DOI:
https://doi.org/10.14483/21450706.9568Publicado:
2015-11-06Número:
Vol. 10 Núm. 16 (2015): Arte y manifestaciones popularesSección:
Sección TransversalArte, cuerpo y racionalismo
Art, body and rationalism.
Palabras clave:
Retorno al cuerpo, racionalismo, cuerpo, alma, redención de la carne, filosofía de la vivencia (es).Descargas
Referencias
Arendt, Hannah (1996). Entre el pasado y el futuro. Barcelona: Ed.
Península.
Levinas, Emanuel (1993). Dios la muerte y el tiempo. Madrid: Ed. Cátedra.
Merleau-Ponty, Maurice (1970). Lo visible y lo invisible. Barcelona: Ed. Seix- Barral.
Muñoz Terrón, José María (2007). Thémata, revista de filosofía,
Nº 39, Almería: Universidad de Almería.
Platón (1989). El Banquete, sobre el amor. Faidón, sobre el alma. Madrid: Ed. Clásicos Bergua.
Salabert, Pere (1996). La redención de la carne. Murcia: Ed. Cendeac.
Vattimo, Gianni (1986). El Fin de la Modernidad. Barcelona: Ed. Gedisa.
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Revista Calle 14, Volumen 10, Número 16 / mayo - agosto de 2015, ISSN 2011-3757
Artículo de reflexión
Orlando Morillo Santacruz Universidad de Nariño / orlinsur@hotmail.com
Doctor en Historia del Arte de la Universidad de Barcelona. Maestro en Artes Plásticas de la Universidad de Nariño con estudios de grabado en la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Nariño
Morillo, O. (2015) Arte, cuerpo y racionalismo. Calle14, 11 (16) pp. 126 - 135
ARTE, CUERPO Y RACIONALISMO
RESUMEN
El retorno al cuerpo es una de las manifestaciones más importantes de los artistas con temporáneos crítico-pluralistas, quienes ponen en evidencia la importancia de la subjetivi dad frente a los desbordes del racionalismo instrumental heredado de los desvíos y apo rías de la modernidad. Es a partir de lo abyecto que se intenta contradecir los postulados anclados en el valor de la razón, los cuales degradaban la imagen del cuerpo al concebirlo como lo corrupto, contaminado y putrefacto, en tanto exaltaban las cualidades del alma como lo puro, limpio e incontaminado. Es por esto que el arte actual retoma el cuerpo en el intento de cuestionar esa visión degradada del racionalismo a partir de la formulación de una estética sustentada en lo vivencial, lo expresivo y lo sensible que permite compren der la realidad del mundo desde otras ópticas.
PALABRAS CLAVES
Retorno al cuerpo, racionalismo, cuerpo, alma, redención de la carne, filosofía de la vivencia.
SUMAIACHIG KUIRPU IMASA KAGTA
SUGLLAPI
Sumaia chigkunamanda iapa allimika kuirpuna llatata kawachirichu suuralla kawaspa tukuima Llatata kawachirichu suuralla kawaspa tukiurma Chasapimi kawachirinkuna imasa kagta. Sugrigcha kunawa chiwanmi chasaka, iapa waglliska kagmandata tukui mana allilla kari almata iapa allilla kagta kawankuna tukui mana mapa kagta kawankuna tukui mana mapa kagta chiwanmi Kunaura iuiarispa kawanchingapa munanaku tukui allilla imasami kai punchakuna samaiachinkuna ka chasa sugrigcha.
IMA SUTI RIMAI SIMI:
kuirpu mallatata kutispa kawachirichu, kawachirinkuna imasa kagta kuirpu, alma, imasa kawsai iukagta.
ART, BODY AND RATIONALISM
ABSTRACT
The return to the body is one of the most important manifestations of critical and pluralistic contemporary artists who expose the importance of subjectivity against the excesses of the instrumental rationalism inherited from the detours and mistakes of modernity. It is from what is abject that attempts are made to contradict the postulates anchored in the value of reason, which degrade the image of the body when it is conceived as corrupt, contami nated and putrid, all the while exalting the soul as pure, clean and unpolluted. Trying to question this degraded vision of rationalism, current art retakes the body from an aesthetic formulation supported by experiential, expressive and sensitive elements, which allow to understand the reality of the world from other perspectives.
KEYWORDS
Return to the body, rationalism, body, soul, redemption of the flesh, philosophy of experience.
L’ART, LE CORPS ET LE RATIONALISME
RÉSUMÉ
Le retour au corps est l’une des plus importantes manifestations des artistes contempo rains pluralistes et critiques, qui mettent en évidence l’importance de la subjectivité contre les excès du rationalisme instrumental hérité des écarts et des paradoxes de la modernité. C’est à partir de l’abjecte que l’on tente de contredire les principes ancrés dans la valeur de la raison, qui dégradent l’image du corps en le concevant comme corrompu, pollué et pourri, tout en vantant les qualités de l’âme comme ce qui est pure, propre et non conta miné. Voilà pourquoi l’art contemporain prend le corps à nouveau, dans une tentative de contester la vision dégradée du rationalisme, à partir d’une formulation esthétique soute nue par l’expérience, l’expression et la sensibilité, qui permet la compréhension de la réalité du monde depuis d’autres perspectives.
MOTS CLÉS
Retour au corps, rationalisme, corps, âme, rédemption de la chair, philosophie de l’expérience.
ARTE CORPO E RACIONALISMO
RESUMO
O retorno para o corpo é uma das manifestações mais importantes dos artistas contem porâneos, crítico-pluralista que realçam a importância da subjetividade contra os excessos do racionalismo instrumentais herdou desvios e paradoxos da modernidade. É a partir do abjeto do que tenta contradizer os princípios ancorados no valor da razão, que degradaram a imagem do corpo para conceber como corrupto, poluído e podre, enquanto exaltando as qualidades da alma tão pura, limpa e não contaminada. É por isso que a arte contem porânea ocupa o corpo em uma tentativa de desafiar a visão degradada do racionalismo a partir de uma formulação estética apoiada por experiencial, expressiva e sensível para a compreensão da realidade do mundo a partir de outras perspectivas.
PALAVRAS CHAVES
Retorno para o corpo, racionalismo, corpo, alma, redenção da carne, filosofia da vivência.
Recibido 26/06/2014
Aceptado 28/10/2014
DOI: http://dx.doi.org/10.14483/udistrital.jour.c14.2015.2.a11
El presente ensayo contiene una interpretación hermenéutica de carácter crítico y antropológico enfocada en las manifestaciones artísticas contemporáneas que retoman la imagen del cuerpo como elemento activo de denuncia frente a los desvíos, errores y aporías heredados de la modernidad. Comenzaré con una reflexión sobre la interconexión del cuerpo con el mundo para comprender al primero como vivencia y existencia y por lo tanto como subjetividad. Confrontaré lo anterior con la visión racionalista del cuerpo que se observa en la estética clásica y plantea el antagonismo entre cuerpo y alma, argumento cuya postura lógico-racional termina necesariamente en lo abyecto. Posteriormente haré una crítica del racionalismo instrumental que se convierte en una posición transgresora que pone en entredicho la visión despectiva del cuerpo planteada por la óptica monosémica clásica. Se llegará por último, en la conclusión, a asumir el cuerpo como subjetividad, para diseminar el logocentrismo del mundo. Como se podrá apreciar, se trata de un accionar reflexivo que se traduce en las manifestaciones artísticas contemporáneas crítico-pluralistas.
En la actualidad el cuerpo se concibe como un lugar activo y de denuncia que permite indagar sobre las relaciones posibles con nosotros mismos y con el mundo. El cuerpo no compite ni conflictúa con el mundo, sino que se convierte en un instrumento vital para entender la realidad. Le da sentido a la construcción de la existencia; y le otorga fundamento a todo accionar humano, tanto emotivo como de pensamiento, y por sobre todo permite establecer una relación directa del individuo frente al mundo:
(…) ser cuerpo quiere decir existir mundanamente en el doble sentido de “ser-en-“ y “serdel- mundo”, tal como puede decirse con el vocablo francés de estilo heideggeriano empleado por Merleau-Ponty (…) que une en un solo término ambas caras de la relación corporalidad mundo: Por un lado , que el “cuerpo es nuestro anclaje en el mundo”. En segundo lugar, el cuerpo es caracterizado como existencia inter-mundana, porque el mundo en el que estamos, del que somos, y del que nos hacemos por la corporalidad vivida es un “mundoentre” o “inter-mundo”, en tanto en cuanto que es un mundo constitutivo intersubjetivamente y que él es el que media constantemente en todas nuestras interacciones. Y en tercer lugar, cabe decir, en fin, que el cuerpo es existencia carnal inter-mundana, porque es en tanto que carne que el cuerpo propio vivido es simultáneamente un estar el mundo, un darse al mundo y un dársenos (el / un) mundo. (Muñoz Terrón, 2007: 191)
El cuerpo y el mundo están hechos de carne, dice Merleau-Ponty: “El espesor del cuerpo, lejos de rivalizar con el mundo, es, por el contario, el único medio que tengo para ir hasta el corazón de las cosas, convirtiéndome en mundo y convirtiéndolas a ellas en carne.” (Merleau-Ponty, 1966: 169)
El cuerpo, por su conexión vital con el mundo, se convierte en un medio capaz de percibir la realidad y reflexionarla, pero siempre desde lo vivencial, existencial y expresivo, es decir, considerado como subjetividad. Contrariamente, si se concibe el cuerpo bajo el criterio de la objetividad racionalista, se reduce a la materialidad física, equivalente a la banalización de la carne, que trae como resultado una desviación y minimización de su valor, al degradarlo a la inmundicia, la corrupción, lo contaminado por causa de su misma carnalidad.
El alma, por el contrario, desde la óptica cristiano-racionalista representa la pureza, limpieza e incontaminación. El alma no debe estar contaminada como la carne. Es un pensamiento que plantea el cuerpo como lo pecaminoso, lo deleznable, lo infeccioso e impuro. Se remite de esta manera a la idea de la “historia como salvación, articulada en la creaciónpecado- redención, (en) espera del juicio final.” (Vattimo, 1986: 11). El goce de los sentidos producidos por el disfrute de la carne termina asumiéndose como el terror del sufrimiento por ser un acto que niega la redención divina.
La idea cristiana no es capaz de dar sentido y alegría a la vida a través del cuerpo, busca siempre combatirlo como productor angustiante de la “condena eterna”. El cuerpo se considera como lo infame, deforme o siniestro, “es miserable en su inercia, incógnita en su anonimato, embarazo inútil para la inteligencia que según avanza el cristianismo es antes convicción intuitiva que razón discursiva.” (Salabert 1996: 58).
Por su carnalidad, el cuerpo es materia, y en consecuencia, como lo dice Pere Salabert en su libro La redención de la carne, es una pesadez física que debemos arrastrar, pues “En el horizonte platonizante del pensamiento, el cuerpo es un dispositivo deleznable. (…) La carnadura que somos y conocemos, lo tiene ahí todo de enredo, es una maraña de piezas al cuál más inmunda: Órganos, vísceras, intestinos, en fin, ese mondongo enmarañado e intratable.” (Salabert, 1996: 60) En tal sentido, la visión lógico- racionalista, constituida como valor supremo y unívoco en la modernidad, muestra el cuerpo como una especie de agobio psicológico que obstruye el intelecto, una anomalía, un error de fabricación que propicia la abyección, lo asqueroso:
(…) es una invención menesterosa por la que circulan a borbotones materias corruptibles, substancias cuyo nombre dicta su condición innoble, su índole rastrera: Orines, excrementos, sudor, flujo esperpéntico, sangre menstrual, lágrimas, pus, y tantos otros humores… Y puesto que en esa actividad se encuentran el agua y la tierra que se entremezclan sin darse tregua, lo que ocurre al cabo es la degradación de las partes y la corrupción final. (Salabert, 1996: 61)
Desde estos parámetros, el cuerpo no puede asimilarse a las ideas y menos a la razón, pues estas son ajenas a la materia corruptible del cuerpo. Este se convierte en castigo por la desobediencia y se remite, por tanto, a una especie de culpa por la que se debe asumir un pago. Esto trae como resultado la consideración del cuerpo humano como un defecto, un objeto con errores de fabricación, de creación.
Tanto el racionalismo como el cristianismo plantean que el alma es lo opuesto al cuerpo. El alma humana difiere del cuerpo, no está contaminada como la carne, está por encima de la abyección. De esta manera se asume que el alma es lo racional, puesto que es un soplo o un haz de luz que moviliza y anima al cuerpo y potencia el intelecto.
El alma, vista desde estos pronunciamientos, se convierte en el respiro de la vida y como fundamento de la espiritualidad humana; cuando venga la muerte cederá y abandonará el cuerpo, lo que la contaminaba. El alma recibe así una concepción sutil, ajena al tacto, a lo visible y a la materialidad: Es independiente del cuerpo. El alma evita al cuerpo en beneficio de otra dimensión –diferente de la carne– para glorificar su inmaterialidad.
La idea judeocristiana hace del cuerpo lo corruptible, lo infame y lo deforme; el alma, en cambio, es lo incorruptible, lo depurado y duradero, lo maravilloso y lo bello; es lo puro y por lo tanto racional; el cuerpo, por su atracción a la materia, es irracional. El cuerpo perturba al alma, agobia la espiritualidad, se convierte en espacio de confinamiento, en la “irracional condena” y muerte del espíritu. Al respecto, Platón escribe en El Banquete:
(…) cuando se trata de adquirir la ciencia, verdadero objeto y fin de la filosofía, el cuerpo es verdadero obstáculo, pues incluso los sentidos cuales la vista y el oído, que consideramos como los más perfectos, no ofrecen certeza alguna sobre las cosas, habremos de convenir que solo separando el alma del cuerpo, que no hace sino inducirla al error, puede ayudada del razonamiento que será tanto más perfecto cuanto más se aleje y aísle de los sentidos y de cuanto tenga contacto con el cuerpo para llegar a la perfección. (Platón, 1989: 225)
Estos antecedentes despectivos en torno al cuerpo, y la exaltación del alma como lo racional e incontaminado, se asumen en el arte como reflejo y herencia de la Grecia clásica, que se retoma posteriormente en el Renacimiento con el ideal de belleza. Todo sujeto al orden, la medida y la proporción, siempre bajo el fundamento matemático. El racionalismo renacentista imponía una imagen ideal del cuerpo en la que se manifiesta la ausencia de pasión y sentimiento; el cuerpo se ve limitado al máximo por el dogma y su codificación, excluyendo lo expresivo para enaltecer la objetividad y el mimetismo plástico. Se representan entonces los cuerpos anémicos, hieráticos despojados de carnalidad, ausentes de vitalidad para imponer lo impersonal y matemático como característica de la representación clásica.
La modernidad acogió esta idea, que se impuso en el mundo occidental para glorificar el poder del racionalismo. Esta realidad, asumida por el arte desde el Renacimiento –gran impulsor de la razón en las representaciones artísticas–, se puede ver reflejada en las estéticas de varios movimientos posteriores, como el neoclásico y el neoimpresionista, así como en las manifestaciones de las vanguardias lógicas, representadas por el cubismo, el suprematismo, el neoplasticismo y los movimientos abstractos geométricos y minimalistas (que hablan de lo impersonal, matemático, científico, industrial, funcional y constructivo).
Para transgredir esta visión despectiva del cuerpo irradiada en la modernidad, y que viene desde la Grecia clásica, es conveniente tener en cuenta el cuerpo no desde la óptica de la materialidad de la carne, sino como subjetividad, como sensibilidad, como un lenguaje expresivo y visceral. La idea de cuerpo como significado. Asumir el cuerpo desde esta postura significa implantar, de manera subversiva, la diseminación de la visión objetivante lineal y unívoca del racionalismo moderno. Este planteamiento se manifiesta de manera contundente en las propuestas teórico-críticas de muchos artistas contemporáneos, que a manera de repulsa y cuestionamiento –con un alto sentido irónico– producen imágenes siniestras de terror y abyección para generar espacios reflexivos de discontinuidad y descentramiento frente a las lógicas representativas de la instrumentalidad social racionalizante.
Desde una posición que interpreta nuevos significados, y sobre el fundamento de imágenes abyectas, el artista contemporáneo critico-pluralista pone en tela de juicio los hegemonismos jerárquicos de las imposiciones objetivantes del conocimiento y las univocidades cerradas, monosémicas que sustentan el logocentrismo del mundo. El artista actual piensa en la modernidad como una cultura en crisis, por eso intenta movilizar los viejos signos, aquellos que la tradición había impuesto, y los replantea desde una nueva perspectiva. El artista actual de esta vertiente presenta la imagen del cuerpo a partir de múltiples opciones. Propone la manifestación de imágenes que evidencian, por un lado, el desmonte de la visión corruptible y degradante del cuerpo propiciada por el racionalismo, y por otro asume el cuerpo como signo de repulsa para cuestionar la instrumentalidad social y el consumismo extremo impuesto por las normas de la globalización: Un accionar deshumanizante que como signo per- verso y alienante, propiciado por la lógica del capital, perturba los imaginarios simbólicos del contexto sociocultural, violentando las características culturales locales y causando la fractura de los valores espirituales de la sociedad.
En la actualidad, para erradicar las imposiciones dogmáticas, los desvíos y aporías del racionalismo occidental, el artista no asume el cuerpo como materia, sino como fundamento de subjetividad, intuición, sensibilidad e imaginación, siempre desde una óptica antropológica que exalta el valor de lo vivencial y el conjunto de las múltiples experiencias del sujeto en el contexto social y en la intimidad. Por esto, mediante actitudes contestarias y transgresoras, su arte se manifiesta como desafío y denuncia frente a los errores y excesos instrumentales, consumistas, masmediaticos, armamentista, ambientales, etc.: Produce formas desbordadas, exuberantes de materia, que le dan protagonismo a la carne, que evidencian la podredumbre, la corrupción y la decadencia a la que ha llegado la modernidad.
Se puede decir entonces que la imagen del cuerpo como expresión artística establece una conciencia crítica de subjetividad, lo cual significa entenderla como la trayectoria del ser, del ser como un saber. La subjetividad no puede estar subordinada por las estructuras de la conciencia racional, puesto que es la representación del ser. La fuente vital de los sentidos. Es mediante la subjetividad que el ser se manifiesta, pues ella posibilita la verdad del sujeto a partir del lenguaje, cuando implanta el diálogo, la palabra como fundamento del ser. En palabras de Levinas: “La comunicación sería un acontecimiento del ser, donde se llevaría a cabo la representación pretendidamente subjetiva del ser.” (Levinas, 1993: 181) Se plantea, entonces, una conciencia de subjetividad ético-critica que reconoce lo otro; y se denuncia la lógica racionalista por no dar respuesta a las necesidades del ser en una realidad cambiante, diversa, multívoca, que poco tiene que ver con la dictada por el mandato perentorio de la civilización y el progreso.
En el arte contemporáneo el cuerpo se plantea desde diversos tópicos y postulados, siempre como retoma de sentido y dignidad frente a la agresión, violación, mutilación, fragmentación de la condición humana. Se manifiesta como fuerza simbólica, como sexualidad y poder. El cuerpo como historia, el cuerpo frente a la homogenización, el cuerpo como mito, el cuerpo como presencia-ausencia, la destrucción y manipulación del cuerpo, etc. Siempre la imagen del cuerpo como referente de representación del sujeto, de lo humano como centro. Del ser humano minimizado, perturbado y sometido por los excesos civilizatorios.
El cuerpo, como símbolo en arte, se convierte en una imagen que manifiesta el desplome y fractura de las lógicas instrumentales del racionalismo, normativas objetivantes que han aniquilado el instinto, el deseo, los sueños, las fuerzas del inconsciente y la catarsis de la tragedia. Por esto se plantea el cuerpo como sexualidad y poder, para reafirmar el sexo como liberación y reafirmación de la subjetividad frente a las reglas codificadas del poder. El cuerpo como sexualidad se convierte en un detonante capaz de fracturar las estrategias desarrolladas por el Occidente moderno. Por esto, la imagen corporal como expresión artística establece que el poder occidental de la modernidad ha mantenido sometidos a los individuos a través de un super-poder que se ha irradiado desde la imposición del clasicismo positivista. Un super-poder que somete tanto los cuerpos de los seres humanos, como los de animales, plantas y la tierra, tan solo objetos que puede apropiarse sin chistar.
En la actualidad este poder se ha introducido en el cuerpo, su organicidad se encuentra expuesta al poder devorador de la pantalla. Ante la transgresión del cuerpo como objeto de consumo proveniente la imposición mediática, se plantea el cuerpo como carnalidad, como propuesta transformadora y de resignificación que posibilita hacer girar las intenciones univocas de la circulación mediática lineal o causal.
Se aborda por esto el cuerpo como historia, para significarlo como un documento de la presencia, es decir, de la presencia del ser como lenguaje, como voz, palabra, puesto que mediante el cuerpo se narran las vivencias del ser, se representa la historia personal, o las historias de poca resonancia (la historia de la enfermedad, de la locura, de la sexualidad, de la risa, etc.). Desde estos parámetros resurge todo lo que fue marginado y excluido por las nor- mas de la razón, para dar paso a otros relatos. Es el cuerpo impregnado de historia y la historia como destructora del cuerpo.
El cuerpo se torna, en cuanto símbolo, en un poderoso medio de comunicación que sacude las estructuras sistémicas de la homogenización cultural, denunciando la minimización y cosificación de lo humano frente a la fetichización de la cultura producto del consumo desmesurado y la arremetida descomunal de los objetos. Se expresa, por tanto, la desaparición del cuerpo, del cuerpo superado por las ciencias y las nuevas tecnologías: los abusos, manipulaciones y extensiones artificiales del cuerpo, el cuerpo mutilado, fragmentado, manipulado. En este sentido se representa la mutilación como metáfora de la destrucción y el fallecimiento del ser humano, minimizado por el control, el orden y la perfección de la metafísica occidental; del ser mutilado y reprimido por el desborde informático que violenta los valores simbólicos de la cultura. La metáfora de la destrucción planteada con el cuerpo es una forma de resistencia frente a la dictadura de lo visual impuesta por la comunicación totalizante, y es antiética a la imagen televisiva.
Como se ha podido ver, las manifestaciones del cuerpo han penetrado en todos los terrenos del campo ideológico, político y cultural que buscan desentrañar las profundas relaciones entre lo político y lo artístico, lo público y lo privado, lo social y lo íntimo. Las temáticas del cuerpo establecen profundas interrelaciones entre la política y la cultura1 y hacen, desde el plano relacional del arte, comprender las implicaciones sociales de la obra artística.
Las obras de arte, a partir de la imagen del cuerpo, se convierten en la carne del mundo. Por esto es conveniente comprender, como dice Merleau-Ponty, que “el cuerpo está hecho de la misma carne que el mundo (es un ser percibido), y que además el mundo participa de la carne de mi cuerpo, la refleja, se super- pone a ella y ella a él (lo sentido colmo de subjetividad y materialidad a la vez), están en una relación de transgresión o de encabalgamiento.” (Merleau-Ponty, 1970: 299)
En conclusión, el cuerpo debe asumirse como signo de repulsa para cuestionar la instrumentalidad social, el consumismo, la informatización extrema y todos los vicios y miserias del mundo. Dejarlo manifestarse como imagen expresiva contestataria que pone en evidencia el accionar deshumanizante y perverso propiciado por los desvíos de la razón instrumental. Por esto, la imagen del cuerpo en la actualidad proyecta la apertura de una conciencia de subjetividad que pulveriza la visión cerrada y univoca del clasicismo para desmantelar con ello la idea progresista del tiempo y desenmascarar la decadencia civilizatoria del presente. El cuerpo se debe comprender, entonces, como fundamento de lo humano; como símbolo, sexualidad y poder; como historia y vivencia que permite el acceso a lo marginado y excluido por las imposiciones dogmáticas del racionalismo moderno. La imagen del cuerpo debe concebirse como resistencia y desafío frente a la minimización del sujeto producto de la instrumentalidad social, y conviene asumirla desde una óptica político-cultural capaz de producir un imaginario expresivo que transforme la sociedad y la libere de sus conflictos.
Referencias
Arendt, Hannah (1996). Entre el pasado y el futuro. Barcelona: Ed. Península.
Levinas, Emanuel (1993). Dios la muerte y el tiempo. Madrid: Ed. Cátedra.
Merleau-Ponty, Maurice (1970). Lo visible y lo invisible. Barcelona: Ed. Seix- Barral.
Muñoz Terrón, José María (2007). Thémata, revista de filosofía, Nº 39, Almería: Universidad de Almería.
Platón (1989). El Banquete, sobre el amor. Faidón, sobre el alma. Madrid: Ed. Clásicos Bergua.
Salabert, Pere (1996). La redención de la carne. Murcia: Ed. Cendeac. Vattimo, Gianni (1986). El Fin de la Modernidad. Barcelona: Ed. Gedisa.
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