motivan a escudriñar/reflexio- nar en y con el otro, establecen diálogos abiertos y son un detonante expresivo que formula procesos artísticos vivenciales y creativos que amasan una apropiación topofilica del territorio.

El concepto de topofilia tiene su primera mención en el texto La poética del espacio por parte de Bachelard (2000) para aludir al amor por el lugar; se habla de un tejido de relaciones con el terruño y la cultura, en donde no solo hay un efecto de atracción y arraigo, sino lazos emocionales que ligan directamente con el espacio habitado.

De hecho, estos territorios nacen y se nutren de los imaginarios de sus habitantes y son dinámicos, lo cual representa nuevas formas de vivir un lugar, vincu- lando su movimiento, tanto el del territorio como el de los habitantes, con el acto creativo. En este sen- tido, estos imaginarios encaminan la materialidad del territorio, “una materialidad que está presente en los sentidos y sentimientos de los ciudadanos en perma- nente transformación” (Silva, 2019, p. 7).

Por consiguiente, “lo que se imagina colectivamente como realidad pasa a ser la misma realidad social- mente construida” (Silva, 2006, p. 25), por lo cual los imaginarios se definen y redefinen de manera permanente y dinámica, donde nosotros como habitantes nos estamos haciendo con ellos. De este modo, estén o no los lugares en su existencia física, lo que enfatizamos es que cada vez más somos atravesados por intervenciones; el arte contemporáneo habla de un arte transaccional donde se materializan las reflexio- nes y representaciones de distintos contextos.

Con ello se afirma que las artes son un territorio simbólico que nos permite hacernos y crearnos como seres en constante transformación; es a partir del arte del repensarse que surgen estos territorios

simbólicos e imaginarios. Estos procesos muchas veces tienen extensiones físicas, pero también se transforman desde agentes de lugar para integrarse bajo un nexo social; su propósito es crear nuevos significados, incluso para lo que ya existe, como un arte de contextos y de pensamiento.

Territorio tránsito

Transitar es recorrer, ir –como seguramente también venir, observar y re-observar. De esta manera, encontrar o perder el rumbo es, en efecto, una posibilidad para conocer. Así, andar promueve diálogos entre el ser humano y el lugar: consolida el deseo, permea lo subjetivo, es un espectáculo de signos. En todo caso ha de notarse la intención de reconocer artes territorializadas y territorios expresivos, entretejidos por signos sociales en co-creación de territorios creativos.

Es allí donde los territorios emergen como una cons- trucción inconsciente, como diálogos del ser humano con la naturaleza dados a lo largo de la historia. Así, en Deleuze y Guattari (2002) territorio tiene que ver con pensamiento y deseo, hoy relacionado desde

el transitar territorializado. Por ello, el tránsito es un devenir de múltiples caras, un cúmulo de recursos, experiencias a los que se intenta dar una orientación desde los habitares, que no son un espacio determi- nado sino la búsqueda constante de ideas, devenires indeterminados, conexos a la deriva, que van y vienen entretejiendo puntadas de identidades; en medio de estas búsquedas, no por accidente, no como herra- mienta, los territorios envuelven e incentivan a crear.

Somos el resultado del modelado de territorios, del andar de los días pasados que se ha configurado en procesos de territorialización. Entre pinceladas, trazos, colores, imágenes y voces se forjan ideas,haciendo de las artes territorios expresivos, los diálogos y deseos que transitan desde los espacios habitados. No es solo el espacio; es un acto de relaciones. Según Sauvagnagues,

el arte es una territorialización expresiva. Hay que distinguir esta territorialización de una apropiación originaria, de un acto de propiedad (marcar el centro, fundar la ciudad), o de una exploración del cuerpo propio (la carne de la hipótesis fenomenológica). [...] Pero el arte es una habitación expresiva de la que resulta la apropiación, y si esta habitación desprende modos signalécticos y apariencias muy complejas en todo sitio donde haya territorio, los modos deterritorialización humanos componen hecceidades 1 que solo por abstracción es posible identificar con las signaléticas animales. (2004, pp. 150-151)

Se establece el mirar desde distintas perspectivas, sin jerarquías. Este mirar se interconecta y termina por construir un mapa de sensaciones, con el empoderamiento como apropiación simbólica de los lugares. Mediante este tejido se establecen puntos de encuentro. Así, es posible dilucidar la función de construcción subjetiva que es permeada por los territorios, a través de la imagen y los signos gráficos que la componen. Esto implica una estética de la naturaleza como cultura-signo que surge a partir del factor biótico y la naturaleza humana presente desde lo social. Lo anterior, en medio de la búsqueda-trans- formación de entornos rurales y urbanos como resul- tado del compartir con estos espacios.

En resumen, se alude a explorar los orígenes de la creación en el habitar, y se acentúa la búsqueda del arte a partir de la diversidad de los medios que lo condicionan, en tanto se habla de un camino de ideas en construcción que tiene como resultado procesos de creación, los cuales llegan como la necesidad establecida entre los conceptos que transitan. En estos territorios se cosecha entre la idea y los procesos de creación.

Habitar (del apropiar al diálogo)

Habitar es una cualidad inherente al ser humano. Presente desde nuestro primer ciclo de vida en el vientre, acontece al ocupar los espacios. De ahí que habitar se asemeja a aquel periodo que antecede un nacimiento, a construir un lugar a partir de la apropia- ción física y afectiva, donde se gesta una búsqueda por comprender nuestra inmersión dentro de un microcosmos cultural (espacios llenos de códigos, signos y posibilidades). No es otra cosa que una pul- sión por cuestionar nuestra existencia, aclarando que esto no se da de manera consciente desde el inicio, sino hasta que se experimenta un desplazamiento de aquel espacio configurado como lugar.

Este desplazamiento es el que manifiesta el sentido de pertenencia y otorga al habitar un carácter simbólico, donde se agudizan los sentidos, se amplían miradas y se reivindican memorias –son tránsitos que pasan de la apropiación de un lugar a la consciencia de lo que significa esa apropiación en la formulación de las identidades. Habitar, entonces, mantiene la alte- ridad como método de estudio en el conocimiento

Imagen 1. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.

Imagen 1. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.

Imagen 2. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.

Imagen 2. Maribel Boyacá Muñoz (2022). Floreciendo tras los pasos del abuelo.

de las relaciones del ser humano con su entorno, que a su vez da origen a nuevas relaciones de encuentro entre ellos.

Los territorios pueden ser físicos e imaginarios; son una construcción, lugares de relaciones, de interacciones e intercambios, donde los lugares se integran mediante tejidos. Al respecto, en la creación de lugar surge el habitar, que es arte por sí mismo y en sí mismo, una configuración cultural, un sentimiento de apego que establece identidades. Habitar es vivir, dejar huella; es la expresión de la constitución del territorio propio.

En el habitar se acoge el andar, el cual posibilita diversas formas de-morar y de-ambular arraigadas al movimiento, lo cual le permite al ser humano encontrarse y desplegarse en sí mismo en un continuo volver sobre los pasos durante la construcción de los territorios (Heidegger, 1975). Caminar es una territorialización continúa, latente a que las experiencias sean distintas, donde surgen las manifestaciones creativas. La acción de caminar, los pasos, los trazos y los recorridos son el punto de partida en las creaciones donde esta acción deviene en el “dejarse llevar por las solici- taciones del terreno” (Debord, 1999, párrafo 2).

Devenir-deriva (alejarse de lo conocido para conocer)

La subjetividad, conjunto de condiciones que hacen posible que instancias individua- les o colectivas estén en posición de emerger como territorio existencial auto-referencial, en adyacencia o en relación de delimitación con la alteridad, ella misma subjetiva.

(Félix Guattari, 1996)

En el contexto de asociación de devenires y habita- res, los devenires aparecen como aquel estado que anuncia el nacimiento gestado en el habitar, es decir, la transformación de la apropiación física y afectiva en el reconocimiento de los componentes identitarios que ya no reside simplemente en el lugar (físico) que dio su origen, sino que pasan a ser parte del sujeto, hecho que acontecerá de forma recurrente en la existencia.

De manera simultánea, se adhiere a este proceso la deriva, una irrupción en el movimiento cíclico, la cual se revela como una estrategia de formulación de una nueva sensibilidad, una ampliación de la percepción durante la simbiosis entre habitar y devenir. Debe aclararse que los habitares, los devenires y las derivas son posibilidades válidas en la metamorfosis de una identidad, donde no hay un orden esencial, pero cuya articulación es ineludible.

La configuración del sujeto, más que a una cualidad, responde a un proceso. De tal modo, todo lo que vemos, oímos y hacemos concurre a dejar nuestras subjetividades como pequeños depósitos (fragmentos) que van labrando de muy variadas maneras la subjetividad. Se trata de una autopoiesis, el acto de creación de uno mismo por sí mismo, resultado del modelado inconsciente en un principio, suceso en el que intervienen, entre otros factores, el ambiente y el medio social –que en ocasiones tienden a la homogeneidad– y es allí donde reside el llamado a la identidad, a indagar en lo permanente luego de los cambios, procurando ahondar en el reconocimiento y el hallazgo de las características singulares al buscar en el detalle.

Esto se logra mediante formas dialógicas, que generan una perspectiva innovadora y creativa como fuente de procesos, enlaces, conexiones, puntos de articu- lación y dimensiones diversas. En este sentido, caben territorios abiertos de posibilidades donde no se homogeniza; por el contrario, se genera una unidad abierta que requiere de la diferencia para que el yo exista.

El devenir es constante, es la paulatina construcción de subjetividad. Atendiendo al caso, el devenir ocurre en medio de la deriva, entendida como el deambular que responde a las solicitaciones del terreno, las cua- les hablan de cartografías emocionales, del poder del mapa, de las psicogeografías:

el sentido de la deriva es ‘dejarse llevar’ por las sensaciones, ‘dejarse tocar’ por lo sensible, por las impresiones y emociones que despierta una imagen por sí misma, imagen que impacta y moviliza la vida. La experiencia y situación de conocer realmente, y así mismo encontrarse al conocerse. (Osorio, 2011, p. 37)

Ello, en el acontecer de la deriva posterior al cambio de lo rural a lo urbano, un llamado interno en el sujeto, en alianza directa con el devenir creador y la deriva en lo incierto.

Identidad (fluctuante)

El que yo descubra la identidad no significa que yo la haya elaborado en el aislamiento, sino que la he negociado por medio del diálogo, en parte abierto, en parte interno, con los demás. Por ello, el desarrollo de un ideal de identidad que se genera interna- mente atribuye una nueva importancia al reconocimiento. Mi propia identidad depende, en forma crucial, de mis relacionesdialógicas con los demás. (Charles Taylor, 2001)

Posterior al nacimiento, la búsqueda aumenta en medio del crecer, donde la identidad es el aliado de aquel sujeto que comienza a cuestionarse, bus-cando su propio desarrollo. Esta es una posibilidad de encuentro en el camino. Así, la identidad se ancla tanto en pertenencias como en identificaciones; explora sus particularidades a través de los valores sociocultura- les, los cuales se indagan desde las artes.

Hablar de territorios nos conduce a hablar de iden- tidades que se integran a través del otro desde un acto dialógico, el cual alimenta e instruye; se debe entonces reconocer que “la función del otro en la construcción identitaria no se reduce a la oposición y el contraste” (Alejos, 2006, p. 48). Entonces, el otro es parte constitutiva del ser, así que la identidad delsujeto se forma y se transforma en un continuo diálogo entre sí y el entorno.

Desde la comunicación con el entorno creamos la identidad de manera colectiva en un proceso de diálogos y acciones conjuntas. El diálogo, como una expresión plural, diversa, donde hay un constante pro- ceso del devenir, es una acción recíproca que se va transformando. En este orden de ideas, Guattari (1994) explica estas experiencias desde una ruptura de la subjetividad que transmuta en creatividad colectiva. A raíz de ello dice:

Imagen 3. Ángela González Rodríguez (2022). Cuerpo vivo.

Imagen 3. Ángela González Rodríguez (2022). Cuerpo vivo.

[...] la singularidad, la coordinación y los quiebres del con- senso busca preguntar y desarticular los puntos fijados por las subjetividades, visiones hegemónicas y dogmatismos pre- valentes que limitan los centros de creatividad. La creatividad requiere líneas de fuga, contradicciones, colapsos en aquello que aún no tiene sentido, que sólo puede ocurrir cuando existen aperturas a las más diversas dimensiones del recono- cimiento del otro. (Guattari, 1994)

La construcción de un modo de vida se inicia desde la adquisición de un lenguaje. A lo largo de la vida, el ser humano surge como ser social y se desarrolla como tal, construyendo su individualidad a partir del entorno, de las acciones y del discurso de los territorios, para crear con estos una íntima y compleja relación. Esto quiere decir que el discurso propiose construye en relación con el contexto, en su interacción profunda y constante. Las respectivas identidades crecen en el proceso de la comunicación inter discursiva. Así, pues, en Bajtín (2000, citado en Alejos, 2006, p. 51) el ser presenta un carácter intrínsecamente dialógico: “ser es ser para otro y a través del otro para mí”.

La identidad se crea por el territorio en la medida en que el proceso de reconocimiento se ejecuta, per- meado por el diálogo y la subjetivación, permitiendo activar la imaginación creativa mediante el devenir y la deriva, donde la identidad no es algo simplemente personal sino múltiple –con ello se logra involucrar el entorno.

Proceso creativo (el territorio crea y es creado)

El territorio sólo existe en la medida en que aparecen los actores que lo habitan y, en consecuencia, hacen existir aquello que el mapa evidencia. El territorio es la existencia misma, la cual se expresa en el arraigo y permite que la subjetividad emerja.

(Barragán, 2015)

Sin darnos cuenta, los tránsitos son constantes: construimos, reconstruimos y reaprendemos de los territorios, estos como lugares simbólicos, y a veces imaginarios que viajan con nosotros, todo un deve- nir de lugares que expande las fronteras. Con ello surgen las enunciadas identidades fluctuantes, las cuales, junto a la problematización del territorio, se configuran como cartografías de distintos andares; llevan al ser a envolverse en un cambio constante en autoconocimiento y transformación, que combina ideas y manos a través de un sin fin de posibilidades que concluye en figuras, colores, pinceladas, trazos, dispositivos..., denotando que somos resultado de amasar territorios configurados por seres y espacios que procuran procesos creativos.

Esto, instaurado en el habitar-crear, conjunto de elementos referenciales y de exploración artística que permiten aproximarse a la interpretación del macro territorio desde una vivencia estética e íntima con el entorno, donde se introduce su indagación en prácticas artísticas, que desde lo particular construyen generalidades: “las prácticas artísticas contemporáneas se perfilan como territoriales, en tanto se ocupan de modificar los territorios sobre los cuales actúan” (Feldman, 2017, p. 90). Con ello, la conceptualización de territorio tránsito se inscribe como un acto de resistencia, tangible en la producción artística.

Hablaremos de procesos creativos gestados a partir del territorio tránsito, los cuales comunican, discuten y expresan, al detenerse en el territorio experiencial, un encuentro con visiones individuales que dialogan en la necesidad de dar voz a lo indecible y moldear percepciones, amalgama de distintos diálogos y construcciones subjetivas que devienen de la exis- tencia misma. De igual manera, es posible mencionar no solo una sino distintas manifestaciones creativas, mezclas dadas del sentir y el recordar de un sujeto.

Así, el construir está anclado a una mirada que nace en el proceso de habitar, al transformar el material, recoger los pasos y reconstruir la historia en el deve- nir de territorios. Entonces, este construir se ve atra- vesado por una resonancia, una ventana que permite proponer a través de tres posturas que confluyen en constante movimiento.

Una mirada que atraviesa, recorre e invade

El ocupar un espacio, crear nuestro propio lugar, es atravesado por la vida misma. En este sentido el significado de la vida está cercano a lo que Ingo ldidentificó en el filósofo Heidegger como el “sentido fundacional de la vivienda: no la ocupación de un mundo ya construido, sino el proceso de habitar la tierra. La vida, en ese sentido, es vivida al aire libre, más que contenida en estructuras del ambiente construido” (Ingold, 2015, p. 11).

Por consiguiente, al habitar un territorio, se hace necesario manifestar, expresar las diversas relaciones que se entretejen. Es así como la documentación poética (Tovar, 2015) interactúa con los distintos lenguajes, acoge el espacio abierto y lo ubica temporalmente en el contexto fijo en un aquí y ahora, de tal manera que los objetos, voces, sonidos y memorias conllevan a la creación de un ambiente sensible, evocativo e intuitivo que genera experiencias temporales-espaciales. Al respecto, los agentes sociales (individuos, familias, comunidades) crean diálogos, produciendo posibles transacciones fluctuantes.

En la construcción de estos índices objetos-piezas artísticas (Gell, 2016) surge el aprehender en el acto de edificar. En ese ciclo de retorno entre la volun- tad-agencia, en esa acción de ida y vuelta como movimiento continuo hacia el otro nace la participa- ción conjunta, aquel nexo social de ritmos propios y negociados que confluyen en discursos narrativos que se van tejiendo a través de las memorias que de ellos emergen. Esto implica aprender a trabajar con otros mundos/cuerpos/contextos/relaciones.

Todo lo estático-subjetivo toma un valor móvil y transformativo.

El objeto cotidiano toma valor para aquel que lo utiliza; lo transforma en extensión de su cuerpo: la fumigadora, el azadón y las manos toman valor–manos fuertes para el trabajo, conscientes de su resistencia en la tierra. Al entender los procesos del cultivar brota una relación íntima, donde las manos labran, al labrar dibujan, diseñan y bifurcan nuevas formas mediante la memoria resonante en un devenir de tradiciones y del reaprender empírico.

Devenir en la historia a través de la memoria y la poli- fonía (diversidad de voces) permite recrear ambientes visuales. Al mismo tiempo, la imagen como sonido posee una dimensión estética: la imagen produce sensaciones en quien la mira y en quien la crea; el sonido nos afecta al revelar emociones y texturas sonoras que cohabitan con nosotros. Mediante esta relación se define una intencionalidad, la cual hace posible la condensación de distintas dimensiones del hacer cotidiano en el proceso creativo.

Esta experiencia es la que permite el acto de creación consciente; la exploración del material responde a una ruptura de lo lineal y postula nuevas atmósferas visuales. Por ello, documentar poéticamente es hacer memoria, crear a partir de los territorios, de los lenguajes, moldeando las posibilidades de la imagen y el sonido, donde estos poseen una dimensión simbólica que nos permite conocer formas de vida y formas de mirar su espacio habitado.

El acto de creación es un proceso que involucra la memoria, la escritura, el cuerpo, lo político y, sobre todo, la construcción de una relación dialógica,un ritual que se considera de suma importancia el sonido, que es la voz que conserva su aura, laspalabras, los silencios, los gestos…, un movimiento continuo que exterioriza estos vínculos, producto de un acercamiento con la mirada al contexto, elcual comprende desde la sensibilidad y la intuición la manera como las cosas aparecen, se hacen visibles, se imaginan.

Resonancias en los pasos de la memoria

El disipar la bruma de sensibilidades y pensamientos manifiestos en la producción artística ha permeado, en este caso, un camino guiado por impulsos creativos, un proceso que no ha poseído un direcciona- miento ordenado, así como plenamente consciente. Sin embargo, este proceso, ha sido producto de aquellas resonancias que surgen a partir de la necesidad de construir un territorio, las cuales devienen a su vez del encuentro e interacción con un entorno tanto físico como simbólico inabarcable en su amplitud, en cual, sin embargo, es posible dibujarse (autorretratarse) y desdibujarse.

Estas frecuencias proceden en gran parte de la cercana relación con los pasos del Abuelo, de sus memorias y de sus formas de relación con la tierra mientras dibuja praderas. De igual modo, parten de la reflexión de aquella capacidad humana de alterar parcialmente fenómenos como el amanecer, la lluvia y el invierno, independientes a nuestra existencia, en aliados de la formación de nuestras sensibilidades y nociones de mundo.

Perseguir sus pasos ha significado desenmarañar en sus vivencias algunos rasgos de aquel cosmos de códigos-sentidos asociados a la herencia de lo rural y lo campesino, producto de un proceso de aculturación compartido con diversas geografías de América Latina. Estos rasgos han acompañado la historia familiar en sus desplazamientos, sus formas de relación y apropiación del espacio habitado, donde, en la inmediatez de los menesteres diarios del tra- bajo, pasan en ocasiones desapercibidos, en detalles como la continua transformación del espacio con la trashumancia y los cultivos rotativos.

Por otra parte, influye también la permanente búsqueda por transformar aquel mundo cultural interiorizado en lenguajes diversos, materializando los sentidos-pensamientos. En conjunto, otorgar otros significados a aquellas configuraciones íntimas con el entorno, dejarse llevar por las necesidades del espacio (transformarse con él), empatizar con los organismos vivos del entorno cercano, comprenderlos y, de este modo, ampliar nuestra concepción de las apreciaciones singulares, posibles en la comunidad al reafirmarnos en la participación

No obstante, es a partir de este involucramiento-bús- queda que se han instaurado interrogantes que han movilizado la exploración de formas, lenguajes, materiales, hojas y semillas presentes en el entorno, los cuales convierten aquella noción abstracta de los territorios en la proximidad de habitarlos.

Mirares con seres sin voz

En medio del entramado de la territorialización, todo inició, incluso antes que se pudiese percibir con claridad, pues se situó en el habitar mismo un surgir indeterminado, tal vez en el momento en que el interés por las aves se acrecentó, o cuando en cada rama se comprobó que todos los árboles son distintos, que no solo hay un después de la montaña sino también algo más en el detalle, justo cuando el mundo se hizo más grande al mirarse de cerca, donde la diversidad se marca. Del mismo modo, el territorio ya no fue más solo un trozo de tierra y se transformó en un cúmulo de sensaciones que rondan la existencia y modelan quien soy.

Los territorios, como dueños de un momento y de un espacio, se mezclan en el modelado subjetivo, en aquel proceso en devenir constante, al generar diálogos, remitiendo de manera directa al territorio como la existencia misma, comunicación dada al percibir, caminar, explorar, cuestionar y cuestionarse. Con ello se inició una investigación que no cesa; más bien se transforma en ideas e intenciones creativas por medio del imitar, el remembrar, y el construir metáforas.

Es allí, en la inmensidad de posibilidades que tiene la existencia (las transformaciones del entorno; las irrupciones del ser humano en el medio ambiente, los seres nuevos o los desplazados; la reflexión sobre especies animales en peligro, los comportamientos estándar; las problemáticas de comunicación en una vida capturada por pantallas, los mirares y las miradas…) que se forjan preguntas e inquietudes que atacan más que con frecuencia, pretendiendo conocer y explorar con un pincel en mano o a través de los trazos de la pluma, desde el juego entre colory textura de la representación y los problemas que la rodean.

Se destaca que son las miradas, el habitar los territorios, lo que nutre e identifica los trabajos artísticos. Ello brota en conjunto con ideas que vienen y van: algunas persisten y otras son efímeras; unas se moldean y otras se trazan. Son manos e ideas quienes se juntan con un propósito estético que, por lo general, parte del papel y del observar al interior, al mantener una intención entre ingenua y atrevida por narrar los entornos cercanos que van construyendo –o mejor: modelando. Son como arcilla de finos granos territoriales y gotas de identidad que se juntan por manos que desean crear.

Para que haya una intención artística son necesarios una mirada y un pensamiento, que en este proceso se ligan tanto a la naturaleza cultural como biótica, compuesta por seres, lugares que educan y transforman. Esto mismo hace del humano una herramienta, acogido por sucesos que inquietan, molestan o se desean. Son aquellos seres con mayor precisión quienes permiten motivar, cuestionar yreflexionar constantemente sobre los territorios por descubrir-conocer.

Así, es conveniente mencionar que “el territorio existencial alude a las diferentes maneras en que la existencia humana hace presencia en diversas formas narrativas y que se materializa en ciertos límites que identifican a los habitantes de esa esfera narrativa” (Barragán, 2016, p. 257). En él se hallan los ojos delos más pequeños, las alas de aves que evidencian la fragilidad humana desde lo que nos es imposible, y el deseo de transformar espacios, junto al desplaza-miento que ello genera en muchas especies animales. Es así que desmitificar el poder de la razón y ubicarse en medio del silencio representado, tras la amenaza de desaparecer en miradas ausentes, es mi territorio.

Como se ha evidenciado alrededor de la idea de creación artística, se nos sitúa en una complejidad mayor de entramados y relaciones, que se contemplan en un ambiente cultural y simbólico como parte de un contexto, un territorio. Por ende, el arte opera desde el centro, espacios liminales, marginales, descentralizados, periféricos, donde nace la necesidad de un discurso crítico, donde la observación y la activación sensorial son el vehículo de la deriva, un proceso transdisciplinario, un viaje para conocer, reconocer, cuestionar e investigar.

Creador desde el territorio cuando arte y territorio se transforman en sinónimo

El hombre y el arte aparecen en una relación de necesidad: solo hay arte por y para el hombre (entendido en un sentido social y no puramente individual) y solo hay hombre –en el mismo sentido– cuando transforma y crea; por tanto, cuando hace también arte. Por el arte, el hombre se afirma en su dimensión más propia y, a su vez, contribuye a tomar con-ciencia de ella. (Sánchez, 2005)

Los vínculos entre individuos y territorios son dinámicos; responden a realidades concretas. Para el caso del territorio tránsito, los fenómenos derivados del habitar, el deambular y las identidades son procesos físicos y simbólicos de territorialización, acompaña- dos de prácticas culturales que permiten crecer-crear con este escenario fluctuante de un territorio existen- cial y de formación subjetiva.

Imagen 4. Andrea Díaz (2022). Señora abeja.

Imagen 4. Andrea Díaz (2022). Señora abeja.

Analizar procesos a partir de los vínculos sociedad-territorios que se producen desde las artes visuales parte de la hipótesis de que las artes construyen estrategias de sentido que permiten asimilar un escenario en construcción, tal como se propone en los procesos creativos:

Imagen 5. Andrea Díaz (2022). Abeja.

Imagen 5. Andrea Díaz (2022). Abeja.

el arte nace en la demarcación de un territorio, en la constitución de sus extensiones, mesetas y fronteras. En el pensamiento deleuziano y guattariano, un territorio se demarca con una serie de “posturas corporales” que dan la actitud de ese gesto decreación, con una serie de colores que configuran la “imagen” de ese territorio, con una serie de cantosque constituyen las “entonaciones” de este territorio. (Farina, 2007, p. 119)

El arte demarca territorios, territorios simbólicos, fluctuantes, transitorios, que permiten incidir desde diferentes miradas, activaciones sensoriales y emocionales. Estos encuentros son un acto de reciprocidad, donde oír, escuchar y traducir son una forma de crear vínculo social; son palabras, memorias, trazos, rostros, fragmentos, pero, ante todo, son territorios.

Desde los micromundos que se establecen con características comunes a explorar, como la mezcla rural-urbana abordada en los procesos descritos (las miradas, los cultivos en ellos, sus sonidos, manos, flora y fauna son fiel evidencia de un paisaje de montañas aradas, verdes inconclusos en un máximo de tonalidades) son puntos de interrelación en un espacio con atmósfera rural, territorios de ciudades chicas, de manos trabajadoras y cuestionamientos que se transforman en imagen, una imagen que envuelve signos, siembra colores, moldea formas y actúa como artesano construyendo seres paso a paso, día a día, trazo por trazo…

Tal vez por ser partícipes de una época, con individuos y seres que persiguen el sentido mismo de la vida (de su vida), en un mundo para el que la pro- puesta de lo global ha homogeneizado miradas y ha hecho del vivir un acto efímero de realidades y verdades relativas, se manifiesta en contraposición un territorio tránsito en el que la particularidad del campesino sobresale en su resistencia; este labra la tierra, espera la cosecha con calma, reconoce un entorno donde los animales son vecinos y devela un escape en el bosque, alude al constructo de identidad cuando se pregunta también por las miradas que se forman en conjunto.

Se habla de una imagen y un signo; las artes se encargan, más que de representar realidades o momentos, de postularse como detonador de posiciones, un apropiador de épocas, realizador de vestigios del pasado e ideario de futuros. Quien no es un fiel juguete de su tiempo se cuestiona el aquí y el ahora de un mundo distinto a las dinámicas de hipercomunicación que se nos presentan en la cotidianidad. Esto, al sumergirse en la ruralidad, al cuestionar cómo esta es vivida, persiguiendo los pasos del abuelo, el aleteo de las aves o las palabras de las microhistorias hechas recuerdo en familia.

Lo anterior, en medio de un crear reacio a permitir que solo otros cuenten historias, a encadenarse a una técnica, a vivir la contemporaneidad de forma hermética y con presencia pasiva. Este texto son los gritos de una cultura de la territorialización y de un intento por ir despacio y con pasos firmes. Son manifestaciones diversas que convergen en la intención de transmutar lenguajes, técnicas y experiencias en favor de la construcción de un crear sólido en sus rasgos identitarios, pero abierto a cuestionarse a través de las implicaciones de su habitar.

Sugiere un sentimiento de apego emocional, pues liga al individuo a aquellos lugares que están habitados por otros seresy se construyen en conjunto, con los cuales, por una u otra razón, se siente acogido.

Tejidos territoriales (extensión artístico- participativa)

Los cambios culturales actuales contribuyen al surgimiento de iniciativas artísticas participativas, desarrolladas en el espacio social que involucra el diálogo de relaciones entre seres y espacios que exploran pro- cesos de territorialización.

Esta propuesta se constituye desde la alianza entre artes y territorios, como un continuo tránsito de antecedentes, experiencias, sensibilidades y percepciones. Su articulación con lo político se da mediante diversas concepciones en la construcción colectiva y la producción de subjetividades.

Las artes son políticas en su reconocimiento como función social, en tanto crean espacios de diálogo entre cuerpos, voces, materias maleables y espacios, que, a través del cartografiar, posibilitan la manifestación de los sujetos, cuestionan el mundo y dan lugar a otras experiencias desde lo sensible. Las artes sobre- viven en el tiempo, generando espacios propicios para la reflexión y el encuentro, donde se debaten y visibilizan realidades subestimadas en la inmediatez de la cotidianidad del ser humano, no porque estas tengan un carácter revelador, sino porque invaden lo habitual en la percepción como colectividad; desvían la mirada a la extrañeza de lo común, lo naturalizado.

El tejido colectivo de los territorios se manifiesta como el reivindicar que es dado por medio de las artes con el fin de identificar, exaltar al sujeto y comprender sus posibilidades, lo cual, en esta ocasión, está relacionado de manera directa con la ruralidad, los seres que la habitan y los procesos creativos que nacen en el espacio privado, en la intimidad del habitar, expuestos al encuentro con el público, en tanto que “el arte contemporáneo se constituye hoy como una herramienta innovadora capaz de construir nuevas identidades en la relación del ser humano con la realidad circundante” (Aguilar y Lara, 2011, p. 525). No se habla desde la importancia del artista como artífice de cambio en la sociedad, sino desde la posibilidad de generar procesos artísticos colectivos donde los agentes del cambio sean los habitantes del territorio.

Los procesos referenciados permiten la reparación de lo sensible; extienden sus raíces como puente entre sujetos-percepciones, generando un tejido de identificaciones. En tanto sensación y recepción, hilan conjuntos a través de las artes capaces de unir desde lo diferente, donde la estética de lo real amplía sus posibilidades para el surgir de encuentros significativos, el intercambio de miradas y las experiencias con el otro (escuchar al otro).

Difundir y socializar los procesos artísticos es un compromiso intrínseco en la creación; es importante aproximarse a la interacción de públicos diversos desde la descentralización de los espacios de circulación, puesto que hoy las artes son además itinerantes, transdisciplinares y transgeneracionales: se nutren del contacto con un espectador implícito en el proceso, garante y colaborador en lo propuesto.

Conclusiones (manifiesto de una cultura territorializada)

Durante la construcción de territorio tránsito, la simbiosis de miradas y sensibilidades unificadas ante la necesidad de resistir a la homogeneización cultural presente en las demandas de la época actual, también es importante mencionar aquellas nociones que dieron lugar a este proceso de diálogo de los microcosmos que conforman cada una de las miradas manifiestas.

A partir de aquella yuxtaposición de nociones en torno a la definición de territorio –que, a pesar de ser inabarcable considerando la multiplicidad de aristas desde las cuales puede estudiarse– fue necesario detenerse en lo que representaba aquel término en un plano más cercano y propio, tomando distancia de algún modo de la lupa de preconceptos que suelen rodear el tema. Este proceso permitió develar territorios móviles, sensibles e imaginarios, rasgos coexistentes con una densidad simbólica y material.

El diálogo pensado y desarrollado en co-creación permitió atravesar posibles fronteras entre las diferentes miradas, para así crear lenguajes de territorio tránsito, donde aparece una variedad de sonidos, atmósferas visuales, saberes-conocimientos –es una activación sensorial fluctuante. De hecho, articula un colectivo y lleva a una unidad abierta; se posibilita un aprendizaje conjunto desde la reflexividad y la experiencia. Entonces, “el aprendizaje puede ser visto como un vaivén entre la intimidad y la socializa- ción” (Tovar, 2017, p. 1); se forma y se transforma.

Al situarse como artífice-creador, se lee en todos los sentidos y se produce un acercamiento desde una mirada que traduce y comprende la sensibilidad de los microcosmos, de los territorios que se hacen visibles; se revela una aproximación a aquello íntimo no equiparable con este nuevo territorio común, lo materializado en el habitar, que en un punto coincide, explora y se mantiene en constante búsqueda, actuando como proceso consciente mediante el pensar, reflexionar e interpretar, y así encarar un contexto una cultura activa, en la cual nos vemos involucradas.

Como interesadas en el arte, constantes en el crear, hijas de la tierra y habitantes perceptibles del territorio, es posible mencionar que, gracias a este texto, hemos tenido la oportunidad de abordar las artes como un proceso consciente y territorializado, a través de la estética de la naturaleza, donde la imagen en, de y por el territorio es un diálogo que continúa abierto, que no se limita simplemente a reflexionar sobre los procesos creativos o los tránsitos de memorias-experiencias que dan forma, piensan y cuestionan.

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Notas

La hecceidad es entendida como un modo de individuación. Su origen se concibe desde Duns Escoto, partidario del nominalismo. Para subrayar el primado de lo singular, inventó el término haecceitas (hecceidad) en el sentido de diferencia individual. (Rosental y Iudin, 1965, p. 129), concepto que fue trabajado por Deleuze y Guattari. En su estudio, Sauvagnargues menciona que esto “responde a la actualización intensa del devenir” (2006, p. 131). Cuando he dicho que Félix y yo éramos como arroyos quería decir que la individuación no es necesariamente personal. No estamos nada seguros de ser personas: una corriente de aire, un viento, un día, una hora del día, un arroyo, un lugar, una batalla o una enfermedad tienen una individualidad impersonal. Nosotros llamamos a esto “hecceidades”. Se componen como arroyos, como ríos. El lenguaje las expresa y ellas producen diferencias en el lenguaje, que les confieren una vida propia e individual y hacen que algo pase entre ellas. Todo el mundo habla a nivel de opinión, decimos “yo” o “soy una persona” como si dijéramos “ha salido el sol”. Pero nosotros no estamos seguros de ello, no creemos que sea un buen concepto. Félix y yo, como muchos otros, no nos sentimos exactamente personas. (Sauvagnargues, 2006) El conjunto de diferencias, las diversidades que pueblan la realidad en todos los ámbitos, en todos los aspectos, se debe a que son hecceidades, que han entrado en la realidad de un modo distinto, individuándose cada una a su modo, ni totalmente separado ni plenamente igual, sino a través de un conjunto de solapamientos parciales: Hay un modo de individuación muy diferentes en cada persona, cosa o sustancia. Reservamos el nombre de hecceidad para esto. (Deleuze y Guattari, 1988, p. 261)
La cartografía, como herramienta metodológica de análisis del espacio desde la identificación individual, no es solo un trazado el mapa o un sentir; es la reunión de subjetividades, la formación no-consciente de cultura que genera pasos de conciencia territorial. Esta formación no responde a un ser moldeable, ni mucho menos al ser que se moldea; es el andar y construir con los pasos dados. Al respecto, Zepke afirma que: una cartografía artística es un mapa de relaciones, relaciones que constituyen una topografía de las fuerzas invisibles que lo animan y que el arte expresa en una sensación. La cartografía artística, por lo tanto, es activa en cuanto va abriendo y cerrando relaciones [...] De esta manera una cartografía artística crea un cuerpo de sensación, un cuerpo que, hablando estrictamente, no es ni un objeto (obra de arte) ni un sujeto (su experiencia), sino una actualización de fuerza que acompaña obra y espectador. (2009, p. 295)
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