DOI:
https://doi.org/10.14483/udistrital.jour.c14.2016.3.a06Publicado:
2016-09-17Número:
Vol. 11 Núm. 20 (2016): Arte y ConflictoSección:
ArtículosArte, erotismo y redención, la esfera estética en el pensamiento de Max Weber
Art, erotics and redemption, the aesthetic sphere in the thought of Max Weber
Arte, erotismo e redenção a esfera estética no pensamento de Max Weber
Palabras clave:
Max Weber, art, eroticism, redemption, racionalization, irrationality. (en).Palabras clave:
Max Weber, arte, redención, erotismo, irracionalidad, racionalización (es).Palabras clave:
Max Weber, arte, edenção, erotismo, rracionalidade, acionalização (pt).Descargas
Referencias
Concilio de Trento. Recuperado el 5 de abril de 2014 de http://www.emym.org/articulos1/conciliodetrento.pdf.
Danto, A. (1999). Después del fin del arte: el arte contemporáneo y el linde de la historia.Barcelona: Paidós.
Guasch, A.M. (2000). Los manifiestos del arte posmoderno, textos de exposiciones, 1980-1995. Madrid: Akal.
Oliveras, E. (Ed.). (2008). Cuestiones de arte contemporáneo, hacia un nuevo espectador en el siglo XXI. Buenos Aires: Planeta.
Radkau, J. (2011). Max weber, la pasión del pensamiento. México D. F: FCE.
Weber, M. (1994). El político y el científico. México D.F: Ediciones Coyoacán.
Weber, M. (1995). Biografía de Max Weber. México D.F: FCE.
Weber, M. (1997). Sociología de la religión. Madrid: Istmo.
Cómo citar
APA
ACM
ACS
ABNT
Chicago
Harvard
IEEE
MLA
Turabian
Vancouver
Descargar cita
ARTE, EROTISMO Y REDENCIÓN,
LA ESFERA ESTÉTICA EN EL PENSAMIENTO DE MAX WEBER
Ana María Rodríguez Sierra
Candidata a doctora en Humanidades, Universidad Eafit. Pertenece al grupo de investigación Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: anamasierra@gmail.com
Tipo de artículo: Reflexión
Agradezco al profesor José Luis Villacañas por introducirme al pensamiento de Max Weber y al Doctorado en Humanidades de la Universidad Eafit. Este artículo es un producto académico derivado de un trabajo de investigación elaborado en el marco del Seminario “Max Weber y su programa de Ciencias Humanas y Sociales”, impartido para los estudiantes del Doctorado en Humanidades de la Universidad Eafit en el 2012.
Resumen
La prolífica obra de Max Weber ha sido estudiada ampliamente, sin embargo, la concepción que tenía del arte, aunque presente en sus escritos, no ha sido indagada. En Sociología de la religión Weber aborda la esfera estética de un modo que vale la pena conocer y destacar, allí se presenta una concepción filosófica del arte, amplia y ahistórica, en la que el arte y el erotismo se ligan y se muestran como medios de redención en un mundo desencantado. Este artículo expone la filosofía del arte que subyace en los últimos textos del científico social alemán.
Palabras clave: Max Weber, arte, redención, erotismo, irracionalidad, racionalización.
Abstract
Keywords: Max Weber, art, eroticism, redemption, racionalization, irrationality.
Max Weber, economista, filósofo, historiador alemán, dejó tras su muerte en 1920 una extensa obra que, sin lugar a dudas, constituye uno de los mayores aportes del pasado siglo a las ciencias sociales; su vocación generalista lo llevó a ser uno de los últimos eruditos en ocuparse de diversos campos disciplinares de modo exitoso, tanto que aún sus ideas continúan vigentes. Su principal interés fue la cultura, ese complejo universo que hemos construido los seres humanos. Su obra se centra en el estudio de la cultura occidental que, desde su punto de vista, fue aquella que logró el nivel más alto de racionalización, y por ende, adquirió una dimensión universalista. El inicio de la civilización occidental fue, según Weber, la racionalización de la religión, ya que desde siempre, en todas las culturas, la relación con las divinidades o los poderes mágicos regulan los modos de actuar sociales. Para él, la racionalización u objetivación de la relación entre hombres y dioses es la más importante, porque de ella se desprenden las reglas éticas que rigen todos los ámbitos de la vida en comunidad. Pero los procesos de racionalización, después de la religión, continúan en la técnica, el derecho, la economía, la ciencia, la educación y el arte. En otras palabras, estos procesos son la razón de ser de toda la civilización, su explicación objetiva. Y aunque el esclarecimiento de algunas de estas “racionalizaciones” se encuentra en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, y de un modo más ambiguo en la obra póstuma Economía y sociedad, sobreel arte en particular no ha habido ningún tipo de análisis. En diversos textos weberianos hay alusiones a este elemento de la cultura, pues es sabido que el arte estaba presente en el pensamiento de Weber y que, especialmente en sus últimos años, este tema ocupó un lugar relevante tanto en su vida como en su obra; no obstante, no hay estudios que dejen saber con claridad cuáles eran las ideas o concepciones que tenía sobre el arte o la estética el economista, así que, vale la pena hacer una lectura con ojo avizor sobre este tema en los últimos textos de Max Weber. De ahí se desprende el enfoque de este artículo que intenta acercarse a las ideas weberianas sobre el arte y la estética, a través del texto Sociología de la religión. Para el cumplimiento de este fin se ha elegido la edición publicada por la Editorial Itsmo en 1997, bajo la dirección de Enrique Gavilán. En esta edición aparecen en un único libro todos los textos de Weber alusivos a las religiones, mediante una traducción calificada positivamente por la crítica y acogida gratamente por los estudiosos de su obra. Hay allí un conveniente orden cronológico y temático que revela el desencadenamiento de las ideas del autor sobre la religión, su racionalización y su peso en el desarrollo de la cultura occidental.
Mas la razón de hacer la búsqueda en este texto en particular, está en que la mayoría de los escritos reunidos en él fueron hechos por Weber al final de su vida, por tanto, en ellos está implícito su interés en estudiar la cultura occidental como conjunto. Sociología de la religión es el inicio de lo que hubiera sido la sociología de la cultura, esta a su vez, contendría un apartado sobre la sociología del arte, de la cual, la sociología de la música –publicada en Economía y Sociedad – era la primera pieza; el estudio quedó inconcluso pero el texto sobre la música es el inicio. Hay que tener en cuenta que la sociología de la músicafue también un texto escrito por Weber al final de su vida, porque solo entonces el autor consideró a la música y al arte elementos relevantes de la cultura; esto debido en gran parte a algunas vivencias personales que lo llevaron a tener una apreciación sobre dichas cuestiones muy distinta a la que había tenido por largo tiempo; exclusivamente al final les otorgó valor, y conforme con su vocación científica se interesó en su investigación, por tal razón, solamente es posible encontrar alusiones al arte y a la estética en los textos que Weber escribió poco antes de morir, textos reunidos en Sociología de la religión. De modo que, a continuación, se analizan las ideas que sobre la estética y el arte pueden observarse en los últimos textos de Weber, pero antes, se considera pertinente ahondar un poco más en el tema de la racionalización de la religión, que siendo el punto de partida de Max Weber debe ser también el nuestro.
En 1905 se publicó La ética protestante y el espíritu del capitalismo, libro afamado de Max Weber –el único publicado en vida– que hasta hoy es considerado su obra máxima. En él, el autor analiza cómo las ideas religiosas influyen sobre el desarrollo económico, ya que, condicionan la forma de vida de los individuos. Observó esa relación entre la ética religiosa y la vida individual, de modo especial en el protestantismo ascético. Como parte de sus creencias religiosas los protestantes se entregan al trabajo fervorosamente y asumen que la realización correcta y eficaz de dicho trabajo, que además constituye su vocación, es una forma de alabar a Dios. Las riquezas derivadas de su trabajo no interesan en cuanto a su valor monetario o a la capacidad de compra que implican, sino que son una recompensa que Dios da en retribución por el cumplimiento del deber. Asumida como galardón divino esa riqueza derivada del trabajo no es un objetivo en sí misma, y esa actitud, sumada a la norma también religiosa de vivir con frugalidad y satisfacer las necesidades sin caer en las tentaciones del lujo y del despilfarro, producen una acumulación de riqueza que favorece el desarrollo del capitalismo occidental. Esa forma de vida, consecuencia imprevista de los postulados teológicos del protestantismo ascético, es un factor determinante en la aparición del capitalismo, pero, contrario a lo que muchos críticos han considerado, Weber estaba consciente de que dicho factor no era el único y que tampoco actuaba en un solo sentido, es decir, el racionalismo religioso influía en los aspectos económicos, pero también la economía llegó a influir en las formas religiosas.
Weber también creía que ese proceso de racionalización de la religión, que llevó al protestantismo ascético a asumir su misión en el mundo como la realización efectiva de su vocación, no influyó únicamente en el campo económico; él descubre que toda la cultura occidental está atravesada por un racionalismo concreto, que no solo había producido el capitalismo y la ciencia moderna como formas de racionalismo específicas y universales, sino también, formas similares en los ámbitos de la política, la administración, la música, la arquitectura, la pintura y otros campos. A partir de ese descubrimiento que realizó hacia 1910, comenzó a desarrollar un programa de investigación que pretendía explicar la peculiaridad del racionalismo occidental. Aunque generalmente se ha pensado que sus últimos trabajos rompen con las ideas de La ética protestante, en realidad estos constituyen una ampliación del marco del estudio realizado en esa obra, que pretende establecer las relaciones de afinidad de una economía racionalizada con ciertas formas de una religión racional. En sus trabajos últimos Weber quería delimitar mejor las características de ese racionalismo que se expresa en muchos más ámbitos que en la economía, y encontrar las raíces históricas de este, todo ello, a partir de un enorme trabajo de comparación entre el racionalismo occidental versus los otros tipos de racionalismo desarrollados en el oriente próximo y lejano. Estos trabajos se incluyen en Sociología de la religión y es allí donde mejor aparecen las ideas que tenía Weber sobre todo el proceso de racionalización occidental, un proceso que para el autor no es lineal o teleológico, pues para él la historia es la reunión de distintos factores convergentes que configuran la realidad, pero esta no va orientada hacia un sentido o una dirección objetiva, sino que la realidad se configura como el “resultado de un proceso azaroso, cuyo resultante ha sido en occidente una racionalidad singular” (Weber, 1997). En la Zwischenbetrachtung (Consideración intermedia: Teoría de los grados y direcciones del rechazo religioso del mundo) Weber explica cómo la racionalización de la religión influye en los comportamientos éticos. Como ya se ha dicho, la racionalización es algo presente en todas las religiones, esto es la coherencia o lógica de las actitudes teóricas-intelectuales o ético-prácticas que tienen poder sobre los hombres. En otras palabras, es “la elaboración de las formas internamente más coherentes de un comportamiento práctico deducido de presupuestos firmemente establecidos” (1997). Son las normas, las reglas de funcionamiento que se desprenden de los preceptos dados por Dios. Hasta aquí, hemos explicado, de un modo general, en qué consistió la racionalización de la religión y su influencia en la economía. En la ética, la racionalización de la religión también tiene un peso relevante.
La racionalización de la religión influye en la ética cuando las concepciones mágicas del mundo adquieren una dimensión más cercana a lo humano, se “antropoformizan” y aparecen demonios y dioses, entonces, surge la necesidad de regular las relaciones con esos seres, de buscar la forma de influir en ellos, sobre todo en los dioses para que sean favorables; empero, los judíos monoteístas se dan cuenta de que no pueden influenciar a su Dios y de que la única manera de obtener su favor y evitar calamidades es obedeciendo su ley, esa es una racionalización ética propia del judaísmo que liga las creencias religiosas con la conducta humana. Cuando Dios baja a la tierra y se convierte en hombre y a la vez, en el tercer miembro de un Dios trino, se torna en un Dios menos trascendente que el Dios judío, eso genera una importante disociación entre la religión judía y la cristiana. Por un lado, la religión judía que sigue creyendo en el Dios más trascendente desarrolla con él una relación mística, mientras la religión cristiana desarrolla una ascesis.
La mística es una creencia que se basa en el “tener”, en la posesión del espíritu de Dios, los hombres que se guían por esta creencia pretenden huir del mundo mediante la contemplación, la meditación, a través de la beatitud extramundana. En contraste, el ascetismo religioso se basa en la acción, en convertirse en instrumento de Dios y rechazar el mundo pero sin huir de él, así que, se da un rechazo del mundo orientado al mundo. La manera racional de confrontar el mundo de la ascesis es mediante el trabajo en la vocación. Al igual que el protestantismo ascético, hay otras religiones especialmente occidentales que poseen este tipo de racionalidad, el catolicismo entre ellas, según su creencia, la obediencia de las normas es bendecida por Dios, pero la desobediencia es castigada, a esa desobediencia se le denomina pecado y conlleva males queridos por Dios y de los cuales, puede librarse el individuo solo a través de la redención, es precisamente por esa razón que Weber las llama: religiones de redención. Este tipo de religiones, luego tuvieron que enfrentarse a otro problema de tipo racional: resolver la incongruencia que existe entre la creencia en un Dios omnipotente y un mundo imperfecto creado por él. Es entonces cuando Weber habla de la Teodicea, precisamente el modo racional de dirimir la incongruencia: un salvador vendrá, pondrá todo en orden, terminará con las consecuencias del pecado de los antepasados que hicieron imperfecto el mundo y dará la recompensa a sus servidores fieles.
Todas estas concepciones religiosas de la redención generan en quienes las creen, un sentimiento de pureza y de prestigio. Al considerarse el adepto un elegido de Dios que sigue una orientación ética pura, se convierte en partícipe de “un reino de luz”, un reino espiritual que se contrapone a la oscuridad de lo corporal, “lo material que lleva en sí, todas las tentaciones más groseras. Esta concepción se asocia fácilmente a las ideas de impureza de la ética del tabú” (1997). En diversas religiones, fueran estas de redención o no, la ética del tabú es un elemento importante que también regula ciertos comportamientos y actitudes cotidianas, entre ellos, uno de los más relevantes es el amor sexual, este determina alianzas y progenie indispensables para la preservación de la cohesión grupal, de iglesia o congregación, o como lo diría Weber, preserva la “ética religiosa de fraternidad”. Aquí aparece, entonces, la racionalización del amor sexual, que será un punto crucial en donde el arte por fin arriba. Dice Weber: “Si la ética religiosa de fraternidad vive en tensión con la lógica propia de la acción pragmática en el mundo, no es menor la tensión con los poderes vitales del mundo, cuya esencia es radicalmente no-racional o antirracional. Ante todo, la esfera estética y erótica” (Weber, 1997, p. 405). Esto significa que las esferas estética y erótica son poderes en esencia irracionales, y por ello, se encuentran en tensión permanente con la ética religiosa de la fraternidad, atentan contra ella. En el caso de la sexualidad, es un poco obvio el por qué, pero en el caso de la estética, según Weber, esta tensión sucede porque inicialmente la estética está estrechamente ligada a la religiosidad mágica, así lo indica Weber: “La religiosidad mágica está en la más íntima relación con la [esfera estética], iconos y otros artefactos religiosos; música, como método del éxtasis o del exorcismo o de la magia apotropaica; hechiceros, como cantores y bailarines sagrados; las relaciones sonoras acreditadas mágicamente, y por ello, estereotipadas mágicamente, como estadio previo más antiguo de las tonalidades; el paso de danza acreditado mágicamente y medio de éxtasis, como una de las fuentes de la rítmica; templos e iglesias como principales edificios, en una estereotipación de la tarea constructiva para fines establecidos definitivamente y de las formas de los edificios por su acreditación mágica; adornos y objetos eclesiásticos de todo tipo, como objetos de las artes aplicadas en relación con la riqueza de templos e iglesias determinada por el fervor religioso, todo esto hacía a la religión desde siempre una fuente inagotable de posibilidades de despliegue artístico”(1997). Aunque para las religiones no racionales el arte es “fuente inagotable de despliegue artístico”, para la ética de la fraternidad religiosa, el arte, como portador de efectos mágicos resulta sospechoso. La ética religiosa de la salvación y la lógica del arte se encuentran en tensión constante porque toda religión de redención atiende solo al sentido y no a la forma de los objetos o ceremonias relevantes para la salvación. La forma se desvaloriza como lo accidental, lo creado por el hombre, lo que distrae del sentido. El arte se constituye entonces en un cosmos de valores propios, autónomos, asume la función de una redenciónmundana de lo cotidiano y, sobre todo, de la presión del racionalismo teórico y práctico, lo cual hace finalmente que el arte esté en una competencia directa con las religiones de redención. En pocas palabras, el arte, por su componente mágico, ofrece una salida irracional del mundo y a la vez, una redención completamente contraria a la redención religiosa. Mas esa tensión, esa lucha de poderes que se da entre el arte y la ética religiosa, también ocurre entre la ética y el poder más irracional de todos, el amor sexual. El éxtasis producido por la danza, por la música, por los cantos, es un éxtasis corporal y mental muy cercano al éxtasis sexual, es un escape del mundo producido en el disfrute, en el goce de estar fuera de sí. Nuevamente, la religión y su racionalidad se oponen de forma contundente a este desorden del sentido, y la sexualidad, se considera algo específicamente demoníaco; y, aunque la regulación de la sexualidad reglamentó las relaciones sexuales a favor del matrimonio, esto para Weber no es sino la demostración de “la oposición de toda regulación racional de la vida a la orgía mágica y a todo tipo de embriaguez irracional” (1997), es decir, estos son órdenes que definitivamente no pueden ser racionalizados. Esto pone al amor sexual igual que al arte en una oposición frontal contra la ética religiosa y su pragmatización de la conducta humana, así:
dentro de esa relación de particular tensión, la vida sexual, se convirtió en lo extracotidiano. Surgía así una poderosa acentuación valorativa de una sensación específica de ‘redención’ de lo racional dentro del mundo. En su radicalismo era equivalente al rechazo de la vida sexual por parte de cualquier ética de redención extramundana o trascendente, para la cual debería alcanzar aquí su culminación en el triunfo del espíritu sobre el cuerpo (1997).
En efecto, cualquier ética de la redención trascedente, de salvación fuera del “pecaminoso” mundo debía anteponer el espíritu al cuerpo, el sentido al gozo, la racionalidad a la irracionalidad, por eso, para las éticas místicas y ascéticas la sexualidad, y también el arte son tabú: elementos que deben rechazarse o reglarse. La sexualidad intenta racionalizarse mediante la reglamentación matrimonial, pero el arte se escapa a toda racionalidad, el arte también debía reglarse o, ser rechazado contundentemente.
Eso explica la iconoclasia del judaísmo y del protestantismo ascético que aún desde la ascesis optó por el rechazo rotundo del arte. También explica el uso del arte en el cristianismo como medio pedagógico, útil para la evangelización, pero a la vez visto como artilugio dudoso que debía regularse y vigilarse para que no contaminara y corrompiera el espíritu de los devotos. En la mística, el arte no tiene cabida: es cuerpo, es materia corrupta alejada del espíritu. En la ascesis, el arte puede tener lugar, pero única y exclusivamente si es creado para el servicio divino. Así quedó claro en el Concilio de Trento donde reza: “más si se hubieren introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. […] Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces [...]. Finalmente, pongan los obispos tanto cuidado y diligencia en este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo” (Concilio de Trento). Esta es la reglamentación explícita del uso de las imágenes para los fieles católicos, bajo el dictamen del Concilio celebrado en el siglo XVI. Weber ofrece una explicación bastante coherente de estas disposiciones, que relegan el arte al gusto y aprobación obispal. Precisamente en ese mismo siglo se estaban produciendo algunas de las principales obras del arte occidental derevidas de esa racionalización de la religión, pero, la misma irracionalidad de la existencia humana, y el azaroso devenir de la historia llevaron a los artistas a fines más subjetivos que el de alabar a Dios, volviendo a las raíces mágicas, haciendo de la esfera estética un escenario idóneo para escapar de la racionalidad. De ahí entonces que el arte estuviera ausente por tanto tiempo en el pensamiento weberiano. Si el centro de atención de Max Weber estaba en los procesos de racionalización, es entendible que pasara de largo por lo irracional. Solo que después de intentar llevar un vida mística aunque decididamente no religiosa, sucumbió ante sus demonios y alcanzó una redención mundana. Efectivamente, para entender el pensamiento weberiano respecto al arte es necesario atender a su vida personal. Su ideal puritano compitió constantemente con sus deseos humanos, él mismo fue el mejor contexto para entender la lucha entre dioses y demonios. Al final, comprendió que sus propios demonios eran también sus dioses y entonces, alcanzó su redención: el goce de la vida, ligado al goce del cuerpo sin culpa, que en su caso, se derivaron de una relación extramarital con la pianista Mina Tobler. Este comentario circunstancial y aparentemente superficial es relevante porque permite entender algo crucial: en Weber el arte se liga al goce del cuerpo, al erotismo; la esfera estética y la esfera erótica están íntimamente ligadas, escapan a la racionalidad, son dos ámbitos de redención en el mismísimo mundo. Esto dice Weber respecto al erotismo:
la intensificación definitiva de la acentuación de la esfera erótica se produjo en el ámbito de las culturas intelectualistas, cuando esa esfera entró en colisión con la orientación inevitablemente ascética del hombre de vocación. Dentro de esa relación de particular tensión con la cotidianidad racional, la vida sexual, especialmente la sexualidad ajena al matrimonio, se convitió en lo extracotidiano. Pudo aparecer así como el único lazo que unía al hombre ahora completamente al margen del círculo de la vieja y sencilla existencia orgánica, a la fuente natural de toda vida. Surgía así una poderosa acentuación valorativa de una sensación específica de redención de lo racional dentro del mundo, de feliz triunfo sobre lo racional (1997).
Esto significa que la intelectualidad se contrapone a la religiosidad, las relaciones extramaritales acentúan el erotismo –ya de por sí irracional– porque al romper con la regla, con la racionalización, se alcanza una redención, un escape de todo lo racional y se produce entonces una conexión con “la fuente de toda vida” que es la irracionalidad pura, el azar. Y aunque para Weber la racionalización es la razón de ser de la cultura occidental, la irracionalidad es lo profundamente humano, así, sobrepasar lo racional es ser consecuente con lo que se es realmente: no un ser creado para servir a Dios, no un ser recipiente del espíritu de Dios, sino un simple humano supeditado a la irracionalidad de su existencia. Mas la relación entre arte y racionalismo no es tan simple como parece, si bien es claro que Weber consideraba al arte un elemento fundamental del mundo y la cultura, y que al igual que el erotismo y por su relación cercana, son elementos que no pueden racionalizarse. Para Weber el desarrollo del arte occidental, al igual que el capitalismo o la ciencia moderna es producto del racionalismo occidental, aquél racionalismo que llevó a ligar las creencias religiosas con la conducta humana, haciéndoles pensar a los hombres que su comportamiento influía en el de los dioses, ganándoles bendiciones o castigos. Esa específica racionalización producida solo en Occidente –porque en Oriente los dioses no pueden ser influidos– fue lo que hizo que el arte occidental se desarrollara tal y cómo lo hizo, así lo dice Weber:
la música armónica racional, la formación del material sonoro sobre la base de las tres tríadas con la tercer armónica, nuestro cromatismo y en armonía, interpretados desde el renacimiento, nuestras sonatas, sinfonías, óperas y como medio para todas ellas, nuestros instrumentos esenciales, órgano, piano, violín, todo esto sólo ha existido en occidente; el arco ojival, la bóveda gótica como medio de distribución de la carga y de cubrir espacios conformados a voluntad y como fundamento de un estilo que engloba escultura y pintura, como lo produjo la edad media, faltan en otras partes. Falta el modo de racionalización clásica del arte en su conjunto que el renacimiento creó en nuestro caso (1997).
Con estas palabras Weber reafirma que en el renacimiento se expresa el racionalismo del arte occidental, un racionalismo ético en este caso, sometido a la ascesis que exige que cada aspecto de la vida, incluso la observación de imágenes, sea para conectarse en espíritu con Dios. Pero Weber no nos dijo como es que el arte occidental escapó a la racionalización, se volvió a conectar con sus raíces mágicas y se tornó irracional. Lo único que sabemos es que el arte occidental es producto de la racionalización occidental, que finalmente, influye todas las esferas de la civilización. Dijo él:
se trata de distinguir en primer lugar la singularidad del racionalismo occidental; todo intento de explicación de ese tipo debe considerar ante todo las condiciones económicas, dada la relevancia fundamental de la economía. Entre los más importantes elementos conformadores del modo de vida se han contado siempre los poderes mágicos y religiosos y las concepciones éticas del deber ancladas en la creencia en esos poderes (1997).
De manera que, hemos llegado al uróboros de Weber: Un tipo de racionalismo singular occidental, el racionalismo religioso, permitió el desarrollo del capitalismo, el derecho, la técnica, la ciencia y el arte occidental; de manera que, la racionalización de la religión es la causa de que Occidente sea lo que es, pero esa racionalización a su vez produjo el racionalismo específico occidental. En definitiva, la esencia se deriva de la esencia, una serpiente se muerde la cola. Es una lástima que en este punto nos encontremos de frente con la tragedia que significó la muerte de Max Weber. Conocemos las preguntas que han quedado sin responder, tenemos la introducción a lo que habría significado la comprensión de la civilización occidental como pretendía él al decir:
Estos ensayos de forma completamente intencionada acentúan en cada ámbito cultural lo que se contraponía y se contrapone al desarrollo de la cultura occidental. Están por tanto completamente orientados a lo que desde ese punto de vista parece importante para la explicación del desarrollo occidental (1997)
En fin, de su enorme proyecto solo nos quedó el Vorbemerkung, es decir, un breve prefacio. Lo que sí queda claro es que la concepción filosófica de la esfera artística en el pensamiento weberiano, consiste en la irracionalidad, el arte al igual que el erotismo se escapa a las normas y a las reglas que desde la racionalización podrían imponérsele, y esto, resulta ser un feliz triunfo, porque finalmente el goce de la vida, de la existencia, se encuentra en el mundo, en el presente, en lo único certero que poseemos: el aquí y el ahora libre de teodiceas salvadoras que supeditan la vida al después. Arte y erotismo le dan valor a un mundo que en la obra de Weber parece un poco desencantado. Más allá de su prolífica investigación, él consideraba que las verdades en economía, en sociología y en general en todas las ciencias sociales, son siempre parciales y reflejan tan solo una parte de la complejidad social, lo que imposibilita la formulación de leyes generales o el conocimiento preciso de la realidad, de la cual, solamente nos llegan visos que no permiten su total aprehensión. Además, la ciencia desmitifica el mundo y le quita al hombre la posibilidad de llegar algún día a sentirse plenamente satisfecho, porque en el mundo todos los días surgen nuevas ideas, nuevos saberes y nuevos problemas. También la ciencia es ajena a la idea de Dios, así que abandona las preguntas fundamentales que en el pasado regían al mundo sobre qué sentido tiene la existencia, el mundo o vivir en él; la ciencia no se pregunta estos temas y por ello, lo dice Weber con palabras de Tolstoi “carece de sentido, puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir” (1994). La religión ofrece una única respuesta: existimos para la gloria de Dios, para servirle, adorarle; mas esa respuesta tampoco produce satisfacción alguna porque exige que nos olvidemos de nosotros mismos, de nuestra humanidad y dediquemos nuestra vida a la búsqueda de la salvación en el servicio a Dios. Así que en ese mundo donde todo es parcial, incompleto y vago, donde no hay respuestas objetivas y humanas a las preguntas esenciales de la existencia, el arte y el erotismo generan una redención del mundo dentro del mundo, producen en el cuerpo el goce y el éxtasis que justifican la vida, son medios que por lo menos, le dejan al hombre saber qué es sentirse un poco satisfecho, ligeramente feliz. Hay que decir que esta concepción filosófica del arte aparte de ser muy amplia es sobre todo ahistórica: no es aplicable a un solo periodo de la historia del arte, sino que alude a todo el arte producido en Occidente a lo largo de su historia. Además, es significativo que para Weber, arte no sea solo pintura, de hecho, en sus textos hay un cierto énfasis en la música. No obstante, su idea de que el arte es un medio de redención en el mundo, un medio irracional que produce el deleite (gozoso o doloroso) del cuerpo, es aplicable a la música, a la danza, a las arte escénicas, pero también a distintos estilos pictóricos como el expresionismo abstracto, en el cual, el artista crea desde su individualidad y subjetividad (irracionalidad?) obras que reclaman los sentidos y la interpretación del espectador, o el surrealismo, que explora el inconsciente humano y, precisamente, su irracionalidad. Pero el arte contemporáneo (posmoderno (Guasch, 2000) o poshistórico (Danto, 1999) según la filosofía del arte que se prefiera) es el más irracional de todos porque es el más plural, es el arte del “todo vale”, es el arte anti-reglas y la única exigencia que valida el carácter artístico de las múltiples prácticas existentes hoy, es el sentido que algún espectador pueda darle; como bien lo dijo Oscar de Gyndenfeldt (Oliveiras, 2008), “la posibilidad de acceder al significado, es lo que da a la obra el estatuto de “arte””, es decir, en el momento en que una obra nos dice algo que va más allá de su materialidad, ocurre el arte. De manera que el arte para efectivamente serlo debe provocar al espectador, cuestionarlo, seducirlo o afectarlo o, según se desprende de Weber, debe conectarlo con su propia y más pura humanidad. Lo que nos lleva a concluir que las ideas de este erudito, también las referentes al arte continúan vigentes, y bien valdría la pena hacer un análisis más exhaustivo de su concepción filosófica del arte. Que sea este artículo un inicio y la puesta en escena de ella, una concepción que liga al arte y al erotismo y los muestra como elementos redentores de nuestra existencia, como los ámbitos más humanos posibles dentro de una filosofía del arte ahistórica, válida y hasta ahora absolutamente inexplorada.
Referencias
Concilio de Trento. Recuperado el 5 de abril de 2014 de http://www.emym.org/articulos1/conciliodetrento.pdf.
Danto, A. (1999). Después del fin del arte: el arte contemporáneo y el linde de la historia. Barcelona: Paidós.
Guasch, A.M. (2000). Los manifiestos del arte posmoderno, textos de exposiciones, 1980-1995. Madrid: Akal.
Oliveras, E. (Ed.). (2008). Cuestiones de arte contemporáneo, hacia un nuevo espectador en el siglo XXI. Buenos Aires: Planeta.
Radkau, J. (2011). Max weber, la pasión del pensamiento. México D. F: FCE.
Weber, M. (1994). El político y el científico. México D.F: Ediciones Coyoacán.
Weber, M. (1995). Biografía de Max Weber. México D.F: FCE.
Weber, M. (1997). Sociología de la religión. Madrid: Istmo.
Hay que tener en cuenta que gran parte de la publicación de la obra de Max Weber fue póstuma. Las primeras publicaciones se hicieron bajo la dirección de Marianne Weber y algunos escritos reunidos en grandes volúmenes como Economía y sociedad parecen inconexos. Investigaciones recientes han hecho compilaciones distintas tratando de reunir y cohesionar mejor los muchos escritos del economista. Sociología de la religión es uno de esos textos y uno de los mejor logrados.
Recibido: 10 de septiembre de 2016; Aceptado: 19 de noviembre de 2016
Resumen
La prolífica obra de Max Weber ha sido estudiada ampliamente, sin embargo, la concepción que tenía del arte, aunque presente en sus escritos, no ha sido indagada. En Sociología de la religión Weber aborda la esfera estética de un modo que vale la pena conocer y destacar, allí se presenta una concepción filosófica del arte, amplia y ahistórica, en la que el arte y el erotismo se ligan y se muestran como medios de redención en un mundo desencanta-do. Este artículo expone la filosofía del arte que subyace en los últimos textos del científico social alemán.
Palabras clave
Max Weber, arte, redención, erotismo, irracionalidad, racionalización.Abstract
Keywords: Max Weber, art, eroticism, redemption, racionalization, irrationality.
Keywords
Max Weber, art, redemption, eroticism, irrationalization, rationalization.Abstract
Max Weber’s work has been studied for different purposes however his art conception has not been inquired yet. Weber approaches the sociology of religion which is relevant to know and highlight, it is there that he presents a wide ahistorical philosophical art conception where art and eroticism complement themselves as means of redemption at an unchained world. This article exposes the philosophy of art that the German philosopher includes into the last scientific texts he wrote.
Keywords
Max Weber, art, redemption, eroticism, irrationalization, rationalization.Résumé
L’œuvre prolifère de Max WEBER a été vastement recherchée, nonobstant, sa conception sur l’art malgré présent dans ses écrits n’a pas été largement étudiée. En Sociologie des religions WEBER s’en occupe de manière qu’il vaut la peine souligner. Là, on présente une conception philosophique et étendue de l’art ; éloignée de l’histoire où l’art et l’érotisme se lient et se montrent comme chemin de rédemption dans un monde sans charme. Cet article dévoile la philosophie de l’art caché dans les derniers œuvres du scientifique social allemand.
Mots clés
Max Weber, art, rédemption, érotisme, irrationalité, rationalisation.Resumo
A prolífica obra de Max Weber tem sido estudada amplamente, porém, a concepção que tinha a arte, ainda que presente nos escritos, não tem sido indagado. Em sociologia da religião Weber aborda a esfera estética de um modo que vale a pena conhecer e destacar, ali se apresenta uma concepção filosófica da arte, ampla e histórica, na que a arte e o ero-tismo se ligam e se mostram como meios de redenção em um mundo desencantado. Este artigo expõe a filosofia da arte que se oculta nos últimos textos do científico social alemão.
Palavras-chave
Max Weber, arte, redenção, erotismo, irracionalidade, racionalização.Max Weber, economista, filósofo, historiador alemán, dejó tras su muerte en 1920 una extensa obra que, sin lugar a dudas, constituye uno de los mayores aportes del pasado siglo a las ciencias sociales; su vocación generalista lo llevó a ser uno de los últimos eruditos en ocuparse de diversos campos disciplinares de modo exitoso, tanto que aún sus ideas continúan vigentes. Su principal interés fue la cultura, ese complejo universo que hemos construido los seres humanos. Su obra se centra en el estudio de la cultura occidental que, desde su punto de vista, fue aquella que logró el nivel más alto de racionalización, y por ende, adquirió una dimensión universalista. El inicio de la civilización occidental fue, según Weber, la racionalización de la religión, ya que desde siempre, en todas las culturas, la relación con las divinidades o los pode-res mágicos regulan los modos de actuar sociales. Para él, la racionalización u objetivación de la relación entre hombres y dioses es la más importante, porque de ella se desprenden las reglas éticas que rigen todos los ámbitos de la vida en comunidad. Pero los procesos de racionalización, después de la religión, continúan en la técnica, el derecho, la economía, la ciencia, la educación y el arte. En otras palabras, estos procesos son la razón de ser de toda la civilización, su explicación objetiva. Y aunque el esclarecimiento de algunas de estas “racionalizaciones” se encuentra en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, y de un modo más ambiguo en la obra póstuma Economía y sociedad, sobre el arte en particular no ha habido ningún tipo de análisis. En diversos textos weberianos hay alusiones a este elemento de la cultura, pues es sabido que el arte estaba presente en el pensamiento de Weber y que, especialmente en sus últimos años, este tema ocupó un lugar relevante tanto en su vida como en su obra; no obstante, no hay estudios que dejen saber con claridad cuáles eran las ideas o concepciones que tenía sobre el arte o la estética el economista, así que, vale la pena hacer una lectura con ojo avizor sobre este tema en los últimos textos de Max Weber. De ahí se desprende el enfoque de este artículo que intenta acercarse a las ideas weberianas sobre el arte y la estética, a través del texto Sociología de la religión. Para el cumplimiento de este fin se ha elegido la edición publica-da por la Editorial Itsmo en 1997, bajo la dirección de Enrique Gavilán. En esta edición aparecen en un único libro todos los textos de Weber alusivos a las religiones, mediante una traducción calificada positivamente por la crítica y acogida gratamente por los estudiosos de su obra. Hay allí un conveniente orden cronológico y temático que revela el desenca-denamiento de las ideas del autor sobre la religión, su racionalización y su peso en el desarrollo de la cultura occidental.
Mas la razón de hacer la búsqueda en este texto en particular, está en que la mayoría de los escritos reunidos en él fueron hechos por Weber al final de su vida, por tanto, en ellos está implícito su interés en estudiar la cultura occidental como conjunto. Sociología de la religión es el inicio de lo que hubiera sido la sociología de la cultura, esta a su vez, contendría un apartado sobre la sociología del arte, de la cual, la sociología de la música –publicada en Economía y Sociedad. 1 – era la primera pieza; el estudio quedó inconcluso pero el texto sobre la música es el inicio. Hay que tener en cuenta que la sociología de la música fue también un texto escrito por Weber al final de su vida, porque solo entonces el autor consideró a la música y al arte elementos re-levantes de la cultura; esto debido en gran parte a algunas vivencias personales que lo llevaron a tener una apreciación sobre dichas cuestiones muy distinta a la que había tenido por largo tiempo; exclusivamente al final les otorgó valor, y conforme con su vocación científica se interesó en su investigación, por tal razón, solamente es posible encontrar alusiones al arte y a la estética en los textos que Weber escribió poco antes de morir, textos reunidos en Sociología de la religión. De modo que, a continuación, se analizan las ideas que sobre la estética y el arte pueden observarse en los últimos textos de Weber, pero antes, se considera pertinente ahondar un poco más en el tema de la racionalización de la religión, que siendo el punto de partida de Max Weber debe ser también el nuestro.
En 1905 se publicó La ética protestante y el espíritu del capitalismo, libro afamado de Max Weber –el único publicado en vida– que hasta hoy es considerado su obra máxima. En él, el autor analiza cómo las ideas religiosas influyen sobre el desarrollo económico, ya que, condicionan la forma de vida de los individuos. Observó esa relación entre la ética religiosa y la vida individual, de modo especial en el protestantismo ascético. Como parte de sus creencias religiosas los protestantes se entregan al trabajo fervorosamente y asumen que la realización correcta y eficaz de dicho trabajo, que además constituye su vocación, es una forma de alabar a Dios. Las riquezas derivadas de su trabajo no interesan en cuanto a su valor monetario o a la capacidad de compra que implican, sino que son una recompensa que Dios da en retribución por el cumplimiento del deber. Asumida como galardón divino esa riqueza derivada del trabajo no es un objetivo en sí misma, y esa actitud, sumada a la norma también religiosa de vivir con frugalidad y satisfacer las necesidades sin caer en las tentaciones del lujo y del despilfarro, producen una acumulación de riqueza que favorece el desarrollo del capitalismo occidental. Esa forma de vida, consecuencia imprevista de los postulados teológicos del protestantismo ascético, es un factor determinante en la aparición del capitalismo, pero, contrario a lo que muchos críticos han considerado, Weber estaba consciente de que dicho factor no era el único y que tampoco actuaba en un solo sentido, es decir, el racionalismo religioso influía en los aspectos eco-nómicos, pero también la economía llegó a influir en las formas religiosas.
Weber también creía que ese proceso de racionalización de la religión, que llevó al protestantismo ascético a asumir su misión en el mundo como la realización efectiva de su vocación, no influyó únicamente en el campo económico; él descubre que toda la cultura occidental está atravesada por un racionalismo concreto, que no solo había producido el capitalismo y la ciencia moderna como formas de racionalismo específicas y universales, sino también, formas similares en los ámbitos de la política, la administración, la música, la arquitectura, la pintura y otros campos. A partir de ese descubrimiento que realizó hacia 1910, comenzó a desarrollar un programa de investigación que pretendía explicar la peculiaridad del racionalismo occidental. Aunque generalmente se ha pensado que sus últimos trabajos rompen con las ideas de La ética protestante, en realidad estos constituyen una ampliación del marco del estudio realizado en esa obra, que pretende establecer las relaciones de afinidad de una economía racionalizada con ciertas formas de una religión racional. En sus trabajos últimos Weber quería delimitar mejor las características de ese racionalismo que se expresa en muchos más ámbitos que en la economía, y encontrar las raíces históricas de este, todo ello, a partir de un enorme trabajo de comparación entre el racionalismo occidental versus los otros tipos de racionalismo desarrollados en el oriente próximo y lejano. Estos trabajos se incluyen en Sociología de la religión y es allí donde mejor aparecen las ideas que tenía Weber sobre todo el proceso de racionalización occidental, un proceso que para el autor no es lineal o teleológico, pues para él la historia es la reunión de distintos factores convergentes que configuran la realidad, pero esta no va orientada hacia un sentido o una dirección objetiva, sino que la realidad se configura como el “resultado de un proceso azaroso, cuyo resultante ha sido en occidente una racionalidad singular” (Weber, 1997). En la Zwischenbetrachtung (Consideración intermedia: Teoría de los grados y direcciones del rechazo religioso del mundo) Weber explica cómo la racionalización de la religión influye en los comportamientos éticos. Como ya se ha dicho, la racionalización es algo presente en todas las religiones, esto es la coherencia o lógica de las actitudes teóricas-intelectuales o ético-prácticas que tienen poder sobre los hombres. En otras palabras, es “la elaboración de las formas internamente más coherentes de un comportamiento práctico deducido de presupuestos firmemente establecidos” (1997). Son las normas, las reglas de funciona-miento que se desprenden de los preceptos dados por Dios. Hasta aquí, hemos explicado, de un modo general, en qué consistió la racionalización de la religión y su influencia en la economía. En la ética, la racionalización de la religión también tiene un peso relevante.
La racionalización de la religión influye en la ética cuando las concepciones mágicas del mundo adquieren una dimensión más cercana a lo huma-no, se “antropoformizan” y aparecen demonios y dioses, entonces, surge la necesidad de regular las relaciones con esos seres, de buscar la forma de influir en ellos, sobre todo en los dioses para que sean favorables; empero, los judíos monoteístas se dan cuenta de que no pueden influenciar a su Dios y de que la única manera de obtener su favor y evitar calamidades es obedeciendo su ley, esa es una racionalización ética propia del judaísmo que liga las creencias religiosas con la conducta humana. Cuando Dios baja a la tierra y se convierte en hombre y a la vez, en el tercer miembro de un Dios trino, se torna en un Dios menos trascendente que el Dios judío, eso genera una importante disociación entre la religión judía y la cristiana. Por un lado, la religión judía que sigue creyendo en el Dios más trascendente desarrolla con él una relación mística, mientras la religión cristiana desarrolla una ascesis.
La mística es una creencia que se basa en el “tener”, en la posesión del espíritu de Dios, los hombres que se guían por esta creencia pretenden huir del mundo mediante la contemplación, la meditación, a través de la beatitud extramundana. En contraste, el ascetismo religioso se basa en la acción, en convertirse en instrumento de Dios y rechazar el mundo pero sin huir de él, así que, se da un rechazo del mundo orientado al mundo. La manera racional de confrontar el mundo de la ascesis es mediante el trabajo en la vocación. Al igual que el protestantismo ascético, hay otras religiones especialmente occidentales que poseen este tipo de racionalidad, el catolicismo entre ellas, según su creencia, la obediencia de las normas es bendecida por Dios, pero la desobediencia es castigada, a esa desobediencia se le denomina pecado y conlleva males queridos por Dios y de los cuales, puede librarse el individuo solo a través de la redención, es precisamente por esa razón que Weber las llama: religiones de redención. Este tipo de religiones, luego tuvieron que enfrentarse a otro problema de tipo racional: resolver la incongruencia que existe entre la creencia en un Dios omnipotente y un mundo imperfecto creado por él. Es entonces cuando Weber habla de la Teodicea, precisamente el modo racional de dirimir la incongruencia: un salvador vendrá, pondrá todo en orden, terminará con las consecuencias del pecado de los antepasados que hicieron imperfecto el mundo y dará la recompensa a sus servidores fieles.
Todas estas concepciones religiosas de la redención generan en quienes las creen, un sentimiento de pureza y de prestigio. Al considerarse el adepto un elegido de Dios que sigue una orientación ética pura, se convierte en partícipe de “un reino de luz”, un reino espiritual que se contrapone a la oscuridad de lo corporal, “lo material que lleva en sí, todas las tentaciones más groseras. Esta concepción se asocia fácilmente a las ideas de impureza de la ética del tabú” (1997). En diversas religiones, fueran estas de redención o no, la ética del tabú es un elemento importante que también regula ciertos comportamientos y actitudes cotidianas, entre ellos, uno de los más relevantes es el amor sexual, este determina alianzas y progenie indispensables para la preservación de la cohesión grupal, de iglesia o congregación, o como lo diría Weber, preserva la “ética religiosa de fraternidad”. Aquí aparece, entonces, la racionalización del amor sexual, que será un punto crucial en donde el arte por fin arriba. Dice Weber: “Si la ética religiosa de fraternidad vive en tensión con la lógica propia de la acción pragmática en el mundo, no es menor la tensión con los poderes vitales del mundo, cuya esencia es radicalmente no-racional o antirracional. Ante todo, la esfera estética y erótica” (Weber, 1997, p. 405). Esto significa que las esferas estética y erótica son poderes en esencia irracionales, y por ello, se encuentran en tensión permanente con la ética religiosa de la fraternidad, atentan contra ella. En el caso de la sexualidad, es un poco obvio el por qué, pero en el caso de la estética, según Weber, esta tensión sucede porque inicialmente la estética está estrechamente ligada a la religiosidad mágica, así lo indica Weber: “La religiosidad mágica está en la más íntima relación con la [esfera estética], iconos y otros artefactos religiosos; música, como método del éxtasis o del exorcismo o de la magia apotropaica; hechiceros, como cantores y bailarines sagrados; las relaciones sonoras acreditadas mágicamente, y por ello, estereotipadas mágicamente, como estadio previo más antiguo de las tonalidades; el paso de danza acreditado mágicamente y medio de éxtasis, como una de las fuentes de la rítmica; templos e iglesias como principales edificios, en una estereotipación de la tarea constructiva para fines establecidos definitivamente y de las formas de los edificios por su acreditación mágica; adornos y objetos eclesiásticos de todo tipo, como objetos de las artes aplicadas en relación con la riqueza de templos e iglesias determinada por el fervor religioso, todo esto hacía a la religión desde siempre una fuente inagotable de posibilidades de despliegue artístico”(1997). Aunque para las religiones no racionales el arte es “fuente inagotable de despliegue artístico”, para la ética de la fraternidad religiosa, el arte, como portador de efectos mágicos resulta sospechoso. La ética religiosa de la salvación y la lógica del arte se encuentran en tensión constante porque toda religión de redención atiende solo al sentido y no a la forma de los objetos o ceremonias relevantes para la salvación. La forma se desvaloriza como lo accidental, lo creado por el hombre, lo que distrae del sentido. El arte se constituye entonces en un cosmos de valores propios, autónomos, asume la función de una redención mundana de lo cotidiano y, sobre todo, de la presión del racionalismo teórico y práctico, lo cual hace finalmente que el arte esté en una competencia directa con las religiones de redención. En pocas palabras, el arte, por su componente mágico, ofrece una salida irracional del mundo y a la vez, una redención completamente contraria a la redención religiosa. Mas esa tensión, esa lucha de poderes que se da entre el arte y la ética religiosa, también ocurre entre la ética y el poder más irracional de todos, el amor sexual. El éxtasis producido por la danza, por la música, por los cantos, es un éxtasis corporal y mental muy cercano al éxtasis sexual, es un escape del mundo producido en el disfrute, en el goce de estar fuera de sí. Nuevamente, la religión y su racionalidad se oponen de forma contundente a este desorden del sentido, y la sexualidad, se considera algo específicamente demoníaco; y, aunque la regulación de la sexualidad reglamentó las relaciones sexuales a favor del matrimonio, esto para Weber no es sino la demostración de “la oposición de toda regulación racional de la vida a la orgía mágica y a todo tipo de embriaguez irracional” (1997), es decir, estos son órdenes que definitivamente no pueden ser racionalizados. Esto pone al amor sexual igual que al arte en una oposición frontal contra la ética religiosa y su pragmatización de la conducta humana, así:
dentro de esa relación de particular tensión, la vida sexual, se convirtió en lo extracotidiano. Surgía así una poderosa acentuación valorativa de una sensación específica de ‘redención’ de lo racional dentro del mundo. En su radicalismo era equivalente al rechazo de la vida sexual por parte de cualquier ética de redención extramundana o trascendente, para la cual debería alcanzar aquí su culminación en el triunfo del espíritu sobre el cuerpo(1997).
En efecto, cualquier ética de la redención trascedente, de salvación fuera del “pecaminoso” mundo debía anteponer el espíritu al cuerpo, el sentido al gozo, la racionalidad a la irracionalidad, por eso, para las éticas místicas y ascéticas la sexualidad, y también el arte son tabú: elementos que deben rechazarse o reglarse. La sexualidad intenta racionalizarse mediante la reglamentación matrimonial, pero el arte se escapa a toda racionalidad, el arte también debía reglarse o, ser rechazado contundentemente.
Eso explica la iconoclasia del judaísmo y del protestantismo ascético que aún desde la ascesis optó por el rechazo rotundo del arte. También explica el uso del arte en el cristianismo como medio pedagógico, útil para la evangelización, pero a la vez visto como artilugio dudoso que debía regularse y vigilarse para que no contaminara y corrompiera el espíritu de los devotos. En la mística, el arte no tiene cabida: es cuerpo, es materia corrupta aleja-da del espíritu. En la ascesis, el arte puede tener lugar, pero única y exclusivamente si es creado para el servicio divino. Así quedó claro en el Concilio de Trento donde reza: “más si se hubieren introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. [...] Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces [...]. Finalmente, pongan los obispos tanto cuidado y diligencia en este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo” (Concilio de Trento). Esta es la reglamentación explícita del uso de las imágenes para los fieles católicos, bajo el dictamen del Concilio celebrado en el siglo XVI. Weber ofrece una explicación bastante coherente de estas disposiciones, que relegan el arte al gusto y aprobación obispal. Precisamente en ese mismo siglo se estaban produciendo algunas de las principales obras del arte occidental derevidas de esa racionalización de la religión, pero, la misma irracionalidad de la existencia humana, y el azaroso devenir de la historia llevaron a los artistas a fines más subjetivos que el de alabar a Dios, volviendo a las raíces mágicas, haciendo de la esfera estética un escenario idóneo para escapar de la racionalidad. De ahí entonces que el arte estuviera ausente por tanto tiempo en el pensamiento weberiano.
Si el centro de atención de Max Weber estaba en los procesos de racionalización, es entendible que pasara de largo por lo irracional. Solo que después de intentar llevar un vida mística aunque decididamente no religiosa, sucumbió ante sus demonios y alcanzó una redención mundana. Efectivamente, para entender el pensamiento weberiano respecto al arte es necesario atender a su vida personal. Su ideal puritano compitió constantemente con sus deseos humanos, él mismo fue el mejor contexto para entender la lucha entre dioses y demonios. Al final, comprendió que sus propios demonios eran también sus dioses y entonces, alcanzó su redención: el goce de la vida, ligado al goce del cuerpo sin culpa, que en su caso, se derivaron de una relación extramarital con la pianista Mina Tobler. Este comentario circunstancial y aparentemente superficial es relevante porque permite entender algo crucial: en Weber el arte se liga al goce del cuerpo, al erotismo; la esfera estética y la esfera erótica están íntimamente ligadas, escapan a la racionalidad, son dos ámbitos de redención en el mismísimo mundo. Esto dice Weber respecto al erotismo:
la intensificación definitiva de la acentuación de la esfera erótica se produjo en el ámbito de las culturas intelectualistas, cuando esa esfera entró en colisión con la orientación inevitablemente ascética del hombre de vocación. Dentro de esa relación de particular tensión con la cotidianidad racional, la vida sexual, especialmente la sexualidad ajena al matrimonio, se convitió en lo extracotidiano. Pudo aparecer así como el único lazo que unía al hombre ahora completamente al margen del círculo de la vieja y sencilla existencia orgánica, a la fuente natural de toda vida. Surgía así una poderosa acentuación valorativa de una sensación específica de redención de lo racional dentro del mundo, de feliz triunfo sobre lo racional (1997).
Esto significa que la intelectualidad se contrapone a la religiosidad, las relaciones extramaritales acentúan el erotismo –ya de por sí irracional– porque al romper con la regla, con la racionalización, se alcanza una redención, un escape de todo lo racional y se produce entonces una conexión con “la fuente de toda vida” que es la irracionalidad pura, el azar. Y aunque para Weber la racionalización es la razón de ser de la cultura occidental, la irracionalidad es lo profundamente humano, así, sobrepasar lo racional es ser consecuente con lo que se es realmente: no un ser creado para servir a Dios, no un ser recipiente del espíritu de Dios, sino un simple humano supeditado a la irracionalidad de su existencia. Mas la relación entre arte y racionalismo no es tan simple como parece, si bien es claro que Weber consideraba al arte un elemento fundamental del mundo y la cultura, y que al igual que el erotismo y por su relación cercana, son elementos que no pueden racionalizarse. Para Weber el desarrollo del arte occidental, al igual que el capitalismo o la ciencia moderna es producto del racionalismo occidental, aquél racionalismo que llevó a ligar las creencias religiosas con la conducta humana, haciéndoles pensar a los hombres que su comportamiento influía en el de los dioses, ganándoles bendiciones o castigos. Esa específica racionalización producida solo en Occidente –porque en Oriente los dioses no pueden ser influidos– fue lo que hizo que el arte occidental se desarrollara tal y cómo lo hizo, así lo dice Weber:
la música armónica racional, la formación del material sonoro sobre la base de las tres tríadas con la tercer armónica, nuestro cromatismo y en armonía, interpretados desde el renacimiento, nuestras sonatas, sinfonías, óperas y como medio para todas ellas, nuestros instrumentos esenciales, órgano, piano, violín, todo esto sólo ha existido en occidente; el arco ojival, la bóveda gótica como medio de distribución de la carga y de cubrir espacios conformados a voluntad y como fundamento de un estilo que engloba escultura y pintura, como lo produjo la edad media, faltan en otras partes. Falta el modo de racionalización clásica del arte en su conjunto que el renacimiento creó en nuestro caso (1997).
Con estas palabras Weber reafirma que en el renacimiento se expresa el racionalismo del arte occidental, un racionalismo ético en este caso, sometido a la ascesis que exige que cada aspecto de la vida, incluso la observación de imágenes, sea para conectarse en espíritu con Dios. Pero Weber no nos dijo como es que el arte occidental escapó a la racionalización, se volvió a conectar con sus raíces mágicas y se tornó irracional. Lo único que sabemos es que el arte occidental es producto de la racionalización occidental, que finalmente, influye todas las esferas de la civilización. Dijo él:
se trata de distinguir en primer lugar la singularidad del racionalismo occidental; todo intento de explicación de ese tipo debe considerar ante todo las condiciones económicas, dada la relevancia fundamental de la economía. Entre los más importantes elementos conformadores del modo de vida se han contado siempre los poderes mágicos y religiosos y las concepciones éticas del deber ancladas en la creencia en esos poderes (1997).
De manera que, hemos llegado al uróboros de Weber: Un tipo de racionalismo singular occidental, el racionalismo religioso, permitió el desarrollo del capitalismo, el derecho, la técnica, la ciencia y el arte occidental; de manera que, la racionalización de la religión es la causa de que Occidente sea lo que es, pero esa racionalización a su vez produjo el racionalismo específico occidental. En definitiva, la esencia se deriva de la esencia, una serpiente se muerde la cola. Es una lástima que en este punto nos encontremos de frente con la tragedia que significó la muerte de Max Weber. Conocemos las preguntas que han quedado sin responder, tenemos la introducción a lo que habría significado la comprensión de la civilización occidental como pretendía él al decir:
Estos ensayos de forma completamente intencionada acentúan en cada ámbito cultural lo que se contraponía y se contrapone al desarrollo de la cultura occidental. Están por tanto completamente orientados a lo que desde ese punto de vista parece importante para la explicación del desarrollo occidental (1997)
En fin, de su enorme proyecto solo nos quedó el Vorbemerkung, es decir, un breve prefacio. Lo que sí queda claro es que la concepción filosófica de la esfera artística en el pensamiento weberiano, consiste en la irracionalidad, el arte al igual que el erotismo se escapa a las normas y a las reglas que desde la racionalización podrían imponérsele, y esto, resulta ser un feliz triunfo, porque finalmente el goce de la vida, de la existencia, se encuentra en el mundo, en el presente, en lo único certero que poseemos: el aquí y el ahora libre de teodiceas salvadoras que supeditan la vida al después. Arte y erotismo le dan valor a un mundo que en la obra de Weber parece un poco desencantado. Más allá de su prolífica investigación, él consideraba que las verdades en economía, en sociología y en general en todas las ciencias sociales, son siempre parciales y reflejan tan solo una parte de la complejidad social, lo que imposibilita la formulación de leyes generales o el conocimiento preciso de la realidad, de la cual, solamente nos llegan visos que no permiten su total aprehensión. Además, la ciencia desmitifica el mundo y le quita al hombre la posibilidad de llegar algún día a sentirse plenamente satisfecho, porque en el mundo todos los días surgen nuevas ideas, nuevos saberes y nuevos problemas. También la ciencia es ajena a la idea de Dios, así que abandona las preguntas fundamentales que en el pasado regían al mundo sobre qué sentido tiene la existencia, el mundo o vivir en él; la ciencia no se pregunta estos temas y por ello, lo dice Weber con palabras de Tolstoi “carece de sentido, puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir” (1994). La religión ofrece una única respuesta: existimos para la gloria de Dios, para servirle, adorarle; mas esa respuesta tampoco produce satisfacción alguna porque exige que nos olvidemos de nosotros mismos, de nuestra humanidad y dediquemos nuestra vida a la búsqueda de la salvación en el servicio a Dios. Así que en ese mundo donde todo es parcial, incompleto y vago, donde no hay respuestas objetivas y humanas a las preguntas esenciales de la existencia, el arte y el erotismo generan una redención del mundo dentro del mundo, producen en el cuerpo el goce y el éxtasis que justifican la vida, son medios que por lo menos, le dejan al hombre saber qué es sentirse un poco satisfecho, ligeramente feliz. Hay que decir que esta concepción filosófica del arte aparte de ser muy amplia es sobre todo ahistórica: no es aplicable a un solo periodo de la historia del arte, sino que alude a todo el arte producido en Occidente a lo largo de su historia. Además, es significativo que para Weber, arte no sea solo pintura, de hecho, en sus textos hay un cierto énfasis en la música. No obstante, su idea de que el arte es un medio de redención en el mundo, un medio irracional que produce el deleite (gozoso o doloroso) del cuerpo, es aplicable a la música, a la danza, a las arte escénicas, pero también a distintos estilos pictóricos como el expresionismo abstracto, en el cual, el artista crea desde su individualidad y subjetividad (irracionalidad?) obras que reclaman los sentidos y la interpretación del espectador, o el surrealismo, que explora el inconsciente humano y, precisamente, su irracionalidad. Pero el arte contemporáneo (posmoderno(Guasch, 2000) o poshistórico (Danto, 1999) según la filosofía del arte que se prefiera) es el más irracional 2 de todos porque es el más plural, es el arte del “todo vale”, es el arte antireglas y la única exigencia que valida el carácter artístico de las múltiples prácticas existentes hoy, es el sentido que algún espectador pueda darle; como bien lo dijo Oscar de Gyndenfeldt (Oliveiras, 2008), “la posibilidad de acceder al significado, es lo que da a la obra el estatuto de “arte””, es decir, en el momento en que una obra nos dice algo que va más allá de su materialidad, ocurre el arte. De manera que el arte para efectivamente serlo debe provocar al espectador, cuestionarlo, seducirlo o afectarlo o, según se desprende de Weber, debe conectarlo con su propia y más pura humanidad. Lo que nos lleva a concluir que las ideas de este erudito, también las referentes al arte continúan vigentes, y bien valdría la pena hacer un análisis más exhaustivo de su concepción filosófica del arte. Que sea este artículo un inicio y la puesta en escena de ella, una concepción que liga al arte y al erotismo y los muestra como elementos redentores de nuestra existencia, como los ámbitos más humanos posibles dentro de una filosofía del arte ahistórica, válida y hasta ahora absolutamente inexplorada.
Referencias
Referencias
Notas
Licencia
Licencia actual vigente
Creative Commons BY NC SA - Atribución – No comercial – Compartir igual. Vigente a partir del Vol. 17 No. 32: (julio-diciembre) de 2022.
This work is licensed under a https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es
Licencias anteriores
- Desde el Vol. 14 Núm. 25 (2019) hasta el Vol. 17 Núm. 31: enero-junio de 2022 se utilizó la licencia Creative Commons BY NC ND https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/deed.es
- Desde el Vol 1 Num 1 (2007) hasta el Vol. 13 Núm. 23 (2018) la licencia fue Creative Commons fue Reconocimiento- Nocomercial-Sin obras derivadas 2.5 Colombia https://creativecommons.org/licenses/by/2.5/co/