DOI:
https://doi.org/10.14483/22486798.16372Publicado:
2020-05-28Edição:
v. 25 n. 1 (2020): Lenguaje, sociedad y escuela (Ene-Jun)Seção:
ReseñasCómo ayudar a nuestros hijos a alcanzar sus metas. En la escuela, en su vida, para el mundo
Support our children for accomplishing their goals in school, ordinary life and the world
Palavras-chave:
reseña, educación, niños y jóvenes, autonomía (es).Downloads
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Reseña
A lo largo de esta obra, el profesor e investigador francés Philippe Meirieu (Alès, Francia, 1949) reflexiona sobre la transformación vertiginosa de las sociedades tradicionales en Occidente, la cual ha introducido modificaciones sustanciales en los comportamientos de los niños y de los jóvenes, inmersos hoy en contextos culturales complejos muy distantes de los de sus padres y abuelos. Pero, mientras que los tiempos han cambiado, los maestros, padres e instituciones educativas parecen continuar aferrados al pasado, buscando en él respuestas a las necesidades e intereses de los educandos quienes, por el contrario, están permanentemente confrontados por nuevos problemas y con expectativas poco entusiastas sobre su futuro. En este marco recaba en el compromiso de la comunidad educativa con los niños y los jóvenes de las presentes generaciones, con la intención de “darle alguna dirección a nuestra acción educativa y preparar a nuestros hijos para que logren, al mismo tiempo, sus aprendizajes escolares, su proyecto de vida y desempeñen su papel en un mundo que los necesita.”
Sus propuestas pedagógicas impulsan una educación centrada en la emancipación, la autonomía, la gestión y el apoyo, con base en sus experiencias en un mundo en crisis, signado por la ruptura de paradigmas que respaldaban con algunas certezas las soluciones a problemas cruciales. Sin embargo, hasta grandes relatos con la solidez del cristianismo y el marxismo que permitían soñar con la emancipación, la solidaridad, el progreso y un mundo mejor para todos, cayeron aparatosamente al ser desplazados y arrasados en el plano global, con la fuerza de un tsunami, por el comercio desbordado, el individualismo y la destrucción del planeta, dejando a la juventud presa de una gran incertidumbre.
Frente a la abrumadora realidad, Meirieu apela a lo que denomina la acción sensata de los padres, los docentes y los profesionales de la educación en su conjunto, a quienes dirige este libro, pues considera que a ellos les corresponde organizar alrededor de niños y jóvenes situaciones estimulantes e interlocuciones de confianza y exigencia que los nutran física e intelectualmente en su vida cotidiana para que puedan progresar y superar conla debida autonomía sus problemas. La acciónsensata se asume como una oportunidad para fortalecerla democracia y a través de ella permitirlesel desarrollo de su capacidad de pensar y la fuerzapara actuar en pro de sus metas.
Estos aspectos son tratados con profundidad y sencillez a lo largo de los seis capítulos que conforman esta obra, en la cual ahonda en los nuevos roles de la familia, la escuela y la sociedad para la formación de ciudadanos en contextos cambiantes y diversos que demandan, a su vez, visiones renovadas respecto a los proyectos personales y educativos de niños y jóvenes. Los textos complementarios son de gran utilidad y pertinencia para la ampliación de los temas tratados.
En el primer capítulo, “Crecer hoy”, Meirieu plantea como insuficiente la introducción de cambios en el sistema educativo frente a las necesidades de las sociedades contemporáneas, pues también se requiere modificar las pautas de crianza de los hijos. Así, por ejemplo, una transformación importante en la sociedad francesa actual –como la de tener los hijos deseados– ha llevado a que estos se constituyan en el centro del proyecto de vida de la pareja, y ha conducido a sus padres a impulsar ciertas pautas de crianza tendientes a evitar sus frustraciones y carencias. Para el autor esto significa que padres e hijos han entrado en el juego de la felicidad recíproca donde los primeros ceden ante los caprichos y deseos de los segundos para que estos puedan ser felices, convirtiéndose los hijos en pequeños tiranos de sus padres, juego que conduce a la creación de consumidores y no a la formación de ciudadanos. Esta situación es contradictoria ya que, si el reto fundamental de la educación es la formación de ciudadanos, entonces, hay que enseñar a los hijos a pensar para que alcancen su autonomía; propósito que conlleva ciertas formas de coerción y de límites, como también de orientaciones y apoyos para que niños y jóvenes superen sus pulsiones primarias al generarles espacios para sus acciones conscientes que incentivan su poder de actuar y de pensar.
El reconocimiento de los cambios en las dinámicas sociales debe conducir a la comprensión de las nuevas visiones de los jóvenes sobre sus metas individuales. En épocas anteriores la estabilidad, tanto en el plano familiar como profesional, garantizaba muchos de los logros porque decidir no era una opción en un mundo relativamente estático y jerarquizado. Hoy, por el contrario, las aspiraciones de los jóvenes no se orientan a tener un buen empleo sino a hacer aquello que realmente les gusta. Ya no es importante terminar una carrera y ser profesional, pues el camino no es lineal y muchos deciden tomar rutas diferentes a las impuestas o sugeridas por la familia; sin embargo, la reivindicación del proyecto personal no siempre funciona porque no todos los jóvenes están preparados para la libertad. Por tanto, el desarrollo de la autonomía debe ser el centro del proyecto educativo, emancipación que requiere de la triple alianza entre la familia, la escuela y los lugares de sociabilidad (tiers-lieux), porque allí operan los aprendizajes fundamentales. Los chicos deben tener oportunidades para escoger y aprender a hacerlo a partir de las propuestas de los tres grupos mencionados, aspectos en los que se centra el capítulo 2, que profundiza sobre los aprendizajes requeridos actualmente para “triunfar en la vida y triunfar en la escuela”.
De lo anterior se desprende que la tarea central de la educación a través de sus diferentes agentes es la de “construir la autonomía, desde la guardería hasta la universidad”, como lo propone el autor en el capítulo 3. Para lograrlo, la autonomía debe dejar de ser una cuestión abstracta, filosófica y reservada a unos cuantos privilegiados beneficiarios de la educación liberal humanista. El autor plantea diferencias entre autonomía e independencia, pues siempre necesitamos de los otros para poder subsistir, por lo cual para hablar de autonomía es preciso plantearse procesos de autonomización, entendiendo que no se trata de que nuestros hijos sean autosuficientes, sino que estén en condiciones de decidir lúcidamente sobre sus actos y su destino; que sean capaces de instalarse en un ecosistema mucho más amplio; que puedananticipar las consecuencias de sus acciones en sucontexto inmediato y frente al planeta. Meirieuaborda, entonces, dos procesos articulados: la individuacióny la autonomía, por ser tareas esencialesde la educación en diferentes etapas de laformación.
Por otra parte, el autor profundiza en el aprendizaje y, como lo explica en el capítulo 4, concluye que “aprender, no es algo fácil”, como lo muestra Michel Serres cuando define que “aprender es lanzarse al agua, es quitarse las amarras familiares para enfrentarse a lo desconocido”. A su vez, Meirieu considera que los niños siempre quieren saber, pero no aprender, ya que aprender es un proceso complejo que implica esfuerzo pues no es espontáneo. Y, como consecuencia del progreso tecnológico, al niño le interesa saber sin aprender, ya que el saber aparece de forma tan sencilla y asequible que lo exonera de ciertos aprendizajes. Allí está el gran reto de la educación: lograr movilizar los intereses de niños y jóvenes hacia el aprendizaje para no repetir lo dicho por Freinet respecto a que “todo el problema del educador es dar de beber a un caballo que no tiene sed”. Por eso, la escuela necesita despertar el interés por los aprendizajes a partir de la búsqueda de respuestas, contribuyendo a que los hijos redescubran el placer de comprender, el placer del esfuerzo, el placer de la autoexigencia, el placer de la realización de operaciones mentales a través de estrategias de aprendizaje múltiples y complementarias, incluyendo el mundo de las pantallas que están presentes e invaden la vida cotidiana.
En el capítulo 5, titulado “La ayuda en el trabajo escolar: el rol de los padres”, Meirieu sostiene que la enseñanza demanda competencias específicas que los padres no tienen y no tienen por qué tenerlas. Sin embargo, las tareas escolares convierten a los padres en maestros aficionados, improvisados y angustiados cuando, en realidad, deberían ser acompañantes de un proceso que no puede limitarse a ejercicios artificiales como los que a veces la escuela propone para la casa. Mucho más importante que esta ayuda es la interacción que los padres tengan con sus hijos en espacios sinceros, poderosos en sentidos y en intercambios útiles para el desarrollo de su inteligencia y para todo tipo de aprendizajes individuales y sociales, no solo escolares. Antes que desviarse hacia el ejercicio de un rol para el que no están preparados, los padres deben aprovechar las ocasiones compartidas para que construyan en común, realicen actividades compartidas y disfruten de hacer cosas juntos, antes que convertirse en pedagogos sin los conocimientos y la preparación que esta profesión demanda.
Todo lo anterior conlleva una tarea compartida entre la escuela, los padres de familia, los espacios de intercambios extraescolar, consistente en “gestionar la escolaridad, acompañar la orientación”, como lo propone en el capítulo 6. Para que esto se logre, Meirieu considera necesario refundar las relaciones entre los padres y la escuela en la perspectiva de recuperar la confianza mutua y la actitud favorable de los padres hacia la institución escolar. En efecto, la acción cooperativa de todas las instancias comprometidas en la formación de ciudadanos es indispensable para que el estudiante tenga una percepción positiva de sus docentes y se generen relaciones sociales constructivas.
Así, la gran conclusión del libro es la posibilidad de encarar el reto educativo y lograrlo juntos, lo cual implica otorgar nuevos sentidos al logro de metas, entendiendo que tener éxito conlleva una connotación trasgresora y emancipadora. Lograr algo es encontrar placer en el conocimiento, en la creación, en el servicio a los otros y a la sociedad. Es también renovarse a sí mismo y renovar al mundo. Por tanto, es responsabilidad de los adultos mostrar a los chicos que el éxito y el logro se pueden construir a través de la invención, la imaginación y el compromiso. En suma, aprender significa desmontar las ideas preconcebidas, cuestionar los saberes anteriores, comprometerse en la aventura de los saberes, lanzarse hacia lo desconocido. De allí que la solidaridad, las nuevas formas de organización social, la desaceleración, la posibilidad de hacer cosas en conjunto sean tareas de la escuela para las cuales los estudiantes necesitan de nosotros, ya que la construcción de un futuro posible solamente puede ser entre todos.
Esta obra de gran interés para educadores y padres de familia muestra lo complejo que resulta ejercer los diferentes roles que convergen en la formación de ciudadanos comprometidos con el conocimiento, con el futuro de la humanidad, con los retos de las sociedades actuales. Para ello propone reflexiones profundas sobre las posibilidades abiertas hacia la construcción de la autonomía desde la guardería hasta la universidad. El libro contiene, además, un índice de los pedagogos y pensadores sobre la educación citados en este trabajo, un perfil académico del autor y una relación de sus principales obras, así como la referencia al sitio de internet en el que se pueden consultar otras publicaciones y sus actividades políticas y científicas de Philippe Meirieu: www.meirieu.com
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