DOI:
https://doi.org/10.14483/25009311.13037Published:
2018-01-09Issue:
Vol. 4 No. 4 (2018): enero-junioSection:
Otras textualidadesElizabeth Ferri y Stephen Ferry (2017). La batea. Ícono Editores
Elizabeth Ferri and Stephen Ferry (2017). The punt. Icon Editors
Keywords:
Batea, fotografía, investigación (es).Keywords:
Batea, photography, research (en).How to Cite
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Elizabeth Ferri y Stephen Ferry (2017). La batea. Ícono Editores
Estudios Artísticos
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia
ISSN: 2500-6975
ISSN-e: 2500-9311
Periodicidad: Semestral
vol. 4, núm. 4, 2018
Ferry Elizabeth. La batea.. 2017. Ícono Editores. 80pp.. . Elizabeth Ferry y Stephen ferry (2017). La batea. Ícono Editores |
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Recepción: 10 Diciembre 2017
Aprobación: 20 Diciembre 2017
Resumen: La batea, es el nuevo libro de uno de los fotógrafos que más ha seguido el enrevesado, complejo e interminable conflicto colombiano, Stephen Ferry. Pero el libro es ante todo, un homenaje a los trabajadores del oro en este país. Así como Timothy Prus escogió la vaca y la orquídea como argumento para describir lo que considera una fotografía genérica colombiana, Ferry junto a su hermana Elizabeth, quien realiza con el fotógrafo la investigación y escribe con maestría los textos del libro, han escogido el oro, y en concreto la batea, como herramienta para explicarnos y acercarnos a las luchas de los trabajadores artesanales del metal en tres lugares concretos de Colombia, Segovia, Marmato y Yolombó, con un breve epílogo que suceden en Mompox, donde el artesanato orfebre sobrevive en el tiempo muerto de las riveras del Río Magdalena.
La batea, es el nuevo libro de uno de los fotógrafos que más ha seguido el enrevesado, complejo e interminable conflicto colombiano, Stephen Ferry. Pero el libro es ante todo, un homenaje a los trabajadores del oro en este país. Así como Timothy Prus escogió la vaca y la orquídea como argumento para describir lo que considera una fotografía genérica colombiana, Ferry junto a su hermana Elizabeth, quien realiza con el fotógrafo la investigación y escribe con maestría los textos del libro, han escogido el oro, y en concreto la batea, como herramienta para explicarnos y acercarnos a las luchas de los trabajadores artesanales del metal en tres lugares concretos de Colombia, Segovia, Marmato y Yolombó, con un breve epílogo que suceden en Mompox, donde el artesanato orfebre sobrevive en el tiempo muerto de las riveras del Río Magdalena.
La batea, es una competente, rica y muy bien narrada historia, donde los textos de E. F. nos hacen un recuento de la actual fiebre del oro impulsada por gigantescas multinacionales internacionales, de la incapacidad, voluntaria o no de las funcionarios del Estado para manejarla, y de la resistencia que las comunidades mineras ejercen para vivir dignamente de un oficio muchas veces criminalizado. El libro inicia como es de esperarse, recordándonos la búsqueda de El Dorado por parte de los españoles y la herida aún sangrante que ésta originó. Ferry registra una visita de autoridades Kogui, Wiwa y Arhuaco al Museo del Oro en Bogotá y las palabras del mamo Kogui Shibulata Zalabata quien al ver las fastuosas piezas doradas usadas para vestir exclamó: “Están en prisión, no están recibiendo alimento, no tienen visitas, no tienen nada que hacer ahí. Solamente ahí, como castigados, sufriendo.”
No puede dejarse de pensar entonces en Orfebrería y chamanismo. Un estudio iconográfico del museo del oro, el libro de Gerardo Reichel-Dolmatoff cuyas interpretaciones brillan por su ausencia, en el suntuoso y a veces vacío museo bogotano, que poco nos explica de los contextos territoriales, sociales, mágicos y rituales de sus piezas. Orfebrería y chamanismo, es un libro que cuenta con eximias fotografías de Jorge Mario Múnera, uno de los grandes y no tan conocidos fotógrafos colombianos.
A continuación, los Ferry contrastan la minería con batea, escalones de madera y una planta usada para separar el metal de otros materiales, la babosa, usadas en el Cauca, con el uso desmedido de retroexcavadoras, mercurio y arsénico de la minería ilegal, que se ha regado por las cuencas hídricas del país produciendo desastres ecológicos de los cuales oficialmente no se quiere hablar. La presencia de grupos armados ilegales manejando esta economía, se suma a la sabida
incapacidad del Estado por terminar con esta práctica en el plano legal y su falta de opciones en el plano económico y social.
El libro alcanza la mayor intensidad en su relato, tanto escrito como visual, en el estudio de lo sucedido en Segovia, Antioquía, en los últimos años. Siendo un pueblo de tradición minera, y asentado literalmente sobre una montaña de oro, Segovia tiene una larga historia de orgullo comunitario, y una organización de trabajadores sólida y solidaria. Enfrentados a ellos una gigantesca multinacional minera, que ante la complacencia y complicidad del Estado, incluyendo la fuerza pública, ha intentado cuanto ha podido para apropiarse del territorio. En este punto, las imágenes de Ferry ofrecen un inmejorable apoyo para entender la rudeza del enfrentamiento y el sacrificio que significa la extracción del oro. No solo vemos la presencia de hombres armados y la derrota de los rompe huesos del ESMAD a manos de los mineros, sino que nos sumergimos en el mundo penumbroso del interior de la mina. Arrodillados, casi asfixiados, los mineros martillan y pican piedra con sus manos intentando encontrar la veta. Es ahí, donde la calidad de alto grano de la película usada por el fotógrafo alcanza su máxima calidad expresiva, y es que Ferry escogió usar película análoga por sus haluros de plata, ese hermano menor del metal aurífero, producto también del trabajo minero.
Al salir de la mina, el metal es separado de otras sustancias con un uso desmedido de agua y mercurio. Los problemas de salud para la población de Segovia por el uso de éste metal son tan graves, que los niveles de vapor de mercurio en las calles de Segovia en 2010, eran 1000 veces superiores a los límites definidos por la Organización Mundial de la Salud.
Volviendo a lo fotográfico, la película granulada usada por Ferry, que nos recuerda a la búsqueda de la pepita de oro entre la arena del río, el polvo
Elizabeth Ferri y Stephen Ferry (2017. Marmato, en La Batea. Cortesía de los artistas.
del socavón minero, el gas lacrimógeno del ESMAD, nos subrayan la peligrosidad del mercurio y su uso indiscriminado, que como hemos mencionado, se ha llevado por delante la vida de los ríos en el país del agua.
La historia del oro en Segovia, es la historia de casi cualquier riqueza natural en el país. Las grandes compañías llegan, las comunidades intentan no ser estafas y despojadas, resisten, las multinacionales aprietan, el estado se desentiende, o actúa tardíamente, o envía la fuerza pública en contra de los trabajadores, paralelamente organizaciones armadas aparecen o bien para entrar al negocio o bien para eliminar a los lideres de los trabajadores, y la lucha continúa hasta que la riqueza se agota o aparece otra en otro lugar. Al observar los claroscuros de Ferry, su homenaje a la vitalidad, al trabajo, no puede evitarse el pensar en Vincent Van Gogh y sus dibujos de los mineros del carbón hechos en Bélgica entre 1878 y 1880, cuando aún era un pastor religioso. En ellos está la intensa emoción sentida frente a las manos que labran duramente las piedras, las espaldas que cargan los pesados bultos de carbón, los rostros agotados, los cuerpos humanos molidos de quienes se sacrifican en el corazón de la tierra.
El viaje de la batea continúa y nos lleva a Marmato, Caldas, donde también se ejercita el oficio por siglos. De nuevo allí encontramos a la multinacional merodeando y a la comunidad mermando. Si al inicio del libro acompañamos a los mineros ilegales, con el agua hasta las rodillas en un enjambre que rebusca entre la tierra que arranca la retroexcavadora, y somos testigos de los cráteres, la devastación y envenenamiento ambiental, en las imágenes de Marmato se presenta la adaptación de un pueblo que vive y trabaja en empinadas laderas. El ingenio en el uso de la topografía, la combinación de la pequeña industria y lo artesanal son retratados por Ferry, quien en este caso explora los colores vivos hasta saturarlos, y se deleita con la potencia de la luz solar propia de la región ecuatorial.
En Yolombó, Cauca, los hermanos Ferry se acercan a una comunidad negra, cimarrona, cuyos antepasados esclavos en varios casos compraron su libertad gracias al oro. Allí, testifican el amor a una tradición, una tierra y un oficio, y una sabia resolución de no permitir la entrada a las multinacionales, las retroexcavadorsa y el mercurio. Una historia también de intimidaciones, de amenazas anónimas, pero también de aldeas que se organizan para defenderse.
Nuestro viaje concluye en Mompox, en la casataller de las hermanas Flor y Elisa Trespalacios, uno de los pocos talleres donde aún se ejerce la orfebrería tradicional. Elizabeth Ferry cita a García Márquez: “Mompox no existe. A veces soñamos con ella, pero no existe “ y al interior del taller encontramos los pececitos de oro que se dice, inspiraron al escritor.
La batea, fue un buscado esfuerzo por parte del fotógrafo en encontrar el formato, el papel, la encuadernación, incluso el tipo de tintas y tiempo de secado de las mismas que mejor sirvieran para lograr la calidad de las imágenes y su máxima expresividad. La portada, que tiene grabada una espiral circular que alude obviamente al ingenio que se utiliza en la búsqueda del oro, tienen en su centro un botón de oro. Por su encuadernación, el libro puede abrirse totalmente lo que concuerda con el diseño visual ya que la mayoría de las imágenes están a doble página. Incluye una bibliografía sobre el tema muy completa, actual, y agradecimientos extensos a quienes colaboraron con esta pareja de hermanos, que en este libro, hacen una declaración de amor para Colombia.
Recibido: 10 de diciembre de 2017; Aceptado: 20 de diciembre de 2017
Resumen
La batea, es el nuevo libro de uno de los fotógrafos que más ha seguido el enrevesado, complejo e interminable conflicto colombiano, Stephen Ferry. Pero el libro es ante todo, un homenaje a los trabajadores del oro en este país. Así como Timothy Prus escogió la vaca y la orquídea como argumento para describir lo que considera una fotografía genérica colombiana, Ferry junto a su hermana Elizabeth, quien realiza con el fotógrafo la investigación y escribe con maestría los textos del libro, han escogido el oro, y en concreto la batea, como herramienta para explicarnos y acercarnos a las luchas de los trabajadores artesanales del metal en tres lugares concretos de Colombia, Segovia, Marmato y Yolombó, con un breve epílogo que suceden en Mompox, donde el artesanato orfebre sobrevive en el tiempo muerto de las riveras del Río Magdalena.
La batea, es el nuevo libro de uno de los fotógrafos que más ha seguido el enrevesado, complejo e interminable conflicto colombiano, Stephen Ferry. Pero el libro es ante todo, un homenaje a los trabajadores del oro en este país. Así como Timothy Prus escogió la vaca y la orquídea como argumento para describir lo que considera una fotografía genérica colombiana, Ferry junto a su hermana Elizabeth, quien realiza con el fotógrafo la investigación y escribe con maestría los textos del libro, han escogido el oro, y en concreto la batea, como herramienta para explicarnos y acercarnos a las luchas de los trabajadores artesanales del metal en tres lugares concretos de Colombia, Segovia, Marmato y Yolombó, con un breve epílogo que suceden en Mompox, donde el artesanato orfebre sobrevive en el tiempo muerto de las riveras del Río Magdalena.
La batea, es una competente, rica y muy bien narrada historia, donde los textos de E. F. nos hacen un recuento de la actual fiebre del oro impulsada por gigantescas multinacionales internacionales, de la incapacidad, voluntaria o no de las funcionarios del Estado para manejarla, y de la resistencia que las comunidades mineras ejercen para vivir dignamente de un oficio muchas veces criminalizado. El libro inicia como es de esperarse, recordándonos la búsqueda de El Dorado por parte de los españoles y la herida aún sangrante que ésta originó. Ferry registra una visita de autoridades Kogui, Wiwa y Arhuaco al Museo del Oro en Bogotá y las palabras del mamo Kogui Shibulata Zalabata quien al ver las fastuosas piezas doradas usadas para vestir exclamó: “Están en prisión, no están recibiendo alimento, no tienen visitas, no tienen nada que hacer ahí. Solamente ahí, como castigados, sufriendo.”
No puede dejarse de pensar entonces en Orfebrería y chamanismo. Un estudio iconográfico del museo del oro, el libro de Gerardo Reichel-Dolmatoff cuyas interpretaciones brillan por su ausencia, en el suntuoso y a veces vacío museo bogotano, que poco nos explica de los contextos territoriales, sociales, mágicos y rituales de sus piezas. Orfebrería y chamanismo, es un libro que cuenta con eximias fotografías de Jorge Mario Múnera, uno de los grandes y no tan conocidos fotógrafos colombianos.
A continuación, los Ferry contrastan la minería con batea, escalones de madera y una planta usada para separar el metal de otros materiales, la babosa, usadas en el Cauca, con el uso desmedido de retroexcavadoras, mercurio y arsénico de la minería ilegal, que se ha regado por las cuencas hídricas del país produciendo desastres ecológicos de los cuales oficialmente no se quiere hablar. La presencia de grupos armados ilegales manejando esta economía, se suma a la sabida
incapacidad del Estado por terminar con esta práctica en el plano legal y su falta de opciones en el plano económico y social.
El libro alcanza la mayor intensidad en su relato, tanto escrito como visual, en el estudio de lo sucedido en Segovia, Antioquía, en los últimos años. Siendo un pueblo de tradición minera, y asentado literalmente sobre una montaña de oro, Segovia tiene una larga historia de orgullo comunitario, y una organización de trabajadores sólida y solidaria. Enfrentados a ellos una gigantesca multinacional minera, que ante la complacencia y complicidad del Estado, incluyendo la fuerza pública, ha intentado cuanto ha podido para apropiarse del territorio. En este punto, las imágenes de Ferry ofrecen un inmejorable apoyo para entender la rudeza del enfrentamiento y el sacrificio que significa la extracción del oro. No solo vemos la presencia de hombres armados y la derrota de los rompe huesos del ESMAD a manos de los mineros, sino que nos sumergimos en el mundo penumbroso del interior de la mina. Arrodillados, casi asfixiados, los mineros martillan y pican piedra con sus manos intentando encontrar la veta. Es ahí, donde la calidad de alto grano de la película usada por el fotógrafo alcanza su máxima calidad expresiva, y es que Ferry escogió usar película análoga por sus haluros de plata, ese hermano menor del metal aurífero, producto también del trabajo minero.
Al salir de la mina, el metal es separado de otras sustancias con un uso desmedido de agua y mercurio. Los problemas de salud para la población de Segovia por el uso de éste metal son tan graves, que los niveles de vapor de mercurio en las calles de Segovia en 2010, eran 1000 veces superiores a los límites definidos por la Organización Mundial de la Salud.
Volviendo a lo fotográfico, la película granulada usada por Ferry, que nos recuerda a la búsqueda de la pepita de oro entre la arena del río, el polvo
Elizabeth Ferri y Stephen Ferry (2017. Marmato, en La Batea. Cortesía de los artistas.
del socavón minero, el gas lacrimógeno del ESMAD, nos subrayan la peligrosidad del mercurio y su uso indiscriminado, que como hemos mencionado, se ha llevado por delante la vida de los ríos en el país del agua.
La historia del oro en Segovia, es la historia de casi cualquier riqueza natural en el país. Las grandes compañías llegan, las comunidades intentan no ser estafas y despojadas, resisten, las multinacionales aprietan, el estado se desentiende, o actúa tardíamente, o envía la fuerza pública en contra de los trabajadores, paralelamente organizaciones armadas aparecen o bien para entrar al negocio o bien para eliminar a los lideres de los trabajadores, y la lucha continúa hasta que la riqueza se agota o aparece otra en otro lugar. Al observar los claroscuros de Ferry, su homenaje a la vitalidad, al trabajo, no puede evitarse el pensar en Vincent Van Gogh y sus dibujos de los mineros del carbón hechos en Bélgica entre 1878 y 1880, cuando aún era un pastor religioso. En ellos está la intensa emoción sentida frente a las manos que labran duramente las piedras, las espaldas que cargan los pesados bultos de carbón, los rostros agotados, los cuerpos humanos molidos de quienes se sacrifican en el corazón de la tierra.
El viaje de la batea continúa y nos lleva a Marmato, Caldas, donde también se ejercita el oficio por siglos. De nuevo allí encontramos a la multinacional merodeando y a la comunidad mermando. Si al inicio del libro acompañamos a los mineros ilegales, con el agua hasta las rodillas en un enjambre que rebusca entre la tierra que arranca la retroexcavadora, y somos testigos de los cráteres, la devastación y envenenamiento ambiental, en las imágenes de Marmato se presenta la adaptación de un pueblo que vive y trabaja en empinadas laderas. El ingenio en el uso de la topografía, la combinación de la pequeña industria y lo artesanal son retratados por Ferry, quien en este caso explora los colores vivos hasta saturarlos, y se deleita con la potencia de la luz solar propia de la región ecuatorial.
En Yolombó, Cauca, los hermanos Ferry se acercan a una comunidad negra, cimarrona, cuyos antepasados esclavos en varios casos compraron su libertad gracias al oro. Allí, testifican el amor a una tradición, una tierra y un oficio, y una sabia resolución de no permitir la entrada a las multinacionales, las retroexcavadorsa y el mercurio. Una historia también de intimidaciones, de amenazas anónimas, pero también de aldeas que se organizan para defenderse.
Nuestro viaje concluye en Mompox, en la casataller de las hermanas Flor y Elisa Trespalacios, uno de los pocos talleres donde aún se ejerce la orfebrería tradicional. Elizabeth Ferry cita a García Márquez: “Mompox no existe. A veces soñamos con ella, pero no existe “ y al interior del taller encontramos los pececitos de oro que se dice, inspiraron al escritor.
La batea, fue un buscado esfuerzo por parte del fotógrafo en encontrar el formato, el papel, la encuadernación, incluso el tipo de tintas y tiempo de secado de las mismas que mejor sirvieran para lograr la calidad de las imágenes y su máxima expresividad. La portada, que tiene grabada una espiral circular que alude obviamente al ingenio que se utiliza en la búsqueda del oro, tienen en su centro un botón de oro. Por su encuadernación, el libro puede abrirse totalmente lo que concuerda con el diseño visual ya que la mayoría de las imágenes están a doble página. Incluye una bibliografía sobre el tema muy completa, actual, y agradecimientos extensos a quienes colaboraron con esta pareja de hermanos, que en este libro, hacen una declaración de amor para Colombia.
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