DOI:
https://doi.org/10.14483/22486798.20426Publicado:
2023-06-14Edição:
v. 28 n. 1 (2023): Pedagogías de la lengua (Ene-Jun)Seção:
Lenguaje, medios audiovisuales y tecnologíaBiopolítica de la comunicación, un campo para problematizar
Biopolitics of Communication, a Field to Reflect Upon
Palavras-chave:
communication, journalism, critical thinking, ethics (en).Palavras-chave:
comunicación, periodismo, pensamiento crítico, ética (es).Downloads
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Recibido: 31 de enero de 2023; Aceptado: 14 de junio de 2023
Resumen
La contemporaneidad se ofrece como un escenario de circulación de diversos objetos discursivos que interpelan ciertas formas vitales, prácticas y, en última instancia, producción de subjetividades. Esos discursos resultan de juegos de poder que se dinamizan no siempre a simple vista, lo que demanda un esfuerzo para descifrarlos, entenderlos y explicarlos. En línea con el pensamiento de Foucault (2006), se trata de una ontología del presente o de “nosotros mismos” (p. 97), es decir, de lo que los individuos somos en cuanto sujetos en el marco de ciertas condiciones históricas. Con el fin de guardar coherencia entre ontología y metodología (Foucault, 1999), tal análisis exige el empleo de herramientas acordes a una estrategia genealógica a través de la que se rastrean esas líneas de poder y, simultáneamente, se aproxima a aquellas experiencias que, en cuanto trayectorias hermenéuticas críticas, trazan recorridos por fuera de lo mayoritario en el campo comunicacional. Como resultado aparece la exploración mediante lo que se opta por nominar trayectos experimentales comunicacionales/periodísticos críticos, como ejercicios minoritarios desde una ontología del presente, para concluir en la necesidad existencial de una biopolítica de la comunicación como campo de problematización que responda a la singularidad de una actualidad configurada discursivamente. De esta manera, las relaciones problemáticas entre discursos, medios y técnicas se presentan como campo reflexivo y político para la creación de nuevos mundos a partir de la comunicación.
Palabras clave:
comunicación, periodismo, pensamiento crítico, ética.Abstract
Contemporaneity constitutes a scenario for the circulation of various discursive objects that question certain forms of life, practices, and, ultimately, the production of subjectivities. These discourses are the result of power dynamics that are not always evident, which requires an effort for deciphering, understanding, and explaining them. According to Foucault’s ideas, all this is an ontology of the present moment or of ourselves, that is, of what we individuals are as subjects under specific historical conditions. In order to maintain coherence between ontology and methodology, such an analysis requires the use of tools consistent with a genealogy that allows tracking such power games and, simultaneously, approaching those experiences that, as hermeneutic trajectories, trace routes outside the norm in the communication field. As a result, an exploration emerges which involves the so-called critical experimental communication/journalistic trajectories, concluding in the existential need of a biopolitics of communication as a field of reflection that responds to the singularity of a discursively configured present moment. Thus, the relationships between discourses, media, and techniques are presented as a field of politics and reflection for the creation of new worlds from communication.
Keywords:
communication, journalism, critical thinking, ethics.Introducción
Esta propuesta apunta a plasmar la necesidad de que los abordajes problematizadores sobre el mundo actual en clave biopolítica reserven una especificidad para el campo comunicacional. Desde la inauguración de los estudios biopolíticos por parte de Michel Foucault, en la primera mitad de la década del setenta, innumerables han sido las páginas que se han escrito a favor de estos análisis. No obstante, desde entonces, los escenarios vitales se han vuelto más complejos, con redes informáticas y comunicacionales que se han fundido naturalmente en las cotidianidades, y han planteado el requerimiento de incorporarlas en estos abordajes. En el campo específicamente comunicacional, la iniciativa es a riesgo y en búsqueda de desnudar los pesos y contrapesos de intereses que dan forma a los discursos; en consecuencia, afectan las maneras de actuar, pensar y decir de los sujetos en el marco neoliberal.
Por ello, el recorrido que se propone es, en primer lugar y siempre en un examen propuesto desde una ontología crítica del presente, dilucidar aquello de lo que se entiende por la comunicación, sus alcances en la actualidad y su vinculación con los abordajes biopolíticos. También, se busca aproximar a aquello a lo que se refiere cuando se aborda la exploración biopolítica: ¿dónde y por qué comenzaron estos estudios?; ¿qué líneas se abrieron desde su inauguración?; ¿con qué consecuencias? Aun así, las investigaciones iniciales se dieron en un contexto no tan sofisticado en cuanto a los dispositivos técnicos y discursivos de gobierno, que progresivamente se multiplicaron y complejizaron, y lograron afectar las dimensiones existenciales más micro. Por ello, se reconoce la conveniencia de establecer las coordenadas epistemológicas de un campo propiamente comunicacional como respuesta al estudio de la afectación de la vida por parte de los discursos que este dispositivo pone a circular: ¿qué es y por qué es pertinente para la actualidad?; ¿qué participación tienen los medios de comunicación?; pero, inicialmente, ¿qué se entiende por dispositivo? En clave del pensamiento foucoultiano al referirse a dispositivos, se trata de
un conjunto decididamente heterogéneo, que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en resumen, los elementos del dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como a lo no-dicho. El dispositivo es la red que puede establecerse entre estos elementos. (Foucault, 1984, p. 128)
Aquí, como dispositivo, la contemporaneidad ofrece, como nunca antes en la historia, la novedad de la comunicación. Uno de los autores que más ha contribuido a problematizarla en clave biopolítica es el italiano Paolo Virno, para quien, en el marco posfordista, la comunicación humana es la reina de las cualidades productivas: acompaña al espectáculo para servir la mesa del consumo. “La comunicación humana, en cuanto espectáculo, es una mercancía, entre otras, desprovista de prerrogativas y cualidades especiales. Pero, por otro lado, es una mercadería que concierne hoy a todos los sectores industriales. Ahí está el problema” (Virno, 2003, p. 60). Por eso, en esta lectura, la comunicación no aporta sino a la vitalidad del ímpetu del mercado a través del espectáculo, y su especificidad como industria se traduce en industria de los medios de comunicación.
Por otra parte, una biopolítica de la comunicación se sirve de los aportes de la exploración genealógica en dos sentidos; por un lado, en virtud de las posibilidades disponibles para el rastreo de los trazos de poder que se ponen en juego desde esos dispositivos, y por otro, para indagar los resquicios que dan lugar al esbozo de otros proyectos, distantes de las configuraciones discursivas comunicacionales mayoritarias (figura 1). Estos últimos son los que se les propone asignar la nominación provisoria de trayectos experimentales comunicacionales/periodísticos críticos que, en cuanto plataforma hermenéutica desde donde se produce una crítica sobre la actualidad, se proyecta la creación de mundos alternativos a los generados por el marco capitalista.
Sin embargo, es válido resaltar que el planteamiento lejos está de reducirse a especulaciones teóricas, por lo que se tientan algunos ejemplos de cómo estos trayectos se evidencian en el ámbito de los medios de comunicación. Se entiende que ElDiario.es (España), MediaPart (Francia), The Intercept (Estados Unidos), Trama al Sur (Uruguay), Diario Argentino (Argentina) y Consonante (Colombia) son testimonios de estas búsquedas críticas que, se insiste, no solo cuestionan a los poderes vigentes, sino que también representan la materialización de posibilidades para la creación de otros escenarios vitales.
La exploración biopolítica
Cuando Foucault inauguró sus problematizaciones alrededor de la cuestión biopolítica en las conferencias de la Universidad de Río de Janeiro, en 1973 y 1974, los medios de comunicación aún no habían alcanzado la multiplicidad, diversidad y heterogeneidad que actualmente evidencian.
En aquel momento, el conjunto de tecnologías, prácticas y lógicas, que habían llamado la atención del francés para operacionalizar la gubernamentalidad en las sociedades modernas, apuntaba a dispositivos de carácter más analógico y simultáneos a un conjunto de saberes compartimentados en disciplinas trabajando a favor del funcionamiento del orden capitalista.
A fin de esclarecer aquello que se entiende por biopolítica, es preciso comprender que, para poner en funcionamiento la racionalidad capitalista, fue necesario -además de instituir la propiedad privada- implementar una serie de mecanismos con el fin de gobernar las existencias de los individuos. Es decir, el objetivo ya no era solo sostener a un sistema productivo, sino producir la vida misma a través de saberes como la estadística, la medicina, la sociología y la psiquiatría, entre otros. Para Foucault (2000), el inicio de esta gestión de la vida se da en el siglo XVIII: “La biopolítica tiene que ver con la población, y esta como problema político, como problema a la vez científico y político, como problema biológico y problema de poder, creo que aparece en ese momento” (p. 222).
Más ampliamente, estos desarrollos sobre las técnicas de gobierno de la vida fueron tratados en el curso ofrecido entre enero y febrero de 1979, en el Collège de France, que fue compilado, editado y publicado por primera vez en 2004 con el título de El nacimiento de la biopolítica (Foucault, 2007b). Esto, sin embargo, no había impedido que antes se emprendieran otros estudios en el rango categorial biopolítico, como lo detalla Salinas Araya (2014):
Hay que notar que estos proyectos comenzaron con la publicación del primer volumen del Homo Sacer en 1995 en el caso de Agamben; con Imperio el 2000, en el caso de Hardt-Negri y que el 2002, con Immunitas, Esposito suma la categoría de biopolítica a un proyecto que ya había comenzado con Communitas en 1998. En resumen, los tres proyectos parten antes de la publicación completa de los cursos Seguridad, Territorio, Población, y El Nacimiento de la Biopolítica, y disponiendo especialmente de La voluntad de saber como referente principal del tema, además de algunas versiones parciales y fuentes secundarias. (p. 17)
La ausencia de las tardías contribuciones de Foucault en este ámbito genera ciertas consecuencias conceptuales a partir de la adopción de fuentes teóricas muy diversas entre sí, lo que genera la toma de direcciones y rendimientos políticos muy diferentes a los proyectados por el francés (Salinas Araya, 2014, pp. 17-18). Aun así, tales iniciativas ofrecieron aportes significativos en el estudio de la condición biopolítica del presente. Uno de los más relevantes en términos del lente puesto en la dinámica y función de los medios de comunicación en el mundo actual fue el de Hardt y Negri con Imperio (2000), cuyo paradigma de poder se apoya las ideas de la sociedad de control y del biopoder; es decir, del poder cuya más alta función “no es ya matar sino invadir la vida enteramente” (Foucault, 2007a, p. 169). La sociedad de control da cuenta de un estadio evolucionado en relación a la sociedad disciplinaria en cuanto a la operacionalización de las prácticas y discursos (tecnologías) que atraviesan históricamente al sujeto y contribuyen a su producción a través de la vigilancia, la sanción, el examen, etc. La principal diferencia entre ambas racionalidades estriba en el tipo de tecnologías empleadas para contornear, dar forma, tallar, pero también para dirigir y normalizar esas subjetividades. Mientras la sociedad disciplinaria se levanta sobre la disciplina paradigmáticamente (pero no excluyentemente) ejercida desde las instituciones de encierro como la cárcel, la fábrica o la escuela, en las sociedades de control se advierte una prevalencia de los flujos de comunicación que desconocen de muros para dirigir y controlar a unos sujetos que se autogobiernan en orden a la lógica del capital. En su Post-scriptum sobre las sociedades de control, Deleuze (1996) describe estas tecnologías al detalle: “Los encierros son moldes o moldeados diferentes, mientras que los controles constituyen una modulación, como una suerte de moldeado autodeformante que cambia constantemente y a cada instante, como un tamiz cuya malla varía en cada punto” (p. 249).
Este poder sobre la vida, este biopoder, se filtra en las esferas micro de la cotidianidad contemporánea invadida por un despliegue comunicativo que afecta las conciencias de los sujetos, que a su vez son productores del orden biopolítico. Para Hardt y Negri (2000), el biopoder es “tanto producción como reproducción, estructura y superestructura, porque es vida en el más pleno sentido y política en el sentido estricto” (p. 30).
Precisamente, Hardt y Negri (2000) destacan el aporte de líneas investigativas italianas alrededor del biopoder, aunque específicamente enfocadas en el carácter crecientemente inmaterial del trabajo en cuanto productor biopolítico. Estos análisis, sin embargo, pecan de limitarse a dimensiones excluyentes del lenguaje y de la comunicación aplicadas al mundo laboral, por lo que “rasguñan apenas la superficie de la dinámica productiva del nuevo marco teórico del biopoder” (p. 30).
En el campo comunicacional
El desafío se asume en cuanto necesidad de reconocimiento de un campo de problematización o, para expresarlo de otra manera, de delimitación de los márgenes epistemológicos en los que se enmarca una propuesta de biopolítica de la comunicación, discusión que se presenta en el proyecto de investigación “La producción biopolítica de la subjetividad del periodista (2005-2023)”. ¿Cuál es la razón de esta necesidad? La actualidad se ofrece como un escenario vital en el que participan una diversidad de objetos discursivos que afectan la producción de subjetividades, las formas de sentir, pensar, actuar en el presente, así como las creencias que direccionan las maneras en las que los mismos individuos, desde sus microespacios, reproducen la totalidad del marco biopolítico. La visibilización de las tramas de poder que se mueven detrás de esos discursos, dejarlas en evidencia, conlleva una actitud crítica que es, en última instancia, toda una disposición espiritual tanto acerca del presente como de las formas de ejercicio de gobierno:
Quiero decir que, en esta gran inquietud acerca de la manera de gobernar y en las búsquedas de las maneras de gobernar, se encuentra una cuestión perpetua que sería: “cómo no ser gobernado de esa forma, por ese, en el nombre de esos principios, en vista de tales objetivos y por medio de tales procedimientos, no de esa forma, no para eso, no por ellos”; y si damos a este movimiento de gubernamentalización de la sociedad y de los individuos a la vez, la inserción histórica y la amplitud que creo que ha sido la suya, parece que podríamos situar de este lado lo que llamaríamos la actitud crítica. (Foucault, 1995, pp. 6-7)
Y aquí, en el marco biopolítico contemporáneo, el gobierno al que se está refiriendo no es otro que al que Hardt y Negri (2000) denominan el imperio, es decir, el sujeto político que regula efectivamente los cambios globales, “el poder soberano que gobierna el mundo” (p. 4). Este gobierno imperial se ejerce a través de una serie de dispositivos que los autores clasifican en ciertas categorías nominadas como la bomba (referente al aparato militar dispuesto para el ejercicio del poder de policía a escala global), el dinero (que alude a los flujos financieros y de intercambios de divisas) y el éter (lo comunicacional, que busca legitimar una determinada forma de poder y de entender el mundo) (pp. 292-294).
En el tercer ítem, los medios de comunicación entran en consideración, en cuanto dispositivos que integran una complejidad desde la que el imperio ejerce su gobierno, pero también desde la que se legitiman ciertas formas de vida afines a la condición neoliberal, es decir, a ese entorno existencial consistente en fábrica económica y subjetiva “de ese hombre endeudado, responsable y culpable de su propia suerte” (Lazzarato, 2013, p. 10). Con esto se refiere a que tal condición construye su propia discursividad para, afectando aquellas formas de pensar, hacer y decir, lograr el acuerdo de los sujetos gobernados, produciendo unas subjetividades que, recíprocamente, son productoras del ámbito biopolítico. En este sentido, los medios de comunicación cuentan con un importante manejo de poder, “puesto que construyen y homogenizan las sociedades, masificando el mercado y la producción mundial” (Martínez Posada y Quiroga Sichacá, 2017, p. 45). Aquí se apoya la premura por la problematización de asuntos relativos a la construcción discursiva, los lenguajes, los medios y cómo los avances técnicos intervienen en función tanto de la producción y el gobierno de las subjetividades, como de la conformación de entornos regidos por los discursos. Pero, también, sobre los campos de posibilidad para la generación de formas distintas, en lo que confluyen unas dinámicas creativas en las que se asienta la posible producción de otros mundos.
¿Cómo se aborda metodológicamente tal planteamiento? Desde esta mirada crítica, se entiende que una genealogía permite rastrear los mecanismos de poder que se dinamizan detrás de los discursos, a fin de visibilizarlos en cuanto búsqueda política, además de establecer las relaciones entre el poder y las formas de saber que sostiene. Esto es así porque, habiéndose adoptado una decisión ontológica, las posibilidades se circunscriben a la necesidad de mantener consistencia y coherencia en la serie ontología/epistemología/metodología. Por ello, si la resolución es a favor de lo que Foucault entiende como una ontología crítica del presente, es decir, sobre la comprensión de los modos de subjetivación, aquello que el sujeto debe ser, el universo de posibilidades metodológicas se reduce a una arqueología o a una genealogía. No es fortuito que Nietzsche haya elaborado una genealogía de la moral, o que el mismo Foucault haya hecho lo propio con una arqueología del saber.
Dicha actitud filosófica se debe traducir en un trabajo de investigaciones diversas; tales investigaciones tienen su coherencia metodológica en el estudio a la par arqueológico y genealógico de prácticas consideradas simultáneamente como tipo tecnológico de racionalidad y juegos estratégicos de libertades; tienen, además, su coherencia teórica en la definición de las formas históricamente singulares en las que han sido problematizadas las generalidades de nuestra relación con las cosas, con los otros y con nosotros mismos. Y tienen su coherencia práctica en el cuidado puesto en someter la reflexión histórico-crítica a la prueba de las prácticas concretas (Foucault, 1999, p. 352).
De esta manera, mientras que la arqueología le permite al arqueólogo afrontar la formación de discursos, la genealogía faculta tanto a abordar las relaciones de poder como a advertir las posibles fugas a los mandatos gubernamentales mayoritarios (Martínez Posada, 2014). Lejos de aspirar a la búsqueda del origen, de toda pretensión metafísica o de una lectura de la historia sin turbulencias, la genealogía acomete contra los pesos y contrapesos que configuraron los acontecimientos, las eventualidades, las rupturas y las discontinuidades narradas en minúsculas u obviadas y silenciadas por los grandes relatos. Se busca rescatar las rupturas, quiebres, eventualidades, luchas, etc., que dan forma a una historia que deja de ser advertida como linealidad y a unos sujetos no bajo una mirada esencialista, sino situada en un tiempo y unas circunstancias, ya que la genealogía es gris, meticulosa y trabaja sobre sendas “embrolladas, garabateadas, muchas veces reescritas” (Foucault, 1979, p. 7):
Paul Ree se equivoca, como los ingleses, al describir las génesis lineales, al ordenar, por ejemplo, con la única preocupación de la utilidad, toda la historia de la moral: como si las palabras hubiesen guardado su sentido, los deseos su dirección, las ideas su lógica; como si este mundo de cosas dichas y queridas no hubiese conocido invasiones, luchas, rapiñas, disfraces, trampas. De aquí se deriva para la genealogía una tarea indispensable: percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa desapercibido por no tener nada de historia -los sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos-; captar su retorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles; definir incluso el punto de su ausencia, el momento en el que no han tenido lugar (Platón en Siracusa no se convirtió en Mahoma (...)). (pp. 7-8)
Vale la pena precisar que el ejercicio reflexi-vo que aquí se emprende no es una genealogía, sino que resulta de la empresa genealógica plenamente realizada en el proyecto de investigación “La producción biopolítica de la subjetividad del periodista (2005-2023)”. Una de las caras de esa empresa se da en clave de lectura de las instancias de resistencia a los discursos y a las formas normalizadas de pensar, decir y actuar, en este caso, del hacer periodístico y comunicacional. Por ejemplo, si se referencia en los medios de comunicación sostenidos por los modelos de negocios tradicionales (aquellos que en la actualidad están en crisis), ¿cuáles son las formas que emergen en cuanto rupturas, otras discursividades y nuevas prácticas? Aquí aparece la propuesta de lo que se designa como trayectos experimentales comunicacionales/periodísticos críticos, con lo que se alude a aquellas experimentaciones que resisten la biopolítica neoliberal en el campo comunicacional y que, desde una hermenéutica de los sujetos que no son sino los propios profesionales críticos, asumen en sus propios cuerpos los riesgos parresiásticos que conlleva el tránsito al margen de lo gubernamental y lo mayoritario. Con gubernamental se hace referencia al cúmulo de estrategias empleadas para el ejercicio de poder a partir de ciertos saberes (por ejemplo, la medicina, la estadística o la economía) que se constituyen en verdades. Si bien no de manera excluyente, el Estado es uno de los lugares privilegiados donde confluyen las relaciones de gobierno en las que se codifica el poder (García Romanutti, 2014, p. 65).
Lo mayoritario, por su parte, tiene que ver con las formas expresivas y enunciativas que conducen a la ubicación del individuo en una determinada trama de poder, a su tránsito por los devenires existenciales dominantes (Deleuze y Parnet, 1980, p. 9). En sentido estricto, sin embargo, no hay devenires mayoritarios en sí, puesto que lo mayoritario es algo que ya está allí, operando desde los mandatos, desde lo dominante. Mayoritario se es per se, y lo que se trazan -en todo caso- son devenires minoritarios que fuerzan a las mayorías, las transforman abriéndose creativamente a la novedad, la libertad y la vida. Por eso, una vida ética estaría acorde al trazado de un devenir minoritario que conlleva su respectivo componente revolucionario: “La única oportunidad de los hombres está en el devenir revolucionario, es lo único que puede exorcizar la vergüenza o responder a lo intolerable” (Deleuze, 1996, p. 238). Esta ética, a su vez, tiene estrecha relación con la parresia, es decir, con el decirlo todo, con el hablar franco, libre y veraz. El individuo veraz (parresiastés) siente tal compromiso con el bien común que pone la verdad al servicio a riesgo de padecer las posibles consecuencias de incomodar al poder con su pronunciamiento, dando cuenta también una adecuación con respecto a aquello que se dice:
Para que la parresia sea verdaderamente tal es preciso que la presencia de aquel que habla se perciba en lo que dice, o, dicho de otra forma, es necesario que la verdad de lo que dice pueda deducirse a partir de su conducta y de la forma en la que realmente vive. Decir lo que se piensa, pensar lo que se dice, hacer que el lenguaje se corresponda con la conducta; esta promesa, esta especie de compromiso, está en la base de la parresia. (Foucault, 1992, p. 100)
En el campo comunicacional, si lo mayoritario tiene que ver con los flujos discursivos dominantes que recorren el dispositivo enunciativo corporativo y que en los juegos de poder actúan a favor de la gubernamentalidad del Estado o del mercado (entre otros), lo minoritario se acerca a aquellos ejercicios experimentales que ejercen una crítica a ese dominio con sus posibles riesgos parresiásticos. Obsérvese el detalle de que, para garantizarse las posibilidades críticas, estas experiencias optan por vías de financiación o modelos de negocios distantes a los tradicionales, como la publicidad oficial o gubernamental; la opción termina siendo a favor de los muros de pago, plataformas de suscripciones, cooperativas u otros. Diversas nominaciones se han propuesto para estas instancias en los distintos alcances de los estudios comunicacionales, como medios emergentes, prensa popular, nuevas narrativas, medios autogestivos o alternativos, entre otras.
En Latinoamérica, por ejemplo, se advierte una extensa tradición relacionada con la comunicación alternativa como resultado de procesos de cambio social por vías no autoritarias, promovidos por los movimientos populares: en el pensamiento de Mattelart (1971) es una política que procura “devolverle el habla al pueblo” (p. 14). Sin embargo, se insiste, la de trayectos experimentales comunicacionales/periodísticos críticos se postula en consonancia con una línea ontológica que no es otra que una crítica sobre el presente y de lo que somos en cuanto sujetos permeados por una historicidad. Una ontología del presente cuestiona aquellas condiciones históricas con el propósito de abrir la puerta a la búsqueda de otras posibilidades existenciales siendo, en última instancia, la de la libertad la más alta.
La ontología crítica de nosotros mismos no hay que considerarla, ciertamente, como una teoría, una doctrina, ni siquiera un cuerpo permanente de poder que se acumula; hay que concebirla como una actitud, un ethos, una vida filosófica en la que la crítica de lo que somos es a la vez análisis histórico de los límites que nos son impuestos y prueba de su posible transgresión. (Foucault, 2006, p. 97)
Pero, con este marco conceptual y concretamente, ¿qué son y cómo se reconocen los trayectos experimentales comunicacionales/periodísticos críticos? Con el fin de proveer mayor claridad sobre lo que significan en el mundo del presente -así como para proponer un avance en el ejercicio genealógico-, se exponen algunos ejemplos de estas instancias cuestionadoras de las discursividades mediáticas mayoritarias. Se advertirá que varios de ellos (no todos, estando Tiempo Argentino por fuera de este rango) recurren a las ventajas de accesibilidad que ofrece internet:
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MediaPart (Francia, https://www.mediapart.fr). Fue fundada en 2008 por el periodista francés Hervé Edwy Plenel con el objetivo de mantener tanto la libertad editorial como una cercana relación con el público, por lo que su apuesta fue por los “grandes temas, colocar al lector en el centro del negocio, el muro de pago, la reformulación del papel del periodista en internet, una nueva concepción de la actualidad, la colaboración entre proyectos periodísticos y el mantenimiento de la independencia” (Janeiro Pereira, 2019, p. 360). MediaPart tuvo un alto protagonismo durante las revueltas de los Gilet Jaunes1 que tuvieron lugar en Francia a partir de 2018, representando para el movimiento toda una herramienta discursiva crítica. El medio llegó a transmitir en vivo muchas de las actividades del movimiento a través de la plataforma YouTube, con el reporteo a cargo de su entonces jefe de redacción François Bonnet, tal como quedó registrado en la cobertura de la Asamblea de Asambleas (Mediapart, 2019). El periodista Ludovic Lamant rememoró aquella experiencia:
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ElDiario.es (España, https://www.eldiario.es). La iniciativa mediática suscribe el lema “Periodismo a pesar de todo” y adopta como modelo de negocio una muy elaborada plataforma de suscripción de lectores, quienes (a diferencia de MediaPart) pueden acceder al contenido de manera gratuita. El.Diario.es nació en 2012 con unos pocos comunicadores cooperativizados alrededor del impulso del periodista Ignacio Escolar, pero la redacción cuenta actualmente con más de un centenar de profesionales que son socios en la capitalización de la empresa. Así, el medio cuenta con el margen necesario para divulgar incómodas investigaciones para los estratos de poder españoles, del gobierno y la realeza, así como de toda Europa. Néstor Cenizo, periodista español de la edición de Andalucía del periódico, se refiere a las ventajas y desventajas en términos de independencia que ofrece el modelo de suscripciones
Creo que el hecho de depender de los lectores nos da una independencia con respecto a poderes financieros, o poderes, intereses económicos, empresariales o políticos que podrían condicionar, o no -no lo sé-, o intentar manejar al medio de comunicación. A la vez, es una especie de contrato con los lectores que obliga a hacer determinadas cosas de una determinada manera. Se crea una relación muy particular y también puede decirse que somos un medio muy de nicho. No todas son ventajas, porque puede pasar que esos mismos lectores demanden un determinado enfoque. (Néstor Cenizo, periodista de ElDiario.es, entrevistado por J. D. Lecina, 11 de julio de 2022)
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The Intercept (Estados Unidos, https://theintercept.com). Se lanzó en 2014 en Estados Unidos como plataforma para la divulgación de las denuncias y de los documentos filtrados por el exagente de inteligencia Edward Snowden. Desde entonces, el medio se erigió en un portavoz con la estatura suficiente para cuestionar a altos estamentos del poder. Suscribe el lema “Fearless, adversarial journalism that holds the powerful accountable”2, y en su declaración de objetivos reza: “Its in-depth investigations and unflinching analysis focus on politics, war, surveillance, corruption, the environment, technology, criminal justice, the media, and more”3 (The Intercept, s. f.)
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Trama al Sur (Uruguay, https://tramaalsur.org). Es una iniciativa comunicacional con sede en la ciudad de Montevideo, desde donde ramifica sus intereses, preocupaciones y alcances hacia toda Latinoamérica. Se define como un canal social, que emite a través de la plataforma de YouTube; allí ofrece programas en vivo, documentales, entrevistas, con un comprometido sentido social y en tres idiomas: español, portugués y guaraní. El contenido es provisto por organizaciones de base, sindicatos, asociaciones civiles y de derechos humanos de todo el continente, que se unieron con el propósito de expresar sus realidades, sus visiones del mundo y de lo latinoamericano. El periodista, locutor y músico uruguayo Pablo Silveira Artagaveytia es uno de los impulsores de Trama al Sur y se refiere a los objetivos políticos
Es una herramienta fundamental desde el punto de vista político por los momentos que está viviendo nuestro continente. Es un proyecto de construcción de largo aliento, porque tiene una forma de funcionamiento quizás alternativa a otros espacios que abordan lo comunicacional, entre otras cosas porque es un proyecto militante, que no busca la inmediatez, sino que trata de generar espacios de construcción colectiva a largo plazo. Es un constante desafío y un proyecto a largo plazo sin eludir lo que está pasando en estos momentos en el continente. (Pablo Silveira Artagaveytia, dirigente Trama al Sur, entrevistado por J. D. Lencina, 13 de julio de 2022)
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Tiempo Argentino (Argentina, https://www.tiempoar.com.ar). Es un periódico digital e impreso fundado en 2010 en la ciudad de Buenos Aires. En 2015, el arribo de Mauricio Macri al gobierno, con su agenda neoliberal, representó todo un golpe para los medios opositores. Grupo 23 -del que el periódico era parte- se disolvió, por lo que en 2016 sus trabajadores adoptaron la vía colectiva bajo el nombre de Cooperativa Por Más Tiempo Limitada (Rosenberg, 2018, p. 67). El medio se distanció de la lógica de gestión afín a la dependencia de la pauta publicitaria gubernamental que lo había beneficiado durante la administración de Cristina Kirchner, y se comprometió con unos lectores que desde entonces aportan económicamente a su sostenimiento. Por eso, ya cooperativizados, asumieron el desafío de ser “dueños de nuestras palabras” (Tiempo Argentino, s. f.)
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Consonante (Colombia, https://consonante.org). Es un laboratorio periodístico que busca contrarrestar el silencio informativo en Colombia, mediante una sala de redacción participativa y descentrada desde la que forma a nuevos periodistas para la cobertura de historias de impacto local, regional y nacional. Las actividades formativas se ejecutan bajo tres líneas de trabajo: diplomado, residencias y red de colaboraciones. Según su declaración de principios, el principal objetivo es hacer periodismo “de una manera distinta: con temas, enfoques, formatos, protagonistas y canales de distribución de información más cercanos y accesibles a las audiencias locales” (Consonante, s. f.). De acuerdo con el diagnóstico de la investigación Cartografías de la información, los vacíos informativos en Colombia dan cuenta de que 166 municipios (lo que representa a 11 millones de personas) no disponen de información por no contar con radios comunitarias, blogs, ni medios de comunicación locales de ningún tipo, ni periodistas profesionales (Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), 2019). El informe fue promovido por la FLIP, que es la patrocinadora y financiadora de la iniciativa, lo que implica que el proyecto no cuenta con aportes nacionales: “Eso nos da una ventaja, un margen de libertad, que es algo que defendemos”, explica César Paredes, periodista de Consonante, quien además amplía acerca de los referidos vacíos informativos
La información que nos arrojó la cartografía contempla diferentes variables. En algunos casos es el efecto de la guerra (interna entre las fuerzas del Estado, la guerilla y el paramilitarismo) y de los desplazamientos forzados, y en otros es que nunca ha habido una tradición de comunicación en esas regiones; fueron asentamientos que crecieron, pero (en los que) nunca hubo una necesidad de comunicación. Creo que se trata de un vacío mucho más profundo, que es de ciudadanía, de cómo se conciben a sí mismos los sujetos de esas regiones, y muchas veces las urgencias materiales están por encima de otro tipo de cuestiones. (César Paredes, entrevistado por J. D. Lencina, 6 de septiembre de 2022)
Conclusiones: demanda del presente
Lejos de reducirse a una mera elucubración teórica, el abordaje se relaciona con aspectos vinculados a las vidas mismas de los sujetos, con sus cotidianidades afectadas, por lo que es existencial e histórico. El dispositivo comunicacional inunda incluso la intimidad de las personas hasta llevarlo permanentemente en sus manos, por ejemplo, en la forma de teléfonos móviles. Es decir, la vida misma es afectada por estas líneas a través de las que circulan dosis de poder discursivo, modelando las subjetividades y las existencias. Allí, los Estudios Sociales advierten el reclamo de reflexionar críticamente en un reto de actuación sobre el presente, en la búsqueda por actualizar las posibles interpretaciones:
En esta emergencia de conceptos y perspectivas teóricas críticas, se debe hacer visible un giro epistemológico que se desplieguen en un doble movimiento: desdibujar aquello que ha perdido vigencia y sentido, y al mismo tiempo, crear territorializaciones conceptuales que reflejen las nuevas configuraciones de lo social. (Piedrahita Echandía, 2017, p. 21)
Poner al día las tramas discursivas y los flujos de poder que subyacen en el campo comunicacional -y hacerlo en términos de biopolítica- no solo refiere a la necesidad de visibilizar de aquello que no es siempre evidente, sino también de explorar las potencias creadoras de nuevos mundos, emancipadoras y liberadoras.
Redes de datos financieros, tráfico de información de consumo, perfiles en la intangibilidad de las redes, discursos mediáticos como lentes interpretativos de la actualidad, constitución de los espacios virtuales como foros, vinculaciones corporativas que forjan aquellos discursos y un sinnúmero de conexiones más modelan el mundo del siglo XXI. Pese a que, ante la coyuntura, esto pueda mostrarse naturalizado como parte de un escenario vital, urge asumir que se trata de flujos de poder que están presentes y que participan en la constitución de las existencias.
Vale la pena mencionar que se han emprendido iniciativas en línea con una biopolítica informacional; estrategias de intervención sobre las existencias individuales y colectivas específicas de las sociedades de control que apuntan a “modelizar, persuadir, capturar, potenciar y desarrollar al individuo en tanto público, es decir, integrante de un colectivo de opiniones y conductas orientadas por un heterogéneo conjunto de sistemas de infocomunicación públicos y privados” (Costa, 2011, p. 6). En línea con esta preocupación por la afectación de la vida por parte del dispositivo tecnológico y de la virtualidad de las redes, el docente e investigador español José Luis Piñuel explica:
Sin saberlo, construimos una configuración para la que hay un destino en función de hábitos, gustos, etc., y recibimos aquello que la inteligencia artificial ha decidido que es lo que más se adecúa al perfil. Participamos en burbujas, en entornos cerrados y aislados a todo aquello que estamos habituados a ser, participar o construir. Se están perdiendo los criterios de verdad tradicionales, sobre todo los que constituían la preocupación de los teóricos del conocimiento. (José Luis Piñuel, catedrático de la Universidad Complutense, entrevistado por J. D. Lencina, 26 de enero de 2023)
Más allá de la biopolítica informacional, las características de la contemporaneidad dan cuenta de la pertinencia y menester de problematizaciones, en un campo específicamente enfocado al reconocimiento de las tramas que sostienen los discursos de los medios de comunicación y que configuran las formas de actuar, sentir y pensar de los sujetos en el presente. ¿Por qué se entiende que se trata de un campo? Bourdieu los asume como espacios en los que se tensionan relaciones de fuerza a fin de ganar dominio sobre un determinado capital. Para beneficiarse en esas luchas, los participantes deben trabar alianzas, enfrentase, tejer estrategias entre sí y con otros grupos con los que negocian alrededor de aquel bien que les es de interés: un cierto capital. Tales estrategias exigen prácticas en un juego que dispone de reglas y que se erigen en habitus para distribuir, legitimar y regular aquel poder:
Se puede representar así al mundo social en forma de espacio (de varias dimensiones) construido sobre la base de principios de diferenciación o distribución constituidos por el conjunto de las propiedades que actúan en el universo social en cuestión, es decir, las propiedades capaces de conferir a quien las posea con fuerza, poder, en ese universo. (Bourdieu, 1990, p. 205)
Así, en el campo se generan disputas por un capital que están mediadas por un componente de poder. ¿Cuál es el capital que está en disputa en el campo comunicacional? En cuanto espacio complejo en el que se lucha para lograr validez en la emisión de discursos, las dinámicas del juego apuestan a enunciar verdades, por lo que el participante que logre imponerse gozará de un mayor capital en clave de legitimidad para pronunciarse sobre la época.
El capital puede ser económico, cultural o simbólico. Mientras que el capital económico es directa e inmediatamente convertible en dinero y puede institucionalizarse en la forma de derechos de propiedad, el capital social tiene que ver con los contactos, vinculaciones y relaciones sociales. Hay que tener presente que la práctica periodística se fundamenta, en gran medida, en la gestión de fuentes que resulten significativas para el acceso a la información, como puede advertirse especialmente en el tratamiento de temas de la agenda política. El capital cultural, por su parte, puede ser de tres tipos: incorporado (conocimientos, habilidades, inteligencia, valores), objetivado (libros, objetos de arte, etc.) e institucionalizado (títulos, diplomas, certificaciones). Puede decirse que los periodistas deben disponer de cierto entrenamiento, instrumentos (cámaras, grabadoras, ordenadores, etc., que a su vez se corresponde con las posibilidades que denota el capital económico), así como de las credenciales que lo autoricen en la profesión. Pero, además, tanto un medio de comunicación como un periodista deben contar con prestigio y reconocimiento para que aquello que diga tenga cierto peso, algo que en la práctica periodística sea objeto de búsqueda permanente; la credibilidad se constituye en capital simbólico.
Estas diferentes formas de capital redundan en negociaciones de poder en el campo; así, repercuten en las dinámicas sociales. Es decir que el campo y el capital se relacionan mediados por el habitus (Bourdieu, 1998, p. 113). Estas relaciones dan cuenta de la pertinencia de la noción de campo para la biopolítica de la comunicación, a su vez, como marco de un dispositivo modelador de existencias afectadas por la racionalidad neoliberal.
¿Qué hace entonces el neoliberalismo?, ¿qué hace el déspota?, ¿qué hace el Yo? Poner trampas, el neoliberalismo, plan inmanente de la trampa trascendente, hace trampas en un juego que vuelve a empezar infinitamente. Por un lado, los nudos arborescentes traen consigo formas de socialización mercantilizadas, subjetividades móviles y competentes que afrontan el vértigo sin preguntarse nada, pues la vida está bajo el régimen del tiempo de Greenwich y el pensamiento no cesa de imitar lo múltiple a partir de una unidad superior preestablecida, en este sentido nos encontramos ante la lógica biopolítica de la era de la conexión: una sociedad de rompecabezas en la que individuos y colectivos buscan conectar y combinar “correctamente” en un eje estructural y generativo de significancia y subjetivación. (...) Dicho en otros términos, el programa que estas tecnologías adelanta es principalmente el consumo de libertad, disponiendo lo necesario para la producción de aquello que se requiere para ser libre, el sistema administra y organiza las condiciones medioambientales para que los sujetos busquen “una perspectiva y realización personal” que confiera sus acciones de sentido en lo cotidiano y al tiempo sean competentes en la medición del riesgo y su actuar en el mercado. (Martínez Posada y Ochoa Ordóñez, 2017, p. 226)
La normalización de los procesos de estimulación de subjetivaciones producidas en esta clave es parte del fenómeno de globalización de las funciones humanas y maquínicas que Guattari (2008) nominó como capitalismo mundial integrado (p. 53). Lejos de ser algo etéreo y lejano, todo esto tiene su correlato con las cotidianeidades; mientras el campo comunicacional europeo se debate ante la posibilidad de la conformación de un gran pool mediático continental a través de MFE (Asociación de la Prensa de Madrid (APM), 2022), gran parte de Latinoamérica lo hace en términos de lawfare, es decir, sobre la vinculación de intereses entre medios de comunicación, estructuras judiciales y gobiernos (Romano, 2020, pp. 14-40). Entretanto, la red social Twitter, espacio virtual constituido en foro público contemporáneo por excelencia, fue adquirida por el magnate Elon Musk (El País, 2022); ¿qué implicancias tendría que este foro de expresión sea parte de los bienes de quien ostenta una de las mayores fortunas del mundo y un actor relevante de los mercados4?
Como balance, el recorrido por los trayectos experimentales abre la puerta para, como se planteó inicialmente, enfatizar en la necesaria pertinencia de un campo de problematización biopolítico específicamente comunicacional. Además, las particularidades epocales ameritan abordajes en la línea de cruce entre los discursos que circulan, las tecnologías a través de las que lo hacen y las posibilidades emancipatorias que puedan llegar a permitir los resquicios dejados por el dispositivo gubernamental mediático. En resumen, las características del presente demandan tal ejercicio crítico.
Como se advirtió, los recorridos iniciados por Foucault sobre la problemática biopolítica han sido amplios y desde diversas vías. Pero lo específicamente relativo a las dinámicas comunicacionales se presenta como una necesidad política existencial por la posibilidad de encarar las líneas de poder que afectan las vidas y las subjetividades. Por eso, la biopolítica de la comunicación se compone con sus dos caras, la de los medios de comunicación como dispositivos de gobierno de la condición neoliberal y la de los trayectos experimentales comunicacionales críticos. En un presente conformado principalmente por objetos discursivos, flujos y canales de comunicación (en gran medida circulando por los espacios de la virtualidad), un abordaje específicamente comunicacional se torna en rudimento elemental para descifrar la actualidad y para explorar los posibles intersticios, fugas y resistencias que signifiquen aperturas para la creación de realidades-otras.
Reconocimientos
Las propuestas contenidas en este artículo surgen de la investigación titulada “La producción biopolítica de la subjetividad del periodista (2005-2023)” que se lleva a cabo en régimen de cotutela entre la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Colombia) y la Universidad de Málaga (España). Este régimen, a su vez, se da en el marco de la cohorte 2022 de la beca concedida por la Asociación Universitaria Interamericana de Posgrado (AUIP) para la cotutela de tesis doctorales
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