DOI:

https://doi.org/10.14483/22486798.20406

Publicado:

22-09-2023 — Actualizado el 01-05-2024

Número:

Vol. 28 Núm. 2 (2023): Lenguaje, sociedad y escuela (jul-dic)

Sección:

Lenguaje, sociedad y escuela

Categorías

Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental

Ixil University in Guatemala: Beyond the Monoculture of Western Reason

Autores/as

Palabras clave:

community, pedagogy, university, Western reason, decolonial, good living (en).

Palabras clave:

comunidad, pedagogía, universidad, razón occidental, decolonial, buen vivir (es).

Biografía del autor/a

Ingrid Sissy Delgadillo Cely, Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Profesora de la Facultad de Ciencias y Educación 

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

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Delgadillo Cely, I. S. (2024). Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental. Enunciación, 28(2), 254–268. https://doi.org/10.14483/22486798.20406

ACM

[1]
Delgadillo Cely, I.S. 2024. Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental. Enunciación. 28, 2 (may 2024), 254–268. DOI:https://doi.org/10.14483/22486798.20406.

ACS

(1)
Delgadillo Cely, I. S. Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental. Enunciación 2024, 28, 254-268.

ABNT

DELGADILLO CELY, Ingrid Sissy. Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental. Enunciación, [S. l.], v. 28, n. 2, p. 254–268, 2024. DOI: 10.14483/22486798.20406. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/20406. Acesso em: 18 may. 2024.

Chicago

Delgadillo Cely, Ingrid Sissy. 2024. «Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental». Enunciación 28 (2):254-68. https://doi.org/10.14483/22486798.20406.

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Delgadillo Cely, I. S. (2024) «Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental», Enunciación, 28(2), pp. 254–268. doi: 10.14483/22486798.20406.

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[1]
I. S. Delgadillo Cely, «Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental», Enunciación, vol. 28, n.º 2, pp. 254–268, may 2024.

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Delgadillo Cely, Ingrid Sissy. «Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental». Enunciación, vol. 28, n.º 2, mayo de 2024, pp. 254-68, doi:10.14483/22486798.20406.

Turabian

Delgadillo Cely, Ingrid Sissy. «Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental». Enunciación 28, no. 2 (mayo 1, 2024): 254–268. Accedido mayo 18, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/20406.

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1.
Delgadillo Cely IS. Universidad Ixil de Guatemala: más allá de la monocultura de la razón occidental. Enunciación [Internet]. 1 de mayo de 2024 [citado 18 de mayo de 2024];28(2):254-68. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/20406

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Resumen

El paradigma moderno-colonial cimentado en prácticas de saber/poder ha erigido la monocultura de la razón occidental como única fuente de conocimiento válido, desde la cual, históricamente, se ha obviado e invisibilizado la diversidad de modos de significar y habitar el mundo. No obstante, existen diversas experiencias de conocimiento atávico que, ancladas en el lenguajear, en el ser en el lenguaje, han pervivido tal como la propuesta política que la Universidad maya Ixil de Guatemala gestiona en sus comunidades, mediante el estudio y la práctica del tichajil, o el buen vivir indígena, y su compromiso con el cuidado de la memoria, de la tierra y de la vida. El artículo visibiliza esta experiencia y la reconoce como un referente epistémico valioso para tensionar la producción de conocimiento en nuestras universidades y su pertinencia para el tiempo presente. En sus conclusiones destaca la potencia de la comunalidad, del vínculo con la tierra y la naturaleza, de la riqueza de sus ecologías que transgreden la convencionalidad capitalocéntrica-colonial, como insumos para la construcción de una educación contrahegemónica que viabilice un giro epistémico y existencial.

Palabras clave:

comunidad, pedagogía, universidad, razón occidental, decolonial, buen vivir.

Abstract

The modern-colonial paradigm based on knowledge/power practices has positioned the monoculture of Western reason as the only valid source of knowledge, from which the diversity of ways to provide meaning to and inhabit the world has been historically ignored and invisibilized. Nevertheless, there are various experiences of atavistic knowledge that, anchored in the practice of language, in being in a language, have survived as the political proposal employed by the Ixil Maya University of Guatemala in their communities, through the study and practice of the Tichajil, or the indigenous good living, and its commitment to the care of memory, land, and life. This article provides visibility to this experience and recognizes it as a valuable epistemic reference to stress the production of knowledge in universities, as well as its relevance for the present time. The conclusions highlight the power of communality, of the link with land and nature, of the richness of its ecologies, which transgress capital-centric-colonial conventionality, as inputs for the construction of a counter-hegemonic education that enables an epistemic and existential turn.

Keywords:

community, pedagogy, university, Western reason, decolonial, good living.

Introducción

Este artículo presenta parte de las reflexiones que resultaron de la inmersión -en algunos periodos de 2017 y 2018- en la propuesta que la Universidad Ixil de Guatemala despliega en su territorio, y plantea cómo esta experiencia pedagógica aporta insumos desde el ámbito educativo indígena, para afrontar los retos que demanda la crisis civilizatoria actual, al reivindicar otras ecologías de saberes, otras temporalidades que cuestionan el orden lineal ascendente, convencional del manejo del tiempo y de la noción de futuro; otras relacionalidades que sustentan el vínculo y la construcción de lo común, entre otros elementos, ausentes en las universidades convencionales de nuestro sistema educativo.

La primera parte del texto se detiene en el contexto en el cual se llevó a cabo la investigación; sitúa su emergencia en los acuerdos de paz incumplidos en Guatemala, y destaca la fuerza que el accionar en lo micro tiene en la recomposición cultural, social y territorial de un pueblo que, prácticamente, fue arrasado en el conflicto armado que en este país duró alrededor de 40 años. En segunda instancia, enfoca la discusión en cómo las universidades -en general- se han cimentado, desconociendo los saberes y epistemes de diversos pueblos, reduciendo la riqueza experiencial del mundo a puntos de vista únicos o exclusivos. En este apartado se plantea cómo han surgido experiencias educativas en América Latina que apuestan por evidenciar la construcción pluriversal del mundo y la potencia que esta implica, permitiéndonos una apertura hacia modos “otros” de conocimiento, como el que se despliega en la Universidad Ixil de Guatemala. La tercera parte aborda la metodología que hizo posible la investigación; de corte cualitativo, se inscribe en lo que Santos (2011) denominó el paradigma emergente ampliando los marcos de referencia y reflexión desde los cuales fue posible el encuentro con la propuesta educativa en mención.

Posteriormente, se considera la propuesta que esta Universidad desarrolla desde la reivindicación de los principios del tichajil, o buen vivir ixil, basados en la comunalidad, la lucha por sus derechos, la defensa de la tierra, entre otros elementos, en clave decolonial. Finalmente, se presentan las conclusiones, entre las que se destaca el aporte que este tipo de propuestas educativas puede generar en el ámbito de la formación académica universitaria, con miras a promover una lectura y comprensión compleja del mundo, más allá de visiones monológicas y unidimensionales.

Contexto. La Universidad Ixil, una alternativa para el pueblo indígena

A pesar de que Guatemala en 1996 firmó -como parte de los Acuerdos de Paz- el compromiso de crear una universidad maya que le permitiera a esta comunidad, en alguna medida, restituir sus derechos, recomponerse como pueblo, mediante la reivindicación de la multiculturalidad, el plurilingüismo y la diversidad étnica, a la fecha el país no cuenta con universidades públicas que reconozcan la riqueza étnica y cultural con un enfoque pleno de derechos de los pueblos mayas, y menos que valoren a estas culturas como milenarias. Las comunidades indígenas conscientes de la deuda social y epistémica con sus pueblos y conocimientos, y la necesidad de espacios de educación propia para sus jóvenes, crearon instituciones de educación superior de tipo comunitario. Una de estas experiencias de educación es la Universidad Ixil.

Esta, que no cuenta con un campus específico, está ubicada en la región Ixil, en los municipios de Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul, en el departamento del Quiché, en el noroccidente de Guatemala, y fue creada en 2011. Su pertinencia como experiencia radica en que en el marco de un proceso de paz, que no logra materializar para los pueblos indígenas los principios de equidad, justicia social y epistémica e interculturalidad, articula saberes ancestrales -de un pueblo indígena que fue dramáticamente diezmado- en la configuración y puesta en escena de una propuesta de educación superior desde la cual defienden y resignifican su historia, sus luchas, su vínculo con el territorio y sus prácticas de buen vivir maya ixil, o tichajil. Para hallar sentido a la propuesta de esta universidad, recurrimos a algunos rasgos de su historia, resaltando su carácter milenario y contemporáneo a la vez.

El pueblo Ixil está asentado junto a los pueblos Mam, Q’anjob’al, entre otros, sobre la Sierra de los Cuchumatanes desde hace unos 2500 años. Actualmente su territorio de 2313 km2 está dividido en los municipios de Chajul, Cotzal y Nebaj con alturas entre 700 y 3300 m s. n. m., y cuenta con muchas montañas, bosques, ríos, microclimas y extensa biodiversidad. (Universidad Ixil, 2014, p. 5)

Como efecto de los procesos de colonización, los ixiles fueron diezmados cultural, demográfica y territorialmente; el conflicto armado que se desató desde los años 1960 en Guatemala -y que duró alrededor de cuatro décadas- arrasó con muchos pueblos indígenas, en especial con los ixiles: “Los pueblos mayas desaparecieron del mapa; comarcas enteras, como por ejemplo la región Ixil, quedaron despobladas” (Grube, 2011, p. 422). Así lo relatan los maestros ixiles:

Las comunidades ixiles [... ] fueron duramente golpeadas con 114 masacres, tierra arrasada y genocidio por parte del Estado de Guatemala durante el conflicto armado interno. En el año 2013, el pueblo Ixil junto con los esfuerzos de otros Pueblos e instituciones promotores de derechos humanos y del derecho a la justicia logró que los tribunales nacionales dictaran sentencia contra Ríos Montt por genocidio en el pueblo Ixil. (Universidad Ixil, 2014, p. 5)

En este marco, los indígenas, asumidos como comunidades que resurgen de las cenizas y que renacen pese a la violencia y a la pretensión de exterminio de un Estado y una sociedad racistas (Casaús Arzú, 2011), luego de un proceso de tierra arrasada, mediante prácticas de resistencia, de fortaleza, se dieron a la tarea de recomponer su mundo, en una dinámica autopoiética o de autoorganización (Maturana y Varela, 2003, p. 161).

Los procesos de autoecoorganización que la Universidad Ixil ha dinamizado se entienden para este contexto, como aquellos que han permitido la revitalización cultural de un pueblo que perdió a la mayoría de sus sabios en el conflicto armado -los abuelos y las abuelas, los mayores, constituían el reservorio y la memoria de este pueblo, fueron quienes en mayor medida fueron asesinados-. En consecuencia, esto le ha implicado, por un lado, reaprender, recrear, reencontrarse con sus raíces culturales y buscar en la memoria los puntales que los define como ixiles, y por otro, un “volver a hacer”, un “volver a nacer” que trascienda los hechos de horror que vivieron, reivindique su autonomía, resignifique su historia.

La Universidad Ixil ofrece el programa Técnico en Desarrollo Rural Comunitario y una Licenciatura en Agricultura Campesina, Desarrollo Rural y Derecho Indígena, que, si bien no son reconocidas por el Ministerio de Educación de Guatemala, cuentan con el respaldo de la Universidad Evangélica Nicaragüense Martin Luther King (UENIC). La propuesta más consolidada es la del Técnico en Desarrollo Rural, por cuanto integra el estudio del territorio, los recursos o bienes naturales, la preservación ambiental, la historia y la cultura ixil, los acuerdos de paz, entre otros temas de estudio e investigación en lo local, con acciones de lucha y resistencia contra las nuevas formas de colonización (en la región Ixil para el 2017 había tres hidroeléctricas que no beneficiaban a las comunidades, la presión para la extracción de minerales como la barita, la tala de los bosques para exportación de maderas, etc.). Dado lo anterior, la Universidad Ixil representa un punto de inflexión, un vórtice o giro de creatividad, de insumisión, una ecología particular, por su carácter comunitario, su perspectiva decolonial (Batz, 2021), la visibilización de una epistemología propia, el despliegue de una educación para la vida desde la tierra y desde la reconstrucción cultural basada en la práctica del tichajil, o buen vivir ixil.

Universidades convencionales, epistemologías emergentes: un acercamiento al marco teórico

Las instituciones universitarias propias del sistema moderno-colonial, creadas bajo la pretensión de ser entidades formadoras de hombres y mujeres libres, de ciudadanos capaces de delegar sus poderes a un Estado que los representa, forman parte del imaginario que instituye el ideal de nación y de un territorio soberano, desde el cual se impone un orden y se ofrece un supuesto bienestar al conjunto de sus ciudadanos (Anderson, 2021). Así, las universidades instituidas como instancias civilizatorias definen sus cimientos desde la idea de un sujeto universal, una moralidad condensada en torno a principios de orden y unidad nacional, e implementan prácticas de enseñanza que desconocen la pluralidad de experiencias y conocimientos tanto de sujetos como de pueblos con lógicas y dinámicas distintas a las occidentales; por el contrario, profundizan o refuerzan las relaciones coloniales inequitativas.

En estas instituciones, en palabras de Lander (citado por Castro-Gómez, 2007),

la formación profesional [que ofrece la universidad], la investigación, los textos que circulan, las revistas que se reciben, los lugares donde se realizan los posgrados, los regímenes de evaluación y reconocimiento de su personal académico, todo apunta hacia la sistemática reproducción de una mirada del mundo desde las perspectivas hegemónicas del Norte. (p. 2)

Para este autor, las universidades occidentales se han asumido como portadoras de conocimientos neutrales, objetivos y universales, y han ocultado la condición epistémica étnica/racial, de género, sexo, clase, del sujeto que habla, lo cual ha contribuido a enmascarar las lógicas de poder coloniales que subyacen a la producción del conocimiento. Es lo que algunos autores como Fanon y Anzaldúa (citados por Grosfoguel, 2014, p. 376) denominan corpopolítica del conocimiento, en cuanto conocimiento situado, inscrito en el cuerpo, producido en prácticas y relaciones desiguales de poder.

Dicho ocultamiento, o descontextualización (obviar el contexto cultural y político de la producción y reproducción del conocimiento), está fundado en los procesos desplegados por el colonialismo interno, desde lo cual la episteme dominante del mundo moderno colonial se impuso mediante la violencia a los pueblos no occidentales. Así se negaron y suprimieron sus conocimientos, se homogenizó y aplanó la riqueza cultural, epistémica del mundo. Las consecuencias de tales epistemicidios se condensaron en el desperdicio de la experiencia y del conocimiento social, la reducción de la diversidad epistemológica, cultural y política del mundo (Santos y Meneses, 2014, p. 8).

El colonialismo en este sentido no ha concluido, lo cual se evidencia en que gran parte de la ciencia moderna -mediante todo un aparataje institucional en el que se cuentan las universidades, centros de investigación, normatividades, entre otras- contribuye a ocultar los contextos de producción y legitimación de lo que se constituye como única verdad. Santos (2018, 2022) señala que el conocimiento en las universidades en el mundo globalizado se ha constituido en mercancía y su valor como bien para la democratización de las sociedades está siendo amenazado; la evaluación a la que sometieron a las universidades en Europa en el proceso de Bolonia implicó su consolidación como instancias empresariales, dedicadas al negocio del conocimiento, lo que profundizó el modelo neoliberal, impuso tablas de clasificación arbitrarias y subjetivas, despojó paulatinamente a las universidades de su capacidad de autorreformarse según sus propias circunstancias, intereses y demandas.

Este enfoque no cuenta con una perspectiva histórico-crítica de la humanidad que le permita revisar los modos de producción de la subalternidad, de la opresión material, simbólica y epistémica que han vivido múltiples pueblos en el mundo, y que ha perpetuado la legitimación de unos modos de vida y pensamiento sobre otros, cuyo efecto se traduce en el agravamiento de las condiciones de pobreza, de los epistemicidios y, como corolario, la pérdida invaluable de conocimientos milenarios.

El conocimiento no es estático, se ha venido cuestionando dicho patrón mercantilista, se han promovido otros modos de comprender el saber, lo social, lo económico, lo humano y sus entrelazamientos. Distintos autores (Maldonado, 2020; Fried Schnitman, 2002; Rizo-Patrón y Chu, 2020) dan cuenta de las rupturas con la lógica cartesiana producidas por la emergencia de otros enfoques, otros campos teórico-reflexivos desde los cuales se concibe el mundo más allá de los marcos dicotómicos sujeto/naturaleza, sujeto/objeto, orden/desorden, azar/necesidad.

En las últimas dos décadas han emergido escenarios de educación que controvierten el modelo lineal del conocimiento, se conciben en el lenguajear, integran saberes atávicos necesarios para pensar en posibilidades de existencia para las mayorías y se instalan de manera novedosa como alternativa de sobrevivencia, tanto material como cultural, para los pueblos nativos en América Latina (Mato, 2014). En América Latina, algunas propuestas emblemáticas se han gestado en Bolivia, en la Universidad Autónoma Indígena de México (Manríquez y Gareiz, 2014). En Colombia, se destacan experiencias como la de la Universidad Autónoma Indígena Intercultural del Consejo Regional Indígena del Cauca (UAIIN-CRIC) y Pedagogías de la Madre Tierra de la Universidad de Antioquia. En Guatemala, la Universidad Ixil en el departamento de Quiché, se ha consolidado, entre otras, como una universidad de educación propia dedicada al estudio y reconocimiento del buen vivir maya ixil, el cual es revitalizado desde juegos comunicacionales entre el presente y el pasado, entre el dolor que dejó el conflicto armado y la fuerza de la pervivencia cultural.

Metodología y su estrategia

Todo aquello que pertenece solo al presente muere junto a éste. (Bajtín, 1985, p. 349).

La metodología implementada en esta investigación de corte cualitativo se emplaza como parte de un articulado de sentido y de horizonte de acción, cuyos principios consisten en comprender al conocimiento como una fuente que procura el bienestar y la justicia social, lo cual, de acuerdo con Santos, se engloba en un paradigma emergente, centrado en el cuidado, en las interrelaciones, la pertenencia, lo común (Santos, 2015, p. 40).

En este orden reflexivo, la propuesta metodológica de este trabajo reconoce la importancia de entroncarse en dicho paradigma emergente, desde el cual concibe el conocimiento como proceso, ligado a los contextos, a la emocionalidad y a los sujetos que interactúan en el proceso investigativo. Desde este enfoque se cuestionaron las jerarquizaciones entre distintos conocimientos, concebidos no como una representación de la realidad, sino, ante todo, como una forma de intervención en ella, lo cual acarrea distintos tipos de opciones y visiones ético-políticas (Santos, 2017, 2020).

Así, el conocimiento desde este paradigma emergente no se comprende como un producto o un objeto a descubrir o alcanzar, sino que es construido en y desde el lenguaje, a partir de la interacción del sujeto con su entorno; es algo que ocurre en el espacio: “entre un sujeto y otros sujetos, entre el sujeto y sí mismo, y en la interacción del sujeto y el mundo” (Najmanovich, 2008, p. 94), en una relación dinámica que compromete los intereses, valores, creencias de los investigadores con el objeto de estudio, de modo que la subjetividad e intersubjetividad se evidencian como constitutivas de la investigación.

En el paradigma investigativo descrito, la presente investigación visibilizó y otorgó relevancia a las prácticas educativas y a las mediaciones pedagógicas implementadas por la Universidad Ixil, como aporte a la perspectiva de la justicia epistémica (Santos, 2017), mediante ejercicios de observación participante, intervenciones pedagógicas, entrevistas, diálogos no estructurados, y la inmersión en el mundo y la cotidianidad de los ixiles. Dicha inmersión en el universo cultural del pueblo maya ixil de Guatemala se concentró en la propuesta que la Universidad Ixil despliega para abordar el estudio y la práctica del tichajil, o el buen vivir indígena maya ixil, su compromiso con la revitalización cultural, el cuidado de la gente y de la tierra. Se identifican las apuestas políticas que permiten potenciar los procesos de revitalización/dignificación de la cultura maya; pero, sobre todo, revalorizar prácticas en el mundo ancestral que permiten encarar la crisis civilizatoria que se enfrentan como humanidad.

Las estrategias que hicieron posible la construcción de conocimiento desde la perspectiva planteada se sintetizan a continuación:

  • Observación participante: se efectuó entre mayo y junio de 2017, y, entre marzo y mayo de 2018, en tres de los grupos que se estaban formando en la Universidad Ixil: Aldea Tzalbal, Aldea Río Azul y en el municipio de San Gaspar Chajul. Estas observaciones se adelantaron específicamente, asistiendo y participando en los cursos de Madre Naturaleza, Buen Vivir (tichajil), La tierra, un bien comunitario; El bosque, un bien común; Agricultura, saberes ancestrales; El agua, un bien comunitario, y proyectos de investigación comunitaria. También implicó vivir con dos familias ixiles en los periodos mencionados, compartir su cotidianidad y aprender de sus prácticas y relaciones.

  • Entrevistas no estructuradas y diálogos: se entrevistó a cuatro catedráticos de la Universidad Ixil; tres sacerdotes mayas, de los cuales dos eran ixiles (una mujer y un hombre), un sacerdote maya quiché; un músico quiché; una médica tradicional maya ixil; tres agricultores tradicionales ixiles; cuatro estudiantes de la Universidad Ixil, y dos tejedoras ixiles. Igualmente, se realizaron diálogos informales con distintas personas de la comunidad.

En este proceso investigativo, asumido en términos metodológicos como de ajuste permanente, a partir del corpus recabado, se analizó el contenido desde las epistemologías del sur y las pedagogías decoloniales, entre otros referentes.

Entre la memoria y la re-existencia en Guatemala: resultados y análisis

La Universidad Ixil es comunitaria

Para rehacer al ser humano en su naturaleza se debe volver a fortalecer la comunidad. (Pablo Ceto, rector Universidad Ixil, conversación personal, abril de 2017).

En el contexto de resurgimiento de los ixiles como pueblo con una cultura ancestral, la Universidad Ixil se erige como una estrategia que hace posible la pervivencia del pueblo maya ixil en el departamento de Quiché, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Esta propuesta educativa nace y se configura como una instancia relevante para asumir las interacciones con un entorno sociopolítico perturbador y racista; así mismo, se consolida producto de diálogos entre los mayores sobrevivientes, las autoridades propias, académicos y jóvenes ixiles. Emerge de conversaciones, como juegos de interacción en donde mayores, autoridades, jóvenes en diversos lenguajeos, soñaron, delinearon, definieron la universidad y su sentido, como un intento por reconstruir la dignidad desde la educación con autonomía.

De acuerdo con Pablo Ceto -rector de la Universidad Ixil-, en los diálogos de creación de la Universidad, una primera idea fue construir un edificio para albergar a sus estudiantes, pero los mayores alertaron: “¿El edificio enseña? ¿Acaso no queremos una propuesta propia, ancestral?”, y declararon que “sus abuelos están en las comunidades y es el pueblo y es su conocimiento lo que respalda a nuestra universidad” (conversación personal, abril de 2017).

La dinámica en la cual se generó la propuesta, según lo comentado por Vicente R. (catedrático de la Universidad Ixil, conversación personal, 2017), no fue de orden vertical, ni impositiva desde entes ajenos a los intereses de los mismos ixiles. Su constitución no obedeció a móviles de lucro, ni a mandatos ministeriales formales; en su conformación debatieron sobre la importancia de crear una instancia educativa que, basada en el diálogo, en el análisis de su historia, les permitiera revitalizar, fortalecer sus principios culturales. La Universidad Ixil para los docentes se inscribe en la perspectiva de la convivencialidad, en donde el entramado de relaciones va estructurando el devenir de la misma universidad por fuera de relaciones de explotación y dominación, en reivindicación de la autonomía en el conocer y en el hacer.

En términos de lo planteado por algunos catedráticos de la Universidad Ixil (Vicente R.; Kaxh, Pedro, conversaciones personales, 2017), la creación de esta tuvo como eje la preocupación en torno a la pérdida de sus raíces culturales, pero también, la convicción de contar con autonomía en cuanto pueblo ancestral, con la potestad de definir su educación de acuerdo con necesidades, criterios e intereses propios. En este sentido, los docentes asumen que la pretensión que subyace a esta propuesta educativa no es mercantil, ni obedece a parámetros formales de la racionalidad occidental -propia de los sistemas universitarios convencionales-, más bien se sustenta en una perspectiva comunal en la que

persisten y se recrean las variopintas y coloridas tramas asociativas para la conservación y reproducción de la vida, para la defensa y/o recuperación de algunas capacidades y prerrogativas colectivas para definir o establecer, colectivamente y hasta donde es posible por cuenta propia, los cauces, escalas y ritmos de la vida de su cuidado y reproducción. (Gutiérrez Aguilar, 2017, p. 119)

Estos rasgos, esta forma de configurarse para la defensa de la vida, del territorio, de los bienes comunes, y de sus modos particulares de existencia denominada el buen vivir, o tichajil, le confiere un carácter propio a la propuesta, de tal forma que el rector Pablo Ceto la define así: “y es que la Universidad Ixil no es estatal, no es pública, ni privada, no es mixta, es de tipo comunitario” (conversación personal, abril de 2017); lo comunitario pensado no exclusivamente como colectividad que comparte principios, raíces, una historia común, sino como entramado, en términos de Gutiérrez Aguilar (2017), en donde persiste una búsqueda conjunta por defender unos modos históricos de existencia, ligados al lugar en el que la vida se despliega, se reproduce, como indica Maturana, para quien los seres vivos se “realizan en su nicho-entorno-ambiente” (1999, p. 96).

En este proceso entramado que constituye lo comunitario, están presentes distintos fenómenos, uno de los cuales es la convivencia, que se da como parte de nuestras interacciones como seres humanos que buscamos adaptarnos permanentemente a los otros seres, generando las conductas adecuadas y actuando en reciprocidad. Los seres con quienes inter-actuamos empiezan a ser parte de nuestros nichos vitales y nosotros de los suyos, en una generación de escenarios de mutuas adaptaciones, en beneficio de la convivencia, la cual, en palabras de Maturana (1999), “es siempre una historia de conservación de adaptación recíproca” (p. 102).

El lenguaje, enlazado a tales interacciones recursivas y recíprocas que constituyen la convivencialidad y, por ende, la comunalidad, produce, enactúa el mundo junto a los otros. Esto, en la Universidad Ixil, se circunscribe a la configuración y comprensión de la dimensión comunitaria, de manera que uno de los nodos de formación es lo que denominan los bienes de la comunidad, con la intención de reconocer lo colectivo, la vida en común, lo que comparten tanto desde las necesidades como desde la solidaridad. Así la conciben los estudiantes:

Es comunidad si hay agricultura, si la tierra se trabaja y no se vende, porque no es para vender sino para producir alimento; es comunidad si hay espiritualidad y la espiritualidad está en los cerros. ¡Sin la energía de la naturaleza no somos nada! ¡La espiritualidad son las candelas, el fuego! La orientación de los guías espirituales... si se atiende la salud recurriendo al sistema de salud propia, y si se resuelven los conflictos siguiendo el sistema de justicia maya, en donde, por ejemplo, los castigos a las personas que cometían actos vandálicos eran prácticas y labores comunitarias. (Afirmaciones de los estudiantes en una clase, Río Azul, mayo de 2017)

En esta comprensión de lo comunal se evidencia el vínculo que sostienen con su territorio y con su herencia cultural, con aquello que les permite reconocerse como parte de, lo cual, en palabras de Gutiérrez Aguilar (2017), constituye “variados y polifónicos entramados, tejidos a partir de diversas experiencias de producción de lo común, han sido y son el sujeto de cualquier reapropiación y reproducción posible de la riqueza heredada y producida socialmente” (p. 118).

Según Sánchez-Antonio (2021), los teóricos indígenas mesoamericanos han llegado a un consenso, según el cual la comunalidad contiene cuatro principios:

1) El poder comunal: representa la asamblea general como máximo órgano de gobierno para la toma de decisiones; 2) El trabajo comunal: es la acción de apoyar sin pago, para un beneficio comunitario o familiar, se le conoce como tequio, mano vuelta, guelaguetza, guetza o gozona; 3) El territorio comunal: es el espacio colectivo donde se hace la vida en común; y 4) El disfrute comunal: son las fiestas donde se celebra y se goza la reproducción cíclica de la vida comunal. (p. 699)

Los estudiantes de la Universidad Ixil refieren a algunos de estos principios para definir, desde su lugar, lo comunal o la comunidad:

es aquella que tiene una vida en común, comparten un territorio y se interesan por preservarlo, cuidarlo. Nosotros somos comunidad porque compartimos un idioma, unas costumbres y en nuestro territorio tenemos nacimientos de agua, sitios sagrados, bosques [... ] y tenemos nuestras autoridades, las alcaldías indígenas, las comadronas. (Afirmaciones de los estudiantes en una clase, Río Azul, mayo de 2017)

Esta Universidad, al ser comunitaria, busca entre otros elementos

Tejer la transmisión del pensamiento maya ixil que ha sobrevivido a cinco siglos de destrucción cultural [o cual] sigue siendo el corazón de la riqueza cultural de respeto y armonía de nuestros pueblos como contenido de la vitalidad, energía y creatividad de la juventud frente los retos del futuro. (Universidad Ixil, 2014, p. 6)

En palabras de Roca-Servat y Arias (2020, p. 413), “resulta fundamental hacerse cargo del cuidado de la capacidad colectiva, del saber cultivado, hablar desde los despliegues de la capacidad colectiva humana y no humana” para defender lo común y para cultivar la esperanza.

La perspectiva comunal o comunitaria de esta propuesta pedagógica implica que en ella se trabajé reconociendo el saber y la experiencia de sus mayores como fuentes indispensables para sostener sus propias leyes y su gobierno autónomo; que se promueva la recuperación del trabajo comunitario, sin paga, lo que ellos denominan la mano prestada como estrategia de ayuda colectiva; así mismo, la dimensión comunitaria de la Universidad Ixil se evidencia en la defensa colectiva del territorio, el cuidado de la tierra, la siembra del maíz y las semillas nativas para garantizar la soberanía alimentaria de su pueblo y la celebración de los ciclos de la vida, bajo la guía de los sacerdotes mayas, contadores del tiempo.

El compromiso político y la decolonialidad

La apuesta decolonial en el quehacer educativo que la Universidad Ixil despliega se ancla en las pedagogías decoloniales, que tienen como propósito trascender la marca colonial y fisurar las formas de poder que han negado la potencia de existir, de crear e intervenir en el mundo a pueblos constituidos en inexistentes o residuales, desde la esencialización y la racialización. De manera más precisa, según Walsh (2013),

Hablamos de las pedagogías que perturban y trastornan lo que Rafael Bautista (2009) ha referido como “el mito racista que inaugura la modernidad [... ] y el monólogo de la razón moderno-occidental”; pedagogías que se esfuerzan por transgredir, desplazar, e incidir en la negación ontológica-existencial, epistémica y cosmogónica-espiritual que ha sido -y es- pericia, fin y resultado del poder de la colonialidad. Pedagogías que trazan caminos para críticamente leer el mundo e intervenir en la reinvención de la sociedad, como apuntó Freire, pero pedagogías que a la vez avivan el desorden absoluto de la descolonización aportando una nueva humanidad, como señaló Frantz Fanon. (p. 31)

Desde otra orilla, Santos (2017) ha denominado a la lógica de la racionalidad occidental como aquella que concibe un único modo de conocimiento o de existencia la monocultura de la razón occidental y la ha caracterizado en cinco modos de producir lo inexistente: la monocultura del conocimiento; del tiempo lineal; de la naturalización de las diferencias; de la escala dominante; y de la productividad. Al respecto, Santos (2017) también ha planteado cinco modos de contrastar dicha monocultura en la perspectiva de la ecología de saberes, y los ha denominado las cinco ecologías contra el desperdicio de la experiencia: de saberes, de las temporalidades, del reconocimiento mutuo, de la transescala y de las productividades.

Estas ecologías, más que discursos de oposición, se configuran como modos abiertos de acción y pensamiento (Najmanovich, 2021) que operan como referentes desde los cuales se agrieta lo colonial y se transgrede la versión monológica del mundo, se insubordina el orden establecido, se desobedece al mandato de la razón moderna como única y privilegiada, se resiste a las imposiciones del capital y se re-existe desde las herencias y las epistemologías propias. En los apartados que siguen se considerarán algunas de estas ecologías implícitas en la propuesta de la Universidad Ixil y su accionar decolonial.

Ecología de saberes

Los estudiantes de la Universidad Ixil logran comprender el sentido de su saber y quehacer como técnicos o licenciados a partir de la reflexión crítica, la indagación en sus comunidades de las características de su territorio comunal, de sus fuentes de agua, de sus sitios sagrados, de los puntos álgidos de intervención foránea, e intentan construir desde allí proyectos de investigación-acción participativa que les permita ser actores comprometidos y cogestores de la resolución de sus problemáticas en pro de la justicia y la dignidad.

Lo anterior le imprime a la Universidad Ixil la potencia de lo descolonial; es decir, de la capacidad de construir o revivificar otras utopías, no ancladas en el paradigma de pensamiento, saber, ser colonial-capitalista. Este proyecto educativo fortalece su propia perspectiva de desarrollo que es el tichajil, o buen vivir ixil, al reconocer históricamente en el sistema capitalista una dinámica depredadora contra la naturaleza y los bienes de la Tierra; al identificar la perspectiva colonial implícita en el sistema como fuente de violencia epistémica contra su pueblo, y al cuestionar el modelo de desarrollo moderno.

La Universidad Ixil, al formar para que se active la memoria, para que el conocimiento acumulado no se pierda, sino que perdure, consolida acciones de resistencia y de emancipación, tal como lo comentan los jóvenes estudiantes en la extensión de Tzalbal: “estudiamos para honrar a nuestros abuelos que por quinientos años hicieron resistencia a las exigencias y a la violencia de los ladinos”. Por ello, uno de los fundamentos de la propuesta consiste en el

derecho a retomar y desarrollar la sabiduría, conocimientos y prácticas culturales de nuestro pueblo maya, sus grandes instituciones de estudio, enseñanza y aprendizaje, conocimientos de los movimientos del sol, la luna y las estrellas, la agricultura del maíz, medicina, arquitectura, matemáticas, calendario maya, valores de cuidado de la madre tierra y otros que, 500 años después, existen y están en el corazón de los saberes y las prácticas de nuestras comunidades y pueblos y han demostrado su gran valor. (Universidad Ixil, 2014)

En el mismo sentido, la Universidad Ixil rinde homenaje a sus Q’esal Tenam, Consejos de Autoridades, quienes defendieron “la madre Tierra, su dignidad y derechos” y se levantaron contra el trabajo forzado, la explotación de los bienes naturales, el endeudamiento para robarles sus tierras. El conocimiento de su propia historia, desde el lugar de la contestación, de la oposición, constituye un principio del buen vivir como evidencia de su lucha ancestral por la vida en dignidad, en un territorio comunitario sin dueños particulares. Para los gestores y promotores de esta universidad lo más importante es posibilitar en sus estudiantes condiciones para “aprender a conocer”, “aprender a hacer” y “aprender a vivir juntos y ser libres” (Pablo Ceto, conversación personal, 2017), principios que desafían la lógica economicista que actualmente guía el desempeño de las universidades convencionales.

La Universidad Ixil responde a apuestas contemporáneas, decoloniales, en términos de superar la reducida mirada eurocéntrica de las Universidades, tal como lo plantea Castro-Gómez (2007), en relación con la necesidad de incorporar otras epistemes a los discursos académicos:

La universidad debería entablar diálogos y prácticas articulatorias con aquellos conocimientos que fueron excluidos del mapa moderno de las epistemes por habérseles considerado “míticos”, “orgánicos”, “supersticiosos” y “pre-racionales”. Conocimientos que estaban ligados con aquellas poblaciones de Asia, África y América Latina, que entre los siglos XVI y XIX fueron sometidas al dominio colonial europeo. (Castro-Gómez, 2007, p. 90)

En este sentido, los facilitadores de la Universidad expresan que “la comunidad es la que sabe” (Kaxh, catedrático de la Universidad Ixil, conversación personal. 2017), y asumen a los miembros de su pueblo como sujetos protagónicos, con un acumulado cultural no solo valioso, sino imperdible y como gestores de su emancipación del lastre colonial.

Además de sus propias raíces y perspectivas culturales, los pilares de la propuesta educativa se encuentran en los planteamientos de Freire y el movimiento de educación popular, por cuanto retoman la importancia de hacer una lectura crítica de la realidad, e identifican a la educación del pueblo como parte de un proyecto político comprometido con la transformación de la sociedad y como un espacio de formación de conciencia reflexiva impulsora de la necesidad de atender las problemáticas concretas de su pueblo para construir alternativas de manera comunitaria; “desarrollar permanentemente el estudio y la práctica, el conocimiento de la realidad y su transformación, el conocimiento de los problemas y la búsqueda de sus soluciones, al servicio de las comunidades y pueblos” (Universidad Ixil, 2014, p. 6). Desde este enfoque vinculan a los estudiantes -a través de la investigación en su comunidad y con sus mayores- con las problemáticas y necesidades de sus aldeas o cantones.

La metodología de la Universidad Ixil también constituye un elemento dentro de ese giro o espacio de creación/evolución, al estructurar los procesos de aprendizaje desde el diálogo, los saberes propios, la oralidad y la acción e indagación en el territorio. Al respecto, Ceto comenta:

En el sistema convencional, los estudiantes consultan en internet sus tareas o investigaciones. Para el caso nuestro, pertenecemos a comunidades que ni siquiera aparecen en Google. La Universidad le da valor a “la plática” y nuestros facilitadores están capacitados para hacer hablar a los estudiantes. Debemos recuperar (como ixiles) el derecho a la palabra. Los egresados de la Licenciatura de la Universidad Ixil son agentes que ayudan a crear soluciones y que están en capacidad de discutir con cualquier ministro o autoridad sobre política pública. (Ceto, citado por Sabas, 2016)

El estudio del conflicto armado y sus efectos en el pueblo ixil, el análisis de los acuerdos de paz, así como desde la investigación de los estudiantes de la Universidad Ixil, se propone el reconocimiento de las condiciones que reproducen las injusticias, motivando el compromiso con el pensamiento y la praxis que altere, genere el giro, el vórtice de la transformación hacia el bienestar colectivo, en tanto, como dice Gutiérrez Pérez (1985), buscan promover “un despertar político”, es decir, “hacerlos descubrir ese gusto de la libertad de espíritu, esa voluntad de resolver los problemas de conjunto, ese sentimiento de ser responsables del mundo y de su destino” (p. 59).

Ecología de las temporalidades

Esta propuesta educativa quiebra la lógica temporal lineal moderna, por cuanto su cosmovisión y sus prácticas se inscriben en multitemporalidades, en las cuales se traslapan dinámicas atávicas de la siembra, el resguardo y siembra de las semillas, las ceremonias, el tejido, entre muchas otras, con la utilización de smartphones, acceso a internet y, en general, a medios de comunicación, transportes, trabajo, formación universitaria, profesional, combinando, integrando o apropiando lógicas contemporáneas con aquellas propias de su trayectoria vital y cultural. En el mismo horizonte de sentido, asumen el pasado como un tiempo que puede ser recreado a partir de considerar que las prácticas que conservan de sus mayores son fuente de saber y de construcción de futuro, en términos de una utopía retrospectiva (Estermann, 2010). La Universidad Ixil desarrolla un pensamiento multidimensional/multitemporal al integrar en sus cursos lo experiencial, con conocimientos teóricos, debates sobre los efectos económicos de las políticas estatales en su territorio, evidenciando las interrelaciones y afectaciones entre estos distintos aspectos, articulando perspectivas actuales con los saberes de las autoridades indígenas y con aquello que continúa vivo en la memoria como promesa de futuro, en una dinámica temporal que trasciende la falsa ilusión del progreso lineal occidental.

Ecología de la transescala

La transescala concibe y permite articulaciones locales y globales alternativas, de manera que lo local o lo particular no queda subsumido en un orden global impuesto, sino que la resistencia puede ser tejida en distintas escalas y relaciones contrahegemónicas. Así que la Universidad, consciente de la riqueza epistemológica del mundo y de la fuerza de lo colectivo, acepta a pasantes de diferentes universidades del mundo y está abierta a diálogos tanto con académicos del norte, europeos y norteamericanos, como de América Latina y el Caribe. Algunos catedráticos han realizado intercambios con experiencias de educación indígena en Suramérica, acercamientos con catedráticos de otras comunidades y pueblos indígenas de Guatemala, y otros han adelantado pasantías o han sido invitados a distintos escenarios académicos en países como Italia y Francia. La característica común ha sido entrelazar, fortalecer los vínculos y nutrir las epistemologías que abogan por la construcción de una justicia social, ambiental y cultural, global desde lo micro y lo local.

Ecología del reconocimiento

El pénsum, los ejes temáticos y módulos generales que se abordan en el programa de Técnico en Desarrollo Rural Comunitario se entroncan en la perspectiva del reconocimiento, mediante la cual sitúan tanto su historia milenaria y las raíces de la cultura maya Ixil, la violencia infringida contra ellos durante el conflicto armado, los acuerdos de paz incumplidos, los derechos como pueblos indígenas y como ciudadanos, en el marco amplío de la producción de jerarquías raciales-coloniales desde las cuales se ha naturalizado no solo la diferencia, sino sobre todo la injusticia y la discriminación. A partir de estas claridades, trabajan en la articulación de sus luchas con las de otros pueblos, reivindicando la apuesta por la igualdad de derechos con el principio del reconocimiento de las diferencias (Santos, 2017).

Ecología de las productividades

La Universidad Ixil aborda en el proceso pedagógico conocimientos sobre el territorio, la agricultura campesina tradicional, las características de las ontologías relacionales (Escobar, 2019) que asumían los abuelos y que están en proceso de recuperar para restaurar una relación de respeto con la madre Tierra, con el agua, con los bienes de la naturaleza; con la intención de que los aprendientes de la Universidad sean “actores sociales de cambio con identidad, conocimientos y destrezas para enfrentar la realidad Ixil y nacional en medio de la globalización informática, económica y política” (Universidad Ixil, 2014) para que apelen a sus propias formas de producción, intercambio, consumo, y defiendan los principios de la soberanía alimentaria, como base del derecho a vivir libres de las imposiciones y la dependencia del capital. En este sentido, se asientan en una “economía para la vida” en la cual “la elección de los medios de producción -y la misma actividad productiva- se hace afirmando la vida humana y la naturaleza” (Herrera, 2022, p. 93).

Sin rechazar de plano la episteme noratlántica, esta propuesta educativa apela a la sabiduría de sus raíces, de su historia, en conexión con otros pueblos de similar raigambre, para movilizar una vida que instituya la dignidad como principio de existencia colectiva.

Conclusiones

La propuesta de la Universidad Ixil constituye una orilla desde la cual interrogar nuestras universidades desterritorializadas, y en cierta forma desencarnadas, sin arraigo en lo cercano y concreto, al reconocer que una educación con pertinencia para nuestra realidad actual -como la de la U. Ixil- debe estar entramada con su territorio, ser parte y defensora de este, propender por una educación contextualizada, situada, responsable con la tierra, consciente de las relaciones que se establecen dentro, a partir, en resonancia con esta y con la vida. En nuestras universidades obviamos o anulamos esta conexión; formamos o nos deformamos ausentes de nuestra dimensión terrícola. En este proceso de reconocimiento, como seres de un territorio, los ixiles abogan por el cuidado de lo común, y lo común es precisamente lo que compone el territorio, los bosques, los ríos, los nacimientos de agua, los minerales, los animales, las montañas, las historias-huellas ancestrales que también las habitan y por supuesto su memoria y su cultura. Por el contrario, en nuestros procesos formativos desconocemos lo común y no nos permitimos anclar nuestro hacer en el marco de un paisaje, ni evidenciar los impactos de nuestras acciones en el espacio/ambiente o incluso reverenciar su belleza o su complejidad desde nuestros senti-pensares. Asumir una pedagogía decolonial o transgresora, que vaya más allá de los límites impuestos por la monológica occidental racista/colonial, es abrir los currículos a la comprensión terrenal, material, corporal e incluso emotiva del conocimiento, rescatando como fuerza primordial nuestro compromiso con el cuidado de dicha dimensión terrestre-corporal.

La construcción de la comunidad para los ixiles es ser en colectivo, en donde la solidaridad, el diálogo, la ayuda y la atención al otro son fundamentales. La comunidad, entendida como un “complejo tejido social” basada en la reciprocidad, en la autonomía, el territorio, el trabajo compartido y la fiesta (Sánchez-Antonio, 2021), supone un bienestar junto con los otros; supone el hacer sin pedir retribución o remuneración. En cambio, nuestras sociedades y espacios de formación promueven el bienestar individual, la competencia, la noción de los mejores cimentando jerarquías y legitimando la exclusión y la segregación. En esta propuesta se moviliza el hacer, ser, pensar para el bien común, para el beneficio del conjunto, en donde está incluida la naturaleza. En nuestras cátedras y academias podríamos preguntarnos acerca de cómo caminar en esta dirección.

En nuestra época convulsa, el conocimiento que requerimos trabajar en las universidades y más allá de estas, para avanzar en la dirección de salvaguardar la vida, debe rescatar los principios de una ecología de saberes, como la que la Universidad Ixil despliega, por cuanto desmantela la pretensión homogenizante de la política neoliberal, defiende el derecho a lo diverso en condiciones de equidad, respeto y valoración de lo diferente, recupera la riqueza multiversal del mundo, que no es, ni podrá, ni deberá ser nunca un único mundo. Dicha riqueza recupera la dimensión espiritual, se instala en temporalidades no lineales, comprende que lo vivo circula en interdependencia y no se limita a la extracción de valor cuantitativo y acumulable; además, enseña la potencia de lo común, a partir de comprender qué “vivir es aprender a vivir colectivamente y que el sentido de este aprendizaje es el fruto de una reescritura permanente y conflictiva de los saberes y de los valores” (Garcés, 2022, p. 88).

En síntesis, la propuesta pedagógica que venimos considerando constituye una experiencia de formación relevante para pensar en la construcción de una educación contrahegemónica, en la cual se relevan los principios de solidaridad, de comunitariedad, de una educación para una vida con dignidad, no sometida al capital y a sus prácticas extractivistas, de acumulación y despojo. Al configurarse como un vórtice, una opción de giro epistémico y existencial (Macy y Brown, 2019), la Universidad Ixil representa la potencia de lo posible, de la configuración y pervivencia de mundos otros, los cuales, desde la vindicación de saberes atávicos, aportan herramientas para afrontar la desdicha de una sociedad basada en la desigualdad, el racismo y la injusticia, y nos enseñan que es posible confrontar el dolor de la violencia, de la guerra, de manera creativa y constructiva apelando a la fuerza de lo colectivo.

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