DOI:

https://doi.org/10.14483/22486798.12457

Publicado:

29-06-2018

Número:

Vol. 23 Núm. 1 (2018): Pedagogías de la lengua (Ene-Jun)

Sección:

Lenguaje, sociedad y escuela

Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes

Linguistic attitudes towards the forms of nominal treatment used by young people

Autores/as

  • Andrés Mahecha Ovalle Instituto Caro y Cuervo (Colombia)

Palabras clave:

Formas de tratamiento nominal, actitudes lingüísticas, habla juvenil. (es).

Palabras clave:

Nominal address forms, linguistics attitudes, young speech. (en).

Biografía del autor/a

Andrés Mahecha Ovalle, Instituto Caro y Cuervo (Colombia)

Estudiante de la maestría en Lingüística, Seminario Andrés Bello, Instituto Caro y Cuervo. Especialista en procesos lecto-escriturales de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Licenciado en Educación Básica con énfasis en humanidades e idiomas de la Universidad Libre.

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Cómo citar

APA

Mahecha Ovalle, A. (2018). Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes. Enunciación, 23(1), 43–55. https://doi.org/10.14483/22486798.12457

ACM

[1]
Mahecha Ovalle, A. 2018. Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes. Enunciación. 23, 1 (jun. 2018), 43–55. DOI:https://doi.org/10.14483/22486798.12457.

ACS

(1)
Mahecha Ovalle, A. Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes. Enunciación 2018, 23, 43-55.

ABNT

MAHECHA OVALLE, Andrés. Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes. Enunciación, [S. l.], v. 23, n. 1, p. 43–55, 2018. DOI: 10.14483/22486798.12457. Disponível em: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/12457. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Mahecha Ovalle, Andrés. 2018. «Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes». Enunciación 23 (1):43-55. https://doi.org/10.14483/22486798.12457.

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Mahecha Ovalle, A. (2018) «Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes», Enunciación, 23(1), pp. 43–55. doi: 10.14483/22486798.12457.

IEEE

[1]
A. Mahecha Ovalle, «Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes», Enunciación, vol. 23, n.º 1, pp. 43–55, jun. 2018.

MLA

Mahecha Ovalle, Andrés. «Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes». Enunciación, vol. 23, n.º 1, junio de 2018, pp. 43-55, doi:10.14483/22486798.12457.

Turabian

Mahecha Ovalle, Andrés. «Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes». Enunciación 23, no. 1 (junio 29, 2018): 43–55. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/12457.

Vancouver

1.
Mahecha Ovalle A. Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes. Enunciación [Internet]. 29 de junio de 2018 [citado 29 de marzo de 2024];23(1):43-55. Disponible en: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/12457

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Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes

Linguistic attitudes towards the forms of nominal treatment used by young people

Andrés Mahecha Ovalle*

Cómo citar este artículo: Mahecha Ovalle, A. (2018). Actitudes lingüísticas hacia las formas de tratamiento nominales usadas por los jóvenes. Enunciación, 23(1), 43-55. DOI: http://doi.org/10.14483/22486798.12457

Recibido: 02 de septiembre de 2017/Aprobado: 25 de enero de 2018.


* Estudiante de la Maestría en Lingüística, Seminario Andrés Bello, Instituto Caro y Cuervo. Especialista en procesos lecto-escriturales de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Licenciado en Educación Básica con énfasis en Humanidades e Idiomas de la Universidad Libre. Correo electrónico: andres320_@hotmail.com


Resumen

En este artículo se analizan las actitudes lingüísticas de algunos bogotanos adultos respecto de las formas de tratamiento nominales empleadas por jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y 20 años. El estudio se centra en la valoración realizada por el adulto frente a la variedad de tratamiento en el habla juvenil en sus contextos, como escuela, familia y ámbito social. Para la recolección de datos, se empleó un cuestionario abierto con el propósito de determinar las formas de tratamiento nominales y la escala de diferencial semántico para las actitudes lingüísticas de los adultos hacia el habla juvenil. El análisis se fundamentó en cuatro variables extralingüísticas: estratificación social, género, edad y actitudes lingüísticas. Los resultados arrojan que el tratamiento juvenil está cambiando, puesto que las comunidades de habla juveniles bogotanas poseen sus propias formas de tratamiento nominales distintas de otros grupos etarios porque estas reflejan un sentido de cohesión e identidad grupal. Asimismo, se observa que los adultos bogotanos poseen más valoraciones negativas que positivas frente a las formas para establecer contacto entre interlocutores jóvenes.

Palabras clave: formas de tratamiento nominal, actitudes lingüísticas, habla juvenil.

Abstract

This article discusses the linguistic attitudes of some adults from Bogotá with respect to nominal address forms used by young people between the age of 15 and 20 years old. The study focuses on the assessment carried out by adults towards the variety of nominal address in juvenile speech in their context such as school, family and social environment. For data collection, it was used a opened questionnaire in order to determine some nominal address forms and the semantic scale to identify the linguistic attitudes of adults towards the juvenile speech. The analysis was based on four extra linguistic variables: social stratification, gender, age and linguistic attitudes. The results show that juvenile address is changing, because juvenile speech communities possess their own address forms different from other age groups due to a reflect sense of cohesion and identity group. Furthermore, it is observed that most adult people have a negative assessment than a positive one about the way to establish contact between young interlocutors.

Keywords: nominal address forms, linguistics attitudes, young speech.


Introducción

Las actitudes lingüísticas son una manera de medir las valoraciones de un grupo social frente a las variedades estilísticas presentes en el habla de los jóvenes, puesto que permiten el predominio de una forma específica de habla en detrimento de otra. También, se convierten en una manifestación de la actitud social de los individuos hacia el uso de determinada variedad lingüística por parte de la comunidad de habla, tanto por quienes están en su proceso de aprendizaje como por aquellos que ya han consolidado la norma lingüística. Por ello, ante las lenguas naturales y su uso en la cotidianidad, las actitudes lingüísticas resultan interesantes porque permiten observar las valoraciones y creencias de los usuarios ante su código lingüístico. En este sentido, la dinámica siempre cambiante de las lenguas lleva a los hablantes a adoptar nuevas formas léxicas, según las necesidades comunicativas.

Así, las nuevas condiciones socioculturales han llevado a las actuales generaciones a dotar de inéditos significados a los ítems léxicos, que en épocas pasadas poseían una connotación peyorativa a luz de la norma lingüística. Es decir, la comunidad de habla juvenil actual revela una resignifacación de las formas de cortesía, propicia la solidaridad lingüística y la creación de identidad generacional. No obstante, la revisión de la literatura sobre los estudios adelantados en el ámbito latinoamericano y colombiano en la última década, acerca de las actitudes lingüísticas de la población adulta sobre el habla de los jóvenes: fórmulas de tratamiento nominales (FTN), se encuentran vacíos en las investigaciones respecto a las actitudes lingüísticas de los adultos frente a las FTN empleadas por jóvenes.

En efecto, los trabajos realizados en el contexto nacional por Hernández (2012); Montoya (2013); Bernal, Munévar y Barajas (2014); Salazar (2014); Gómez (2015), y Bernal (2016), se han enfocado en las actitudes lingüísticas respecto del español colombiano, sus dialectos y las variedades del español hablado en Hispanoamérica. Para el contexto internacional, autores como Rodríguez (2002), Christiansen (2012) y Zamora (2015) realizan una breve aproximación a las creencias junto con las actitudes que poseen los hablantes frente al español hablado y las formas de tratamiento en Nicaragua y en España. Estos investigadores coinciden en que la temática está aún sin explorar de manera profunda.

Los estudios acerca de las actitudes lingüísticas de los adultos, en relación con el habla de los jóvenes, en particular las formas de tratamiento nominales, han sido poco abordados en el contexto colombiano desde la sociolingüística. Esta falencia investigativa se observa en los últimos estudios sociolingüísticos, los cuales han prestado poca atención a los grupos de habla juvenil, quienes conforman una comunidad de habla con un comportamiento lingüístico propio. De acuerdo con Córdoba (2012), “quienes emprendan la tarea de realizar un estudio sociolingüístico deberán tener presente la importancia de explorar las actitudes de los hablantes de la comunidad de habla elegida frente a la lengua” (2012, p. 2). Desde esta perspectiva, se afirma que la vitalidad de los estudios de las actitudes lingüísticas resulta fundamental para comprender algunos fenómenos sociolingüísticos de los grupos humanos.

Las nuevas generaciones adaptan su habla de acuerdo con las situaciones comunicativas en donde se hallan inmersos. Esto propicia nuevas FTN, que se han convertido en un factor determinante de la conducta lingüística juvenil. Por tanto, este estudio plantea como objetivo general analizar las actitudes lingüísticas por parte de los adultos hacia las FTN empleadas en el habla juvenil en el ámbito bogotano. De esta manera, la investigación da cuenta de las valoraciones de estas ya sean positivas o negativas frente a las FTN en el lenguaje juvenil coloquial empleado en situaciones de comunicación específicas por parte de la población adulta.

Fundamentos conceptuales

¿Qué son las actitudes lingüísticas?

En primer lugar, la sociolingüística ha venido trabajando en la noción de actitudes lingüísticas, como: valores, creencias y actitudes tanto positivas como negativas frente a las variedades de una lengua, inscrita dentro de un proceso de bilingüismo o de lenguas en contacto. Así, en sus inicios se consideró que era poco relevante estudiar las actitudes lingüísticas. No obstante, a partir de las primeras investigaciones, se evidenció la importancia que reside en ellas, puesto que han permitido comprender algunas variaciones, innovaciones y cambios en la lengua de una comunidad lingüística, debido a aspectos como: las valoraciones realizadas por los hablantes de una comunidad lingüística frente a determinado fenómeno lingüístico. Según lo expresa Córdoba (2012):

Los estudios sobre las actitudes lingüísticas se convirtieron en una parte fundamental de la sociolingüística desde la década de los setenta y, [...] gracias a ellos se han llegado a comprender las razones sociales y culturales que motivan aspectos de la variación lingüística en diferentes contextos de la vida social (p. 2).

Por lo anterior, se evidencia la relevancia que han tenido los estudios sobre las actitudes lingüísticas dentro de la disciplina para la comprensión de algunos aspectos sociolingüísticos dentro de una comunidad de habla particular, ya que estas facilitan el entendimiento de cómo los hablantes de una comunidad lingüística valoran el uso de norma lingüística vs. el no uso adecuado de esta, por parte de sus integrantes. Dado que se presentan diversas maneras de abordar las actitudes lingüísticas, el presente trabajo las asume como una evaluación que la sociedad realiza de las variedades lingüísticas dentro de una comunidad lingüística. Aunque, se encuentran otras perspectivas y conceptualizaciones de la misma. Por esta razón, se hace indispensable establecer una definición clara sobre actitud lingüística. Por ello, se aborda la concepción de Moreno (1998):

La actitud lingüística es una manifestación de la actitud social de los individuos, distinguida por centrarse y referirse específicamente tanto a la lengua como el uso que de ella se hace en sociedad, y al hablar de lengua incluimos cualquier tipo de variedad lingüística: actitudes hacia estilos diferentes, sociolectos diferentes, dialectos diferentes o lenguas naturales diferentes (p. 179).

A partir de lo anterior, se pueden establecer las siguientes precisiones sobre las actitudes lingüísticas: a) es un comportamiento de carácter social dirigido hacia una lengua y su uso; b) toda variedad de una lengua está sujeta de ser valorada. Ahora bien, la definición anterior no precisa la palabra actitud. Según lo declarado por Hernenson et al. (1987, citados por Hernández, 2004), las actitudes lingüísticas son “una herramienta útil para observar orden y consistencia en lo que la gente dice, piensa y hace, de modo que, dados ciertos comportamientos, se puedan llevar a cabo predicciones a futuro” (p. 29). En otras palabras, las actitudes lingüísticas positivas permiten que un cambio lingüístico se difunda rápidamente. Por lo general, cuando los hablantes tienen una valoración positiva respecto de determinada forma léxica, habla o dialecto, estos tienden a predominar y ser bien vistos; mientras que las actitudes negativas producen el efecto contrario; es el caso de la no propagación de cambios lingüísticos, la marginalización de vocablos y la estigmatización de un dialecto.

Aun cuando las nociones anteriores son pertinentes, es necesario no recurrir a definiciones muy generales, puesto que no cumplen una función delimitadora de lo que se habrá de entender por actitud lingüística. Así pues, delimitar permite hacer una precisión teórica acerca del fenómeno a estudiar: qué se debe observar, qué se debe estudiar, qué herramientas son útiles para la recolección de datos y cuáles son los informantes más idóneos para ser objeto de estudio, entre otros aspectos. Por eso, de acuerdo con Blass (2004): “en el caso particular de las actitudes de lingüísticas podríamos hablar de las posturas críticas y valorativas que los hablantes realizan sobre fenómenos específicos de una lengua o, incluso, sobre variedades y lenguas concebidas como un todo” (p. 322). De esta manera, las actitudes lingüísticas permiten realizar determinados calificativos sobre una variedad lingüística en términos de pobreza, productividad y riqueza lingüística.

Otro aspecto fundamental es que los hablantes poseen una capacidad de autocrítica frente a su lengua o dialecto. Esto permite la comprensión de las continuas valoraciones que hacen los usuarios sobre una forma particular del habla de manera consciente o inconsciente y, en especial, la crítica o valoración tanto positiva como negativa respecto a los miembros de su misma comunidad de habla o frente a otros usuarios. Por consiguiente, se puede afirmar que el hablante está en condiciones de hacer juicios de su misma habla y de otros miembros de su misma comunidad lingüística. De acuerdo con Alvar (1986):

El hablante toma posiciones para encararse con su lengua: unas veces, no las manifiesta; pero otras –acuciado por excitantes externos, responde a una pregunta que se formula o que le formulan […]. De lo que el hablante cree que habla se podrán deducir juicios de valor –comportamiento y conciencia– de su propia lengua (pp. 13-14).

Por este motivo, es válido hablar de las actitudes lingüísticas dado que cada hablante posee un acervo de valoraciones o creencias acerca de su habla, las cuales crean así una conciencia sobre el acto mismo de hablar. Adicionalmente, se le suma el hecho de ser una evaluación de la lengua como un vehículo de comunicación y no simplemente un sistema. En consecuencia, lo expresado por un individuo está sujeto a un juzgamiento por parte del otro. De esta manera, el hablante selecciona o hace uso de determinados elementos léxicos o registros con el fin de tener determinado grado de aceptabilidad en su comunidad. En otras palabras, se tiende a usar elementos del habla que sean valorados positivamente por la comunidad, dando así un prestigio a quien hace uso de ellos. Por tanto, las formas que son valoradas negativamente tienden a ser poco usadas o en contextos muy restringidos.

Otro aspecto a tener en cuenta se presenta con lo expuesto por Fishman (1995), con respecto a los principales tipos de actitudes, creencias y comportamientos hacia la lengua de carácter social. El primero de ellos es la estandarización (codificación), el cual reside en un conjunto de normas o hábitos que se conocen como el uso correcto de la lengua o variedad lingüística. Este es mantenido en la comunidad de habla por agentes denominados guardianes de la lengua, el cual se asocia con las instituciones de poder. Sin embargo, no es una propiedad innata de la lengua, sino que es una convención social. El segundo elemento se denomina autonomía, que se manifiesta en la independencia de las variedades lingüísticas dentro del sistema lingüístico de cada comunidad. Es decir, hay variedades en el habla dentro de una misma comunidad lingüística. El tercero recibe el nombre de historicidad, pues las comunidades lingüísticas les atribuyen a sus hablantes una estirpe de la cual son miembros históricamente. En otras palabras, la lengua no es producto de azar, ni es un invento reciente, sino que esta pasa de generación en generación. Por esto, toda variedad de una lengua presenta un estatus histórico, que la convalida frente al sistema denominado lengua estándar. El último aspecto recibe el nombre de vitalidad, se manifiesta en el número de hablantes de determinado dialecto o variedad estándar.

Ahora bien, frente a las actitudes lingüísticas se ha establecido que varían dependiendo de algunos factores sociales, a saber: edad; género; estatus social; contextos educativo, lingüístico, grupal y cultural, y aptitud lingüística, según lo declarado por Hernández (2004), basado en el modelo planteado por Collin (1992). Es decir, los individuos de acuerdo con determinadas características sociales presentan unas actitudes que están influenciadas por patrones de tipo social junto con las variables del entorno en donde reside el individuo o la cultura. Por tanto, Hernández afirma: “especialmente crítica puede resultar la fuerza del grupo”. (2004, p. 31). En otras palabras, los comportamientos de los hablantes dependen en gran medida de su relación con su entorno y con los miembros de su red social. Se debe agregar que las actitudes son un elemento unificador o integrador de una comunidad en la medida que esta valora su forma de habla, hecho que permite la elaboración de juicios sobre su propia lengua y, a su vez, sobre la lengua de los demás, sin importar el espacio geográfico en donde se encuentre una variedad de la misma lengua.

A partir de lo expuesto, la actitud de los hablantes frente a su lengua radica en una valoración crítica acerca del uso de esta por parte de la comunidad de habla. No obstante, no se pretende mostrar que las lenguas son simples instrumentos de comunicación. Entonces, se concibe la lengua como un instrumento facilitador para determinar referentes culturales y algunos elementos de identidad. Sumado a lo anterior, las actitudes lingüísticas refuerzan algunas conductas de las personas guiando el comportamiento de una comunidad respecto a otra, frente a la variedad o estilos de habla. De estas valoraciones y creencias se derivan los prejuicios lingüísticos, puesto que no todas las actitudes lingüísticas se traducen en comportamientos, sino que se manifiestan en enunciados verbales. A partir de estas expresiones se generan las actitudes tanto positivas como negativas.

Las formas de tratamiento

Las formas de tratamiento son un conjunto de expresiones usadas por un hablante para referirse o establecer contacto con su interlocutor, las cuales poseen un valor deíctico y relacional. Por medio de las formas de tratamiento se establecen unos valores socioafectivos entre los miembros que participan en la interacción comunicativa. Las más conocidas, por lo general, son tú, usted, vosotros, vos, su merced/su mercé. Sin embargo, en el mundo de habla hispana se presentan diferentes fórmulas de tratamiento en las distintas comunidades lingüísticas. Para Bestard (2012), las formas de tratamiento son:

[...] formas de cortesía, nombres, hipocorísticos, apodos, los pronombres personales de segunda persona, que sirven para dirigirse a alguien tanto en la comunicación oral como escrita. Estas poseen una fuerte carga social que varía de una época a otra, y de una sociedad a otra (p. 33).

Es decir, las formas de tratamiento están ligadas a aspectos sociales como la época, el grado de familiaridad, la solidaridad lingüística, aspectos geográficos y, en general, a las características sociales de un grupo; todos estos, elementos que contribuyen a la existencia de diversas formas de tratamiento. Así, el uso de estas se restringe a la comunidad de habla en la mayoría de los casos para efectos de las formas nominales; mientras que las fórmulas pronominales se extienden a la comunidad lingüística. De acuerdo con lo mencionado por Bestard (2012), “las formas de tratamiento han sufrido cambios, en algunos casos han surgido nuevas, otras han modificado su significado añadiendo otros matices conceptuales que responden a fenómenos sociales surgidos” (p. 33). Según esto, las fórmulas de tratamiento se adaptan según los factores sociales emergentes en las comunidades de habla y constituyen una manera significativa de expresiones, las cuales están asociadas a aspectos sociales como: la confianza, las relaciones de poder, el sentimiento, el respeto mutuo, el grado de conocimiento, entre otras. En efecto, estas no solo se regulan por los aspectos lingüísticos, sino por criterios sociales de acuerdo con la configuración de las comunidades de habla.

Ahora bien, según lo mencionado por Álvarez (2005), las formas de tratamiento “se basan en un sentimiento de estimación y respeto mutuo, y configuran un código social” (p. 27). A partir de esta afirmación, se deduce que las formas de tratamiento se configuran a partir de aspectos sociales, que permiten a un grupo manifestar a través de ellas respeto, estima y, a su vez, conforman el habla de los miembros de una comunidad de habla.

En esa medida, las formas de tratamiento se determinan en la interacción cotidiana como la manera de expresar una solidaridad, trato igualitario entre sus miembros e identidad social. Por ello, estas pueden variar significativamente según la clase social, edad, nivel de formación y ubicación geográfica. Cabe aclarar que existen unas formas tradicionales usadas en casi todos los ámbitos socioculturales. Pero, también, es importante mencionar que el hablante es quien da preferencia unas sobre otras, según sea su configuración lingüística y social.

Tradicionalmente en el ámbito hispánico, las formas de tratamiento se han agrupado en dos grandes grupos: pronominales –tú, usted, vos, vosotros– y nominales, como: doctor, alteza, profesor, alteza, excelencia, papá, etc. Las diferentes variantes han llevado a plantear esta clasificación, pero las formas que están incluidas son limitadas en los inventarios lingüísticos. Por ello, es pertinente aclarar que en las comunidades de habla existen otras maneras que son productos de la época y de las características de los grupos sociales, ya sea a un nivel micro o macro. El empleo tanto de formas pronominales y nominales implica un grado de familiaridad, jerarquía social y confianza entre los interlocutores.

En otras palabras, las fórmulas de tratamiento han venido cambiando con el paso del tiempo. Según lo declarado por Álvarez (2005), “su empleo presupone la idea de igualdad y acercamiento psicológico entre los interlocutores” (p. 29). Al mismo tiempo, el autor agrega: “Entre las generaciones de más jóvenes se viene desarrollando desde ya hace años una tendencia a extender el uso de estos pronombres aun a contextos donde […] se hace preceptivo el empleo de formas de mayor respeto” (p. 29). Por esta razón, se comprende que las formas de tratamiento nominales en las últimas décadas han ido cambiando e incluso las tradicionales se les han asignado nuevos roles semánticos.

Metodología

Esta investigación se enmarca en un enfoque sociolingüístico de corte cualitativo, por lo cual se analizó la correlación entre el uso de las fórmulas nominales de tratamiento de los jóvenes bogotanos y la estructura social donde estos sujetos se hallan inmersos, como: la familia, la escuela, la interacción entre pares y medios masivos de comunicación. Se tomaron dos variables: la lingüística y la social. En este sentido, la lingüística se dividió en dos actitudes: positivas y negativas. Las primeras se han conceptualizado como las valoraciones positivas hacia un aspecto de la lengua de una comunidad. La variable social se centró en tres aspectos: estratificación social, género y edad (cronológica)1.

El diseño metodológico se desarrolló durante dos momentos2. En el primero, se recolectó el corpus relacionado con las FTN usadas por algunos jóvenes bogotanos en su lenguaje coloquial. Para tal fin, se recurrió a un cuestionario, el cual se creó a partir de tres contextos de comunicación: familiar, escuela y vida social, con cinco preguntas abiertas por cada ámbito de interacción. De manera que cada apartado del instrumento indagó por aspectos específicos del habla juvenil en su cotidianidad. Asimismo, se siguieron los parámetros planteados por Gil (2011), en cuanto a las reglas para la formulación de preguntas, tipos de preguntas y la estructura del cuestionario.

Para efectos de la validación del instrumento se realizó un pilotaje del formato preliminar del cuestionario basado en dos tareas centrales: a) la verificación del funcionamiento de las preguntas para la obtención de la información requerida, y b) se solicitó a los informantes que hicieran comentarios sobre las preguntas y las posibles opciones de respuesta. Al mismo tiempo, se tuvieron en cuenta algunas características sociales de los informantes, como: estratificación social y género para dar cuentas de las dinámicas sociolingüísticas. En la figura 1 se ilustran las FTN objeto de análisis.

En el segundo momento, se aplicó una escala de diferencial semántico con el propósito de evaluar las creencias y actitudes de algunos adultos acerca del habla juvenil bogotana, respecto a las fórmulas de tratamiento nominales. Esta le permitió al informante vislumbrar una serie de adjetivos positivos con sus respectivos antónimos (poco educado, poco sociable, poco culto, habla poco estándar, saludo poco jovial), que evaluaban las FTN recopiladas en el primer momento. En la figura 2, se presenta el modelo de escala de diferencial semántico empleado para la medición de las actitudes lingüísticas de algunos adultos bogotanos hacia las FTN juveniles:

Los estudios sociolingüísticos sobre las actitudes lingüísticas se han abordado desde dos métodos: directo e indirecto; la presente investigación se inscribe dentro del primero. Con este se planteó el cuestionario como instrumento para indagar a las personas sobre sus creencias, valoraciones y actitudes acerca de las FTN. De acuerdo con Blas (2004), “el uso de técnicas directas se ha dado particularmente en el análisis de actitudes lingüísticas. Aquellas pueden clasificarse en tres grupos: cuestionarios, entrevistas y observación directa” (p. 326).

Desde esta perspectiva, el cuestionario apuntó a obtener un consenso general de las FTN empleadas por algunos jóvenes bogotanos; mientras que la escala de diferencial semántica buscó activar las valoraciones subjetivas o emocionales de los adultos frente al uso de las FTN en el lenguaje coloquial de los jóvenes. En este sentido, los datos se analizaron a partir de una escala de rasgos binarios positivos (+) y negativos (-), los cuales se definieron desde la noción de actitud. Estos rasgos binarios dan cuenta de la consistencia de lo que los hablantes dicen, piensa y hacen.

Respecto a la selección de la muestra se realizó mediante la técnica de muestreo aleatorio. Luego, se determinó el número de informantes siguiendo el principio de Labov (1996): 25 hablantes por cada 100.000 habitantes. Así pues, la caracterización de la población para la primera etapa del estudio se constituyó por 403 informantes jóvenes, quienes residen en Bogotá D.C., sin importar su procedencia, con edades comprendidas entre los 15 y 20 años (quienes pertenecen a estratos socioeconómicos 2, 3, 4 y 5), género masculino, femenino u otro. En la segunda etapa, se contó con la participación de población bogotana adulta: 20 miembros, con una edad comprendida entre los 35 a 50 años con diferentes estratos socioeconómicos (2, 3, 4 y 5), quienes estaban en continuo contacto con las interacciones comunicativas juveniles.

Resultados

El análisis se centra en las FTN juveniles (primer momento) y en las actitudes lingüísticas de algunos adultos bogotanos hacia las FTN en el habla coloquial juvenil (segundo momento). Las primeras se han conceptualizado como las valoraciones favorables hacia el habla de un grupo social; mientras que en las segundas ocurre el caso contrario, la variedad empleada no es bien apreciada.

En primer lugar, se observa que los jóvenes bogotanos, sin importar su estratificación social, presentan una gran tendencia a utilizar FTN como: parcero, parce, bebé, perro, broder, amotro, puto( a), imbécil, bobis, perris, etc., lo cual evidencia el abandono de las FTN tradicionales propuestas por Álvarez (2005), de parentesco (mamá, papá, nono(a), tío(a), primo(a), etc.), sociales (señor(a), don, doña, chico(a), doctor, licenciado, profesor, chata, guapa, macho, colega, salado, etc.) y nombres de pila hipocorístico (Juan, María, Laura, etc.). Esta clasificación evidencia un patrón de cambio en las formas de tratamiento usadas para los intercambios comunicativos entre las comunidades de habla juveniles bogotanas. De acuerdo con lo anterior, se puede afirmar que existe una tendencia en el habla juvenil a usar mayoritariamente FTN en los tres ámbitos indagados: familia, escuela e interacción entre pares en los medios de comunicación.

En lo relacionado con la escuela, los jóvenes han dejado de usar las FTN clasificadas como ocupaciones para referirse a sus maestros, las cuales están cambiado la relación vertical entre educando y docente. Este aspecto deja vislumbrar cómo las nuevas generaciones, a través de las FTN, están forjando un cambio en progreso para el fenómeno de la cortesía y la solidaridad en los intercambios comunicativos dentro del aula y fuera de ella. Los educandos, a través de dichas formas, tienden a marcar una solidaridad positiva para sus maestros y compañeros de clase. El joven busca reducir la relación asimétrica establecida por las instituciones y la cultura. De manera que la realización de las FTN ocupacionales no trasgrede la norma socialmente establecida, en la cual se encuentra inmersa la escuela. Por el contrario, el empleo de las nuevas FTN derivan en una cortesía positiva.

Así mismo, se deduce que el estudiante, al no recurrir a las FTN tradiciones (ocupacionales) para referirse a los docentes y al personal administrativo, no emplea la variedad estándar enseñada en la escuela y aprendida en casa. En efecto, el joven se aleja de las dos variables en las cuales se ha visto inmerso durante los primeros años de su vida. Así pues, crea una variante que se distancia del modelo lingüístico institucionalizado por los maestros o cuidadores. Esta variedad es producto de diversos factores, a saber: mass media, lugar de procedencia, estratificación social y edad. De estas variables sociales, la más influyente en la creación de la variedad es la edad, ya que el individuo, al ingresar a la etapa de la juventud, crea su propio idiolecto con la ayuda de sus pares y con los miembros de su red social.

Al mismo tiempo, el contacto entre pares, a través de la red social permite al joven establecer una serie de FTN propias de su habla, que no se hacen presentes en los intercambios comunicativos de otros grupos etarios: niños, adultos o ancianos. Dado que los nodos de las redes sociales juveniles son fuertes, la difusión de las formas nominales se da rápidamente y se asimila a los contextos comunicativos. Así, en la difusión, la escuela desempeña un rol fundamental, ya que allí los lazos se fortalecen entre los jóvenes. Además, la institución educativa facilita a los jóvenes estar en continua interacción para la adopción de las nuevas FTN.

Ahora bien, se identifica que la cortesía implícita en una FTN está determinada por el joven a partir del contexto comunicativo en donde se haga uso de esta, puesto que la situación en el intercambio comunicativo es la que asigna el tipo de cortesía. Este aspecto se ilustra con la forma nena, la cual, dependiendo de la situación comunicativa, posee distintas significaciones: a) es una muestra de cariño, amistad, solidaridad, empatía; b) se emplea como vocativo para denominar a alguien quien por sus características denota corta edad; c) es un vocativo utilizado para dirigirse o llamar la atención para hombres y mujeres; d) se emplea de manera despectiva sobre alguien poco valiente. Esta ejemplificación confirma lo expresado por Blass (1995), el tipo de cortesía de una FTN depende de las valoraciones realizadas por parte de quienes intervienen en el contexto comunicativo. Este aspecto propicia, en algunas ocasiones, una reacción negativa en el interlocutor cuando logra comprender lo dicho por el emisor (un joven).

Se observa, también, que estas formas transcienden a ámbitos más allá de la escuela, como los medios de comunicación, debido a la amplitud de las redes sociales juveniles, las cuales ayudan a la propagación de las FTN. La gran variedad de medios utilizados por los jóvenes para estar en continua interacción entre sí propicia al empleo de las FTN tanto en la escritura como en la oralidad. Así, no se presenta variabilidad entre los dos medios, ya que la escritura es oralizada, aspecto que favorece la difusión lingüística de las FTN usadas por los jóvenes.

Cabe resaltar que las FTN juveniles derivan de ítems léxicos preexistentes, los cuales son adoptados del lenguaje no estándar. No obstante, los jóvenes resignifican los términos de acuerdo con sus necesidades comunicativas y a los contextos donde se ven inmersos. Dicha resignificación no obedece a un principio críptico del habla juvenil, como lo afirma Rodríguez (2002), sino que es una manera de crear lazos socioafectivos. De la misma manera, la juventud crea una conciencia social sobre su rol dentro de su comunidad de habla. En consecuencia, las FTN poseen una peculiaridad sociosemántica de tipo expresión vs. contenido junto con una peculiaridad identificadora entre hablante (jóvenes) y comunidad lingüística (adultos). De modo que las FTN son un medio para elaborar un marcador de inconformismo social del joven.

En segundo lugar, se identifica que la variable social género no influye en la selección de determinadas FTN. Los jóvenes usan formas de tratamiento sin otorgarles una connotación específica de género, es decir, se usan indistintamente tanto para hombres como para mujeres. Por ejemplo, los hombres se tratan de nena, tonta, loca, loquita, entre otras. Asimismo, los jóvenes tienden a usar FTN con una connotación cariñosa para crear lazos más fuertes entre los miembros de su grupo, a saber: papi, bebé, parcero, amor. Frente a quienes se identificaron como no perteneciente ni al género masculino ni femenino; es decir, otro, se descubrió una tendencia a usar fórmulas de tratamiento más corteses y neutrales, según la situación comunicativa: corazón, bebé, parce, guapo(a), broder.

En tercer lugar, en las FTN se reconfigura la noción de poder en la comunicación establecida entre hablante y oyente. Esta, a su vez, se encuentra ligada a los roles sociales ejercidos por parte de quienes intervienen en el acto comunicativo. Así, la noción clásica de poder se vuelve inoperante, puesto que las FTN juveniles se emplean en función de fortalecer los vínculos socioafectivos para los miembros de la red social, pero no se configura un poder en ellas. Esto constata que la noción de poder como la conducta de un individuo enfocada a ejercer un cierto grado de control sobre otro individuo o sobre un grupo se desvirtúa con las FTN juveniles. En otras palabras, los ítems lingüísticos usados por los jóvenes para establecer contacto entre sí no están determinados por aspectos asimétricos, sino simétricos.

En el segundo apartado se exponen los hallazgos de las actitudes lingüísticas de algunos adultos bogotanos hacia las FTN empleadas por los jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y 20 años.

Existen una serie de formas, como perro, marica, hijueputa, gonorrea, loquita e imbécil, que generan una actitud desfavorable al ser calificadas como fórmulas pertenecientes al habla no estandarizada dentro de la variedad del español bogotano. Los informantes adultos las clasificaron como propias de un habla marginal de los jóvenes. De manera que los adultos no admiten ni reconocen estas nuevas FTN en sus contextos comunicativos. La apreciación negativa establecida tiende a denominarlas como propias de un habla individual, que no goza de aceptabilidad por parte de la comunidad lingüística. Así, los adultos consideran estas fórmulas como poco agradables para ser usadas dentro de su grupo social.

Así mismo, se catalogan como poco educadas las fórmulas bitch, puto(a), amotro, bobis, tonto( a), ‘ñero, gay. Teniendo en cuenta que los adultos manifiestan estar en desacuerdo con el empleo de estas formas por parte de los jóvenes en sus conversaciones, puesto que las consideran maneras irrespetuosas de referirse al otro. Se evidencia, entonces, una reacción desfavorable, porque los adultos creen que estas amenazan la buena imagen del individuo dentro de la comunidad de habla. En otras palabras, los adultos califican como descorteses a los jóvenes por hacer uso de tales FTN. Por tanto, los adultos interpretan las FTN juveniles como una norma social, mas no como una estrategia conversacional. Por el contrario, para los jóvenes las formas nominales son vistas como una estrategia conversacional dado que con estas el joven pretende lograr un objetivo en su relación con sus pares y con otras personas de su entorno inmediato.

De manera similar, las FTN pa’, ma’, broder y parcero se juzgan como poco cultas en la medida que los jóvenes se alejan del uso de formas de parentesco, nombres de pila hipocorístico o patronímico, las cuales son valoradas como cultas para los adultos dentro de la norma social. Los informantes bogotanos mayores de 30 años descalifican estas fórmulas por considerarlas no canónicas dentro del ámbito familiar. Para aquellos que emplean las formas hijo e hija les resulta extraño que sus hijos utilicen fórmulas, pues desajustan el registro léxico familiar: papá, mamá, hermano(a), compañero, etc.

Las actitudes lingüísticas negativas se originan de las creencias infundadas a partir de prejuicios sobre los hablantes juveniles como: poco educados, inculto y mal hablados. Por ello, es claro cómo los adultos bogotanos identifican las FTN del habla juvenil como inapropiadas según la variedad del español bogotano. A causa de ello, las FTN juveniles se observan como inapropiadas para la norma lingüística. Asimismo, los adultos caracterizan las formas nominales a partir de prejuicios construidos sobre información social subjetiva acerca de este grupo, estigmatizado socialmente por sus formas de comportamiento e interacción entre pares.

Ahora bien, en lo que respecta a quienes valoran como positivas las fórmulas de tratamiento juvenil bogotana, hay informantes un poco más conscientes de las funciones a cumplir de estas en la caracterización de los jóvenes, pues consideran que estas son joviales. Así pues, esta configuración de carácter positivo frente a este fenómeno, recae de manera significativa en una identificación social; es decir, los adultos infieren que las formas utilizadas para establecer contacto entre jóvenes es parte fundamental de las características de los jóvenes, sin las cuales, dicha comunidad juvenil perdería una de sus funciones: la innovación en los ítems léxicos.

De esta manera, algunos adultos aceptan las variantes frente a las FTN presentes en comunidades de habla juvenil. No obstante, en cifras estadísticas es un número no significativo, por tanto, son más las valoraciones negativas que las positivas. En síntesis, se evidencia una actitud negativa en un 85 % de los informantes, mientras que, un 15 % de ellos presentan una actitud positiva.

A su vez, otros informantes afirmaron que los jóvenes no tienen aún la formación suficiente para usar adecuadamente las formas de tratamiento del habla estandarizada. Por ello, estas serían una manera de hacer una transición entre el habla inculta a una culta. Esto implica una visión de la juventud como una etapa transitoria entre el aprendizaje de la lengua, en donde aún no hay apropiación de los elementos estandarizados de la norma culta; es decir, prevalece en los jóvenes un cronolecto calificado como incorrecto respecto de la norma de la comunidad lingüística. Sin embargo, el uso del calificado expresado anteriormente implica volver sobre una de las discusiones tradicionales en lingüística acerca de qué es lo correcto o incorrecto en el uso de la lengua. Así, la observación previa permite asociar la noción de incorrecto con base en el prestigio social; esto es: los adultos utilizan formas de tratamiento prestigiosas, mientras que los jóvenes no lo hacen.

Conclusiones

Se evidencia un cambio sustancial en las formas nominales usadas en los contextos sociales juveniles. La variación es notable en tres ámbitos fundamentales de la sociedad: la familia, la escuela y en los medios de comunicación, lo cual conlleva a la generación de una variante en las fórmulas de tratamiento en la juventud, respecto a la variedad del español bogotano. Por tanto, las comunidades de habla juveniles bogotanas están haciendo uso de FTN propias, que no se hallan en otros grupos etarios. Las formas nominales propias del joven, como señala Halliday (1982), se convierten en un antilenguaje, que connotan valores juveniles propios. Por ello, las FTN reflejan el sentido de identidad grupal y la variación lingüística en el nivel léxico.

La variación de las FTN juveniles se da a partir de un proceso de resignificación semántica de ítems léxicos preexistentes. Por tanto, los términos acuñados adquieren una connotación diferente entre los miembros de la comunidad de habla juvenil, mientras que otras FTN sufren un proceso de revitalización, lo cual no implica una nueva creación, sino una actualización léxica.

Las actitudes lingüísticas de los adultos hacia las FTN empleadas por los jóvenes bogotanos es calificada como negativa en un 85 %; mientras que tan solo un 15 % de los informantes las valoraron como positivas. La valoración negativa está basada en prejuicios sociales sobre los grupos juveniles (mal hablados). De manera que se genera una percepción de carácter negativo hacia este grupo etario. Se comprueba, entonces, que los adultos poseen estereotipos negativos sobre el habla juvenil, que las FTN no son bien vistas por ser consideradas ajenas al habla estándar de la comunidad lingüística bogotana. Además, los hablantes mayores de 30 años no comprenden las dinámicas discursivas establecidas a través del empleo de las FTN.


Notas a Pie de Página

1 La noción de estratificación social es comprendida por Milroy y Milroy (2013) como: “Estructura jerárquica de la sociedad que surge de las inequidades en riqueza y poder” (p. 69). La segunda, el género, se ha conceptualizado desde la perspectiva presentada por Wodak y Benke (2013): “Se refiere a las diferencias sicológicas, sociales y culturales entre hombres y mujeres” (2013, p. 146). En otras palabras, se entiende que el género es un constructo social, mas no biológico. La edad ha sido considerada transcendental en la investigación sociolingüística desde la fundamentación de esta disciplina, pues en ella se puede observar cómo en el individuo hace unos usos particulares de la lengua. De acuerdo con Moreno Fernández (1998), “la edad de los hablantes es uno de los factores sociales que con mayor fuerza y claridad pueden determinar los usos lingüísticos de una comunidad de habla” (p. 40). Según lo expresado, esta variable social frente a las actitudes lingüísticas es crucial en la medida que permite determinar el uso y creación de estas, dependiendo de su contexto social. Asimismo para Eckert (2013), “la edad […] puede […] reflejar cambios en el discurso de la comunidad” (p. 169). Esto permite reafirmar la importancia transcendental de la edad en el cambio del habla en el individuo para luego repercutir en la sociedad en la cual este se encuentra inmerso.

2 Este trabajo fue realizado durante 2017 en dos etapas: en la primera, se recolectaron las FNT de jóvenes bogotanos; en la segunda, se indagó por las actitudes lingüísticas de algunos adultos bogotanos hacia las FTN juveniles.

3 De acuerdo con el informe de la Alcaldía Mayor de Bogotá D.C. (2011), el número de jóvenes inscritos entre 14 y 26 años representaban una totalidad de 1’665.890, equivalente al 22,6 % de la población total residente en Bogotá D.C. Por tanto, el número de informantes es representativo.


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