DOI:

https://doi.org/10.14483/21450706.11862

Publicado:

2016-09-17

Número:

Vol. 11 Núm. 20 (2016): Arte y Conflicto

Sección:

Artículos

Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz

Notes to the recent reissue of the book Poems of the mothers of Gabriela Mistral With illustrations by André Racz

Notas da recente reedição do livro Poemas das Mães de Gabriela Mistral com ilustrações de André Racz

Autores/as

  • Mónica R. Ravelo García Universidad de Valparaíso.

Palabras clave:

André Racz, Gabriela Mistral, maternidades (es).

Palabras clave:

Andre Racz, Gabriela Mistral, Maternities. (en).

Palabras clave:

André Racz, Gabriela Mistral;, maternities (pt).

Referencias

Cárdenas, Á. (2015). Introducción a los Poemas de las madres de Gabriela Mistral a través de la vida y

obra de André Racz y su paso por Chile. En G. Mistral, y A. Racz. Poemas de las madres, con los

dibujos de los cuadernos diarios de André Racz (pp. 11-37). Santiago, Chile: Ediciones Radio

Universidad de Chile y Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Mistral, G., Racz, A. y Romera, A. (1950). Poemas de las madres. Santiago, Chile: Cuadernos del

Pacífico, Editorial del Pacífico.

Mistral, G., y Clerfeuille, M. (1997). Poemas de las madres. Santiago, Chile: Editorial Ismael Espinoza.

Cómo citar

APA

Ravelo García, M. R. (2016). Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 11(20), 148–157. https://doi.org/10.14483/21450706.11862

ACM

[1]
Ravelo García, M.R. 2016. Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte. 11, 20 (sep. 2016), 148–157. DOI:https://doi.org/10.14483/21450706.11862.

ACS

(1)
Ravelo García, M. R. Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz. calle 14 rev. investig. campo arte 2016, 11, 148-157.

ABNT

RAVELO GARCÍA, Mónica R. Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, [S. l.], v. 11, n. 20, p. 148–157, 2016. DOI: 10.14483/21450706.11862. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/11862. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Ravelo García, Mónica R. 2016. «Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte 11 (20):148-57. https://doi.org/10.14483/21450706.11862.

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Ravelo García, M. R. (2016) «Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz», Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 11(20), pp. 148–157. doi: 10.14483/21450706.11862.

IEEE

[1]
M. R. Ravelo García, «Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz», calle 14 rev. investig. campo arte, vol. 11, n.º 20, pp. 148–157, sep. 2016.

MLA

Ravelo García, Mónica R. «Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, vol. 11, n.º 20, septiembre de 2016, pp. 148-57, doi:10.14483/21450706.11862.

Turabian

Ravelo García, Mónica R. «Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz». Calle 14 revista de investigación en el campo del arte 11, no. 20 (septiembre 17, 2016): 148–157. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/11862.

Vancouver

1.
Ravelo García MR. Notas a la reciente reedición del libro poemas de las madres de Gabriela Mistral con ilustraciones de André Racz. calle 14 rev. investig. campo arte [Internet]. 17 de septiembre de 2016 [citado 29 de marzo de 2024];11(20):148-57. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/c14/article/view/11862

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Notas a la reciente reedición del libro Poemas de las madres de Gabriela Mistral
con ilustraciones de André Racz

 

Mónica R. Ravelo García
Universidad de Valparaíso.
Trabajo de doctorado. Correo electrónico: monicavelo1979@gmail.com

 

Tipo de artículo: Reseña bibliográfica

Resumen

El libro Poemas de las madres, que conjuga los versos de Gabriela Mistral y los dibujos del artista plástico André Racz, fue reeditado por Ediciones Radio Universidad de Chile con aportes del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) del Gobierno de Chile en 2015. Esta es la tercera edición de los poemas y la segunda en que se incluyen las imágenes de Racz, desde que el libro viera por primera vez la luz en 1950. La temática de la maternidad, la mujer, sus temores y fortalezas son magistralmente descritos por una mujer que nunca pudo concebir, pero que amó con devoción a los niños y se solidarizó con sus semejantes femeninas. Con similar entrega, Racz describió con sus trazos el mundo delicado y sensible de la mujer embarazada. Ambos artistas se unieron en la realización de este libro como expresión de amor y de solidaridad humana.

Palabras claves: André Racz; Gabriela Mistral; maternidades.

Abstract

The book The Mothers’ Poems, combining the verses of Gabriela Mistral and drawings of the artist Andre Racz, has been reissued by Ediciones Radio Universidad de Chile with the support of the National Council for Culture and the Arts (CNCA) of the Government of Chile in 2015. This is the third edition of the poems and the second in which Racz’s images are included, since it was published for first time in 1950. The theme of motherhood, women, fears and strengths are masterfully described by a woman who could never conceive but devotedly loved children and empathized with women. With such delivery, with his strokes Racz described the delicate and sensitive world of the pregnant woman. Both artists joined in the realization of this book as an expression of love and human solidarity.

Keywords: Andre Racz; Gabriela Mistral; Maternities.

Imagen 1. Portada de libro Poemas de las madres, Ediciones Radio Universidad de Chile, 2015. ISBN: 978-956-358-818-7.

 

El 18 de agosto de 2015, la Editorial de la Radio Universidad de Chile presentó una reedición de lujo del libro Poemas de las madres. Este, tal como en su edición original de 1950, ostenta la juntura expresiva de los versos de Gabriela Mistral con las ilustraciones del pintor y grabador rumano André Racz. (Esto no se mantuvo en la primera reedición chilena de 1997, en la cual se publicaron los poemas con ilustraciones de Mónica Clerfeuille). Actualmente, a solo unos meses de la impresa por Ediciones Radio Universidad de Chile, se encuentra en preparación una nueva edición del mismo libro por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) de la nación trasandina, a presentarse en abril de 2016. Así es que esta reseña tiene lugar entre dos ediciones, y resulta una oportunidad especialmente provechosa en la medida en que se ubica entre dos tiempos, el de quienes ya han obtenido el libro, como el de quienes lo esperan.
Me inserto en esta coyuntura también con una mirada afectiva, ligada, en primer lugar, a mi experiencia como ayudante en el proyecto investigativo que dio lugar a esta edición, el cual estuvo bajo la dirección de Álvaro Cárdenas y Fabiola Henríquez. En segundo lugar, por mi origen cubano y la historia común a mi condición de emigrante que recorre estas páginas, pues en ellas se suman las fuerzas del artista plástico rumano André Racz, radicado en EE. UU., del crítico de arte español Antonio Romera, radicado en Chile, y de Gabriela Mistral, poeta universal, cuando ella era cónsul en tierra mexicana. Finalmente, por la vivencia femenina de la maternidad, que hoy me permite valorar la fina sensibilidad que dio vida a los poemas y los dibujos que conforman este libro.      

Al adentrarme en la edición original, me sorprendió en un principio que el libro perteneciera a una colección de artes plásticas, dirigida por el importante crítico de arte español radicado en Chile Antonio Romera, y no de literatura. Señalo esto, teniendo en cuenta que suele ocurrir lo contrario, cuando el componente literario goza de la fuerza y el espacio que se le concedió en esta obra. Ha sido grato notar que los creadores no se disputaran el protagonismo y que, tal como lo demuestra la afectividad de sus correspondencias, este vínculo surgiera de la admiración mutua y de la voluntad solidaria.
Es importante hacer notar, como recientemente lo ha declarado el especialista mistraliano Pedro Pablo Zegers , que Poemas de las madres es el único libro autorizado en vida por Gabriela Mistral para ser ilustrado, lo que acrecienta su valor bibliográfico.

La edición original de 1950 contó con 2000 ejemplares impresos. Cien de ellos eran en tapa dura y con un grabado original al buril, y el resto de tapa blanda. Contaba con 63 dibujos de los cuadernos diarios de André Racz. Los títulos eran rojos, al igual que los dibujos, y el resto de la tipografía era negra. La composición fue ideada por el mismo artista.

En la edición actual, presentada oportunamente por Juan Pablo Cárdenas Squella y Simone Racz Orrego, se adicionan reproducciones de grabados, fotografías familiares, y nuevos dibujos de los cuadernos del artista, de los tantos que no fueron incluidos en 1950. Además contiene una introducción pormenorizada a cargo de Álvaro Cárdenas, que aborda los vínculos familiares de Racz con Chile y sus nexos con la escena cultural chilena en las décadas de 1940 y 1950; cuatro cartas de la correspondencia de Racz a Mistral, recientemente liberadas por el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional; las palabras inéditas de Racz para la entrega de una copia del retrato al aguafuerte de Gabriela Mistral a la Universidad de Chile, en agosto de 1957, casi ocho meses después de la muerte de la premio nobel; la última crítica de Antonio Romera al artista en 1957, a propósito de su exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes y que fue publicada en El Mercurio de Santiago; y un texto inédito traducido de Arthur C. Danto, quien fuera amigo y colega del artista en la Universidad de Columbia, en homenaje al fallecido Racz y que data de septiembre de 1995.

Gracias a la investigación que introduce el libro, hemos sabido la coincidencia que dio lugar al encuentro entre Racz y Gabriela. En 1947, Teresa Orrego, soprano chilena que estudiaba en Nueva York, conoció al artista plástico rumano André Racz, en el mismo año se casaron e inició la espera de su primer hijo. En sus cuadernos diarios, el artista captaba con devoción los distintos instantes del proceso de gestación de su esposa. Las imágenes nacían de la admiración por lo natural y se centraban en las expresiones del cuerpo. Brotaban de la relación espiritual de identificación del padre con el pequeño ser que crecía en el vientre de la madre. Las manos creativas de Racz corporeizaban la fertilidad por medio de las imágenes visuales, del mismo modo que Teresa alimentaba en su interior a la criatura. Sin embargo, muchos no comprendieron ni valoraron lo sagrado de aquellas representaciones. Los cuerpos desnudos que el artista figuraba, provocaron la causticidad de la crítica, endurecida aún más por el hecho de ser la Orrego descendiente de una familia empoderada y conservadora.

Como señala Álvaro Cárdenas en su investigación, Racz era ya para ese entonces un prestigioso artista. Había aprendido de modo autodidacta el dibujo y la pintura, y se había vinculado con los surrealistas. En 1943 formó parte del legendario Atelier 17 de Bill Hayter, quien lo dirigió en su perfeccionamiento como grabador y “al año siguiente lo solicita como ayudante en la New School for Social Research”. Gracias a esta experiencia, Racz llegó a conocer a importantes figuras del mundo del arte, entre los cuales se contaban algunos chilenos que llegaron a ser muy exitosos, como Matta, Antúnez, Zañartu y Garafulic. Además de sus exposiciones en Estados Unidos, llevó su arte a Brasil, Argentina y Chile, donde Romera conoció sus grabados, dibujos y gouaches y le dedicaría halagadores artículos en el diario La Nación, entre 1947 y 1948.

En Harlem, junto a su esposa y en vísperas del nacimiento de su primer hijo, Racz había conocido más profundamente la obra de Gabriela Mistral y en específico sus poemas dedicados a la maternidad. En 1949 le escribe una carta a Gabriela para que le prologue el portafolio Mother and child, “una serie de grabados con escenas de maternidades que pretende publicar ese mismo año, acompañados de algunos poemas de Desolación” (Cárdenas, 2015, p. 17).

Como también refiere Cárdenas, a partir del conjunto de cartas liberadas por la Biblioteca Nacional, fue el escritor Luis Enrique Délano quien enseñó a Mistral los grabados de Racz por primera vez. Esto derivaría en una edición independiente del Poema de las madres, compuestos por Gabriela entre 1920 y 1921 yque originalmente formaba parte del libro Desolación,publicado originalmente en Nueva York en 1922.

Por otra parte, en octubre de 1949, la relación profesional entre Racz y Romera se afianzó con la cuarta exposición individual que hiciera el artista plástico en Chile en la Sala del Pacífico. Esa vez presentó sus series de grabados La mujer y el niño y Vida de Cristo. La calidad de la obra de Racz superaba toda prueba y Romera le ponderó una vez más: “en la serie de maternidades (…) el trazo es ampuloso, enérgico, y llega a definir los volúmenes con un rigor que recuerda a los japoneses…”. Por ese tiempo, Romera dirigía la colección de artes plásticas de la Editorial del Pacífico, y en 1950 lleva a cabo la publicación de Poemas de las madres, cuando Racz se establece en Chile por un corto período.

Las exposiciones en el país se repitieron en los años posteriores, y distintos críticos les dedicaron palabras de elogio. Todo esto al tiempo que se hacía aún más fuerte la relación entre Racz y el conocido y muy sólido crítico Antonio Romera, quien, hasta la última exposición de Racz en Chile en 1957, dejó evidenciada su admiración por la obra del artista.

Asimismo, la relación entre Racz y Mistral se afianzó gracias a varios encuentros personales, primero en Rapallo (1951) y posteriormente en Nueva York (1953-1956), donde se radicaría la premio nobel de Literatura hasta su muerte. De esa comunicación, vivenciada en la conversación directa, nació el aguafuerte que Racz incluyó en su exposición Grabados 1951-1957, una pieza que el crítico Enrique Solanich catalogó de “descomunal retrato”. Se trataba una vez más del rostro de la Mistral, esta vez reproducido con mayor fuerza expresiva que en el grabado incluido en la edición en tapa dura del libro en 1950, confeccionado a partir de una fotografía.

De los poemas y los dibujos

Amor, dolor y miedo atraviesan las líneas de los versos y el canto de los trazos. A tono con la palabra en los poemas de Mistral, los silencios, la melodía visceralmente sentida y la expresividad de la métrica, los dibujos de Racz reproducen el quejido del dolor concientizado en el placer y la expresión bondadosa de la entrega en que se acunan ternura y sacrificio. Los sentimientos muy íntimos, los desdoblamientos intensos recorren las páginas del libro como una savia inatrapable que no se agota en una lectura ni en una única observación.

El texto introductorio de Poemas de las madres contextualiza el espacio y el personaje que dan lugar al desencadenamiento del libro. Hay un valor narrativo en este inicio que se hace en primera persona, asegurando la credibilidad propia de la confesión. Mistral, desdibujada tras la forma del sujeto lírico, presenta la historia de “una mujer del pueblo, sentada a la puerta de su rancho”, “próxima a la maternidad”, cuyo rostro “revelaba una profunda amargura”. La cual vio “una tarde”, “paseando por una calle miserable de Temuco”. Con estas primeras frases, la autora nos coloca en el contexto rural, en el entorno humilde de una mujer embarazada que removió en la paseante “toda la solidaridad del sexo, la infinita piedad de la mujer para la mujer”. De esta manera comienza la autora: focalizando el dolor del alma femenina, vejada por un hombre que al pasar “le dijo una frase brutal” a aquella que encarna el comienzo de la santidad de la vida, es decir, la maternidad. Ese estado debe ser exaltado por el arte, debe ser purificado por los creadores ante “los ojos de los impuros” y, sobre todas las cosas, debe hacerlo una mujer: “es una de nosotras quien debe decir (ya que los hombres no lo han dicho) la santidad de este estado doloroso y divino”.

El primer texto de Mistral en el poemario es entonces también una declaración de principios que, sin dejar de lado la visión mariana de lo puro y lo sagrado en la maternidad, asume una actitud de poder y de solidaridad humana (específicamente, femenina) con sus semejantes en la tierra. Lo notamos en la elección de un referente que proviene de la clase social humilde; en la ofensa de las palabras masculinas a una mujer desconocida y sentida como suyas por la poeta; en la toma de conciencia claramente expuesta de la necesidad de que la mujer se identifique con la mujer y alce la voz por su derecho; en su referencia a la insensibilidad de otras mujeres que “para parecer castas necesitan cerrar los ojos sobre la realidad cruel pero fatal”, y también hay una toma de posición como artista al negarse a eliminar sus versos porque antes fueron recibidos con prejuicios y desdeñados. Al contrario de aquellos, y en especial, de aquellas que renegaron de estos versos y de su tratamiento de la mujer y la maternidad, la creadora se afirma en su voluntad reivindicadora. Mientras, en su función como artista, cree en la fuerza y el poder de la palabra: “En esta obra egotista, empequeñecida a mis propios ojos por ese egotismo, tales prosas humanas tal vez sean lo único en que se canta la vida total”. Gabriela, que no solo era mujer solidaria con las del mismo género y sensible por la dádiva de la maternidad que ella misma no pudo concebir de modo natural, adiciona en la última estrofa su visión de mujer educadora: “¡Sientan ellas la honda ternura con que una mujer que apacienta por la tierra los hijos ajenos, mira a las madres de todos los niños del mundo!”. 

La identificación con la experiencia de la gestante, señalada en el principio, toma nuevas formas a lo largo del libro. Si este abre con la contextualización de una historia en que la artista encontró motivación, en el primer poema es la madre embarazada quien habla. Me ha besado parte de la emoción del beso en la gestante, un beso se trasvasa y recorre los caminos del espíritu y de la materia. Acaso sea el beso que ella sueña del hijo que aún no conoce, de modo que se reproduce, por intuición y esperanza, el efecto del amor en el ánimo y en el cuerpo. Acaso, el que la besa sea el amante, entonces se establecerá una relación inequívoca entre el beso y la concepción. Sería una forma poética de sugerir el encuentro íntimo de las carnes.

La afectividad de la gestante hacia su propio cuerpo, hacia los otros, hacia la criatura que lleva en su vientre, colman de expresión los versos de Mistral. Estos se hacen más potentes si aprovechan la sencillez de la palabra, la dulzura de las figuras poéticas y la pasión intensa que fortalece a la emoción y fragiliza a quien la entrega. Esa sensibilidad que brota de la madre es resumida en los tres últimos versos:
“Y hasta encuentro en mi hálito una exhalación de
flores: ¡todo por aquel que descansa en mis entrañas
blandamente, como el rocío sobre la hierba!”

¿Cómo será? recrea el ánimo curioso que inunda a las madres sobre la criatura por nacer. La mujer anhela para las mejillas de su hijo la suavidad de las rosas; para sus cabellos, la forma y el color de las zarzas. Aclara: “Pero no importa si es tostado, con ese rico color de las gredas rojas que aman los alfareros, y si sus cabellos lisos tienen la simplicidad de mi vida”. Tampoco sabe si es hombre o mujer, tantea con su imaginación la posibilidad de que sea de uno u otro sexo. Antes usó el adjetivo “tostado” para referirse a un varón; luego, se refiere a la posibilidad de que sea femenina. Observa “…las quiebras de las sierras, cuando se van poblando de niebla, y hago con la niebla una silueta de niña, de niña dulcísima: que pudiera ser eso también”.

Curiosamente, la figura del hombre reaparece de modo mucho más evidente que en el poema anterior:
“… yo quiero que mire con el dulzor que él tiene en la mirada, y que tenga el temblor de su voz cuando me habla, pues en el que viene quiero amar a aquel que me besara”.   
La poeta propone de esta manera una visión personal e íntima del mundo femenino y maternal. Compone sus inquietudes, sus dudas y miedos, ilusiones y formas de comprender el mundo, de buscar una armonía con el universo y una razón, incluso, para la existencia propia. Basta con el poema La sagrada ley para encontrarnos con el desahucio del ego, la humildad más tierna, que solo alivia el sentimiento profundo:
“–¿Quién soy, me digo, para tener
un hijo en mis rodillas?
Y yo misma me respondo:
–Una que amó, y cuyo amor pidió, al
recibir el beso, la eternidad”.  

No le falta a la visión de la escritora la presencia del hombre, él está y es fuente de amor que sostiene a la madre. Lo señalamos en los poemas antes referidos, y es una constante que atraviesa el libro. “Al esposo” hace referencia directa a la figura del padre y, en especial, al hombre, de quien ella pide amor y paciencia: “Seme más que nunca dulce. No remuevas ansiosamente mi sangre; no agites mi aliento”. La mujer se brinda en su fragilidad (“Yo ¡tan pequeña!”, “Yo ¡tan pobre!”, “Yo ¡tan tierna!”) para que se multiplique la vida: “… te duplicaré por los caminos”, “… te daré otros ojos, otros labios con los cuales gozarás el mundo…”, “…me hendiré como un ánfora por el amor, para que este vino de la vida se vierta”. De tal modo, el cuerpo femenino restituye su valor sexual por el de contenedor y protector: “¡Ahora soy solo un velo; todo mi cuerpo es un velo bajo el cual duerme un niño!”.  

En Sensitiva, la fragilidad femenina no encuentra acomodo en la naturaleza y se potencia el sentimiento de debilidad. El desequilibrio emocional, la inseguridad afectiva que muy a menudo rodea el proceso del embarazo, tienen en esas estrofas una hermosa expresión que se enlaza en el último verso con la figura del hombre: “De la sola mirada de mi dueño, si fuera dura para mí esta noche, podría morir”.     

La madre y su hija que espera a dar a luz, ambas conforman los eslabones sagrados de la maternidad, y encuentran un espacio de enlace en los versos de Mistral. La madre abre espacio para la confesión íntima entre las dos mujeres, donde “fuimos dos hermanas que hablaron del tremendo trance”. Y el tacto se hace tan dulce como la palabra, pues “… al contacto de sus manos me pareció que se entreabrían con suavidad de hojas mis entrañas…”.

La última estrofa declara el mundo de sensaciones que trae ese vínculo filial para la embarazada:
“Enrojecida, llena de confusión, le
hablé de mis dolores y del miedo de
mi carne; caí sobre su pecho; ¡y volví
a ser de nuevo una niña pequeña
que sollozó en sus brazos del terror
de la vida!”.

Tampoco falta la mujer embarazada, su semejante, a la que llama “hermana”, aquella con quien tiende la complicidad de temores parecidos y que, llegado el caso, pasará la vida por el seno también a su hijo: “Beberá la leche espesa de mí mismo vaso y gozará de la sombra de mis corredores, que va grávida de gravidez de amor. Y si mi seno no es generoso, mi hijo allegará al suyo, rico, sus labios”.
El anhelo por lactar y el temor, incluso, de no poder hacerlo, es un asunto recurrente. Una vez más, diríamos que se valora la entrega de la vida por el seno, la realización de la madre y la sustantivación de la maternidad en ese acto. Interviene aquí algo milagroso que, al igual que la fecundidad misma, motiva en la madre la comunión con Dios.

Un poema como El ruego concreta el miedo, el anhelo y la plegaria. En el primer verso, la madre, cercada por el temor de no poder lactar se remite al Creador y comienza con una exclamación que nos ubica desde el mismo principio en la preocupante que la azota, una preocupante que parece haberse desarrollado mucho antes de comenzar el poema y para la cual las palabras de inicio resultan como un grito. Pareciera haber un desfasaje temporal entre la potencia de la preocupante y la expresión poética. De esta forma, la autora aumenta la tensión:
“¡Pero no! ¿Cómo Dios dejaría enjuta la yema
de mi seno si Él mismo amplió mi cintura?”.
Se apena de sí misma al pensar que será incapaz de lactar:
“¿Quién sería más pobre que yo en el valle si mi
seno no se humedeciera?”.   
Toda la fe de la madre protectora que ansía la entrega se pone en las manos de la fuerza divina:
“Como los vasos que las mujeres ponen para
recoger el rocío de la noche, pongo yo mi pecho
ante Dios; le doy un nombre nuevo, le llamo el
Henchidor, y le pido el licor de la vida. Mi hijo
llegará buscándolo con sed”.  

La presencia de Dios cruza de modo expreso muchas páginas del libro, desde el primer poema, se trata la maternidad a partir del tejido de términos como “sagrado”, “santidad”, “estado doloroso y divino”. Por otra parte, se mezcla el poder suprahumano con el valor purificador del arte, ambos concuerdan en lo sagrado de la creación: “Si la misión del arte es embellecerlo todo, en una inmensa misericordia ¿por qué no hemos purificado, a los ojos de los impuros, esto?”.
Asimismo, confiesa “Y escribí los poemas con intención casi religiosa”.

Sin embargo, es notable que la relación entre lo divino y la creación humana del arte se ponga a merced de la protección del hombre. Mistral se funda en la bondad de Dios y lo baja a la tierra por el amor de su prójimo, en especial, de las mujeres y madres. Sus palabras son protectoras, solidarias, comprometidas. Los poemas llevan esa ambigua nostalgia de un cuerpo y un alma que se entregan al trance. Ellos vivifican la experiencia imaginaria y profunda, delicadamente expresada en detalles mínimos, de un estado que no ha sido concebido en carne propia. La escritora en su creación reproduce la bondad y la ternura de que son expresión sus poemas, solo así se entiende que sean tan vívidos, sensibles, y detallistas.

Su propia concepción religiosa, que no condena al hombre, sino que lo arropa, motivó a Racz a escribirle su primera carta y solicitarle el trabajo conjunto en la primera edición de este libro:
“Para mí sería un gran honor, y para el mundo obscurecido de hoy un nuevo testimonio de solidaridad entre los artistas de todos los países, solidaridad reafirmada entre los hombres y las mujeres que creen y tienen fe en la religión del amor y la paz, que tienen que unir esta humanidad sufriente”.  

Los dibujos de Racz, a tono con los poemas que los acompañan, eternizan los instantes sagrados de la desnudez, el embarazo, la lactancia, las mudanzas de ánimo y los miedos de la mujer. Se detiene en las expresiones de los rostros, singulariza sus facciones. Las miradas de las mujeres de Racz recurren a la cavilación y la duda; gachas y entreabiertas nos hablan de dulzura y fragilidad. Los personajes habitan mundos solitarios, pocos objetos, casi ninguna compañía. Solo el niño por momentos, abrazado suavemente por la madre. Alguna vez un perro, los objetos de la cocina. Todos ellos encarnan fragmentos, pequeñas porciones de espacio y de tiempo que trascienden su existencia inmediata gracias a su expresividad.

Los cuerpos y rostros de estas mujeres punzan al observador por cuanto lucen desvestidas también de fuerza o presteza. Los hombros, casi siempre echados hacia adelante; las espaldas algo encorvadas; los brazos a menudo buscando cruzarse detrás de la cintura; los rostros ladeados parecen olvidarse de los cuerpos que los sostienen. Al frente queda, a menudo descubierto, el brote de los senos, el vientre crecido y la pelvis. Esas mujeres, desprovistas de seguridad y experiencia, tienen en sus cuerpos la fuente de la vida que, a sabiendas o no, conforma su fortaleza.

Sin embargo, los trazos corren también fragmentados, esquivos, nerviosos. Insinúan perderse sin llegar a cerrar los volúmenes. El artista experimenta con ellos, los repite, los subraya, llega incluso a quemar la línea para aumentar el efecto corpóreo de algunas figuras. Quebrado, temeroso, doliente, como los contornos de estos retratos, resulta por momentos el mundo de la maternidad. Gabriela Mistral se inspiró en un principio en la mujer de pueblo cuyo rostro describía una profunda amargura y, a partir de esa vivencia, entregó todo su amor para la confección de un mundo ficcional y soñado desde la subjetividad de la madre. A veces más alegre, a veces con aflicción (como lo declara en Poemas de la madre más triste, apartado que incluyera solo dos poemas y que conforma el final del presente libro), la Mistral aporta experiencias que intentan reconfigurar, organizar y sensibilizar al lector con el mundo subjetivo de la gestante.

Racz, solidario con el sentido del amor en extenso que encontró en la persona de Mistral y en su obra, y viviendo él mismo la experiencia de la procreación, se avocó con profunda ternura al mismo tema. Se sacudió de los tabúes que un hombre pudiera guardar sobre el desnudo de las embarazadas y de la visión edulcorada con que muchos imaginan la maternidad. Desvistió con naturalidad los temores e inquietudes de la subjetividad femenina e intentó sintetizarlos en sus figuras. Asimismo, asumió el dolor que acompaña al placer de la entrega.          

Por todas estas relaciones entre los artistas y por lo significativo de sus obras, la presente edición gana en actualidad. Llega una vez más a un mundo que no supera los prejuicios ni las acciones contra la mujer y donde los niños siguen sufriendo el abandono y la carencia. En homenaje a ellos, la poeta y el pintor otorgaron sus obras. Se entregaron con fervor a describir una realidad que para ambos estaba parcialmente velada, porque Gabriela nunca pudo concebir ni vivenciar las emociones del embarazo, y Racz, al ser hombre, debió limitarse a la observación y las experiencias compartidas con su esposa.

A quince años de la segunda edición y a sesentaicinco de la primera, el libro Poemas de las madres reaparece por partida doble y con toda la fuerza, la actualidad, la dulzura íntima y apasionada, que lo caracterizaron en un principio. Aquellas que venían engendradas tanto en la palabra como en el dibujo. Diría más, todo eso está en esa única conjunción que otros dibujos y otros versos habrían logrado de modo feliz, pero difícilmente de modo tan significativo.

Referencias

Cárdenas, Á. (2015). Introducción a los Poemas de las madres de Gabriela Mistral a través de la vida y obra de André Racz y su paso por Chile. En G. Mistral, y A. Racz. Poemas de las madres, con los dibujos de los cuadernos diarios de André Racz (pp. 11-37). Santiago, Chile: Ediciones Radio Universidad de Chile y Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Mistral, G., Racz, A. y Romera, A. (1950). Poemas de las madres. Santiago, Chile: Cuadernos del Pacífico, Editorial del Pacífico.

Mistral, G., y Clerfeuille, M. (1997). Poemas de las madres. Santiago, Chile: Editorial Ismael Espinoza.

 

En entrevista con Vivian Lavín durante el programa “Vuelan las Plumas” de Radio Universidad de Chile, emitido el jueves 17 de septiembre de 2015.

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