DOI:

https://doi.org/10.14483/22486798.2462

Publicado:

01-01-2002

Número:

Vol. 7 Núm. 1 (2002): Lenguaje

Sección:

Artículos

Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias

Autores/as

  • Guillermo Bustamante Z Universidad Pedagógica Nacional

Referencias

Bogoya, Daniel. "Una prueba de evaluación de competencias académicas como proyecto" en: Bogoya et al., Compe tencias y proyecto pedagógico, Bogotá, Universidad Nacional, 2000.

Bourdieu, Pierre, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, Akal, 1985.

Bourdie, Pierre y Jean-Claude Passeron. La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, México, Fontamara, 1995.

Chomsky, Noam. Aspectos de la teoría de la sintaxis, Madrid, Aguilar, 1975.

De Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general, Madrid, Alianza, 1989.

Verón, Eliseo (comp.). Lenguaje y comunicación social, Buenos Aires, Nueva Visión, 1969.

Voloshinov, Valentin. El marxismo y la filosofía del lenguaje, Madrid Alianza, 1992.

Cómo citar

APA

Bustamante Z, G. (2002). Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias. Enunciación, 7(1), 51–56. https://doi.org/10.14483/22486798.2462

ACM

[1]
Bustamante Z, G. 2002. Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias. Enunciación. 7, 1 (ene. 2002), 51–56. DOI:https://doi.org/10.14483/22486798.2462.

ACS

(1)
Bustamante Z, G. Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias. Enunciación 2002, 7, 51-56.

ABNT

BUSTAMANTE Z, Guillermo. Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias. Enunciación, [S. l.], v. 7, n. 1, p. 51–56, 2002. DOI: 10.14483/22486798.2462. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/2462. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Bustamante Z, Guillermo. 2002. «Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias». Enunciación 7 (1):51-56. https://doi.org/10.14483/22486798.2462.

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Bustamante Z, G. (2002) «Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias», Enunciación, 7(1), pp. 51–56. doi: 10.14483/22486798.2462.

IEEE

[1]
G. Bustamante Z, «Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias», Enunciación, vol. 7, n.º 1, pp. 51–56, ene. 2002.

MLA

Bustamante Z, Guillermo. «Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias». Enunciación, vol. 7, n.º 1, enero de 2002, pp. 51-56, doi:10.14483/22486798.2462.

Turabian

Bustamante Z, Guillermo. «Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias». Enunciación 7, no. 1 (enero 1, 2002): 51–56. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/2462.

Vancouver

1.
Bustamante Z G. Una mirada desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias. Enunciación [Internet]. 1 de enero de 2002 [citado 29 de marzo de 2024];7(1):51-6. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/2462

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Artículos

Enunciación, 2002-00-00 nro:7 pág:51-56

Una mirada, desde Bourdieu, al lenguaje y a las competencias

Guillermo Bustamante Z.

Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional

Resumen

El artículo pretende establecer las bases teóricas de Bourdieu para interrogar jas evaluaciones masivas de lenguaje en Colombia, desde el punto de vista de su papel frente a: la comprensión de nuestra cultura; los efectos de la desigualdad social; el lenguaje y las condiciones sociales que posibilitan las competencias; las constantes lingüísticas y las variaciones sociológicamente significativas; la manipulación de sentidos sin relación con el contexto; la condición institucional que garantiza su imposición; el poder simbólico que describe un cierto ser de la escuela; la validez de usos lingüísticos, prácticas pedagógicas, costumbres educativas y políticas educativas; y las sanciones negativas del mercado escolar a los usos de las clases más desprovistas.

Abstract

The article intends to estabiish Bourdieu's theoretical bases to question massive language evaluatlons in Colombia and their role in reiation to: our cultural understanding; the effects of social inequity, language and social conditions that determine possible competences; linguistic constants and sociologically significant variations; the manipulation of senses that are not related to the context; the instltutional condition that guarantees its imposition; the symbolic power that describes a certain person at school; the validity of linguistic uses, pedagogical practices, educational customs and educational policies; and the negative sanctions of the school market addressed to the least privileged classes.


EL ASUNTO

Pierre Bourdieu acaba de morir en París a la edad de 71 años. En su trabajo sobre la sociología de la producción y la reproducción cultural, la escuela no podía dejar de estar bajo su mira; de ahí el famoso libro suyo sobre la educación(1). Sin embargo, en la pretensión de aportar -con ayuda de ideas del sociólogo francés- algo a la discusión sobre la evaluación educativa en Colombia, nos referiremos a un libro suyo sobre el lenguaje: ¿Qué significa hablar?(2) (1985), en tanto dicha evaluación ha tomado como objeto una categoría que proviene de las llamadas ciencias del lenguaje: las competencias.

En el momento en que Bourdieu escribe su libro, reinaba el discurso de la lingüística estructural que, para él, no satisfacía el requerimiento de un análisis del lenguaje que skviera para fundar una teoría general de la cultura. Entonces, se opbrre a la lingüística dominante, pues siente que la delimitación del campo de esa disciplina que hizo su fundador (Saussure, 1989) es una afrenta contra las preocupaciones de un sociólogo: recordemos que Saussure había considerado la etnología, la historia y la geografía como intereses ajenos a una explicación del lenguaje; e incluso había planteado que el uso de la lengua -el habla- era una manifestación para la cual resultaba imposible fundar una ciencia, en tanto no había allí regularidad alguna. Bourdieu, que rinde un homenaje al lingüista suizo, va a considerar esta posición como "intelectualista", en tanto hace del lenguaje un objeto de intelección, más que de acción y de poder.

En consecuencia, entiende el papel dominante de la lingüística entre las ciencias sociales como un efecto ideológico, en tanto su estatuto habría sido ganado al precio de estudiar la lengua por fuera de las condiciones sociales de su producción, reproducción y utilización. Bourdieu acepta entender las relaciones sociales como interacciones simbólicas, siempre y cuando tales interacciones se conciban como actualización de relaciones de fuerza. No se trataba, entonces, de una "diferencia teórica" con la lingüística a propósito de maneras de comprender el lenguaje; se trataba, más bien, de un asunto político.

LEGITIMAR UNA LENGUA

Para Bourdieu, una lengua no está dada: ha tenido que ganarse Su legitimidad en un proceso histórico . Por eso se ocupa de explicar cómo una lengua llega a ser legítima y cómo se reproduce en esa posición. Esta entrada lo distancia inmediatamente de las teorías que suponen que todos los seres humanos participan por igual en la apropiación simbólica, que todos tienen acceso a ella, que nadie queda desposeído después del intercambio simbólico. Tal pretensión, en apariencia democrática, no sería más que un intento de velar los efectos estructurales de la desigualdad, pues así como no hay mercado económico "puro", es decir, entre personas iguales y libres, tampoco hay mercado lingüístico entre interlocutores iguales y libres, o sea, tan intercambiables como los productos que intercambian y como las situaciones en que lo hacen, sometidos por igual a la maximización del rendimiento. No, según Bourdieu,los interlocutores sólo pueden comunicarse a condición de ajustarse a unas reglas que no se limitan a las del lenguaje o a las de la comunicación, pues hay una estrecha relación entre las diferencias lingüísticas y las económico-sociales. El mundo que produce esta relación no es el de unas diferencias relativizables mutuamente, sino un mundo de separaciones en relación con la lengua legítima en los "mercados oficiales" del discurso: lo mundano, lo escolar, lo político, lo administrativo, etc.

De otro lado, la lengua oficial no se circunscribe a una región natural, sino a una unidad cuyos límites fueron producidos necesariamente por un acto político instituyente. Esta institucionalización le brinda a la lengua oficial condiciones necesarias para codificarse e imponerse (es decir, su codificación no es interna, ni su imposición es producto de su "esencia"); pero, a la vez, esa autoridad que la impone resulta reforzada por la lengua. Es por eso que se vuelve obligatoria en ciertas ocasiones y espacios como la escuela y la administración pública. Entre las teorías que suponen la igualdad entre interlocutores, Bourdieu ubica rápidamente los casos de Saussure, Chomsky y Habermas.

Saussure: la lengua como "tesoro social"

Al considerar la lengua como objeto de la lingüística, Saussure no tiene en cuenta que la idea de una lengua estándar, impersonal y anónima, idónea para emitirse y descifrarse por cualquiera, no es más que el efecto de un proceso social destinado a constituir la nación. La lengua se le aparece como un "tesoro social" de signos, como un dato "natural", cuando en realidad es un efecto social.

Haciendo referencia a la unificación del francés como lengua nacional, Bourdieu plantea que mientras se necesita un mínimo de comprensión entre regiones, cuando sus intercambios no están regulados por una centralización, no se erige una forma de hablar como norma; pero que cuando el Estado requiere un mercado lingüístico unificado, con el fin de asegurar el mínimo de comunicación necesario para la producción económica y la dominación simbólica, entonces se impone una lengua como oficial, lo cual pasa por una sinnúmero de procesos en los que incluso se usa la fuerza física. Frente a la lengua oficial, los particularismos se vuelven "regionalismo", "expresión viciada", "falta de pronunciación","jerga dialectal" o "vulgar"; usos que la escuela se encargará de sancionar negativamente. La unificación del mercado vuelve caducos los anteriores modos de producción, sus costumbres y sus usos lingüísticos (que ahora se medirán bajo el rasero de la lengua oficial). La lengua "común" de la que se ocupa Saussure se construye privilegiando constantes lingüísticamente pertinentes, en detrimento de variaciones significativas desde el punto de vista sociológico.

En consecuencia, la lengua no puede ser entendida sólo a la manera de la clásica definición lingüística (como código para asociar significantes y significados), sino también, y sobre todo, como reguladora de prácticas; no puede ser entendida sólo como comunicación, sino también, y sobre todo, como promoción a la existencia de un nuevo discurso de autoridad, con léxico, referentes, retórica, eufemismos, representación del mundo, etc. Así, el objeto de la lingüística está previamente construido por leyes sociales que el lingüista olvida u oculta. La lengua que toman Saussure y loss lingüistas en realidad revela los nuevos usos a los que ella sirve, la nueva naturaleza de sus usuarios (funcionario, cliente),las cualidades administrativas de su Estado.

Chomsky: la competencia lingüística como "tesoro individual"

En segunda instancia, Bourdieu ubica el caso de Chomsky, quien de cierta manera postula la competencia lingüística como un tesoro, esta vez individual. El lingüista norteamericano "encuentra" unas normas universales de la práctica lingüística que, a los ojos de Bourdieu, son más bien las leyes del discurso legítimo. Para ello, Chomsky ha debido omitir la mención, tanto al mercado en él que tal legitimidad se consigue, como a las condiciones sociales que hacen posible la adquisición de la competencia lingüística a la que se refiere. Una competencia que produce frases gramaticales, no necesariamente produce frases para ser escuchadas en las situaciones concretas. Más que una competencia lingüística, las condiciones sociales exigen una competencia legítima, sin la cual se está por fuera de esas condiciones o condenado al silencio.

La competencia lingüística como patrimonio biológico, la disposición innata a adquirir el lenguaje, la maduración producto del aprendizaje, un corpus de frases, observable por cualquiera... todo este arsenal chomskyano sería universal, común y, en tal sentido, no-distintivo. En cambio, para Bourdieu, como la competencia para hablar la lengua legítima depende del patrimonio social, es facultativa; razón por la cual se vuelve distintiva: expresa las distinciones sociales (las diferencias lingüísticas funcionan como signos de distinción social). La cualificación lingüística (cultural) se da, entonces, por niveles; no todos los hablantes están en el mismo nivel, no todos tienen iguales condiciones de adquisición simbólica. Así, la diferencia produce un beneficio de distinción que se distribuye en función de las posibilidades de acceso a esas condiciones, es decir, dependiendo de la posición en la estructura social: posibilidad de acceso a los instrumentos de producción de la competencia y a los lugares de expresión legítima.

Mientras un conocimiento desigual, en relación con la lengua, define la competencia chomskyana, para Bourdieu es fundamental la idea del reconocimiento uniforme de la lengua legítima(3). La hipercorrección, por ejemplo, muestra la tensión entre conocimiento y reconocimiento: se reconoce la lengua legítima/se traiciona el propio uso, se intenta apropiarla... pero hay un abismo entre aspiraciones (del lado del reconocimiento) y medios (determinados por el propio conocimiento). Esto suscita, entre los poseedores de las marcas reconocidas como distinguidas, nuevas estrategias de distinción: rigidez donde el común cede a la distensión, facilidad donde se muestra esfuerzo, desenvoltura en la tensión,hipocorrección controlada... todo para desalentar la búsqueda de propiedades no relaciónales de los estilos lingüísticos, que no son deseos conscientes de distinguirse(4).

Así, la competencia chomskyana lo qué permite ejercer es la competencia social del locutor autorizado para hablar: el deber ser está ligado al bien decir.

Habermas: la pragmática como tesoro de las palabras

Por último, se ubica el caso de Habermas, para quien las palabras tienen una fuerza inherente. Sin embargo, Bourdieu piensa que la fuerza de las palabras no es algo propio, no es independiente de su uso, sino que es adquirida gracias a las condiciones institucionales en que se utilizan.

Los usos de la lengua oficial se valoran con arreglo al patrón de las prácticas legítimas, pero compiten entre ellos en el mercado lingüístico. Se constituye, entonces, un sistema de oposiciones lingüísticas sociológicamente pertinentes, que retraducen un sistema de diferencias sociales(5). Hablar es apropiarse de un estilo expresivo en uso ubicado en una jerarquía estilística-grupal. Es como si la capacidad de hablar fuera lo mismo que la manera socialmente condicionada de realizarla, que presenta tantas variedades como condiciones sociales de adquisición. Las diferencias se explicitan, se reproducen, pero eso las gasta (la difusión está ligada al tiempo), les hace perder su papel discriminante. Las estrategias de asimilación y disimilación originan cambios en los usos,en su distribución y en el sistema de diferencias distintivas. El motor del cambio es el conjunto de acciones y reacciones en el campo competitivo, no un punto específico.

Así, la pragmática no aprovecharía una supuesta fuerza inherente de las palabras, pues no se trata de un asunto de interacciones "visibles" entre hablantes -a las que es proclive Habermas-,ya que las estrategias de los interlocutores dependen de sus posiciones en la distribución del capital lingüístico, el cual depende de la estructura de las relaciones de clase. Los cambios superficiales movilizan mecanismos profundos que reproducen la estructura de las diferencias distintivas y conservan la renta asociada a la posesión de una competencia.

IMPONER UNA LENGUA

La imposición de la que se habla no consiste en un cálculo cínico,en una coerción que pueda ser sentida; es más: se puede imponer la adquisición de la lengua oficial, pero su utilización generalizada es una decisión de los usuarios. De manera que se requiere una complicidad; la intimidación se ejerce insensiblemente, por medio de las acciones del mercado lingüístico, sobre alguien predispuesto, lo que remite a la estructura social a sufrirla: ni sumisión pasiva, ni creencia profesada, ni libre adhesión, pues de por medio está el beneficio material y simbólico (identidad social referida a un nivel de prestigio) para quien posee cierto capital lingüístico(69).

En Estado considerado como principal medio de acceso a puestos administrativos fue la manera de obtener poseedores de competencias lingüísticas dominadas que colaboraran en la destrucción de sus propios instrumentos de expresión, orientados por la intención de aumentar su valor en el mercado escolar. El habitus no se construye con instrucciones explícitas, dirigidas a la conciencia, sino con sugestiones inscritas en aspectos sutiles -por ello difíciles de revocar- de las cosas, las situaciones y las prácticas.El poder simbólico es eficaz más por describir el ser que por invocar el deber-ser(7).

Según Bourdieu, los autores, los gramáticos y los profesores son los agentes encargados de inculcar el dominio de la lengua legítima: a partir de los productos de los autores (los profesionaes de la expresión escrita), los gramáticos explicitan y codifican reglas que los maestros (la pedagogía) instituyen como esquemas prácticos.

los autores

Son las autoridades letradas, dignas de ser publicadas, oficializadas, no sin tensiones internas: las luchas que los oponen contribuyen a producir una lengua legítima, distante de la lengua común. Se conforma un campo en el que se compite por el monopolio de imposición del modo de expresión legítimo, y en el que la contienda disimula el pacto respecto a los principios del juego,que termina reproduciéndose. De tal manera, la relación de fuerza entre las autoridades mantiene unas invariantes estructurales, impuestas a los mismos contendores.

No es que los autores desean desposeer a algún sector (incluso a veces celebran usos no legítimos), pero integran el cuerpo de profesionales investidos del monopolio del uso legítimo, relacionado con la escuela que, a nombre de la gramática, sanciona las herejías e inculca la norma, constituyendo los usos dominados y consagrando el dominante. En el campo literario, los contendores contribuyen a la dominación simbólica en la medida en que sus intereses y resultados ocultan (e ignoran) los efectos externos.

Lo que está enjuego es la excelencia lingüística: distinción y corrección. Como el valor nace de la diferencia, sólo hay definición relacional; así, se constituyen estilos producto de la elección forzada, y estilos "libres", es decir, determinados por coerciones específicas de la economía de los bienes simbólicos.

Los gramáticos

Son los juristas de la lengua legítima. Consagran y codifican un uso mediante razones (no siempre las mejores) y asuntos de gusto (siempre situados históricamente), con lo que contribuyen a determinar el valor de los productos lingüísticos en los mercados, en particular en los más controlados, como el escolar.

La expresión "correcta" es la corregida, es decir, producida por quien domina las reglas, constituidas por codificación e inculcadas por la pedagogía. El "buen uso" resulta de una competencia en una gramática incorporada: reglas derivadas del discurso efectuado (pasado) y puestas como normas del discurso a efectuar (futuro). Los gramáticos consagran y canonizan escritores y escrituras, entre otras, inculcándolos en la escuela, mediante la normalización, la codificación para hacerlos maleables, reproducibles. La lengua legítima debe apoyarse con un trabajo permanente de corrección (de instituciones y de hablantes).

Los profesores

El sistema escolar produce la necesidad de sus servicios y productos, de sus instrumentos y su corrección, en tanto contribuye a imponer el reconocimiento de la lengua legítima, dando fuerza de ley a la lengua codificada, cifrada, escrita, por oposición a la lengua hablada, propia de la expresión popular. Y los profesores son los agentes de esa imposición y de ese control: someten la producción lingüística de los sujetos, de un lado, a exámenes universales (con lo que el éxito escolar depende de las características lingüísticas(8); y, de otro lado, a sanción jurídica universal: el título que da acceso a puestos y posiciones sociales.

El sistema escolar: a) actúa sobre el lenguaje, es decir, sobre el pensar. Entonces, al enseñar la misma lengua, se fabrican las similitudes de donde sale una "conciencia común", una tendencia a ver y sentir de la misma manera, que se convierte en cemento de la nación; b) da a la gramática eficacia jurídica, en función de su poder de certificación: hay una relación entre la unificación del mercado de trabajo y el mercado escolar que otorga títulos nacionales; c) reserva un puesto importante a las lenguas, porque tiene el monopolio de la producción masiva de productores-consumidores, y del mercado que establece el valor social de la competencia lingüística como capital lingüístico.

La lengua legítima se adquiere combinando la exposición más o menos prolongada a ella (en la familia) y la inculcación expresa de reglas explícitas (en la escuela). De ahí resultan los grandes tipos de modos de expresión. Ahora bien, en tanto la lengua legítima se autonomiza de las funciones prácticas, es la escuela la que más "se le parece": uso de la lengua escrita, tiempo libre, disposición para manipular la lengua por sí misma. Así, el costo de formación de la competencia legítima puede sobrepasar el mínimo técnicamente exigible. El estudio, por ejemplo, gana una valoración propia, independientemente del resultado; la cualidad social de la competencia adquirida, contrastada en la manera de ponerla en práctica, puede aparecer como indisociable de la lentitud de la adquisición. Es decir, un consumo ostentoso de tiempo se incluye en el valor atribuido a una competencia socialmente garantizada, "certificada" por el sistema escolar.

UN MODELO DE EXPLICACIÓN DEL LENGUAJE

Según Bourdieu, en toda acción confluyen, de un lado, el habitas lingüístico (automatismos verbales, competencia lingüística y uso en contexto) y, de otro, las estructuras del mercado lingüístico (sistema de sanciones y censuras); sin estos aspectos, es imposible determinar la significación del discurso. El mercado crea el valor simbólico y el sentido del discurso: de un lado, el interlocutor decide sobre el sentido, al apropiar creadoramente el discurso con ayuda de esquemas de interpretación que pueden diferir de los del emisor; y, de otro, el discurso se inserta en un espacio social en el que ya circulan otros productos discursivos y, en consecuencia, su valor es relacional. Por no verlo así, por partir de uno solo de los factores, la lingüística fracasa al explicar la singularidad coyuntural del discurso, lo que se expresa, por ejemplo, en la introducción de una pobre sociología "espontánea", qué después se exhibe como hallazgo de la investigación.

De tal manera, no habría "estilo personal" por fuera del otro percibiente, capaz de hacer distinciones, con sus esquemas de percepción y apreciación. En el mercado lingüístico no circula la lengua, sino discursos caracterizados estilísticamente, ubicados del lado de la producción (idiolecto) y del lado de la recepción (el receptor co-produce el mensaje). La comunicación usa un medio común, pero se produce suscitando experiencias singulares, socialmente caracterizadas, hasta el punto que el núcleo invariante de sentido puede pasar inadvertido. De esta forma, para Bourdieu los sentidos de las palabras no se reciben todos a la vez en el discurso; son interdependientes y se definen en relación con el núcleo invariante (puesto enjuego por la competencia) y con la lógica del mercado.

Es por eso que la aptitud "culta" de captar o manipular los diferentes sentidos de la palabra (presente en los test "de inteligencia" y en cierto procedimiento de los filósofos), rompe la relación de ésta con el contexto. Esta aptitud está repartida desigualmente, pues se adquiere en condiciones sociales que autorizan esa separación.

La lengua legítima impregna todo lo social, de manera que reina una polisemia que garantiza los efectos ideológicos. La unificación del mercado lingüístico hace que cada vez haya más significaciones para los mismos signos. Un lenguaje le habla a todos y todos pueden hablarle, si es polisémico; estó posibilita consensos prácticos entre agentes o grupos con intereses diferentes.

En su utilización cotidiana, la lengua celebra unos automatismos verbales de valores y prejuicios. Por su parte los discursos cultos son eficaces gracias "a la oculta correspondencia entre la estructura del espacio social en que se producen campos político, religioso, artístico o filosófico y la estructura del campo de las clases sociales en que se sitúan los receptores y con relación a la cual interpreta el mensaje" (p 15). Esta correspondencia se ve cuando el discurso especializado se recontextualiza, pues sus palabras se "unlversalizan", se vuelven válidas para todos. La lengua, como sistema formal, puede decirlo todo, incluso la nada ("el rigor formal puede ocultar el despegue semántico" (p 15), hecho fundamental para que campee la ideología. La lengua produce existencia, produciendo su representación colectivamente reconocida.

Sin embargo, no hay palabras neutras, pues la sociedad está estratificada(9): los locutores portan intenciones e intereses diferentes. Un enunciado puede ganar sentidos antagónicos dependiendo del emisor y del receptor. Por eso, el sentido unívoco de la palabra se busca, pero controlando la homogeneidad del grupo. Entonces, los consensos "mantenidos a costa de precavidas estrategias recíprocas", corren el riesgo de volatilizarse en un instante, por efectos de una "metedura de pata". Según Bourdieu, la lengua tiene una naturaleza social y la heterogeneidad es inseparable de ella, pese a que los lingüistas y sus imitadores digan lo contrario; pese a que, en nuestro caso, las medidas de mejoramiento educativo se basen en una ilusión contraria.

La lengua no puede fundarse en la exclusión saussureana de la variación, ni en el privilegio chomskyano de las propiedades gramaticales, en detrimento de las coerciones funcionales.

Todo lo que tiene que ver con el lenguaje está enmarcado por las condiciones sociales de producción, reproducción y utilización de la lengua, en tanto las sociedades están estratificadas (lo que hace que haya intereses diversos en pugna). Todo el funcionamiento del sistema actualiza las relaciones de fuerza. Pero cierta forma de "existencia" es un producto de la vida social mediante las representaciones colectivas, posibles gracias al lenguaje. La lengua es solamente un valor formal que se materializa, en tanto código, a través de la competencia lingüística; pero que adquiere vida social articulada a los otros dos componentes del habitas lingüístico: el uso en contexto de la lengua y los automatismos verbales; estos componentes muestran el lenguaje como un hecho social, idea que se completa con el concepto de mercado lingüístico: consiste, por una parte, en que el otro hace mediación, que coproduce el sentido (con ayuda de esquemas de intelección socialmente caracterizados); y, por otra, en que el discurso tiene un valor relacional, en tanto se produce en el marco de un espacio de circulación de productos como él, con los cuales se relaciona, explícitamente o no, de alguna manera: dialoga, se opone, cita, recontextualiza, etc.

Desde esta perspectiva, un análisis formal del lenguaje no sólo es reduccionista, sino que escamotea las razones por las cuales existe(10). Igualmente, esta perspectiva ubica la idea de "competencia lingüística" como una manera de eludir el asunto del poder, que se juega realmente más allá de la frase bien construida, en el contexto de una sociedad que reproduce la desigualdad con ayuda del lenguaje. El recurso a la competencia lingüística, entonces, como en el caso de cierta interpretación de los resultados de las evaluaciones en la educación colombiana, impide entender la circulación discursiva y propone, como un hallazgo de los test,conceptos sobre lo social que provienen más de los "investigadores" que de los datos, con el agravante de que son pobres concentos "sociológicos" que tampoco permiten entender la educación(11).

A MANERA DE CONCLUSIÓN

A manera de conclusión, oigamos lo que dice Bourdieu (:36) sobre la "medición" de la competencia:

"La competencia lingüística, medida según los criterios escolares, depende, como las demás dimensiones del capital cultural, del nivel de instrucción estimado por los títulos sociales, y de la trayectoria social [...]. En tanto que mercado lingüístico estrictamente sometido a los veredictos de los guardianes de la cultura legítima, el mercado escolar está dominado por los productos lingüísticos de la clase dominante y tiende a sancionar las diferencias de capital preexistentes: el efecto acumulado de un débil capital cultural, y de la correlativa débil propensión a aumentarlo por la inversión escolar, condena a las clases más desprovistas a las sanciones negativas del mercado escolar, es decir, a la eliminación o a la autoeliminación precoz que unos mediocres resultados entraña. Las diferencias iniciales tienden, pues, a reproducirse, debido a que la duración de la inculcación tiende a variar paralelamente a su rendimiento; los menos inclinados o menos aptos para aceptar y adoptar el lenguaje escolar son también los que menos tiempo están expuestos a él, a los controles, correcciones y sanciones escolares".

De esto destacamos que no hay medición de la competencia sino bajo ciertos criterios; que la competencia es una dimensión cultural; que, en cuanto tal, depende de la estratificación social y del tratamiento de las diferencias; que la cultura no es un bien social, sino que la hay "legítima" e "ilegítima" y que, para que haya esa clasificación hay que producirla y vigilarla; que en la escuela circulan los productos lingüísticos dominantes; que otros usos lingüísticos, aquellos que traen los estudiantes, están sancionados de antemano; que los capitales culturales no dominantes condenan al fracaso escolar a sus portadores, quienes no tienden a aumentarlos; que el fracaso es sancionado incluso por el mismo condenado; que las diferencias, lejos de aminorarse, se reproducen; que el tiempo de exposición a la escuela es diferencial socialmente y que esa diferencia es garantía de estabilidad escolar.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Bogoya, Daniel, "Una prueba de evaluación de competencias académicas como proyecto" esn: Bogoya et al., Compe
  • tencias y proyecto pedagógico, Bogotá, Universidad Nacional, 2000.
  • Bourdieu, Pierre, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, Akal, 1985.
  • Bourdieu y Jean-Claude Passeron, La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, México, Fontamara, 1995.
  • Chomsky, Noam, Aspectos de la teoría de la sintaxis, Madrid, Aguilar, 1975.
  • De Saussure, Ferdinand, Curso de lingüística general, Madrid, Alianza, 1989.
  • Verón, Elíseo (comp.), Lenguaje y comunicación social, Buenos Aires, Nueva Visión, 1969.
  • Voloshinov, Valentín, El marxismo y la filosofía del lenguaje, Madrid Alianza, 1992.

NOTAS

  1. Recordemos ese famoso libro que escribiera con Jean-Claude Passeron a comienzos de los años setenta sobre la educación: La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, México. Fontamara.
  2. Vale la pena destacar, como nos recuerda Fabio Jurado en El marxismo y la filosofía del lenguaje, que esto ya había sido planteado por Voloshinov, en los años veinte del siglo XX.
  3. ¿Es la lengua chomskyana el fundamento de las operaciones políticas que describe Bourdieu?, ¿o esa lengua, pretendido fundamento, es el efecto de dichas operaciones políticas?
  4. De este argumento podríamos inferir la inutilidad de la búsqueda de equidad en educación, a la manera como lo publicitan las políticas educativas.
  5. Aunque explícitamente opuesto al estructuralismo, aquí Bourdieu se revela como un usuario del concepto de estructura que impuso ese movimiento.
  6. Esto recuerda la "Inevitabilidad" de la ideología que plantea Verón en su artículo "Ideología y comunicación de masas. La semantización de la violencia política". (1969).
  7. Con lo que le hallamos razón a Verón (Ibídem) en su aclaración sobre la interpelación ideológica como un caso, tal vez el más visible, pero no el más importante, de la producción ideológica.
  8. Para Bourdieu, en todo intercambio lingüístico opera esa evaluación.
  9. ver nota 2.
  10. Sin embargo, el hecho de tener que plantear la existencia de ese sistema formal, ¿s un reconocimiento a su relativa autonomía,
  11. Como, por ejemplo, el siguiente: "La noción de competencia evocará un sentido de idoneidad y se constituirá en el norte de los procesos educativos, en tanto vehículo igualador que conduce a la formación de ciudadanos libres de pensamiento, autónomos, con el hábito de construir su propia y permanente educación [...]" (Bogoya, 2000).

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